Inicio Blog Página 8721

D. CARLOS AMIGO. DIOS ES AMOR

0

 

      Dios es amor

 

ABC / Carlos Amigo Vallejo. Cardenal Arzobispo de Sevilla

 

… El amor humano y el ágape cristiano pueden formar una maravillosa síntesis expresada en el matrimonio. La relación entre el amor y la justicia ocupa la segunda parte de la encíclica. Sin amor no es posible la justicia y sin la justicia es imposible la paz…


POCOS han sido los días y muy bien recibido el magisterio. Aunque Benedicto XVI no se haya distinguido por una proliferación de mensajes, sí los suficientes para conocer su pensamiento y trazar lo que pueden ser las líneas maestras de su pontificado. Llega ahora la primera y muy esperada carta encíclica del Papa: Deus caritas est. Dios es amor. Esperábamos el título y el contenido, pues, desde el inicio de su ministerio pontificio, el Papa no cesaba de repetir que Cristo es la fuente de la vida cristiana, que nada había de anteponerse al amor de Cristo, pues donde Él está siempre florece la caridad, el amor cristiano.

Nadie puede extrañarse del tema elegido y del contenido de esta encíclica, pues toda la doctrina de la Iglesia conduce al amor, a meterse, según expresión de Benedicto XVI, en esos «desiertos» de la pobreza, del abandono, de la soledad, del vivir sin dignidad… Y tratar de liberar, no con la fuerza del poder, sino con el agua de ese manantial inagotable de un amor verdaderamente fraterno y bien sostenido por la justicia. Son, pues, muy pocas las claves que se necesitan para comprender esta primera carta encíclica de Benedicto XVI. Pueda servir, de acomodada explicación, la conocida frase de Bossuet: «El amor es una palabra que por mucho que se diga no se repite nunca». Pero, como ha dicho el Papa, «la palabra amor está hoy tan deslucida, tan ajada, y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios». Sin embargo, habrá que retomarla, purificarla y volverle a dar su mejor y más espléndido significado.


Ha sido el mismo Benedicto XVI quien, al anunciar la fecha de la publicación, avanzaba que con esta encíclica no pretendía sino «iluminar y ayudar a nuestra vida cristiana». Por eso, ni se requiere hacer un análisis profundo sobre el tema elegido ni mucho menos pretender encontrar gestos implícitos y prejuzgadas intenciones. Benedicto XVI sigue fiel a lo que fueron sus primeras intervenciones como Pontífice. A largo de estos meses, se ha podido ver cómo el Papa subrayaba con frecuencia unos principios fundamentales: «Lo que redime no es el poder, sino el amor». «Si el mundo se salva será por quienes se entregan generosamente al servicio de los demás». «El amor es el que impulsa a la persona al servicio de la verdad, a la justicia y al bien». Son ideas que aparecen en sus primeros mensajes y que se hacen ahora estribillo que se va a ir repitiendo en cada uno de los capítulos de esta carta pontificia: el amor todo lo puede, sin el amor nada es posible, en el amor está el camino de la justicia y de la bondad.

En el discurso anual al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa, de alguna manera, hizo una anticipada síntesis de esta encíclica, al unir la deseada paz con un amor que es compromiso por la verdad y alma de la justicia, fundamento y vigor del derecho a la libertad, amor que abre el camino al perdón y a la reconciliación y es motivo de nuevas esperanzas, pues el amor no puede quedarse en algo meramente individual, sino que se convierte en una acción comunitaria de la Iglesia.


Dios es amor y quien ama está en Dios y Dios está en él. No podía ser más claro ni dejar mejor asentado, desde el principio, el propósito de esta encíclica: el amor une a Dios y al hombre. En el estilo más propio del Papa Benedicto XVI, las cosas de Dios aparecen siempre como un regalo, un don gratuito y generoso del Señor. Después vienen las consecuencias, el deber y las responsabilidades morales que esa aceptación de la fe suponen. Contenido y lenguaje se van ajustando a esa intención de unir la teología del amor de Dios con la urgencia moral de la caridad.


Después de una pequeña introducción, en la que el Papa subraya cuáles sean los propósitos contenidos en esta encíclica, se abre la carta en dos capítulos, que son como un esmerado desplegable que va señalando la peregrinación por la que discurre el amor cristiano. La primera parte se detiene en la figura de Cristo y en las diferencias entre un amor egoísta y el verdadero amor, que es entrega generosa y reciprocidad. El amor humano y el ágape cristiano pueden formar una maravillosa síntesis expresada en el matrimonio. La relación entre el amor y la justicia ocupa la segunda parte de la encíclica. Sin amor no es posible la justicia y sin la justicia es imposible la paz.


De alguna manera, podríamos decir que esta carta es como el manual que ha de llevarse en esa singular y obligada peregrinación a realizar entre el santuario del amor de Dios y el encuentro con aquellos que se quedaron a la intemperie, sin otro cobijo que la marginación y la pobreza. La fe, ha recordado Benedicto XVI, no es una teoría que uno puede asumir o arrinconar, sino el criterio que marca la propia vida.


Decía el Papa que «una primera lectura de la encíclica podría suscitar quizás la impresión de que está quebrada en dos partes, que no tienen mucha relación entre sí: una primera parte, teórica, que habla de la esencia del amor, y una segunda parte que trata de la caridad eclesial, de las organizaciones caritativas. Sin embargo, lo que a mí me interesaba era precisamente la unidad de los dos temas, que sólo pueden comprenderse adecuadamente si se ven como una sola cosa».


Una reflexión teológica y pastoral, con el acostumbrado estilo de Benedicto XVI: profunda en la reflexión y expuesta con claridad para comprender el eros y el ágape, el amor humano y caridad cristiana como reflejo de esa unidad entre Dios y los hombres, el matrimonio y la familia, el hombre y la sociedad, la fe y los sacramentos. Amor grande por lo inagotable -«la medida del amor es un amor sin medida»- y universal, porque a todos ha de llegar y ninguno puede quedar excluido en esta mesa del amor de Dios manifestado en Jesucristo y presente en la Iglesia.


Por demás importante y actual es el epígrafe dedicado a la justicia y a la caridad. «Una norma fundamental del Estado -dice el Papa- debe ser perseguir la justicia y que el objetivo de un orden social justo es garantizar a cada uno, respetando el principio de subsidiaridad, su parte de los bienes comunes» (n. 26), subrayando, después, dos situaciones de hecho: que el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política; que el amor siempre será necesario incluso en la sociedad más justa, pues desentenderse del amor es desentenderse del hombre. «Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas» (n. 28).


Un tema, en fin, fundamental, éste del amor cristiano, e imprescindible en la vida y acción de cuantos quieren seguir fielmente a Cristo. En unos momentos de no pocos desconciertos ideológicos, de convulsiones sociales y de ambigüedades religiosas, es particularmente importante que una voz autorizada, como es la del Papa, proclame a todos los vientos que lo más importante es un amor que se hace historia en la entrega de uno mismo al servicio de los demás. Pero, explica y aclara el Papa, la caridad cristiana no tiene afanes proselitistas. «El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar» (n. 31).

NÚMERO DE CUENTA RESTAURACIÓN OBISPADO DE TENERIFE

0

 

Cuenta Pro – Restauración del Obispado

CajaCanarias: 2065 0021 15 3000248228

 

NOTA DE LA VICARÍA GENERAL DE LA DIÓCESIS NIVERIENSE

0

 

 

NOTA DE LA VICARÍA GENERAL DE LA DIÓCESIS NIVARIENSE

 

 

Día durísimo para todos. Hoy nos hemos levantado, sin apenas dormir, con fe y ánimo firme. Los medios materiales de los servicios diocesanos han sido reducidos a ceniza, pero quedamos lo más importante: las personas.

 

Los que trabajamos en cada uno de los servicios diocesanos, hemos de trabajar hoy y mañana, y estos meses, con todas nuestras fuerzas para que los servicios que prestamos a los Católicos de El Hierro, La Gomera, La Palma y Tenerife y a la entera sociedad Canaria desde esta sede de La Laguna, sean reestablecidos. El trabajo es ingente, pero las llamas no van a acabar con nuestra determinación de reestablecernos de las ingentes pérdidas patrimoniales y “administrativas que hemos, estamos padeciendo.

 

            Nuestro Obispo nos decía ayer, “ésto comenzó en Belén y aquí estamos”. Pues eso. Aquí estamos. A trabajar, a luchar, a mantenernos unidos, a vivir más austeros, a reforzar la fe y esperanza de todas y todos, a interpretare  adecuadamente lo que Dios nos está diciendo con todo esto. Convirtamos la tragedia en una oportunidad saludable para mejorar.

 

Que no tiemble nuestro corazón ni se acobarde. No estamos solos. Él está, si cabe, más cercano a nosotros en estos momentos.

 

A nivel práctico, hoy se ha abierto una cuenta en Cajacanarias  con el nombre de “Restauración del Obispado”. El Obispo, los Vicarios Generales y de Economía, provisionalmente estos días, estaremos situados en las oficinas del Archivo histórico en la calle Anchieta. La administración se ubica en la sede de la central de peregrinaciones, situada en la Casas de la Juventud, frente el Casino de La Laguna.

 

Gracias a todas y todos. Administraciones, empresas, instituciones, particulares, por tantas muestras de solidaridad y cercanía.

 

 

Antonio Pérez Morales

Vicario General

ANDIAMO AVANTI, CARTA DE D. CARMELO J. PÉREZ

0

 

ANDIAMO AVANTI. PROSIGAMOS

 

 

Prosigamos!, ¡andiamo avanti! Fueron algunas de las primeras palabras del recién estrenado Papa, Benedicto XVI, tras su elección. Y son las palabras que me vinieron a la cabeza cuando conseguí reponerme un poco de las noticias que me llegaban desde Tenerife.


Hemos perdido el Obispado. La tragedia arquitectónica es incuestionable. Pero mucho más difícil será calibrar el alcance del drama humano y diocesano que esta desgracia entraña en toda su magnitud.


Aquellas venerables piedras se han dañado irremisiblemente. Yo conozco bien cada rincón, cada esquina del difunto palacio, y no me hago a la idea de que ya no queda nada. Pero hay mucho más… y peor. Pienso en John, el bedel, que se ha quedado sin casa y sin todo. Y en Elsa y sus compañeras, que han perdido mucho más que su lugar de trabajo con la desaparición de la Librería. Tengo presente a Óscar, el nuevo secretario, recién instalado. Pienso en mis compañeros de la Vicaría de Justicia, y en tantas historias personales que recogían los expedientes aniquilados. Y en los trabajos pendientes sobre las mesas y en los ordenadores, finalmente devastados. No consigo apartar la imagen de la que fue mi oficina durante trece años… y me duele muy dentro todo.


También pienso en las ironías del destino. Ayer tenía que haber llovido en La Laguna. Y ayer, casi por casualidad, nuestro obispo emérito, don Felipe, estaba a pocos metros del incendio. Él, que pisaba por primera vez Tenerife tras la renuncia por razones de enfermedad, también tuvo que asistir al indeseable espectáculo de ver como su hogar y su Obispado desaparecían para siempre. No es justo. No es la imagen de bienvenida que merecía ver el viejo y sabio pastor.


Sin embargo, ¡andiamo avanti!, ¡prosigamos! Me suenan ahora con una inesperada conveniencia aquellas palabras del Papa. Apropiadas para quienes sentimos algo, mucho, por la Iglesia Católica en Tenerife.


Seguro que el mismo sentimiento del Pontífice es el que ahora acuna el obispo, don Bernardo. Por dentro estará dando forma ya a lo que tenemos que hacer, con el empuje que distingue a quienes saben que la Iglesia es mucho más que un edificio. El fuego no ha perdonado nada, pero don Bernardo no permitirá que las llamas arrasen la esperanza. Irá delante, seguro, con otra antorcha: la que ilumina los pasos en medio de la noche a quienes se han dejado abrasar por el calor de la fe.


Si ahora no tenemos piedras que acojan los organismos diocesanos, renovemos nuestra confianza en que las piedras vivas de la diócesis somos nosotros. No perdamos tiempo en echar la vista atrás, otros habrá que se abonen al desaliento. Nosotros, los creyentes, no.


Desafortunadamente, el día de ayer está escrito ya en la crónica de sucesos de la Historia de Canarias. Hoy ha amanecido triste, es inevitable. Pero bien estaría que sobre la derrotada estructura del edificio quemado pusiéramos nosotros las bases de un nuevo comienzo. Una etapa nueva que otros recordarán con orgullo porque no sucumbimos a nuestro ánimo caído.


No se ha quemado la Iglesia. El fuego no ha arrasado ni la fe ni la esperanza. Irrumpamos en la calle, envueltos por el humo, como el obispo, el último en salir. Todavía conmocionados, aprovechamos la ocasión para experimentar, y compartir con quienes nos contemplan, que la fe es un aliento que nos empuja adelante en medio de la contrariedad. Que no se quema. Que no depende de espacios para vivir. Que vive por dentro y se nota por fuera.



Carmelo J. Pérez Hernández
es sacerdote y ha dirigido la Oficina de Prensa del Obispado.

 

(Publicado en Diario de Avisos el 24/01/05)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

D. FRANCISCO CASES ANDREU, OBISPO DE LA DIÓCESIS DE CANARIAS

0

  

Las Palmas de Gran Canaria. 27 / 01 / 2006. – El nuevo Obispo de la Diócesis de Canarias, D. Francisco Cases Andreu, ha pronunciado hoy su primera homilía como Obispo de la Diócesis de Canarias ante unas cuatro mil personas en la Catedral de Santa Ana.

 

Entre las 4.000 personas testigos de su toma de posesión como obispo de la Diócesis  se encontraba el Nuncio del Papa en España, Mons. Monteiro; el obispo saliente, D. Ramón Echarren, y el Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Carlos Amigo.

 

Uno de los momentos más emotivos de la celebración fueron las palabras de Cases dirigidas al Obispo de la Diócesis de Tenerife, D. Bernardo Álvarez,  declarando que está a su lado tras el incendio en La Laguna y que fomentará la unidad en Canarias. La colecta de hoy ha ido destinada a la rehabilitación de la sede del obispado tinerfeño.

 

Para seguir la ceremonia se habían colocado pantallas gigantes a ambos lados de la plaza y en el interior del templo.

 

 

En la tarde de ayer jueves 26 de enero, Mons. Cases llegó al aeropuerto de Gran Canaria, procedente de Madrid; acudieron a recibirle Mons. Echarren, ahora ya Obispo Emérito de la Diócesis de Canarias, y una nutrida representación de sacerdotes de distintos municipios de la Isla.


Aseguró que su primera tarea en la Isla será la de empadronarse. También anunció que el próximo miércoles comenzará una gira por las islas de Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa «en principio para que me vean y me conozcan, y luego ya empezaremos a trabajar».


D. Francisco Cases sustituirá, por razones de edad, al anterior obispo de Canarias, D. Ramón Echarren, de 76 años, que culminó, con el nombramiento de su sucesor, con 37 años de ejercicio como obispo, de los que 27 los desempeñó en el archipiélago canario.

 

D. ANTONIO CEBALLOS. MANOS UNIDAS

0

 

“OTRO MUNDO ES POSIBLE, DEPENDE DE TI”

  

Carta Pastoral de D. Antonio Ceballos Atienza, Obispo de Cádiz y Ceuta

 

 

Mis queridos diocesanos:

 

                Cada año en los primeros días del mes de febrero la Campaña contra el Hambre en el Mundo y el día del Ayuno Voluntario, que ella promueve, es para todos como una fuerte llamada a la solidaridad. El lema de este año es muy elocuente: “Otro mundo es posible, depende de ti”. Os exhorto a todos los miembros de la Iglesia del Señor en Cádiz y Ceuta a ser solidarios. A poner nuestro granito de arena en este proyecto solidario Norte-Sur.

 

1. Tejer  la solidaridad entre todos

 

                Este año “Manos Unidas”, además de esperar nuestra colaboración económica para cientos de proyectos, con sus nombres y apellidos, que esperan nuestra generosidad, nos llama a participar en el mejor de sus proyectos, el de tejer la solidaridad entre todos.

 

                Como católicos, podemos contribuir a que dicha celebración sea una interpelación a la solidaridad, que tal y como nos lo enseña el Papa Juan Pablo II en su encíclica “Sollicitudo rei socialis”, es una “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien a todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (SRS 38).

 

2. Entrañas de misericordia

 

         Esta Campaña contra el Hambre en el Mundo está muy metida dentro del corazón de los gaditanos y los ceutíes, que muestran sus entrañas de misericordia y amor. Observo como cada año crece su atención a este grave problema que trata de devolver su dignidad a miles de seres humanos y procurarles unas condiciones mejores de vida. No es cosa de repetir cifras un año más, que denotan la injusticia y la falta de solidaridad de este mundo inhumano en que vivimos. Unos pocos gozan de la mayor parte de los recursos económicos del planeta en los países del Norte, mientras que en los países del Sur de la Tierra las gentes se mueren de hambre y miseria.

3. Sé solidario: otro mundo es posible

 

                   La palabra solidaridad está hoy día cargada de muchas resonancias y referencias. La palabra solidaridad traduce la actitud del buen samaritano que se manifiesta como prójimo del hombre que se encuentra en el camino de la vida de cada día (cf. Lc 10,29). Es necesario hacerse débil entre los débiles…

 

                   Os facilito unos datos significativos: en el año 2004 se han recaudado 46.347,30 euros, y aprobados 720 proyectos de desarrollo en 60 países, repartidos entre las siguientes prioridades y continentes: – África: 282; – Asia: 233; – América: 205. Como veis, estos sencillos datos exigen de nuestra parte una mayor solidaridad.

 

                   Tenemos que ser solidarios. Ser solidarios con nuestros hermanos más débiles y necesitados, y esto no por un sentimiento superficial de compasión, sino por un cambio de actitud, una conversión. Por encima de los vínculos humanos y naturales tan fuertes y profundos, se percibe a la luz de la fe un nuevo modelo de unidad del género humano, en el cual debe inspirarse, en última instancia, la solidaridad: “Esta solidaridad debe aumentarse siempre hasta aquel día en que llegue su consumación” (GS 32).

 

4. Determinación de trabajar por el bien común

 

                   Es amenazadora y pavorosa la distancia entre quienes pueden consumir de todo hasta la saciedad y el derroche, y aquellos que carecen de lo más necesario. Puestos frente a frente, los unos no podrían sostener la mirada de los otros. Sólo puede salvarse lo ancho y lo profundo de esta separación si nos sentimos de veras responsables los unos de los otros “y tomamos la determinación de trabajar por el bien común, es decir, por el bien de todos y de cada uno, porque somos verdaderamente responsables de todos”, como nos decía el Papa Juan Pablo II. Para ello es necesario que entre nosotros se reavive la conciencia moral, embrutecida por esta sociedad de consumo que impide escuchar responsablemente el grito de tantos necesitados que nos reclama.

 

5. Millones de seres humanos nos miran a la cara 

 

                   Es necesario que para remediar el hambre en el mundo haya un cambio en las relaciones estructurales entre las naciones y los pueblos. Este cambio lento por fuerza nos pedirá que influyamos en él por todos los medios pacíficos que estén a nuestro alcance. Pero hay, ya ahora, millones de seres en extrema necesidad que se dirigen a nosotros pidiendo una ayuda inaplazable.

 

                   Manos Unidas nos pone en relación inmediata, sin intermediarios, con hombres y mujeres con nombres y apellidos propios, y con sus necesidades y proyectos para salir con su trabajo y esfuerzo de su miseria, y así recuperar su dignidad humana. Estos hombres y mujeres, gracias a los inapreciables oficios de Manos Unidas están inmediatamente junto a nosotros, y nos miran a la cara. No podemos negar una ayuda que con toda seguridad llegará a ellos, para que construyan viviendas, caven pozos, compren maquinaria agrícola, levanten un dispensario, una escuela, etc.

 

6. La solidaridad tiene un nombre: Caridad

 

                   En esta jornada, día 12 de febrero, me dirijo particularmente, a los cristianos. Aquí la solidaridad tiene un nombre: Caridad. La celebración de la Eucaristía está íntimamente vinculada a las exigencias de justicia y amor. Es el “memorial” de la muerte de Cristo por salvar entre otros, el abismo del que hemos hablado. Nadie puede participar seriamente en él sin dar algún paso con Cristo hacia el hermano que nos reclama desde su miseria y necesidad. En este día quiero que pidáis, en el nombre del Señor, una conversión del corazón para todos.

 

                   Reza por vosotros, os quiere y bendice,

 

 

+ Antonio Ceballos Atienza

    Obispo de Cádiz y Ceuta

 

Cádiz, 12 de enero de 2006.

 

D. ANTONIO CEBALLOS. SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

0

 

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20)

 

Carta Pastoral de D. Antonio Ceballos Atienza, Obispo de Cádiz y Ceuta

 

 

                Mis queridos diocesanos:

 

                Con particular afecto dirijo un caluroso saludo a todos los cristianos, católicos y no católicos, que desean la unidad y se preocupan de que esta aspiración se traduzca en una fidelidad al mensaje de Jesucristo, el cual oró al Padre por la unidad de todos los que creen en su nombre. Os invito a participar en la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, que tendrá lugar del 18 al 25 de enero de 2006.

 

1. Donde dos o tres….

 

                Hace sólo unas semanas celebrábamos todos los cristianos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, designado por el evangelista san Mateo como Jesús, el “Salvador” y el “Dios con nosotros” (cf. Mt 1,21-23). En este contexto se expresa la promesa de Jesús, que sirve de tema para la Semana de Oración por la unidad de los cristianos en este año: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Y tengamos también presente las palabras de Jesús en la llamada oración sacerdotal: “Que todos sean uno, para que el mundo crea” (cf. Jn 17).

 

2. Son más las cosas que nos unen que las que nos separan

 

                Esta confesión unánime y muchos otros elementos comunes que enumeró el Concilio Vaticano II en su Decreto sobre el Ecumenismo fundamentan las relaciones de buena hermandad que deben mantener las diferentes Iglesias cristianas, a pesar de las prolongadas discordias y enemistades que marcaron largas etapas del pasado. El buen Papa Juan XXIII nos recordó, una y otra vez, que son más fuertes las cosas que nos unen que aquellas que nos separan.

 

 

 

 

3. Pedir la gracia y el don de la unidad

 

                Durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos y en nuestra oración por la unidad durante todo el año, os invito a tomar conciencia de que la unidad es una gracia y de que debemos invocar sin cesar este don. Para ello nada  mejor que confiar en la presencia de Jesús que ha prometido a sus discípulos: “Os digo  también: si dos de vosotros, estéis donde estéis, os ponéis de acuerdo para pedir algo en oración, mi Padre celestial os lo concederá” (Mt 18,19). Y también tener presente el capítulo 17 del evangelio de san Juan, que nos habla de la centralidad que los cristianos de todos los tiempos descubren en la plegaria y en la  oración  por la unidad : “Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado” (Jn 17,21).

 

4. Unidad cristiana y unidad de la humanidad

 

                En el contexto de esta semana y dadas las divisiones eclesiales, ninguna oración como ésta para obedecer e identificarnos con el deseo de Jesús. La oración al Padre será asumida por todos los cristianos de tantas tradiciones diversas y, sin duda, será escuchada por Aquel que concede toda dádiva y todo don.

 

                Vale la pena recordar que la oración por la unidad no puede ni debe representar una preocupación marginal entre otras muchas. Toca el fondo de la obra redentora de Cristo. La unidad de sus discípulos es vital para hacer creíble el mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres del mundo. Por eso, unidad cristiana y unidad de la humanidad son realidades que se implican mutuamente. No cabe la segunda sin la primera. Es el sentido profundo del que “todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21).

 

5. Restauración de la unidad visible

 

                Las dificultades por las que atraviesa el movimiento ecuménico son obvios. Pero este hecho no debe hacernos rebajar la guardia, antes al contrario, debería estimularnos a todos a proseguir en esa búsqueda de unidad visible.

 

                Todos conocemos las dificultades y diferentes niveles en el que se mueve el trabajo ecuménico. El doctrinal, el institucional, el “de base”. Pero hay uno que envuelve, de alguna manera, a todos los demás: la plegaria, que es como el “alma de todo el movimiento ecuménico, y con razón puede llamarse ecumenismo espiritual” (UR 8).

 

                Al dirigiros estas líneas tengo muy presentes los gestos y palabras del Papa Benedicto XVI, y más concretamente de su antecesor, el Papa Juan Pablo II: “Contra el fondo de la desunión humana la difícil marcha hacia la unidad cristiana debe ser continuada con determinación y coraje, aunque se perciben obstáculos que bloquean la senda. Aquí y de forma solemne, nos comprometemos de nuevo, con nosotros mismos y con los que representamos, a la restauración de la unidad visible y la plena comunión eclesial, en la confianza de buscar algo menos sería traicionar la intención del Señor por la unidad de su pueblo” (Juan Pablo II y el Primado Anglicano, 1989).

 

6. Convertir esta urgencia en un reto

 

                Nuestra Diócesis de Cádiz y Ceuta, poco a poco, va asumiendo la tarea ecuménica. Durante la celebración de nuestro Sínodo Diocesano se hicieron verdaderos gestos en este sentido.

 

                Os invito a todos, un año más, a convertir esta urgencia en un reto. Del día 18 al 25 de enero nos uniremos a la misma oración del Señor: “Que todos sean uno para que el mundo crea”, y sabiendo también que “donde dos o tres se reúnen en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Esta será la plegaria y la experiencia cristiana de nuestras parroquias, de nuestras comunidades religiosas, de nuestros grupos juveniles. Esta será nuestra valiosa aportación al movimiento ecuménico. Cuando nos reunimos para orar juntos por la unidad, la unidad se siente cercana. Oremos, pues, unidos “para que todos sean uno”.

 

                Reza por vosotros, os quiere y bendice,

 

 

                                                               + Antonio Ceballos Atienza

                                                             Obispo de Cádiz y Ceuta

 

 

Cádiz, 10 de enero de 2006.

D. ANTONIO DORADO. MANOS UNIDAS

0

CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS

CONTAMOS TAMBIÉN CONTIGO

 

Carta Pastoral de D. Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga

 

A mediados del mes de diciembre se celebró la sexta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio. Dirigentes políticos del mundo se reunieron para decidir sobre una posible reforma de las pautas que rigen el comercio, con el fin de que los países más pobres tuvieran la posibilidad de vender sus productos en nuestros mercados a un precio razonable. A pesar de las hermosas promesas de los 189 Jefes de Estado y Gobierno que se reunieron en la ONU el año 2.000, en esta sexta reunión no se logró dar pasos importantes. Y es que en torno a 1.200 millones de personas malviven con menos de un euro al día, mientras que percibe dos cualquier vaca de la Comunidad Económica Europea. En el año 2000, dirigentes de todo mundo se propusieron acabar con esta pobreza severa antes del 2015. Sin embargo, después de lo visto, esta meta parece alejarse más cada día.

 

En el mundo hay recursos suficientes, si queremos poner remedio esta situación de injusticia, que tiene sumidos en la pobreza a millones de personas y que provoca una emigración creciente. No piden limosna, sino justicia. La mayoría vive de la tierra, pero el sistema de subsidios a la agricultura en los países ricos impide que sus productos lleguen a nuestros mercados. El hambre, la falta de higiene, la carencia de agua potable y de medios para beneficiarse de los avances médicos hace que cada día mueran miles de personas, especialmente niños que son los más vulnerables.

 

Por eso, el lema de Manos Unidas para la campaña de este año nos dice a todos y a cada uno: Otro mundo es posible, depende de ti. Esta organización católica es suficientemente conocida, porque está presente en todas las parroquias y comunidades cristianas de la diócesis a través de sus enlaces. Y lo que intenta este año es implicar a más personas; decir sencillamente que cuenta con todos para seguir trabajando en favor de la justicia y de la paz. Pues aparte de poner en marcha proyectos de desarrollo con la colaboración directa de los más pobres, pretende que no caigamos en el desaliento a la hora de trabajar a favor de una humanidad más libre, más fraterna y más justa.

 

Cuando la cultura postmoderna nos invita a que cada uno viva placenteramente y se ocupe sólo de sí mismo, Manos Unidas nos propone vivir una existencia solidaria y esperanzada. Porque la mayor contribución para que se perpetúe el presente estado de pobreza y de injusticia consiste convencernos de que no hay nada que hacer. Esta falta de esperanza arruina toda iniciativa y esfuerzo, y perpetúa las estructuras de pecado en que vivimos.

Manos Unidas cuenta conmigo y contigo para frenar la ola de conformismo y desaliento que se expande entre los ciudadanos de los pueblos ricos. Muchos pueden echar una mano para recaudar fondos; otros disponen de medios que compartir; y todos tenemos acceso a ese gran bien que es la palabra para denunciar la injusticia y mantener viva la esperanza. Los proyectos que crean riqueza y futuro en los lugares más pobres son como el grano de mostaza del que nos habló Jesucristo: impulsos liberadores que un día crecerán para dar cobijo humano a mucha gente.

 

Ante el conformismo de los pesimistas, nosotros sabemos que nuestro trabajo con los pobres y nuestra certeza de que es posible vencer la injusticia hunde sus raíces en la fe. Esa fe que nos enseña que Jesucristo ha vencido el mal y nos cambia el corazón para continuar hoy su tarea; esa fe que, en la Eucaristía de cada domingo, anuncia la resurrección del Señor, como garantía de que también la muerte de miles de personas que carecen de lo más necesario puede ser vencida mediante el amor que hemos recibido del Espíritu; un amor que nos sostiene y nos moviliza en favor de los pobres.

 

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

 

EL FUEGO CONSUME EL OBISPADO DE TENERIFE

0

 

 

El Palacio de Salazar, magnífico edificio del siglo XVII sede del Obispado de Tenerife desde el siglo XIX, ha sufrido un devastador incendio que comenzó a las 12:00 h. de hoy lunes 23 de enero. El Gobierno de Canarias ha manifestado que el fuego pudo comenzar por un cortocircuito en la biblioteca. La madera de tea favoreció el rápido avance de las llamas.

  

Afortunadamente no hay que lamentar desgracias personales. El edificio, sede de las oficinas del Obispado y residencia del Obispo, D. Bernardo Álvarez Afonso, puede darse, prácticamente, por perdido. Se ha perdido todo lo que había en su interior. No ha sido pasto de las llamas el Archivo Histórico Documental, al encontrarse en una cámara ignífuga.

 

En el momento en el que comenzó el incendio Mons. Álvarez Afonso, Obispo de la Diócesis Nivariense, estaba reunido en el edificio con los vicarios. Al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, intentaron sofocar el mismo, aunque ya era de tal magnitud que nada se pudo hacer; D. Bernardo junto al Vicario General siguió intentando apagar el incendio y fue el último en abandonar el edificio.

 

El Palacio de Salazar tiene un gran valor arquitectónico y forma parte del conjunto histórico declarado Bien Cultural Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. El edificio está situado en la calle San Agustín de La Laguna, en la isla de Tenerife.

 

 

 

 

 

D. ANTONIO DORADO. JORNADA EMIGRANTE Y REFUGIADO

0

 

 

DIOS NOS HABLA EN LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

 

Carta de D. Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga

 

 

Dicen los evangelistas que Jesucristo reprochó a sus oyentes que no escuchaban a Dios, cuando les hablaba en los “signos de los tiempos”. Con la expresión, “signos de los tiempos”, el Señor se refería a los acontecimientos importantes de aquel momento histórico, que exigían adoptar una postura decidida y acorde con la fe, porque Dios sale al encuentro de sus hijos en la historia de cada día y juzga nuestro amor a Él por lo que hacemos o dejamos de hacer con el otro. Pues enseña el Evangelio que la sinceridad y la hondura de nuestro amor a Dios pasa por nuestro amor a los demás.

 

No podemos olvidarlo ante la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra el 15 de Enero, porque este fenómeno, como dice en su Mensaje para esta ocasión el Papa Benedicto XVI, forman parte de “los signos de los tiempos reconocibles hoy”. Durante el siglo XX, España ha vivido, y sigue viviendo hoy, el fenómeno de las migraciones en sus carnes. Durante décadas, fueron muy numerosos los conciudadanos nuestros que tuvieron que emigrar. Unos, para buscar refugio por motivos políticos; y otros, para conseguir un trabajo y un salario que aquí no tenían. Pero durante las últimas décadas ha cambiado esta tendencia migratoria y hoy somos nosotros los que recibimos a numerosas personas de otros pueblos.

 

El tradicional espíritu acogedor de España, y más concretamente de Andalucía, ha puesto de manifiesto sus mejores cualidades durante este tiempo. Sin embargo, a medida que la inmigración ha aumentado, vemos que surgen nuevas dificultades de todo tipo, relacionadas con el trabajo, con la vivienda, con la reunificación de las familias y con la convivencia en general. Es verdad que la mayoría de los ciudadanos saben dar un trato justo a los inmigrantes, pero no faltan los que se aprovechan indignamente de su situación de inferioridad para obtener ventajas injustas.

 

Por su parte, los que llegan en busca de un trabajo o de asilo político tienen sus defectos, igual que los españoles, pero podemos caer en la tentación de aplicar a todos ellos los actos delictivos de unos pocos. Es una tendencia muy minoritaria todavía, que empieza a despuntar en aquellos lugares en los que la inmigración ha crecido más y la Jornada de este año tiene que ayudarnos a hacer examen de conciencia. Pues defender su dignidad y sus derechos es también una manera de vivir la democracia y de confesar nuestra fe.

 

Aunque los seguidores de Jesucristo no podemos conformarnos con ofrecer ese mínimo que es un trato respetuoso y justo, sino que nos debemos acercar a todos estos hombres y mujeres con amor evangélico y ayudarlos a integrarse. En especial, cuando constatamos que nuestros seres queridos más débiles, como los mayores y los enfermos crónicos, dependen en gran medida del trabajo, los cuidados y el cariño de las mujeres inmigrantes. Su contribución al bienestar de las personas más indefensas es algo digno de encomio, que honra a la inmensa mayoría de estas trabajadoras.

 

La Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado nos brinda una oportunidad más para profundizar en este grave fenómeno social, verdadero signo de los tiempos; para conocer mejor los hechos y revisar el trato que les damos; para ayudarlos cuando se les presenten momentos especialmente difíciles; para ofrecerles el apoyo necesario; para integrar en nuestras comunidades a los que comparten nuestra fe; para poner de manifiesto que creemos de verdad que Jesucristo muerto y resucitado sale a nuestro encuentro en todos los hombres, y de manera especial, en los hermanos que necesitan cualquier tipo de ayuda. Mediante las circunstancias históricas que estamos viviendo, Dios lo ha puesto a nuestro lado y espera en ellos nuestra respuesta evangélica.

 

+ Antonio Dorado Soto,

 Obispo de Málaga

 

Enlaces de interés