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D. CARLOS AMIGO. RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA

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PUBLICADO EN RS EN ABRIL 2006

  

                ¡Cuidado con la memoria! Es que tiene condición de fruto perecedero. Aunque carece de fecha de caducidad, por eso nos puede ir dando la tabarra durante mucho tiempo. Todo esto viene a cuento de los inacabables discursos sobre la recuperación de la memoria, en este caso entendida como poner ante los ojos de la actualidad la historia pasada y restregársela, si puede ser, en la cara de los otros.  Todo ello, se dice, es lección de ejemplaridad, para no olvidar injusticias y errores cometidos por abuelos de estos hijos que deben aprender, más a odiar que a perdonar y reconciliarse.

 

                Se habla menos de la memoria como modelo para copiar actitudes y comportamientos, para saber de hechos y gestas que supusieron un avance y desarrollo de la ciencia, de la comunicación entre los pueblos, para conseguir un reconocimiento más justo de los derechos de todos, para conocer a quienes actuaron con acierto en las artes, la filosofía y las ciencias. Esa memoria parece que no hay que recuperarla. Simplemente porque está perdida. Como mucho, queda reducida a unas piezas de museo antiguo que figuran en ese catálogo que se llama: «libros de texto».

 

                Si hay que recuperar es porque algo se ha perdido. Nos la hicieron olvidar o, simplemente, es que no se aprendiera nunca. Primaron más los intereses que la objetividad, las ideologías que los mismos hechos históricos. Con todo este bagaje de prejuicios, olvidos e intereses, es tan difícil como necesario el asentamiento y la recuperación. Lo primero es resultado que viene de la investigación, del documento contrastado, de la objetividad. La recuperación, después de esa primera etapa, es más fácil y mucho más segura. La memoria se tiene presente en las acciones que se realizan y que, en forma alguna, están desligadas de las raíces históricas, de la cultura, de la forma de hacer y comportarse de un pueblo. Si la historia no se «celebra», es un síntoma más que preocupante de que el pueblo puede estar enfermo.

 

                Se lo repetían continuamente los profetas al pueblo: acordaos siempre de las acciones de Dios. Era la mejor consigna para mantenerse en una conducta adecuada. Los cristianos seguimos esa «memoria de las maravillas de Dios», sobre todo las realizadas por Jesucristo. Memoria que no sólo no se ha perdido, sino que es actualidad permanente: se celebra, se vive y produce aquellos mismos efectos por los que las acciones se realizaron. El mejor ejemplo es el de la Eucaristía, que es acción de gracias por cuanto Dios hiciera y realiza ahora. Es memorial, que vale tanto como participar en esa comida en la que el pan es el mismo cuerpo de Cristo.

 

                Se recupera lo que se ha tenido y se perdiera. La catequesis tiene, precisamente, esa misión: hacer que resuenen las palabras y las acciones de Dios en lo más hondo de la persona. Solamente así se mantiene la memoria.

 

 

 

                                                                        Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

                                                                                  Arzobispo de Sevilla

TESIS DOCTORAL DE D. JOSÉ MANUEL FERRARY

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Málaga. – D. José Manuel Ferrary Ojeda, Vicario Judicial de la Diócesis de Málaga ha obtenido la máxima calificación –»Summa cum laude»– en la defensa de la tesis doctoral que ha realizado en la sede de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid. 

 

Al acto asistió una nutrida representación de la Iglesia malagueña, encabezada por el Obispo, D. Antonio Dorado Soto. Entre otros sacerdotes y fieles, acudieron el rector del Seminario y vicario del Clero, D. Antonio Aguilera; el vicario de la ciudad, D. Francisco González; el vicario de la Costa Occidental, Manuel Torres; el secretario general-canciller, Alejandro Pérez; el defensor del vínculo del Tribunal Eclesiástico y vicedelegado de Hermandades y Cofradías, D. Antonio Fernández; y el vicedelegado de Enseñanza, D. Antonio Gómez.

 

El título de la tesis, que ha sido dirigida por el P. José Mª Díaz Moreno, S. J., es: Los antecedentes jurispudenciales y doctrinales del canon 1095 (números 2 y 3) en los canonistas españoles en el periodo intercodicial (1917-1983). Dicho canon hace referencia al consentimiento matrimonial y, más concretamente, dichos artículos, a la incapacidad de contraer matrimonio de «quienes tienen un grave defecto de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar» y a «quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica».

 

El tribunal que ha calificado la tesis ha estado compuesto por los profesores: Mons. Juan José García Faílde (presidente), P. Estanislao Olivares D´Angelo, S. J., Francisco José González Díaz y Cristina Guzmán Bueno.

 

VÍSPERAS DE ORACIÓN PARA JÓVENES

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Sevilla. La Delegación Diocesana de Pastoral de Jóvenes, que dirige D. Rafael García Galán, ha organizado para el viernes 19 de mayo, unas Vísperas Joven en la céntrica iglesia parroquial de Santa Cruz (entrada por calle Ximénez de Enciso). El acto se celebrará entre ocho y nueve de la tarde. Estas son las cuartas jornadas que se celebran en este curso pastoral. Las anteriores se celebraron en noviembre de 2005 y enero y febrero de este año.

 

Según destaca el delegado diocesano, «se trata de un espacio de oración y comunión que trata de reforzar los objetivos planteados por la diócesis en su plan pastoral». El propósito que persigue la Delegación con estas jornadas es celebrar cada dos meses un encuentro con los jóvenes de la diócesis. La organización de cada Víspera corre a cargo de una institución. La primera fue dirigida por la Vicaría 1 de la Archidiócesis; la segunda por el Movimiento de Jóvenes de Acción Católica; la tercera por Villa Teresita, congregación religiosa que se dedica a la atención de mujeres relacionadas con el ámbito de la prostitución. Esta Víspera será organizada por las Juventudes Marianas Vicencianas.

 

D. BERNARDO ÁLVAREZ RECIBE EL ALTA HOSPITALARIA

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Tenerife. 20/04/2006. – Tras ser ingresado en el Hospital Universitario el pasado lunes, a última hora de la mañana de ayer, el Obispo pudo abandonar el centro sanitario tras recuperarse satisfactoriamente de la úlcera duodenal de carácter vírico que padece.

 

D. Bernardo Álvarez deberá proseguir un tratamiento médico en su residencia de La Laguna y, progresivamente, se irá incorporando a sus actividades habituales.

 

El Prelado Nivariense manifestó su agradecimiento a los responsables y personal del Hospital donde ha sido atendido con gran cariño, profesionalidad y cortesía. Álvarez se despidió de quien había sido su compañero de habitación agradeciéndole la compañía mutua y asimismo se mostró muy confortado por tantas muestras de solidaridad llegadas de todas partes y la oración de los fieles y comunidades Católicas de la diócesis.

 

El Obispo comenzará inmediatamente a desarrollar algunas reuniones y a asistir a algunas citas pendientes a nivel diocesano, como son el aniversario de S. Francisco Javier o la fiesta del Hermano Pedro

 

D. CARLOS AMIGO. DEL RELATIVISMO A LA MISERICORDIA

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                Se ha considerado, el relativismo, como una de las grandes amenazas actuales para integridad moral. Es carcoma que destruye la misma conciencia, dejándola sin la seguridad necesaria para elaborar un sólido criterio moral. El relativismo conduce a la indiferencia generalizada, en la que no existe escala de valores alguna. Todo ha quedado puesto en el mismo rasero de equivalencia, aunque mejor sería decir: sin valor alguno.

 

                El relativismo, ha dicho Benedicto XVI, es un obstáculo particularmente insidioso, pues deja a la persona prisionera del propio yo con sus caprichos. «Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de  la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común» (Al congreso sobre familia 6-6-05).

 

                El relativismo es una especie de desgana interior que ha matado la capacidad de amar, de reconocer el valor de las acciones y de la dignidad de las personas. Es la muerte de la conciencia y la tala de cualquier motivación y raíz de trascendencia.

 

                Más que opuesto, la superación y la cura del relativismo es la misericordia, que es valoración grande de la persona, hasta el punto de dar la vida por ella. Porque la misericordia es poner vida donde se ha perdido la esperanza. Es abrir caminos nuevos, en la seguridad de que podemos llegar al encuentro con la verdad y con la paz. Es querer asumir las cargas y fatigas de los demás como si propias fueran. Y llevarlas con el convencimiento de que el valor del hombre merece todos los esfuerzos. La misericordia, en fin, es conciencia segura de que la persona de Jesucristo es el más seguro y auténtico modelo de ejemplaridad y seguimiento.

 

                Si la fe y la razón son las dos alas con las que el hombre se eleva a las alturas del conocimiento de Dios, el relativismo, por el contrario, es lastre y plomo que impide el mirar y subir a cualquier horizonte de trascendencia, pues ha olvidado que la aceptación de lo que Dios nos ha revelado de sí mismo en Jesucristo, es el único camino, y prefiere no tener senda alguna para caminar. Todos los caminos son iguales, afirma indiferente el relativismo. Es decir, que carecen del interés necesario para llegar a alguna parte.

 

                De la razón, ni le hables al relativismo. Son enemigos irreconciliables, pues mientras una busca la verdad, el otro se ha asentado, definitivamente, en la indiferencia.

 

                Tendremos que buscar la mediación de la misericordia, no para componer lo irreconciliable, sino para hacer comprender que la luz y la verdad solamente están en Dios, que es lo absoluto y completo. Pero para ver a Dios hace falta tener el corazón limpio. Y tal limpieza solamente se consigue frotando el corazón con el paño suave de la misericordia.

 

 

 

Carlos Amigo Vallejo

Cardenal Arzobispo de Sevilla

 

PUBLICADO EN RS21 (MARZO 2006)

 

 

D. CARLOS AMIGO. MITO POR DUPLICADO

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                Se nos recomienda hacer una sincera reflexión acerca de las causas que están en el origen de tantas críticas negativas sobre la Iglesia. Oportuna parece la sugerencia. Pero, inmediatamente asalta la duda. Una doble duda. ¿Es que estamos verdaderamente denostados? ¿Esa crítica no será precisamente una señal de nuestra identidad como conciencia moral de la sociedad?

 

                Hablamos, naturalmente, de la Iglesia y de la comunidad cristiana. Porque también aquí hay algunas precisiones que hacer. No solo es la jerarquía, los obispos y el clero los que han caído en el abismo del descrédito. Mucho me temo que podrá decirse lo mismo de los cristianos en general. Excepto, naturalmente, esos pequeños grupos que, con arrogancia poco evangélica, se atribuyen el tanto de no ser como los demás, y que nos recuerda la parábola del que fuera Dios para pedir que remediara su miseria y del que llegó para presumir de su arrogante fidelidad.

 

                Pero volvamos a lo primero: tenemos que analizar las causas. Y ello resulta incómodo. No porque no existan comportamientos que se deban cambiar, sino porque la conversión y el cambio no pueden tener su razón de ser en un simple criterio de aceptación social, sino que lo han de ser por fidelidad al evangelio. La credibilidad, mejor que prestigio, ha de estar en esa inestimable coherencia entre lo que se cree y lo que se vive, entre lo que se piensa y lo que se hace, entre evangelio y la conducta.

 

                No suele faltar, en tertulia alguna que se precie, ese señor que se empeña en afirmar que hay que desterrar el «mito de la religión» que, en su opinión, es el causante del frenazo al desarrollo y al progreso. Es decir, que este contertulio lleva todavía consigo el «mito del mito de la religión» y repite, como disco rayado, el argumento de que la religión es una fantasía perjudicial. Ya está. Lo dice él. Sin demostrar nada, por supuesto.

 

                La religión ni es un mito, ni un estorbo para el desarrollo y el progreso. Más bien, todo lo contrario. Un auténtico creyente no puede por menos que desear sinceramente la felicidad y bienestar del hombre. Son bien conocidas y recomendaciones de Pablo VI: el hombre puede organizar el mundo sin tener en cuanta a Dios, pero, al final, acaba haciéndolo todo en contra del hombre. En el fondo, una gran tentación: la del ateísmo humanizante, que es pensar que Dios es poco menos que un estorbo.

  

 

                                                                        Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

                                                                                  Arzobispo de Sevilla

 

PUBLICADO EN RS21  (febrero 2006)

 

D. CARLOS AMIGO. NUEVAS CATACUMBAS

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                La autoridad tiene estos riesgos. Si el poderoso abusa de ella y acosa y constriñe y persigue, casi no hay más opción que meterse en el refugio y aguardar que pase el tornado. Lo cual más que prudencia, puede ser irresponsabilidad y apocamiento. Presentar legítima y no violenta batalla es deber de conciencia para defender las convicciones y los derechos maltratados.

 

                Siempre ha de quedar abierto el camino de la libertad, que es aquel en el que cada uno puede vivir con arreglo a su conciencia y a su fe y poder expresarla abiertamente sin que por ello sea molestado. Pero, al mismo tiempo, quien acepta tal libertad, como valor a compartir, se siente en la obligación de ayudar al otro, por muy diferente que sea, a que pueda vivir conforme a su creencia y comportamiento religioso. Los únicos que no tienen derecho a la libertad son quienes se empeñan en ultrajarla no dejando vivir a los demás. San Pablo, en la carta a los Filipenses, ofrece unas palabras que pueden asumirse como regla de oro para la convivencia y el diálogo: nada de rivalidad, ni vanagloria. Cada uno que considere al otro como superior a sí mismo. Y buscando siempre, no el bien propio sino el de los demás.

 

                Con este principio por delante, no harían falta esas nuevas catacumbas construidas por el miedo, la cobardía, los acosos de la aconfesionalidad mal entendida, el hacer de las creencias una cosa privada. Lo mejor que nos podía ocurrir es que desapareciera esa nueva promoción de catacumbas, ofrecidas como refugio para el libre ejercicio de la libertad religiosa, y que se pueda vivir en el campo abierto del reconocimiento de la dignidad y de los derechos de cada persona, en el que los hombres y las mujeres hicieran uso de esa libertad para el bien y lo justo, que para eso se nos diera el hermoso regalo de la libertad.

 

                Todas estas reflexiones que venimos haciendo, no se refieren a una situación determinada, a unos poderes públicos ejercientes, a unas normas impuestas desde grupos sociales de presión… Se trata, ante todo, de la catacumba, de la indiferencia y el relativismo. Un oscuro refugio en el que uno se pone y defiende ante la responsabilidad de un comportamiento leal y coherente. Puede ser que el acoso a lo religioso haya provocado esta actitud. Si una persona es consecuente con su fe, sobre todo cristiana, se puede ver sometida a un constante bombardeo de descréditos intelectuales y hasta cívicos, como si fuera un individuo de poco nivel y peligroso, pues el prejuicio lo considera, sin más comprobación, como intransigente y hasta cavernícola y trasnochado. Y, todo ello, enaborlando la bandera de la libertad. Que, como es evidente, más aparece en ella el prejuicio y la exclusión que el verdadero respeto al derecho de cada uno.

    

                                                                        Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

                                                                                  Arzobispo de Sevilla

 

PUBLICADO EN RS21 (ENERO 2006)

D. JUAN DEL RÍO. SÁBADO SANTO: LA HORA DE LA MADRE

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Apuntes para la vida. 16 de abril de 2006

 

Sellado el sepulcro y dispersados los discípulos sólo “María Magdalena y la otra María estaban allí, sentadas frente al sepulcro” (Mt 27,61). El discípulo amado acompaña a la Virgen en su soledad, mientras que los judíos celebraban el Sabbat, día que recuerda el descanso de Dios en la semana de la creación. Ahora, en la nueva creación que se ha dado en el Calvario, el sábado será el día de la Madre que, unida con toda la Iglesia, “permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y en el ayuno su Resurrección”1. Mientras el Hijo redime las entrañas de la humanidad, María vive esos momentos en una soledad contemplativa, reflexionando sobre las experiencias que guardaba en su corazón.

 

Podemos afirmar que la soledad es la enfermedad de nuestros días. ¿De qué soledad estamos hablando cuando nos referimos a la Madre del Señor? Tengamos presente que se puede estar solo a cualquier edad o en cualquier situación. La ausencia o abundancia de compañía no pone o quita soledad. Se puede estar rodeado de mucha gente y sentirse solo o habitar en una soledad sonora: la del monje que en su celda se siente asistido y unido a los otros seres. Por ello, podemos decir que hay diversos tipos de soledad. La más común es la enfermiza, que nace de nuestra debilidad y de nuestra ansia de construir la vida según nuestros deseos. Otro tipo de soledad es la que viene impuesta por las circunstancias, o por los otros, donde la persona tiene la oportunidad de crecer interiormente, de ser más libre de afectos y de valerse por sí misma.

 

Por último, está la soledad creativa de la fe, que supera la enfermedad, la ausencia del ser querido, la misma muerte. Ésta es la soledad que descubrimos cada Sábado Santo en la Hora de la Madre, cuando Ella, mirando al sepulcro donde está su Hijo muerto, ve hechas realidad sus palabras: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto” (Jn 12, 24). Sí, ese tipo de soledad mariana da muchos frutos de vida eterna porque esclarece la mente, dulcifica el corazón y nos predispone para buscar el retiro de la oración, para hacernos “trigo diario” comiendo la Eucaristía,  y para saber estar más cerca de nuestros semejantes.

 

A los que están en comunión con la Virgen en ese instante de la muerte y sepultura de su Hijo se les conmueve el alma viendo las lágrimas de la Madre. En la soledad de su llanto, son movidos a buscar el fecundo grano de trigo que es el Resucitado; a dejar la levadura vieja del pecado y convertirse en “panes pascuales de la sinceridad y de la verdad” (I Cor 5,8). Y por ello, como centinelas en la noche, en cada Vigilia Pascual, la Iglesia espera con María la luz del Resucitado para poder cantar llenos de gozo:

 

La mañana celebra tu resurrección
y se alegra con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra como un joven discípulo
en tu búsqueda, sabiendo que el sepulcro está vacío2.

1 Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, Roma 2001, n. 146. 2 Himno de Laudes del tiempo pascual, Liturgia de las Horas, II, p. 460.

MEJORÍA DE D. BERNARDO ÁLVAREZ

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Tenerife. 19/04/06. – D. Bernardo Álvarez, Obispo de Tenerife, probablemente abandone el hospital a lo largo del día de hoy.

Mons. Álvarez fue ingresado el pasado lunes en el Hospital Universitario tras serle detectada una úlcera en el estómago con erosiones gástricas. Las pruebas que le fueron practicadas al Obispo han determinado que padece una úlcera duodenal de origen vírico. Como consecuencia de la misma, desde el viernes el Obispo fue experimentando una progresiva debilidad que le llevó al centro hospitalario a primeras horas de la tarde del lunes.

 

Una vez que le sea realizada una nueva analítica, si todo va bien como se prevé, D. Bernardo Álvarez podrá abandonar el Hospital Universitario y reincorporarse progresivamente a sus actividades habituales, siguiendo el tratamiento que le han prescrito. El Obispo, por lo tanto, irá recuperando poco a poco el ritmo de trabajo a medida que se recupere, sobre todo, de la pérdida de sangre que ha sufrido.

 

El  prelado estaá muy animado con las noticias que le facilitaban los facultativos y muy agradecido por el trato dispensado por todo el personal del centro médico, así como por las muestras de cariño y cercanía de muchas personas e instituciones.

 

D. Bernardo quiso tranquilizar a los diocesanos sobre su estado y compareció, muy brevemente, ante los micrófonos de COPE Tenerife y La Palma, para expresar que “se estaba recuperando y esperaba que los médicos le indicasen los próximos pasos”. El Obispo ha agradecido tantas muestras de afectos y solidaridad y ha manifestado que se encontraba cansado y era debido a las pérdidas de sangre.

 

FALLECE D. JOSÉ MÉNDEZ, ARZOBISPO EMÉRITO DE GRANADA

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Granada. 15 /04 / 2006. – D. José Méndez Asensio, conocido por todos como Padre Méndez, ha llegado a la casa del Padre en las primeras horas de este Sábado Santo, tras vivir una larga enfermedad. Contaba con 85 años de edad y el cariño de todas las personas de las Diócesis en las que ejercido como Pastor, especialmente de los fieles granadinos, de cuya Diócesis fue Arzobispo entre los años 1978 y 1996. Al frente de esta Diócesis recibió la visita de Juan Pablo II en 1982 y llevó a cabo el III Sínodo Diocesano.

 

Mons. Méndez descansa desde las 9:30 horas de este Sábado Santo, junto al Padre. Desde hace unos días, y debido al agravamiento del estado de su salud, se encontraba hospitalizado en la Clínica Nuestra Señora de la Salud de Granada.

 

Biografía

 

Nacido en la localidad almeriense de Vélez Rubio el 21 de marzo de 1921 fue ordenado sacerdote el 13 de abril de 1946, fue canónigo en la Catedral  almeriense, y Director Espiritual y Rector de su Seminario Mayor.

 

Fue nombrado obispo de Tarazona el 22 de julio de 1968 y consagrado obispo de dicha Diócesis el 3 de septiembre de 1968. El 3 de diciembre de 1971 fue nombrado arzobispo de Pamplona – Tudela (Navarra)

 

El 31 de enero de 1978 fue nombrado arzobispo de Granada, siendo el número 43 de los arzobispos de la Iglesia de Granada, reinstaurada tras la Reconquista, y de la que su primer Obispo fue fray Hernando de Talavera.

 

Durante un período de su ministerio episcopal en Granada tuvo como Obispo Auxiliar, a D. Fernando Sebastián Aguilar (1998-1993). Durante un año (1988-1989) fue Administrador Apostólico de la sede de Almería por enfermedad del Obispo, D. Manuel Casares.

 

El 10 de diciembre de 1996 el Santo Padre le acepta la renuncia, por razones de edad, pasando a ser Arzobispo  Emérito de esta archidiócesis. Le sucedió Mons. Antonio Cañizares Llovera (1997-2002).

 

En la historia  más reciente, la que corresponde a su ministerio episcopal en esta archidiócesis, tuvo el honor  e inmenso gozo de recibir en Granada, como Arzobispo, al Santo Padre Juan Pablo II, el 5 de noviembre de 1982.

 

Por su iniciativa y bajo su suprema moderación se llevó a cabo en Granada el Tercer Sínodo Diocesano, clausurado en el año 1990 y en el que se trazaron las líneas de renovación de la Diócesis para los nuevos tiempos.

 

D. José o el Padre Méndez, como era conocido en muchos sectores de esta Iglesia, fue, ante todo, un pastor bueno, un administrador fiel, amigo de los sacerdotes, acompañante en la vida espiritual de gran cantidad de religiosas y consagrados en general; promotor decidido del apostolado de los laicos.

 

 

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