Encuentro Diocesano de Jóvenes

Homilía del Obispo de Málaga, Mons. Jesús Catalá Ibáñez, en la Catedral, el 10 de abril de 2016.

Lecturas: Hch 5,27b-32.40b-41; Sal 29,2-13; Ap 5,11-14; Jn 21,1-19.

(Domingo de Pascua III-C)

Su misericordia llega de generación en generación

1. Encuentro Diocesano de la Juventud en Málaga

Estamos celebrando el XXIX Encuentro Diocesano de la Juventud en Málaga ciudad. Hemos contemplado el Icono de la Inmaculada joven, que ha recorrido en días precedentes algunas poblaciones de la diócesis (Ronda, Fuengirola, Vélez-Málaga, Antequera y Málaga).

Este icono ha estado ya en varias diócesis de España, como preparación para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Cracovia-2016. El Icono representa un signo de comunión de todas las realidades juveniles de España y seguirá siendo el emblema de la juventud española después de la próxima JMJ.

El pasado viernes por la noche tuvimos una Vigilia de oración en el Seminario, en preparación al Encuentro de hoy, cuyo lema es: «Su misericordia llega de generación en generación».

2. Celebrar la misericordia del Señor

Durante la mañana de hoy, habéis trabajado, queridos jóvenes, en diversos talleres: 1) El Gozo de la Misericordia, reflexionando sobre el sacramento de la Reconciliación y pudiendo celebrarlo sacramentalmente; 2) El Rostro de la Misericordia, cuyo eje central es la Profesión de fe de la Iglesia, la oración por el Papa y la contemplación del rostro de Cristo; 3) Y el Pan de la Misericordia, que ahora estamos celebrando en la Eucaristía y compartiremos juntos.

Estos tres aspectos quedan expresados en las tres Capillas de nuestra Catedral, dedicadas al Jubileo, que el Cabildo nos propone como itinerario. Entrando por la Puerta del Jubileo hacia la izquierda, hay una primera capilla con confesionarios, donde se celebra el gozo de la misericordia con el sacramento del perdón de los pecados; hay una imagen de un Cristo crucificado. En la siguiente capilla hay un icono de Cristo en mosaico: es el rostro de la misericordia; la imagen, compuesta por muchas teselas, queda iluminada por la luz de las velas, dando una sensación de movimiento y vitalidad. La siguiente capilla es la de la Encarnación, donde está siempre el Santísimo Sacramento: el pan de la misericordia. Os animo a realizar ese recorrido de las tres capillas, cuando vengáis a la Catedral.

Como estamos hablando sobre la misericordia, os invito a que repitamos juntos la siguiente frase: «Misericordiosos como el Padre». (Los jóvenes repiten la frase). Y ahora acompañamos esa misma frase con el gesto de poner las dos manos con las palmas hacia arriba, levantándolas desde las rodillas hasta por encima de los hombros. (Los jóvenes repiten dos veces más esta frase, haciendo simultáneamente el gesto de las manos).

El papa Francisco, en su Mensaje para el Jubileo de la Misericordia de los jóvenes (14.01.2016), que tendrá lugar en Roma del 23 al 25 de abril, os dice: «Permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contra corriente y él nos da esta fuerza… Con él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes».

3. El Cordero, digno de adoración

En el Apocalipsis de san Juan, el autor vio y escuchó la voz de muchos ángeles alrededor del trono (cf. Ap 5, 11), que decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza» (Ap 5, 12).

Y escuchó también a todas las criaturas de cielo, tierra y mar, que decían: «Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos» (Ap 5, 13). Esta es una gran sinfonía cósmica; una orquesta cósmica de todos los seres del globo terráqueo, que aclama a Dios y lo adora.

Queridos jóvenes, «no adoréis a nadie, más que a Él». Así cantamos en muchos momentos de adoración eucarística. (Todos cantan esta canción). ¡No adoréis el culto al cuerpo, ni la belleza corporal, ni el sexo, ni el dinero, ni la fama! ¡Adorad sólo a Jesucristo, Señor de cielos y tierra! ¡Uniros a ese canto de todas las criaturas, que adoran el Señor!

Repetid esta frase: «Adoramos solo a Jesucristo». (Los jóvenes repiten la frase). Y lo hacemos con el gesto de juntar las manos, poniéndolas a la altura del corazón, pasando por la cabeza y elevándolas hacia arriba. (Los jóvenes repiten dos veces esta frase, haciendo simultáneamente el gesto de las manos).

4. Confiar en la palabra del Señor

El evangelio de hoy narra la tercera aparición de Jesús a sus discípulos. Estamos en el tercer domingo de Pascua. La liturgia nos ha ido presentando las apariciones de Jesús resucitado de modo paulatino: el Señor resucitado se aparece a María Magdalena y a sus discípulos «el primer día de la semana» (cf. Jn 20, 19). En el segundo domingo de Pascua se nos leyó la aparición del Señor «a los ocho días», cuando el apóstol Tomás estaba presente (cf. Jn 20, 26). En el tercer domingo de Pascua nos dice el texto que ésta era la tercera vez que Jesús se aparecía a sus discípulos (cf. Jn 21, 14).

Cada eucaristía es un encuentro con el Señor. ¿Os habéis encontrado ya con el Señor resucitado en esta Pascua? (Levantad la mano los que os hayáis encontrado con él; es decir, los que hayáis celebrado la Eucaristía en estas Pascuas). En ese caso, os habéis encontrado todos con él.

Tras la muerte de Jesús, los discípulos estaban desanimados y sus proyectos personales quedaron frustrados. Y los apóstoles aceptaron la propuesta de Pedro de ir a pescar. Volvieron a las tareas de su primera profesión, antes de que Jesús les llamara para estar con él. Pero su trabajo fue totalmente infecundo: «Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada» (Jn 21, 3).

Los discípulos volvieron a su antiguo trabajo, pero no obtuvieron ningún fruto. ¡No os volváis atrás! ¡Seguid a Jesús, el Señor! No confiéis en vuestra pericia, p.e., conocimientos altos de inglés, masters, experiencia laboral, presencia en universidades extranjeras… Y otras que bien sabéis vosotros.

Los discípulos no habían cogida nada faenando toda la noche; pero fiados en la palabra del Señor recogieron una gran multitud de peces (cf. Jn 21, 6). Si os habéis encontrado con el Señor resucitado, vuestra vida dará buen fruto, cuando hagáis lo que él os manda. ¿cuándo recogieron la redada grande de peces? Cuando hicieron lo que el Señor les pedía; cuando se fiaron de Jesús y confiaron en su palabra. ¿Os fiais de Jesús? (Responden los jóvenes: Sí).

Repetid esta frase: «Confiamos en la palabra del Señor». (Los jóvenes repiten la frase). Y vamos a repetirlo con el gesto de poner nuestra mano derecha junto al corazón y elevándola hacia arriba. (Los jóvenes repiten esta frase, haciendo simultáneamente el gesto de las manos).

5. Testigos de la resurrección del Señor

Los apóstoles tuvieron que comparecer ante el Sanedrín, para responder a las preguntas del sumo sacerdote: «¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre» (Hch 5, 28).

Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29); «por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». (cf. Hch 4, 20); «el Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero» (Hch 5, 30). «Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo
, que Dios da a los que lo obedecen» (Hch 5, 32).

¿Qué les ocurrió? «Los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron» (Hch 5, 40). Y «ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre» (Hch 5, 41). Sufrieron por ser testigos del Señor resucitado; nosotros también lo somos.

Repetid esta frase: «Somos testigos del Señor resucitado». (Los jóvenes repiten la frase). Y lo acompañamos con el gesto de abrir los brazos de par en par, al igual que Jesús murió clavado en la cruz. (Los jóvenes repiten dos veces esta frase, haciendo simultáneamente el gesto de las manos).

¡Que la Virgen María, Madre de Misericordia, sea para todos nosotros ayuda y modelo de testimonio y una verdadera puerta de la Misericordia! Amén.

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