D. ANTONIO DORADO. JORNADA EMIGRANTE Y REFUGIADO

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DIOS NOS HABLA EN LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

 

Carta de D. Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga

 

 

Dicen los evangelistas que Jesucristo reprochó a sus oyentes que no escuchaban a Dios, cuando les hablaba en los “signos de los tiempos”. Con la expresión, “signos de los tiempos”, el Señor se refería a los acontecimientos importantes de aquel momento histórico, que exigían adoptar una postura decidida y acorde con la fe, porque Dios sale al encuentro de sus hijos en la historia de cada día y juzga nuestro amor a Él por lo que hacemos o dejamos de hacer con el otro. Pues enseña el Evangelio que la sinceridad y la hondura de nuestro amor a Dios pasa por nuestro amor a los demás.

 

No podemos olvidarlo ante la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que se celebra el 15 de Enero, porque este fenómeno, como dice en su Mensaje para esta ocasión el Papa Benedicto XVI, forman parte de “los signos de los tiempos reconocibles hoy”. Durante el siglo XX, España ha vivido, y sigue viviendo hoy, el fenómeno de las migraciones en sus carnes. Durante décadas, fueron muy numerosos los conciudadanos nuestros que tuvieron que emigrar. Unos, para buscar refugio por motivos políticos; y otros, para conseguir un trabajo y un salario que aquí no tenían. Pero durante las últimas décadas ha cambiado esta tendencia migratoria y hoy somos nosotros los que recibimos a numerosas personas de otros pueblos.

 

El tradicional espíritu acogedor de España, y más concretamente de Andalucía, ha puesto de manifiesto sus mejores cualidades durante este tiempo. Sin embargo, a medida que la inmigración ha aumentado, vemos que surgen nuevas dificultades de todo tipo, relacionadas con el trabajo, con la vivienda, con la reunificación de las familias y con la convivencia en general. Es verdad que la mayoría de los ciudadanos saben dar un trato justo a los inmigrantes, pero no faltan los que se aprovechan indignamente de su situación de inferioridad para obtener ventajas injustas.

 

Por su parte, los que llegan en busca de un trabajo o de asilo político tienen sus defectos, igual que los españoles, pero podemos caer en la tentación de aplicar a todos ellos los actos delictivos de unos pocos. Es una tendencia muy minoritaria todavía, que empieza a despuntar en aquellos lugares en los que la inmigración ha crecido más y la Jornada de este año tiene que ayudarnos a hacer examen de conciencia. Pues defender su dignidad y sus derechos es también una manera de vivir la democracia y de confesar nuestra fe.

 

Aunque los seguidores de Jesucristo no podemos conformarnos con ofrecer ese mínimo que es un trato respetuoso y justo, sino que nos debemos acercar a todos estos hombres y mujeres con amor evangélico y ayudarlos a integrarse. En especial, cuando constatamos que nuestros seres queridos más débiles, como los mayores y los enfermos crónicos, dependen en gran medida del trabajo, los cuidados y el cariño de las mujeres inmigrantes. Su contribución al bienestar de las personas más indefensas es algo digno de encomio, que honra a la inmensa mayoría de estas trabajadoras.

 

La Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado nos brinda una oportunidad más para profundizar en este grave fenómeno social, verdadero signo de los tiempos; para conocer mejor los hechos y revisar el trato que les damos; para ayudarlos cuando se les presenten momentos especialmente difíciles; para ofrecerles el apoyo necesario; para integrar en nuestras comunidades a los que comparten nuestra fe; para poner de manifiesto que creemos de verdad que Jesucristo muerto y resucitado sale a nuestro encuentro en todos los hombres, y de manera especial, en los hermanos que necesitan cualquier tipo de ayuda. Mediante las circunstancias históricas que estamos viviendo, Dios lo ha puesto a nuestro lado y espera en ellos nuestra respuesta evangélica.

 

+ Antonio Dorado Soto,

 Obispo de Málaga

 

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