“De la crisis del humanismo a la revolución antropológica” será el título de la ponencia que el profesor Eloy Bueno de la Fuente, de la Facultad de Teología del Norte de España, ofrecerá en las próximas jornadas de Teología y Mundo Actual que está organizando el Centro Superior de Estudios Teológicos de la Diócesis de Málaga bajo el título “Época de cambios, cambio de época”. En la siguiente entrevista ofrece un adelanto de su reflexión. Para solicitar la inscripción en las jornadas, escribir a: info@ceset.edu.es.
Desde su ámbito de estudio, ¿qué signos vemos de que no estamos, como señala el Papa Francisco, en una época de cambios, sino en un cambio de época?
Yo creo que todo gira en torno a la idea de la revolución antropológica con la que titulo mi ponencia. Es decir, que lo que significaba el ser humano, como lo hemos conocido durante siglos, está siendo realmente transformado en la actualidad por un cúmulo de factores.
¿Es a lo que usted se refiere con el término “poshumanismo”?
Efectivamente, quiere decir “después del ser humano”. Significa que esa especie de Homo Sapiens de la cual formamos parte, es una cosa que podemos hoy cambiar como nos parezca. Esta es una de las manifestaciones que se engloban en la palabra “antropoceno”, un término que ya resuena bastante en los medios de comunicación, y que sostiene que el ser humano es el gran peligro para la estabilidad del ecosistema. Por tanto, ese ser humano al que tanto hemos alabado en la mentalidad humanista es ahora el gran peligro. Entonces, no nos queda más remedio, si la vida en el planeta quiere sobrevivir, que cambiar nosotros totalmente nuestro estilo de vida o, por qué no, como se plantea en algunas utopías, crear otro tipo de ser humano.
Pensemos, por ejemplo, en la inteligencia artificial que ahora está apareciendo permanentemente en los medios de comunicación social. Puede ser una cosa magnífica para cambiar el modo de trabajo, para que las máquinas hagan cantidad de cosas y para que nosotros podamos tener otro estilo de vida; pero claro, esa misma inteligencia artificial, utilizada por los poderes económicos, puede convertirse en un modo de esclavización del ser humano. Luego hay otro tipo de manifestaciones, por ejemplo, la concepción de la familia, del matrimonio, del parentesco… Todo este tipo de cosas realmente están cambiando las costumbres y el modo de pensar.
¿En qué medida esta revolución antropológica responde a un simple alejamiento del cristianismo o es una estrategia consciente de acabar con las raíces cristianas de nuestra cultura?
A mi modo de ver, se está produciendo un cambio del relato global desde el cual vemos la realidad y que, en gran medida, estaba marcada por la revelación judiocristiana, sobre todo por el relato de la creación del libro del Génesis. Adán aparecía entonces como una figura que surge por iniciativa de Dios, pero ahora hay un relato alternativo basado en la ciencia y la evolución. El relato del Génesis queda como algo obsoleto, mítico.
Hoy queremos ver la realidad desde los datos de la ciencia, que fundamentalmente hoy es la informática o la cibernética: todos son datos, algoritmos. De esta manera, una piedra es un modo de organizarse los algoritmos; los animales son otro modo; el ser humano, otro; etc. Estamos llegando a los motores de la creación, podemos alterar los genes, por ejemplo… Entonces, ¿por qué no crear otro tipo de especie que vaya más allá de lo que ha ido el Homo sapiens y así el cosmos se mantendrá un mayor equilibrio?
Es un fenómeno curioso porque estas suposiciones las vamos viendo ya realizadas a través de las películas, las novelas, los videojuegos, etc. Es decir, que antes de que uno lo piense, nuestra mente se va poblando de estas imágenes y cantidad de películas van en esta dirección: Terminator, Blade Runner…
¿Qué puede hacer el cristiano de a pie frente a esta situación?
En primer lugar, darse cuenta de lo que está pasando, porque la gente normal quizá escucha las distintas noticias sobre estos temas y no es capaz de unir unas cosas con otras. Hay que ir a la lógica de fondo que une todo esto. Y lo primero que llama la atención es que este tipo de planteamientos siempre van a favor de los poderosos, de los sanos, de los triunfadores; de tal manera que los más débiles, quedan siempre totalmente marginados. Hay que darse cuenta de que realmente hay fuerzas económicas y de poder que están detrás. Por tanto, yo creo que el cristianismo es el único recurso frente a estos abusos, la única alternativa. El cristiano, hoy, tiene que defender la originalidad del ser humano y, a la vez, desvelar y denunciar los mecanismos que se esconden en ese tipo de fuerzas.
En el espacio público, el cristianismo debe ser defensor de la democracia, porque nos damos cuenta de que este tipo de fuerzas pueden acabar cuestionando el sistema democrático, como de hecho ya se va viendo. Por tanto me atrevería a decir que el cristianismo es la barrera principal frente a las pretensiones de esta dinámica.