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ORACIÓN DESDE EL CONFINAMIENTO. Alejandro Escobar

El sacerdote Alejandro Escobar, párroco de Santa María de la Victoria, comparte una oración y una flexión el día de san Francisco de Paula, patrón y protector de la ciudad de Málaga.

El 2 de Abril, celebramos la conmemoración de San Francisco de Paula, un santo tan presente en nuestra ciudad de Málaga, por su intervención ante los Reyes Católicos y por la Comunidad de frailes mínimos que durante años regentaron el Convento de la Victoria, actual Parroquia y Santuario de la Patrona.

En las Actas Capitulares consta que en dos ocasiones los malagueños votaron como patrón a San Francisco de Paula, en 1649 en la gran epidemia y en 1751 en otra gran epidemia de tabardillo. (archivo municipal: Actas Capitulares 9 de mayo de 1649, fol 91vto, 92 y 31 de mayo de 1751 fol. 79,80)

Hoy también pedimos al Señor por intercesión de San Francisco de Paula vernos libres de esta dura situación de pandemia, no sólo Málaga sino todos los seres humanos de este mundo nuestro.
Adjunto os envío una breve biografía. (En nuestro retablo del Santuario de Santa María de la Victoria está presente de manera constante esa biografía).

Quiero ofreceros una breve reflexión en torno a la figura del Santo:

La Vida de San Francisco de Paula fue un Don, un regalo de Dios a la Iglesia…nació como un verdadero regalo de Dios: un milagro y su vida entera fue un milagro continuo a favor de los demás.

El objetivo primero de su vida era glorificar a Dios, en la soledad y en la alabanza y en el amor al prójimo.

Había bebido la espiritualidad de las bienaventuranzas y se sentía identificado con los pequeños del Reino y por eso buscaba hacerse mínimo para que Dios sea grande en nosotros .

Dios como lo primero de la vida: merece la pena dedicar la vida a alabarlo, a buscar el trato con el Señor, a vivir en su intimidad. San Francisco se hizo pequeño, pero llegó a ser un gran amigo de Dios. Y su grandeza no estaba en lo que tenía, (que no tenía nada) sino en lo que transmitía y en lo que daba,

La vida de San Francisco de Paula estuvo marcada por un profundo amor a la oración y por el deseo de soledad para entrar en coloquio con Dios; Relativizó todo, incluso lo necesario para vivir, todo es secundario frente a la prioridad de Dios, lo único importante es el Evangelio y todo lo demás viene por añadidura.

La penitencia le hizo hombre libre para tender hacia Dios. Combatir la comodidad, la relajación, la vida fácil, todo lo que distrae el alma de Dios y de su Reino, todo lo que te ata y te impide amar y servir con humildad y caridad.

En este sentido hemos de entender su espíritu penitencial y cuaresmal. No es espíritu de tristeza y de simple mortificación sino libertad y libre disposición para entregarse al amor de Dios y de los hermanos.

Por eso propuso en la Regla de los Mínimos el cuarto voto de Cuaresma perpetua. Cosa que el Papa Sixto IV se negó a conceder por ser demasiado austero e imposible de cumplir. Es el Papa Julio II quien concede este cuarto voto.

San Francisco de Paula, nos hace un llamamiento a descubrir que sólo con el espíritu de las Bienaventuranzas puede ser salvado el mundo. Sólo la sal del Evangelio puede dar sabor a la vida de las personas y a nuestras comunidades. Es así como tenemos que leer su ascetismo.

La ascesis es necesaria para la vida cristiana, porque el camino espiritual es obstaculizado por el atractivo de los bienes temporales, que tratan de prevalecer. La vocación penitencial y cuaresmal de los hijos de San Francisco de Paula, nos recuerdan a los hermanos de la fe que los bienes del mundo pueden sobrecargar el corazón y acabar de impedirnos usar de ellos con justicia y con respeto, en la óptica del servicio y del amor.

San Francisco de Paula siempre ha defendido la causa de los pobres y de los marginados. Decía el Papa San Pablo VI “ San Francisco es un modelo de valentía para denunciar las malversaciones de los poderosos”.

Se cuenta que cuando el rey Ferran ofreció a San Francisco y los tres religiosos que se dirigían a Nápoles galera y comitiva real el santo lo rechazó para hacer el camino como un humilde fraile: en burro. La acogida en Nápoles fue apoteósica: Rey, nobles, clero, pueblo, salieron a recibirle y a aclamarle. Le escoltaron mientras el santo iba recogido y sin levantar la vista. En el castillo de Nápoles ocurren dos prodigios de los más representados en la iconografía del santo:

El rey envía un sirviente con una bandeja de pescados fritos, pero Francisco traza la cruz sobre ellos y los peces recuperan la vida. Francisco manda decir a Ferran: “Así como yo los he restituido a la vida dígnese él a devolver la libertad a tantos infelices como tienen sepultados en el fondo de las prisiones”.

El rey Ferrán le otorga una dádiva de monedas de oro para que funde un convento en la ciudad. Francisco las toma y dice: “Ésta es, majestad, la sangre de vuestros súbditos, que clama a Dios (…) si no enmendáis vuestra conducta y no mejoráis vuestro gobierno, no pasará mucho tiempo sin que se derrumbe vuestro trono y desparezca vuestra estirpe”. Y para probar lo dicho, partió una moneda, de la que escurrió sangre. Y así fue, Ferrán murió sin descendencia.

La devoción popular de todos los tiempos hacia San Francisco de Paula se ha desarrollado en gran parte precisamente entre las clases sociales más pobres, testimoniando así cuanto las ha amado y ayudado él.

Por esta razón los Obispos italianos, hace unos años, lo definieron como “el santo de la caridad social”.

El Papa León X lo llama en la Bula de canonización “enviado de Dios para iluminar admirablemente, como mística llama, las tinieblas de su siglo” En este día nos sentimos llamados a entrar en los grandes valores de su espiritualidad, a vivir la intimidad del Señor, hacernos pequeños, viviendo la humildad, y a tener la caridad como la actitud más importante de la vida.

Hemos de corregir la afirmación del Papa León X, San Francisco no es solo luz para su siglo, es testigo y llama que ilumina la vida de los cristianos de todos los tiempos.

Os invito a rezar esta oración:

Dios, Padre nuestro, que has dado a tu Iglesia a San Francisco de Paula como maestro y protector, te suplicamos que también nosotros podamos sentir la eficacia de su protección en medio de esta pandemia y concédenos acoger su invitación a tenerte, oh Dios, como lo más importante de nuestra vida.

Que recorriendo el camino de la conversión y reconciliación, como él nos ha enseñado, podamos abrir nuestro corazón a las necesidades de los hermanos.

Y que caminando todos juntos en humildad y caridad podamos empeñarnos en construir un mundo nuevo, donde sea posible la paz y la unidad y que algún día gocemos con él en tu seno de la vida eterna. Amén.

Biografía completa de san Francisco de Paula

Beatriz Lafuente

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