1. Los andaluces vamos a ser convocados a ejercitar de nuevo el derecho y el deber de votar. Antes que nada, frente a la tendencia actual a banalizar a desprestigiar la actividad política, queremos subrayar la importancia de la función que realizan los responsables y dirigentes políticos en la sociedad democrática. Que Andalucía y Europa cuenten con políticos honestos que gobiernen con espíritu de servicio a la sociedad es decisivo para el bien de todos. Por ello hemos de ser conscientes de la importancia de estas elecciones de las que saldrán nuestros representantes en los Parlamentos andaluz y europeo, el gobierno de la Comunidad Autónoma y el órgano central de la Unión Europea.
A nosotros, como Pastores, nos preocupan los aspectos morales de la actividad política y particularmente del hecho electoral: ya sea del acto de votar o del hacer campana para ser votado. Es en estos aspectos morales donde se juega el verdadero valor del obrar humano en cualquier campo de la vida, también en el campo político.
Desde la solidaridad con nuestro pueblo
2. Este doble proceso electoral coincide con una situación especialmente grave en nuestro pueblo y para el conjunto de la sociedad española y europea. Nos encontramos en nuestra Andalucía frente a graves retos económicos, sociales, políticos, culturales y religiosos. Algunos de ellos son problemas que se han agravado recientemente, como el paro que alcanza ya a la tercera parte de los andaluces en condiciones de trabajar o la reestructuración industrial con toda la conflictividad que está provocando actualmente en amplios sectores de Andalucía. Otros son fruto de la creciente instalación en nuestra vida social de una concepción secularista, hedonista y materialista de la vida que está provocando innumerables males en nuestro pueblo.
Ante esta situación la inhibición y la insolidaridad resultan claramente inaceptables desde el punto de vista moral. A todos nos alcanza la obligación de tomar conciencia de la importancia del momento en el que está en juego el sufrimiento y la desesperanza de muchos hermanos. La participación solidaria y esperanzada en la marcha de la sociedad es tanto más exigentes cuanto más graves son los problemas planteados a la comunidad.
Hay que votar con libertad y coherencia
3. Ante las diversas consultas electorales los Obispos de las Diócesis del Sur de España hemos expresado, de distintos modos, las actitudes cristianas imprescindibles para que los católicos emitamos nuestro voto con la libertad y coherencia que exige nuestra fe. Libertad, porque el acto de votar debe ser siempre y esencialmente un acto libre del ciudadano. Coherencia, porque el ejercicio de la libertad es inseparable de la búsqueda responsable de la verdad (Cf. Veritatis Splendor, 63), de la justicia y de la fidelidad a la conciencia moral que nos lleva a actuar respetando y promoviendo siempre la dignidad de la persona humana y el bien común. Por ello creemos necesario subrayar algunas actitudes deficientes.
El abstencionismo cómodo
4. Bastantes ciudadanos suelen adoptar esta postura ante los procesos electorales. Con frecuencia es el reflejo, en el momento electoral, de una actitud permanente de inhibición ante los problemas de la comunidad. Son los ciudadanos que cierran los ojos ante los problemas de los demás y se niegan por principio a colaborar en la construcción de la sociedad. Los motivos pueden ser diversos (comodidad, individualismo, desencanto, incultura, pasividad, desesperanza, etc.), pero el resultado es siempre el mismo: hacer dejación de la propia responsabilidad en la marcha común. Esta opción abstencionista es condenable éticamente. La crisis de valores morales que padecemos fomenta esta actitud irresponsable e insolidaria. (Cf. Obispos del Sur. “Algunas exigencias sociales de la fe cristiana, 19).
No hay que confundir este modo de actuar cómodo con la abstención como fruto de un discernimiento serio. En este caso puede ser el resultado de una objeción de conciencia a la mecánica del mismo proceso electoral (listas cerradas y bloqueadas, etc.) o de la convicción de que ningún programa electoral merece el respaldo del voto, o de otras razones serias valoradas en conciencia.
El voto ideologizado
5. Es la actitud apriorística de votar a un determinado partido subordinando las razones éticas y de bien común a las preferencias puramente ideológicas. Esta postura es deficiente ya que expresa una cierta absolutización de la ideología o del partido. Muchas personas que la adoptan lo hacen porque tienen ante los partidos políticos una actitud inmadura convirtiendo la política en mero juego de intereses ideológicos. Lamentablemente muchos confunden la actividad de los partidos con la mera propaganda y e compromiso con la sociedad con la adhesión, a veces fanática, a unas siglas.
El voto egoísta e insolidario
6. Nos referimos aquí a la actitud de los que votan pensando exclusivamente ne sus propios intereses personales, de grupo, o de clase, sin atender a otras consideraciones éticas ni al bien común. Tomar los propios intereses o conveniencias criterio decisivo o exclusivo cuando está en juego el bien de todos, no es más que un modo de querer hacer prevalecer los propios intereses sobre las necesidades de los demás. Cuando se trata del bien común, el individualismo , esto es, la torpe filosofía del “cada uno a lo suyo”, es profundamente inmoral.
Busquemos la máxima coherencia con nuestra fe y nuestra moral
7. La actitud coherente es la de tomar el bien común como el criterio decisivo a la hora de emitir el propio voto. El bien común, en la Doctrina Social de la Iglesia, es aquel conjunto de condiciones económicas, sociales, políticas, culturales y religiosas que posibilitan el desarrollo integral de cada persona y de todas las personas, de cada pueblo y de todos los pueblos (Cf. Pacem in terris, 38; Mater et Magistra, 65). Y esto es lo que está en juego tanto en nuestra Andalucía y como en la Unión Europea. Para alcanzar esta coherencia es necesario esforzarse en valorar las diversas opciones desde la capacidad previsible de sus programas para servir al bien común de nuestro pueblo.
En esta valoración, dado que ninguna opción política es moralmente neutra ni las personas que las promueven son mrecedoras de la misma confianza, hemos de buscar la máxima coherencia con nuestra fe cristiana y con los valores personales y sociales implicados en el bien común, como son: el valor de la vida humana desde su concepción, la promoción y apoyo de la familia como célula básica de la sociedad y de la Iglesia, la educación integral de los hijos, la igualdad y libertad de enseñanza, el derecho, al trabajo, a la vivienda, a la sanidad, y, en general, a unas condiciones de vida digna, la promoción de los valores éticos en todos los ámbitos de la vida social, el respeto a las convicciones y sentimientos religiosos de nuestro pueblo, el protagonismo de la sociedad frente al Estado y el avance en la verdadera democracia, la prioridad del trabajo sobre el capital, la solidaridad con los más pobres, la lucha contra la corrupción, la droga, el consumismo, el hedonismo, etc.
Sólo así se evita “el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético”, denunciado por Juan Pablo II en su reciente encíclica “Veritatis Splendor”, porque “una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Veritatis Splendor, 101; Centesimus Annus, 46).
Tanto el votar a uno u otro partido como el abstenerse, deben ser fruto de una decisión tomada tras una deliberación madura que escoja lo que, ante la propia conciencia, sea más beneficioso para el bien de todos, teniendo en cuenta los valores en juego.
Nuestro voto ha de ser siempre crítico.
8. Nuestro voto como cristianos, al ser el fruto de un serio discernimiento, no siempre expresa una adhesión plena a cada uno de los aspectos que se recogen en los programas electorales o en las propuestas de cada partido. Ni mucho menos puede ser un apoyo incondicional a las ideologías que lo inspiran.
Una conciencia rectamente formada puede encontrar en los programas electorales y en las ideologías que le sirven de base aspectos divergentes o incompatibles con la fe o la moral cristiana, tanto en el aspecto personal como social, a los que nunca deberá dar su apoyo. La prudencia esenciales a la fe y la moral cristiana. En estos casos no se ve cómo puede salvarse la coherencia cristiana si se vota a partidos que los niegan.
Como Pastores de la Iglesia exhortamos a los católicos a ser coherentes y a mantenernos en la fidelidad a las exigencias de nuestra fe y nuestra moral (Cf. Veritatis Splendor, 89) y a que hagamos siempre esta reserva crítica frente a los programas que se presenten y a las ideologías que inspiran estos programas, sea cual sea el partido que votemos.
Colaboremos a que la campaña electoral sea respetuosa, veraz y austera
9. No sólo el acto de votar; también la campaña electoral ha de estar inspirada por los valores éticos. Particularmente por la defensa de la verdad, el respeto mutuo y la voluntad sincera de favorecer el ejercicio responsable del derecho y del deber del voto. No todo es lícito en la campaña electoral por el hecho de que sea eficaz para arrastrar votos y arrancárselos al adversario político. Especialmente debe excluirse el engaño, la manipulación y la calumnia.
Cuando estas actitudes se dan en miembros de los partidos políticos y en los electores, lleva lamentablemente a que se pueda considerar la campaña electoral como una mera tarea de propaganda y el voto como la adhesión fanática a unas siglas o a unos líderes.
Una campaña veraz, respetuosa y austera es ya, en sí misma, un paso y una invitación a actuar de un modo moral a la hora de emitir el voto.
Compromiso y esperanza para el futuro
10. Deseamos vivamente que estas próximas elecciones sean camino para avanzar en la recuperación de los valores morales, en la solidaridad con los más débiles y en la profundización en la verdadera democracia. Pero tengamos en cuenta que nuestro compromiso como ciudadanos y como cristianos no puede reducirse al día de las elecciones. Tras ellas ,sean cuales fueren sus resultados, todos tendremos que enfrentarnos con la ineludible tarea de seguir construyendo día a día una sociedad más verdadera, justa, solidaria y fraterna, que sea anuncio y preparación del Reino de Dios (Cf. Gaudium et Spes, 39).
Los cristianos sabemos que esto no es posible sin una progresiva conversión al amor de Dios y de los hombres. Estamos convencidos que la fe y la oración son necesarias para alcanzar una corazón recto y bueno. Por ello os exhortamos a que oréis durante la campaña electoral y siempre, para que Dios ilumine nuestras conciencias de ciudadanos en la verdad y seamos capaces de construir una convivencia humana libre y fraterna.
Córdoba, 14 de abril de 1994