El Obispo de la Diócesis de Cartagena, Mons. D. José Manuel Lorca Planes, celebró el pasado viernes la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús con las Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús de Alcantarilla. El Sr. Obispo, presidió una Eucaristía con estas religiosas, en la que renovaron sus votos, como hacen cada año en la Solemnidad del Sagrado Corazón.
La ACdP propone para clausurar su curso de actividades el acto titulado ‘Ecos de Dios’
Siete itinerarios compuestos por reflexiones teológicas, poemas, música coral y la proyección darán contenido a esta cita que tendrá lugar en el próximo jueves día 21 de junio, a las 20,30 horas, en la jerezana iglesia de San Francisco.
Presentación del libro «Los orígenes de la pretensión cristiana» en la Diócesis
Mañana martes, a las 20 horas, el salón de actos de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Edificación (C/ Severo Ochoa, s/n) de Granada acogerá la presentación en la Diócesis del libro «Los orígenes de la pretensión cristiana», de D. Luigi Giussani, sacerdote italiano y fundador del Movimiento Comunión y Liberación, fallecido en Milán el 22 de febrero de 2005.
Avanzan a buen ritmo las obras de la parroquia de San Pedro Poveda

Ya se han cumplido tres meses del inicio de las obras de la Parroquia de San Pedro Poveda de Jaén, y con este motivo se programó una visita a las obras por parte de la Comisión Parroquial pro Templo y de representantes del Obispado.
Santos Ciriaco y Paula, Patronos de la Ciudad de Málaga (Parroquia de los Santos Mártires-Málaga)

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la fiesta de los Santos Ciriaco y Paula, Patronos de la Ciudad de Málaga (Parroquia de los Santos Mártires-Málaga) celebrada el 18 de junio de 2012.
SANTOS CIRIACO Y PAULA
PATRONOS DE LA CIUDAD DE MÁLAGA
(Parroquia Santos Mártires – Málaga, 18 junio 2012)
Lecturas: Sb 3, 1-9; Sal 125; 1 Pe 4, 13-19; Mt 16, 13-19.
Testimonio explícito de la fe en Cristo
1.- Queridos fieles, nos hemos congregados para celebrar esta solemnidad de nuestros santos Patronos Ciriaco y Paula.
El Evangelio de hoy nos narra el diálogo que Jesús tuvo en la región de Cesarea de Filipo con sus discípulos, a quienes pregunta sobre su mesianidad: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» (Mt 16, 13).
Ellos contestan lo que han oído: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas» (Mt 16, 14). Pero Jesús insiste: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16, 15). No le interesa la respuesta de la gente, sin la de sus discípulos.
Entonces Simón Pedro hace una confesión pública de su fe en Cristo: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16), manifestando explícita y claramente la identidad del Mesías. Esta confesión de fe de Pedro es fruto de la revelación; es un don divino, es una gracia que Dios concede, que no se deduce de la razón ni de la experiencia; no es fruto de un acto humano. Jesús le responde: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16, 17). Para llegar a esa confesión de fe, a esa confesión de la mesianidad de Jesús hace falta la fe revelada; no se puede partir de un dato histórico sólo.
El Evangelio narra un momento, en el que Jesús quiere que sus discípulos confiesen su fe en él (Mt 16,13-19). Pedro cobra un relieve singular, porque hace una confesión explícita y clara de su fe y recibe la promesa de que será “piedra”, sobre la que se edifique la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18).
Ésta es nuestra esperanza: La Iglesia es obra de Jesucristo y él la mantendrá hasta el final de los tiempos. No va a ser derrotada por nadie; y menos por gente de fuera. Cuentan que, en tiempos de la persecución religiosa en España, a partir de 1931, un no-creyente contrario a la Iglesia le dijo a un sacerdote: “Vamos a acabar con la Iglesia”. Y el sacerdote le respondió: “Si después de dos mil años nosotros mismos desde dentro, con nuestros pecados y fallos no hemos podido acabar con ella, no te preocupes que nadie desde fuera podrá acabar con ella”.
Y así ha sido, así es y será. Nadie desde fuera podrá acabar con ella. Cristo mantiene su palabra de que estará con su Iglesia; para eso la ha instituido, hasta el final de los tiempos. Esta es nuestra esperanza y esta es nuestra fe.
2.- La actitud de Pedro es necesaria para los cristianos de hoy, en medio de un ambiente cultural «light» y con la tentación del relativismo o del mal entendido pluralismo religioso. El anuncio de la fe no puede quedar reducido a un conjunto de palabras difusas o puramente teóricas, o una serie de propuestas humanitarias o de signos de solidaridad. Éste sería incompleto si no hubiera un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. Por tanto, “no hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” (Evangelii nuntiandi, 22). La idea del anuncio explícito era algo que tenía muy claro el papa Pablo VI.
Estamos celebrando la fiesta de nuestros Patronos. Todo esto está en perfecta sintonía con esta celebración de alguien que dio su vida por este anuncio explícito de Jesús.
Hoy todos los cristianos: los sacerdotes, los catequistas, los profesores de religión, los padres cristianos han de dar a conocer a Jesucristo en su vida y su misterio. Y su mensaje central no puede ser otro: «Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras» (1 Co 15, 2-5). Por esto han dado su vida todos los mártires; éste es el núcleo de nuestra fe: Cristo ha muerto por la humanidad y ha resucitado. Sin escuchar este mensaje no se llega a la fe; y si no se acoge este anuncio explícito, y no se le presta la debida adhesión del corazón no se es del todo cristiano.
3.- La evangelización, queridos hermanos, es fundamentalmente siempre la misma; el mundo lleva dos mil años oyendo este mensaje, pero asume connotaciones diversas según las situaciones históricas y sociales. En la época de Jesús las referencias mentales tenían que ver con las categorías del Antiguo Testamento y con la esperanza mesiánica que abrigaban las personas. Por eso hablar de la mesianidad de Jesús en su tiempo era un tanto ambiguo, porque la idea de Mesías que tenían no es la que tenemos hoy. Ellos esperaban un libertador socio-político de Israel; para nosotros en cambio, la revelación nos ha indicado que el Mesías nos salva y nos libera de nuestro mismo pecado y nos ofrece la salvación divina. En el contexto en que vivimos, la tradición cristiana está sometida a un proceso acelerado de transformación. El fenómeno cristiano se ha convertido en un hecho casi secundario y residual; o al menos, eso es lo que pretenden algunos.
Los Obispos españoles en el Plan de Pastoral para el trienio 2002-2005, titulado Una Iglesia esperanzada. ¡Mar adentro!, señalaban que la “cultura pública occidental se aleja conscientemente de la fe cristiana y camina hacia un humanismo inmanentista (…), que se convierte en causa permanente de dificultades para su vida y misión… Se da una situación de nuevo paganismo: el Dios vivo es apartado de la vida diaria, mientras los más diversos ídolos se adueñan de ella” (n. 7 y 8).
Sin embargo, “la cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente es la secularización interna. Se trata de un problema de casa y no solo de fuera… que afecta a la débil transmisión de la fe a las generaciones jóvenes”. Y se señala igualmente “que no es la cultura ambiente, sino la propia identidad de ser Iglesia de Jesucristo la que tiene que marcar los caminos pastorales” (n. 10 y 11). Nadie tiene por qué decirle a la Iglesia lo que tiene que hacer; toca a los cristianos ponerse sus objetivos y los retos a superar.
4.- La pregunta que Jesucristo hizo a los apóstoles: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16, 15), se la hicieron Ciriaco y Paula; y también nos la hace a nosotros hoy. Si tenemos fe verdadera en el Señor y lo descubrimos en la Iglesia, nuestra respuesta será conforme al criterio de la Iglesia, que nos trasmite la fe en Cristo recibida de los Apóstoles. Será la misma respuesta que dio Pedro y la que dieron los santos mártires Ciriaco y Paula.
Podría parecer innecesario hacer esta pregunta; pero tal vez entre cristianos, o entre gente que se confiesa cristiana, podríamos oír respuestas diversas. Temo que no todos los cristianos estén en situación y en grado de responder esta confesión explícita de la fe; y que hay muchas imágenes de Dios en la mente y en el corazón de muchos creyentes. Y que tal vez la fe que profesan no es la fe de la Iglesia; no es la fe de Ciriaco y Paula; no es la fe en el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo; no es la fe Trinitaria; sino una fe acomodada a las necesidades propias.
5.- Ciriaco y Paula fueron testigos de la fe en el Dios vivo y Trino, en el Dios de Jesucristo, en el Dios de la Iglesia.
Se fiaron de Dios: y pusieron sus vidas al servicio de Jesucristo y de la Iglesia, al servicio de quien les había salvado.
Hemos escuchado en el libro de la Sabiduría: «La vida de los justos está en manos de Dios y no los tocará el tormento» (Sb 3,1). Se fiaron de Dios, pusieron sus vidas en sus manos y aunque las perdieron temporalmente, las recobraron en manos de Dios.
Sufrieron por Cristo y por su Evangelio. El libro de la Sabiduría dice: los justos «sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores» (Sb 3,5). Así sucedió con nuestros Patronos: sufrieron castigo y martirio, pero han recibido el gran favor de la corona de la inmortalidad y de la paz con el Señor.
Dios los puso a prueba, para aquilatarlos como oro en crisol: «Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto» (Sb 3,5-6). Esa es la recompensa que nuestros patronos recibieron; fueron aquilatados, fueron purificados, fueron limpiados de lo que estorbaba en su camino hacia Dios. El posible egoísmo que pudieron tener quedó purificado por su gran amor al Señor; quedaron acrisolados, aquilatados, como oro puro. Y ahora, tantos siglos después, nosotros podemos honrarles y agradecer a Dios la figura de estos grandes testigos de la fe.
Se mantuvieron alegres en el Señor. Ellos, según la carta de san Pedro, que hemos escuchado, se mantuvieron alegres en el Señor a pesar de las dificultades. «Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo» (1Pe 4,13). Estar alegres cuando se reciben sufrimientos y ataques no es lo más normal, pero el Señor da la fuerza para que sea así; no es por nuestra fuerza, pero si con lo fuerza del Señor.
6.- «Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros» (1Pe 4,14). Tenemos unos grandes modelos: Ciriaco y Paula, que han sabido soportar los sufrimientos y el tormento; han ofrecido su vida al Señor; se han puesto en sus manos; han sido aquilatados por el fuego del martirio, pero hoy resplandecen como estrellas con luz que reciben del Sol invicto, que es Jesucristo, del Sol que no muere, del Sol eterno que ilumina siempre al hombre.
Pidamos la intercesión de nuestros Patronos, Ciriaco y Paula, para que sepamos dar también nosotros en nuestro ambiente un testimonio explícito del Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, del Dios vivo y Trino; no del Dios que tengamos en nuestra mente, cuya imagen tendríamos que purificar.
Pidámosles a nuestros Patronos para que nos ayuden a dar testimonio valiente de la fe en el Dios Trino. Amén.
La octava del Corpus congrega a cientos de fieles en la Catedral
Con motivo de la celebración del Congreso Eucarístico Internacional de Dublín, ayer la Diócesis de Córdoba vivió una intensa Jornada Eucarística.
Confirmaciones en la parroquia de San Pedro Apóstol (Cártama)

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la confirmaciones en la parroquia de San Pedro Apóstol (Cártama) el 17 de junio de 2012.
CONFIRMACIONES EN LA PARROQUIA
DE SAN PEDRO APÓSTOL
(Cártama, 17 junio 2012)
Lecturas: Ez 17, 22-24; Sal 91; 2 Co 5, 6-10; Mc 4, 26-34.
(Domingo Tiempo Ordinario XI – B)
1.- Queridos hermanos, el Señor quiere hoy trasformar esta parroquia de San Pedro y hacerla más floreciente. En el texto del Evangelio, Jesús ha presentado dos parábolas, una parábola es como una comparación, por tanto, nos ha hablado a través de dos comparaciones. Además, están en relación con el ambiente de Cártama, que es en gran parte rural, donde tenéis la experiencia del cuidado de los árboles y de las plantas.
Primera comparación. ¿A qué ha comparado Jesús el Reino de los Cielos? El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que coge una semilla y la planta. Y una vez plantada la semilla, ¿qué ocurre? El hombre se va a dormir (Cf. Mc 4, 26-27). ¿El hombre está allí tirando hacia arriba para que crezca la planta? (Respuesta de los confirmandos: no). Entonces, ¿cómo crece la semilla? (Respuesta de un confirmando: se le echa agua y se le riega). Y, el poder y la fuerza que tiene dentro la semilla es la que le hace crecer. Y, ¿qué hace el labrador? ¿Simplemente la sembró, se fue a dormir, se olvidó de ella y la dejó ir creciendo? No, para que creciera bien tuvo que estar atento a ella, regándola y podándola siempre que fuera necesario. Así es pues el Reino de los Cielos es, semejante a ese hombre que siembra una semilla y la protege día tras día.
¿Qué es lo que hace Dios en esa comparación? ¿Cuál es su tarea? ¿Qué tiene que ver Dios con las plantas? ¿Quién hace crecer las plantas y salir el Sol? ¿O estáis vosotros allí y le dais a un botón para que salga el Sol? ¿O sois vosotros los que forzáis a la planta para que se desarrolle y crezca? ¿Quién hace crecer las plantas? (Respuesta de los confirmandos: Dios). Efectivamente, Dios, porque Dios lo ha creado todo: el sol, la luna, las estrellas, la Tierra, las plantas, los animales y al hombre. Dios es el que cuida de nosotros porque nos ama y hace crecer la naturaleza para nuestro servicio.
Y, ¿qué hace el hombre? El hombre tiene que contemplar la obra maravillosa que Dios ha hecho de la Creación, tiene que cuidarla, respetarla, pues destrozar la naturaleza es destrozar la vida humana.
El hombre ha sido puesto al frente de la Naturaleza por Dios y le ha dicho: “Cuida de todo esto que te he regalado”. Y si nos descuidamos vamos a estropear el hábitat que el Señor nos ha concedido. Si no estamos atentos, seríamos capaces de talar todos los árboles de la Tierra y, ¿qué pasaría? No tendríamos oxígeno. Y si ensuciamos todos los ríos, ¿qué ocurriría? No contaríamos con agua para beber. Es por tanto necesario agradecer a Dios la Creación, respetarla y cuidarla.
Esa misma actitud debemos tenerla igualmente con la vida de la Iglesia; ella también se parece a una pequeña planta sembrada por el Señor. En sus inicios fue un pequeño grupo de personas encabezadas por San Pedro; hoy, ya somos millones, pero sigue al frente, Pedro, en la figura de su sucesor, el Papa.
2.- La segunda comparación, ¿cuál era? El Reino de los Cielos se parece también a un grano de… (Respuesta de un confirmando: un grano de mostaza). La mostaza es algo que utilizan vuestras madres en la cocina. Es una semilla pequeñísima, no sé si la habéis visto, es muy pequeña, muy pequeña y cuando se siembra, pasado el tiempo, se convierte en un arbusto grande, capaz de acoger un nido en sus ramas. Al igual que el Reino de los Cielos, la Iglesia se parece a ese pequeño grano de mostaza, comenzó siendo muy pequeña pero que ha conseguido expandirse por todo el mundo.
Y todo esto, ¿qué tiene que ver con vuestra confirmación? Estas dos comparaciones que hace el Señor, ¿qué tienen que ver con el sacramento de la confirmación que hoy vais a recibir? ¿Qué tienen que ver con el Espíritu Santo? ¿Qué es el Espíritu Santo para vosotros? (Respuesta de un confirmando: la fuerza que Jesús nos da). Muy bien, esa fuerza que da a la planta para que crezca desde dentro. Si uno no tiene el Espíritu es como la planta que no tiene agua, es como el árbol que no puede absorber los alimentos de la tierra (los nitratos, los fosfatos, los carbonos, los calcios). El Espíritu es esa fuerza que hace crecer la planta desde dentro.
3.- Hoy vais a recibir el don del Espíritu Santo que sería como esa savia, que recorre las vetas de la planta o como el agua que la hace crecer.
¿Sabéis por qué se compara al Espíritu Santo con el agua? Cuando cualquier ser de la naturaleza (planta, persona o animal) toma agua, ¿qué ocurre? ¿Adquiere la forma del agua o es al revés? A ver, si vosotros bebéis un vaso de agua, ¿os convertís en un vaso?, (Respuesta de un confirmando: no) ¿Del vaso a dónde pasa el agua? a vuestro… (Respuesta de un confirmando: a nuestro cuerpo). El agua recorre todo vuestro cuerpo hasta llegar hasta la célula más pequeña. Eso es pura energía.
Cuando vosotros coméis, ¿qué pasa? ¿Ese alimento quién lo absorbe? (Respuesta de un confirmando: nuestro cuerpo). Cuando comemos el Cuerpo y la Sangre de Cristo eso es el alimento que por dentro nos alimenta, nos nutre. Cuando recibáis ahora el Espíritu será como esa fuerza, esa agua que por dentro os irá haciendo crecer.
4.- ¿Estáis dispuestos a crecer según la imagen de Jesús? ¿Cuántos son los confirmandos D. Luis? (Respuesta del párroco, D. Luis: 171) Aquí ahora hay 171 plantitas, cada uno de vosotros sois una plantita. Cuando nos bautizan, la Iglesia nos llama “nuevas plantitas”, “neófitos”. Vosotros estáis bautizados desde hace tiempo, por tanto, ya sois plantas fuertes. ¿Es lo mismo crecer rectos que torcidos? ¿A vosotros os gustaría crecer torcidos y un día caeros? o ¿crecer rectos y abriros armónicamente para después dar fruto? (Respuesta de los confirmandos: crecer rectos). Pues para eso sirve el Espíritu Santo, para que vuestra vida no se desvíe y no caiga. El Espíritu Santo os ayudará a no ir por otros derroteros que no tocan, os guiará por el camino que lleva a Cristo.
¿Queréis ser imágenes de Jesús? (Respuesta de los confirmandos: ¡sí!). Pues hoy, más que nunca, tenéis que abrir el corazón para que se llene de la fuerza y del don del Espíritu Santo.
5.- A continuación, renovaréis las promesas bautismales; la confirmación perfecciona el bautismo y confirma la gracia bautismal. No es una simple confirmación subjetiva de la fe: “Ahora que ya soy mayor confirmo mi fe”. Eso no es la confirmación, eso también se puede hacer fuera de la confirmación. La confirmación es un regalo del Espíritu, un don que reafirma la fe recibida anteriormente en el bautismo de una manera más plena y perfecta. Por eso también os haremos la unción en la frente, la unción crismal, como ya se os hizo en el bautismo.
Entonces vamos a renovar las promesas bautismales, cuando os pregunte, decid primero: “Sí”, y luego contestaréis en primera persona del singular del verbo que os haya preguntado, no en plural. Si digo: “¿Renunciáis a…?”. Respondéis: “Sí, renuncio”. Y si digo: “¿Creéis en…?”. Decid: “Sí, creo”. Ahora, poneos de pie y continuamos la celebración.
Restauración del templo parroquial de Nuestra Señora de Gracia (Riogordo)

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la restauración del templo parroquial de Nuestra Señora de Gracia (Riogordo) celebrada el 17 de junio de 2012.
RESTAURACIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL
DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA
(Riogordo, 17 junio 2012)
Lecturas: Ez 17, 22-24; Sal 91; 2 Co 5, 6-10; Mc 4, 26-34.
(Domingo Tiempo Ordinario XI – B)
1.- Queridos hermanos, Acabamos de escuchar en el Evangelio dos comparaciones, dos parábolas. Jesús dice que el Reino de los Cielos es semejante a un hombre que echa la semilla en tierra. Aquí en Riogordo, aunque actualmente no os dediquéis muchos a la labranza, vivís en un ambiente agrícola y entendéis perfectamente ambas parábolas.
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4, 26-29). El labrador tiene que echar la semilla, abonar y regar la tierra, pero el crecimiento lo hace el Señor. No hay ningún labrador que tire de la plantita para que crezca, porque correría el riesgo de arrancarla; sería peor; soy hijo de labradores y conozco las faenas del campo.
El labrador deja con paciencia, y en ocasiones con mucha paciencia, que sea Dios el que vaya haciendo crecer dicha planta. En esa comparación, Dios sale como el Providente, como el creador de todas las cosas: del Sol, sin el que no podría crecer la planta, de los seres vivos, los animales, el hombre… de todos cuida providentemente. Por parte de Dios hay una generosidad infinita a la que el hombre debe responder con generosidad, contemplando con gusto la belleza de todo lo creado y admirándonos por su grandeza. El hombre es el único ser capaz de admirarse, preguntarse, alabar y gozar de la naturaleza; capacidad con la que no cuentan los animales.
2.- Nuestra contemplación implica una necesaria acción de gracias posterior y de un cuidado a la providencia de Dios, colaboramos con el cuidado de la Naturaleza.
Si nosotros la estropeamos estamos destruyendo el hábitat humano. Necesitamos respetar los ritmos, las cosas, las leyes de la Naturaleza. Respetar no es sinónimo de manipular. Si nos empeñamos, podemos contaminar toda el agua que el Señor nos regala, destruyendo los distintos ecosistemas; podemos, si queremos, contaminarlo todo, y ciertamente, estamos contaminado demasiado.
Si nos empeñamos, también podemos talar los árboles y quedarnos sin oxígeno. En realidad, sin darnos cuenta, estamos destruyendo nuestro planeta.
Por tanto, hoy más que nunca, es necesaria una contemplación admirativa, una acción de gracias y un cuidado del regalo que Dios nos ha hecho.
3.- Eso es lo que hemos de hacer y que vosotros ya habéis hecho con este templo. Un templo que, como decía vuestro párroco D. Francisco, construyeron vuestros antepasados, y que el paso del tiempo, la lluvia, las inclemencias, y muchas otras cosas, ha ido deteriorando.
Hacía falta cuidarlo, limpiarlo, adornarlo, ¿por qué?, porque es un lugar sagrado dedicado al Señor. No he visto en Riogordo otro edificio de este calibre; es, con toda seguridad, el mejor edificio de este pueblo, el más espléndido, estéticamente el más bello, y cultural e históricamente el mejor. Toda la comunidad tenemos la obligación de cuidarlo.
Quiero felicitar a todos los que han colaborado, de una manera o de otra, en esta restauración. Finalmente, y después de mucho trabajo, podemos disfrutar de un hermosísimo templo para seguir alabando a Dios, escuchando su Palabra, celebrando la Eucarística, y por ella, poder entregarnos en las mejores acciones eclesiales posibles.
Vuestro templo forma parte de nuestra historia y de nuestro hábitat. Así que felicidades y enhorabuena. Ahora hay que seguir cuidándolo, animando a las nuevas generaciones, a los más pequeños, a respetarlo y cuidarlo con gran respeto por lo sagrado.
4.- En el Evangelio de hoy, el Señor nos habla a través de una segunda parábola; la del grano de mostaza: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra» (Mc 4, 30-32).
Compara este grano con un grupo de cristianos. Jesús empezó con un grupo de discípulos y de doce apóstoles. En todo el mundo un puñado de dos docenas. Y hoy, sin embargo, somos millones los cristianos repartidos por el mundo. A pesar de ello, aún hay mucha gente que no conoce al Señor y no tiene la posibilidad de seguir sus enseñanzas, de ser su discípulo. Pero, como el grano de mostaza, el Reino de los Cielos, el amor de Dios, está ya presente en el mundo y es imparable, no vuelve atrás.
5.- Nosotros pertenecemos a ese arbusto en que se ha convertido el grano de mostaza y que sigue creciendo. Nuestra comunidad cristiana particular es aquella que vive y celebra su fe en esta parroquia de Ntra. Sra. de Gracia de Riogordo, la misma que está llamada a crecer en diferentes sentidos partiendo de una profunda vida interior y llevando el Reino de Dios en su corazón.
¿Puede un árbol crecer y dar muchos frutos si no tiene raíces? A veces las raíces, por debajo del suelo, son más largas y más grandes que sus ramas. Hace falta una cepa profunda para que el árbol se sostenga y que cualquier viento no lo tumbe, para que se pueda recoger la sabia que recorrerá sus vetas hasta la última hoja.
Nuestra comunidad cristiana necesita raíces profundas: fe fuerte, limpia, confiada, arraigada en la Palabra de Dios. Hemos de alimentarnos de ella como si de un manantial infinito se tratase. La escuchamos cada domingo, pero debemos promover su lectura, reflexión y oración. Para este año, y los próximos, tenemos como prioridad leerla, meditarla, solemnizarla y celebrarla Palabra de Dios.
6.- No debería faltar en ninguno de vuestros hogares la Sagrada Biblia en su última traducción que hemos realizado los obispos españoles. Pero además de la Palabra de Dios, debemos alimentarnos con la savia de la Eucaristía, centro de la vida cristiana, y del resto de sacramentos.
Ellos son, sin duda, las raíces fuertes, potentes, alargadas y profundas, en las que se asienta nuestra comunidad y que harán del árbol de la vida cristiana comunitaria, un árbol lozano y frondoso.
El Señor ha dicho en el profeta Ezequiel hoy es capaz de coger una rama de un árbol grande, lo que llamaríamos un esqueje, plantarla y que de esa rama crezca otro árbol. Hay muchas maneras de replantar árboles, pero el ejemplo que pone Ezequiel es una rama de un árbol frondoso trasplantado que puede llegar a ser un gran árbol (cf. Ez 17, 22-23).
7.- En medio de vuestra comunidad cristiana han de nacer los nuevos brotes, es decir, los nuevos cristianos bautizados, vuestros hijos. Este ejemplo es precioso. Dice el Señor: «Yo tomaré de la copa del alto cedro, de la punta de sus ramas escogeré un ramo y lo plantaré yo mismo en una montaña elevada y excelsa. Echará ramaje y producirá fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitarán toda clase de pájaros, toda clase de aves morarán a la sombra de sus ramas» (Ez 17, 22-23).
Y para esta intensa vida comunitaria ha sido restaurado este templo, no solo para ser admirado sino para ser usado. Y es aquí donde tenéis la pila bautismal, lugar en el que los nuevos hijos nacen a la Iglesia y se incorporan a ella como cualquiera de nosotros fuimos incorporados en nuestro bautismo. Ojalá que esa fuente bautismal engendre cada año nuevos hijos que puedan ser magníficos cedros frondosos con grandes frutos. Eso es lo que nos pide el Señor hoy.
El ejemplo del árbol también nos sirve para explicar la Iglesia universal y afirmar cómo el Concilio Vaticano II que: “La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de humildad y de abnegación, recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino. Ella en tanto, mientras va creciendo poco a poco, anhela el Reino consumado, espera con todas sus fuerzas, y desea ardientemente unirse con su Rey en la gloria” (Lumen gentium, 5).
La Iglesia, esparcida por todo el mundo es la plantita que Dios cuida con esmero, y de la que la comunidad de Riogordo, perteneciente a la diócesis de Málaga, es una de sus partes, una pequeña parte, pero una parte importante.
Es necesario sentiros miembros de la Iglesia. Una hoja cualquiera de una rama no puede vivir sola. Una rama, si se corta del árbol ya no vive sola, se seca, es incapaz de tomar sabia, ya no tiene hojas verdes y no produce frutos. Toda rama se siente parte del árbol; esta comunidad cristiana debe sentirse parte de la Iglesia que peregrina en Málaga como Diócesis y de la Iglesia universal, católica, cuya cabeza visible es el Papa, al que hay que amar, respetar y rezar por él.
8.- Rezamos todos los días en la Eucaristía por el Papa y el por el Obispo, pues necesitamos de vuestra oración. Orad también por vuestro párroco, amadle, queredle, respetarle; está puesto por el Señor para ayudaros en la vida cristiana diaria.
Quiero agradecer el esfuerzo que D. Francisco está haciendo, la generosidad que está entregando su vida junto a vosotros y la ilusión que ha puesto, junto con vosotros, en la restauración de este templo. Muchas gracias.
También sé que a otro D. Francisco, el arcipreste, que está aquí a mi izquierda, le gusta mucho el tema de la construcción y la ornamentación, juntos han dialogado para hacer esta maravilla. Gracias también.
En el Salmo hemos cantando que es bueno dar gracias al Señor. Esta Eucaristía es una solemne acción de gracias a Dios. Agradecemos a todas las personas que han colaborado, pero hoy de forma especial, agradecemos a Dios que nos ha permitido poder llevarlo a cabo. Le agradecemos que nos haya regalado este espacio sacro donde poder escuchar su Palabra, contemplarlo, darle gracias y pedir por todas nuestras necesidades.
Aunque los comienzos de la Iglesia son insignificantes, aunque un árbol, su semilla es pequeña, puede desarrollarse y crecer. Mi petición al Señor esta tarde es por todos vosotros, que crezcáis en fe, en esperanza y en caridad cristiana; solo así crecéis en la vida de Dios. Y para eso se ha hecho este templo, para eso vuestros antepasados construyeron esta Iglesia, no les defraudéis.
Vivid la alegría de ser cristianos, que los no creyentes al vernos digan: “Mirad cómo se aman y mirad con qué alegría viven. Mirad que libres que son respecto a muchas modas y muchas cadenas que atan, y atan más aún a los que no creen”.
Seguimos, pues, dando gracias a Dios. Pedimos la intersección de Ntra. Sra. de Gracia, la Virgen, la Madre de Cristo, nuestro Madre que nos mima, nos cuida e intercede por nosotros. Amén.
Fallece el sacerdote Valerio Molina García
Hoy ha fallecido el sacerdote Valerio Molina García a los 62 años de edad.
I Encuentro Diocesano de los Consejos Pastorales Parroquiales
El vicario general de la Diócesis de Huelva, D. Baldomero Rodríguez Carrasco, ha pronunciado la ponencia «El Consejo Pastoral Parroquial: Expresión de comunión eclesial y cauce de participación y corresponsabilidad pastoral en la parroquia». Ha tenido lugar esta misma mañana en el I Encuentro Diocesano de los Consejos Pastorales Parroquiales, que ha contado con la presencia de nuestro Obispo, José Vilaplana Blasco,y con miembros de los consejos de diferentes parroquias de la Diócesis.





