D. JUAN JOSÉ ASENJO PELEGRINA. ANTE LA ELECCIÓN DEL NUEVO PAPA

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ANTE LA ELECCIÓN DEL NUEVO PAPA

 

Comunicado del Obispo de Córdoba

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

            1.         Acabo de volver a la Diócesis después de haber tenido la oportunidad, que considero una gracia especial de Dios, de poder orar ante los restos mortales de nuestro amadísimo Papa Juan Pablo II, y de asistir a las solemnes exequias celebradas en Roma. En mi despedida del Santo Padre, que me llamó a formar parte del Colegio de los Obispos y, más recientemente, me encomendó cuidar de esta Iglesia particular de Córdoba, mis emociones han sido hondas y sentidas. Os aseguro que os he llevado a todos en la mente y en el corazón. He sido testigo de la ola gigantesca de admiración y cariño que ha suscitado la muerte del Papa y de cómo el pueblo cristiano le ha aclamado como santo. “Santo subito”, (Santo pronto), hemos podido escuchar todos los que nos encontrábamos en la plaza de San Pedro y quienes seguíais la ceremonia a través de la televisión, todos convencidos de que despedíamos a un testigo cabal de Jesucristo, al apóstol que ha recorrido más caminos que nadie en la historia dos veces milenaria de la Iglesia para anunciar el Evangelio, al Padre y Pastor que merece cantar eternamente las misericordias del Señor en la asamblea de los santos, pues ha sido un heraldo verdaderamente infatigable y veraz de Jesucristo en toda la tierra.

 

            2.         La Iglesia, que «peregrina en la historia entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios» (LG 8), prosigue en estos días su camino mirando hacia adelante, llena de gratitud al Señor por el don inmenso que le ha regalado con el pontificado que acaba de concluir y guardando con amor la memoria y las enseñanzas de Juan Pablo II, que seguirán produciendo frutos abundantes de santidad en la comunidad cristiana. El próximo lunes, 18 de abril, el Colegio de Cardenales comenzará el Cónclave, la reunión de quienes tienen el importante y arduo encargo de elegir al nuevo Papa, sabiendo que la potestad del Sumo Pontífice no la otorga el Colegio Cardenalicio, sino que proviene directamente de Cristo, de quien es Vicario en la tierra.

 

            3.         Después de lo que hemos visto y oído en estos días inolvidables, no es necesario que os encarezca la trascendencia que tiene la elección del sucesor del Papa Juan Pablo II. Los católicos de todo el mundo hemos manifestado espontáneamente y con mucha nitidez, con nuestra oración y tantas muestras de cariño sincero hacia el Santo Padre fallecido, qué es para nosotros el Papa y por qué amamos al Papa, porque es el sucesor de San Pedro y Obispo de Roma y, por ello, principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto del Colegio de los Obispos como de la muchedumbre de todos los fieles, porque es el Vicario de Cristo y Pastor Universal de la Iglesia, «el dulce Cristo en la tierra», como lo calificara Santa Catalina de Siena. Es mucho también lo que el Papa significa para el mundo. La conmoción que su muerte ha producido entre los creyentes de otras religiones e, incluso, entre los no creyentes, más allá del reconocimiento del carisma personal del Papa Juan Pablo II, expresa la conciencia de la relevancia del todo excepcional que tiene el ministerio del Romano Pontífice para el mundo entero como instancia moral absolutamente singular.

 

            4.         Por todo ello, es de capital importancia que todos los fieles de la Diócesis nos unamos en la oración, acompañando a los Cardenales que deberán elegir al Papa. “Cónclave” significa lo que se cierra con llave. Pero esa clausura no conlleva que los fieles nos debamos inhibir ajenos a lo que allí sucede. El aislamiento quiere asegurar el recogimiento que una decisión tan trascendental para la Iglesia exige a los Cardenales, de modo que dispongan sus ánimos para acoger con prontitud las inspiraciones del Espíritu Santo y realizar así la elección del Papa sin influencias exteriores perturbadoras, teniendo presente solamente a Dios y mirando únicamente a la “salvación de las almas que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia” (C.I.C. 1752).

 

            5.         Toda la Iglesia participa en el Cónclave. En esta asamblea está representada la Iglesia particular de Roma y la Iglesia universal, pues los Cardenales proceden de los cinco continentes. La sabiduría eclesial ha configurado así el instrumento para la elección del Papa, en cuya persona identificamos al Obispo de Roma y al Pastor universal de todo el Pueblo de Dios. A estas garantías humanas y eclesiales debemos unir nuestras oraciones fervientes al Señor, suplicando que pronto podamos ver al frente de la Iglesia al Pastor que Él nos envía. Elevemos nuestra plegaria con absoluta confianza en la misericordia infinita de Dios, que ha prometido a su Pueblo “Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos” (1 Sam 2,35).

 

            6.         La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, que regula la Sede Vacante y la elección del Romano Pontífice, nos sugiere cómo participar de manera real y eficaz en cuanto a partir del próximo lunes, día 18 de abril, va a suceder en la Capilla Sixtina, la elección de nuestro nuevo Padre y Pastor: “Durante la Sede vacante, -nos dice el citado documento- y sobre todo mientras se desarrolla la elección del Sucesor de Pedro, la Iglesia está unida de modo particular con los Pastores y especialmente con los Cardenales electores del Sumo Pontífice y pide a Dios un nuevo Papa como don de su bondad y providencia. En efecto, a ejemplo de la primera comunidad cristiana, de la que se habla en los Hechos de los Apóstoles (cf. 1,14), la Iglesia universal, unida espiritualmente a María, la Madre de Jesús, debe perseverar unánimemente en la oración; de esta manera, la elección del nuevo Pontífice no será un hecho aislado del Pueblo de Dios que ataña sólo al Colegio de los electores, sino que en cierto sentido, será una acción de toda la Iglesia.” (n. 84).

 

            7.         Vivamos intensamente en estos días del Cónclave la comunión eclesial, el amor a nuestra Santa Madre la Iglesia y la oración unánime por esta intención sacrosanta, que hemos de encomendar también a la intercesión del Papa Juan Pablo II. El apóstol San Pablo nos dice: “vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su modo.” (1 Cor 12,27) y “pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo” (v.12). Si bien es cierto que el derecho a elegir al Romano Pontífice corresponde únicamente a los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, no lo es menos que la elección se realiza en el marco de la comunión profunda que Cristo ha hecho posible por su Misterio Pascual y la misión del Espíritu Santo, comunión que describe y articula el ser más íntimo de la Iglesia. Por ello, queridos hermanos y hermanas, pedimos juntos al Señor que los electores del Papa actúen con fortaleza y sin otras miras que no sean el bien de la Iglesia universal. Oremos para que el Señor conceda a la Iglesia el gozo de tener pronto un Papa santo como Juan Pablo II, un Papa según su corazón, que gobierne con sabiduría a su pueblo, que lo guíe por el camino de la santidad y del bien, lo ilumine con la luz del Evangelio y aporte a todos los hombres la palabra de verdad, libertad, justicia y amor, que el mundo necesita.

 

            8.         A lo largo de la próxima semana y durante la celebración del Cónclave que elegirá Sucesor de Pedro, exhorto a todos los sacerdotes a celebrar con sus comunidades parroquiales y en las demás comunidades cristianas la Misa votiva “Para elegir al Papa”. Les pido también que programen vigilias de oración ante el Santísimo por la misma intención, ruego que extiendo además a los miembros de la vida consagrada. A todos os invito a la oración unánime. Os pido además que dispongáis vuestro corazón para acoger al Pastor universal que el Señor quiera poner al frente de su familia en esta hora de la historia. A su elegido Dios lo sostendrá con su mano para que pueda desempeñar el servicio que le encomienda y le concederá la fuerza para que no desfallezca bajo el peso del ministerio. La fe nos dice que es Dios quien nos lo envía. Esta certeza es la raíz de la devoción al Santo Padre, que ha caracterizado siempre a los católicos españoles y la espiritualidad de los mejores hijos de la Iglesia.

 

            Con mi gratitud anticipada, a todos os envío mi saludo fraterno y mi bendición.

 

 

Córdoba, 9 de abril de 2005

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Obispo de Córdoba

 

 

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