José María Larrú: «Los cristianos tenemos que leer la Agenda 2030 sin prejuicios»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

“Los cristianos ante la Agenda 2030”, este es el título de la ponencia que José María Larrú, doctor en CC. Económicas y Empresariales por la Universidad San Pablo CEU, Licenciado en Teología Moral por la Universidad Pontificia Comillas y profesor de la Universidad San Pablo CEU, ofrecerá en las II Jornadas sobre Teología y Mundo Actual que organiza el Centro Superior de Estudios Teológicos de la Diócesis de Málaga los días 16 y 17 de febrero. Para solicitar la inscripción, escribir a info@ceset.edu.es.

Desde su ámbito de estudio, ¿qué signos vemos de que no estamos en una época de cambio sino en un cambio de época?

Vemos varias transiciones que probablemente indiquen que estemos cambiando de época y que tienen como característica diferencial a la de otros momentos históricos la rapidez con que se van produciendo y también que somos más conscientes de que están sucediendo.

En primer lugar, hay claramente una transición climática importante. Es un cambio que yo creo que hay evidencia científica suficiente para decir que tiene un origen antropogénico.

La segunda, es un cambio tecnológico muy importante y acelerado. Se habla de la cuarta revolución industrial, debido a la robotización, a las impresiones 3D, a la inteligencia artificial, a la interconexión a través de la globalización y el comercio…

Y en tercer lugar, tenemos una transición socioeconómica, no solamente por el cambio laboral que supone la revolución tecnológica sino por el invierno demográfico que sufrimos sobre todo en Europa, pero también en China. Eso está generando un problema de reemplazos en la mano de obra, en el consumo, etcétera.

¿Y cómo amortiguar los efectos negativos de esta triple transición?

Hay un problema, y es que las interdependencias entre los distintos países son muy grandes, pero las instituciones siguen siendo nacionales. No tenemos una autoridad supranacional que lidere la gobernanza de estas transiciones. En algunos aspectos, quizá no tiene que haberla porque las soluciones pueden venir de una manera más pragmática de cada uno de los países o de las regiones. Pero, por ejemplo, en la transición climática está claro que sería bueno que hubiera una autoridad supranacional que fijara metas, pusiera los medios y pudiera tener capacidad sancionadora para que los que no lo cumplen no hagan cargar con las consecuencias a los demás.

Es una de las pretensiones de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que despierta, no obstante, muchos recelos en algunos cristianos ¿Qué podemos decir al respecto?

Pues que hay que leer el acuerdo sin prejuicios. Porque este tipo de documentos son fruto de un consenso muy difícil de conseguir; en este caso, de un consenso entre 193 países. En cada uno de ellos, ha habido un montón de presiones, de grupos de interés, cada uno trata de defender más lo suyo porque somos egoístas por naturaleza. Pero, al final, se logra un documento que es un consenso.

Ha habido otras declaraciones. Por ejemplo, a mí me gusta mucho la Declaración del Milenio, en la que la respuesta cristiana fue de muchísima más indiferencia. No se conocía, y eso que hubo encíclicas por parte de san Juan Pablo II que podían haber incentivado su conocimiento, pero pasó completamente desapercibida.

Ahora me da la sensación de que, por parte de un sector muy concreto, hay una lectura muy parcial y muy cerrada de la Agenda 2030. Se critica con fundamento, pero en lógica existe una falacia que es tomar el todo por la parte, que es lo que hacen algunos críticos del texto.

Quizá, más que criticar el documento, lo que se rechaza son sus posibles intenciones ocultas. ¿Se proyectan exageradamente los propios miedos sobre el texto?

Literalmente, a mí me cuesta mucho oponerme a algo que esté en el texto, repito, literalmente. ¿Que algunos piensan que probablemente la intención que está en el texto detrás de alguna meta del objetivo 5 es imponer la ideología de género? Esa es una interpretación, porque no hay en el documento una expresión que diga “se impondrá a todos los países la ideología de género”. No lo pone. Uno lo lee y no lo pone, porque no lo van a poner. Hay que ser suficientemente inteligente. De la otra parte nos podrían también decir por ejemplo: “¿entonces usted está en contra de que se favorezca la salud integral de las mujeres y las niñas? ¿Está realmente en contra o lo que usted está queriendo ver detrás de eso es que queremos que se expanda el aborto? Porque no lo pone. Si uno en vez de leer “salud sexual y reproductiva” lee “aborto”, que no lo pone, pero lo puede intuir, debe tomar postura.

En este sentido, la Iglesia, aunque promueve el documento como una forma de promover el desarrollo de los pueblos, ha expresado sus reservas y matizaciones…

En el primer aniversario de la Agenda 2030, la representación de la Santa Sede en Naciones Unidas sacó una nota clarificadora muy grande. El propio Papa, a los pocos días de que se fuera a producir la votación, dijo que le parecía estupenda la Agenda 2030, pero pidió que no se quedara en un mero nominalismo de buenos deseos, sino que sea un documento que realmente haga avanzar a todos los pueblos hasta su desarrollo integral. La Agenda 2030 es un medio más.

En mi intervención en Málaga hablaré, no sólo de las críticas que podemos considerar como académicas o desde la ciencia, sino una crítica por elevación. Y es que a un cristiano se le puede quedar tremendamente corta la Agenda 2030. ¿Por qué? Porque podemos decir que no refleja el Evangelio al cien por cien, no es una guía para hacer el mundo más cristiano. Es un documento de Naciones Unidas. Cada texto hay que leerlo e interpretarlo en su contexto.

Cabe el disenso, desde luego, y también el trabajo a favor de ella junto al resto de personas que quieren una transformación justa y un desarrollo humano integral auténtico. Veo la Agenda 2030 compatible con la DSI al tiempo que percibo sus limitaciones.

¿En qué medida cree entonces que la Agenda 2030 servirá realmente para promover un mundo más justo y solidario?

Los escritos, por sí solos, no tienen fuerza. Un cristiano no resulta de leer la Biblia. Uno no lee el Evangelio y se convierte y ya está. Uno no lee en qué consiste la solidaridad y se hace solidario. Esto no va así. Igualmente, uno lee la Agenda 2030 y no se pone a construir un mundo mejor. Aquí hay una novedad muy interesante y es que esto es algo que tiene que poner en práctica toda la humanidad: todos los países, en todos los niveles. Tiene que haber una aplicación de la Agenda 2030 en las comunidades autónomas, en todo el país, en la Unión Europea y en todo el mundo. Realmente es un medio que, con un consenso suficiente entre los gobiernos y la sociedad civil, podría ir transformando nuestro mundo hacia un futuro más justo y solidario. Mi postura es que se puede aprovechar la Agenda 2030 para generar procesos de crecimiento y de convergencia, de armonía fraterna entre los países, en línea con la Fratelli tutti.

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