
Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Eucaristía celebrada en la Catedral con motivo del Corpus Christi 2025
CORPUS CHRISTI
(Málaga, 22 junio 2025)
Lecturas: Gn 14, 18-20; Sal 109, 1-4; 1Co 11, 23-26; Lc 9, 11-17.
Invitados al banquete del Señor
1.- Celebramos hoy la solemnidad litúrgica de “Corpus Christi”, en la que el Señor Jesús nos ofrece su Cuerpo como comida y su sangre como bebida para nuestra salvación. La Eucaristía es el memorial del misterio pascual del Señor: «Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva» (1 Co 11, 26). Estamos celebrando el memorial del misterio pascual del Señor, que se hace presente sacramentalmente.
Él nos invita al banquete que ha preparado con tanto esmero: «Ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado» (Pr 9, 2-3.5). ¡Hagamos fiesta con el Señor!
Dios quiere conceder la vida eterna a todo el que crea en el Hijo: «Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6, 40).
2.- En la celebración eucarística los fieles, que peregrinamos en esta vida, somos los convidados del Padre, que acoge a sus hijos en su casa y les ofrecer la comida festiva de la reconciliación y del perdón que les devuelve su dignidad perdida (cf. Lc 15, 7.10.23-24.32). Participar en este banquete es volver a recobrar nuestra dignidad de hijos de Dios.
El Corpus de este año es especialmente significativo, porque está marcado por el “Jubileo de la Esperanza”; y como “peregrinos de esperanza” necesitamos comer el alimento de vida eterna.
“Nuestra asistencia y participación es indispensable, pero es el Padre el que invita, movido por el mismo amor que le impulsa a salir a nuestro encuentro, el amor que se traduce en misericordia y se manifiesta en la alegría. No podemos, por tanto, rechazar la invitación y negarnos a entrar como el hijo mayor de la parábola (cf. Lc 15, 28-30)” (Conferencia Episcopal Española, La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino, 22; Madrid, 4.III.1999).
Dios quiere que todos los hombres se salven; por eso es tan importante la misión que nos encomienda el Señor de llevar a los hombres de nuestro tiempo la palabra de vida y el mensaje de salvación.
3.- Jesucristo entregó su vida por nosotros en la cruz y nos dejó como prenda de vida eterna su Cuerpo y su Sangre en el sacramento de la Eucaristía. Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos, dando nuevo sentido a la vida y a la muerte. Por ello podemos afrontar la vida y la muerte con otra perspectiva desde la vida y muerte de Jesús.
El fiel cristiano, conformado con la imagen del Hijo, recibe las primicias del Espíritu (cf. Rm 8, 23), que le capacitan para cumplir la ley nueva del amor; siguiendo los pasos de su Maestro y participando en el sacramento eucarístico puede vivir la entrega diaria de amor. El pan eucarístico es alimento, es fuerza, es energía de amor.
El Señor nos pide que nos convirtamos en pan fresco para nuestros hermanos. Él se ha convertido en pan para nosotros; participar de este pan eucarístico de vida eterna, nos compromete a nosotros a ser también pan para otros; pan que se parte en pedazos, para repartirse y compartir, de modo que nuestros hermanos tengan vida y nadie muera de hambre.
Asociado al misterio pascual y configurado con la muerte de Cristo, el cristiano puede llegar por la esperanza a la resurrección. Y como dice el Concilio Vaticano II: “Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible” (Gaudium et spes, 22).
Toda la humanidad está invitada a este banquete; y toda la humanidad está invitada a vivir la salvación eterna. Nosotros hemos de ser instrumentos del Señor para compartir y para anunciar esta salvación.
4.- En esta festividad la Iglesia en España celebra el Día de la Caridad. Hay una relación esencial entre Eucaristía y caridad. La celebración de la Eucaristía tiene implicaciones socio-caritativas. El papa Benedicto nos recordaba que “cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo” (Sacramentum caritatis, 88); y damos, queridos fieles, testimonio de la caridad con los más necesitados, como misión esencial de la Iglesia. La Eucaristía lleva a la caridad, porque es “caridad”; y nos debe llevar a nosotros a ayudar a los más necesitados, tanto en el campo material, como espiritual, psicológico o social.
En el evangelio proclamado Jesús pide a sus discípulos que den de comer a la gente; y ellos se excusan diciendo que solo tiene cinco panes y dos peces. Pero Jesús «tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos» (Lc 9, 16-17).
En el Día de la Caridad estamos llamados a poner sobre la mesa lo que tengamos; nuestros cinco panes o los dos peces; lo que cada uno tenga, porque Dios no pide más; lo que cada uno pueda, para que los necesitados experimenten el acompañamiento del amor cristiano. Para que Cristo, a través de nosotros se haga presente en los más necesitados.
5.- Queremos agradecer en este Día de Caridad el servicio generoso de tantos fieles cristianos, de tantas personas de nuestras parroquias, comunidades cristianas, cofradías, hermandades, asociaciones, movimientos eclesiales, que, movidas por su fe y su amor a Dios se comprometen con los más necesitados y excluidos de nuestra sociedad.
Invitados a la Mesa del Señor le suplicamos que nos haga dignos de participar en su banquete eucarístico y nos dé fuerza para acercarnos a los hermanos más necesitados.
Esta tarde haremos la procesión de “Corpus”, acompañando al Señor sacramentado por las calles de nuestra ciudad. ¡Adoremos con alegría a Cristo sacramentado!
Y pedimos a Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, que interceda por nosotros, para ser buenos adoradores de Cristo sacramentado y solícitos de las necesidades de nuestros hermanos, los hombres. Amén.