Profesión monástica del hermano Alfonso Pérez en la Orden Cisterciense

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

El Monasterio Cisterciense de Santa María de las Escalonias de Hornachuelos, en Córdoba, ha acogido con alegría la celebración de la profesión monástica del joven Alfonso Pérez Muñoz. Este hermano cisterciense, natural de la localidad de Villacarrillo, profesó sus votos en presencia del padre Abad en una celebración Eucarística en la que estuvieron presentes familiares y amigos del hermano Alfonso, los religiosos de la Comunidad de las Escalonias, un buen grupo de religiosas benedictinas y bastantes fieles que llenaban el templo del Convento, situado en un precioso enclave entre las localidades cordobesas de Posadas y Palma del Río.

El padre Abad, D. Isaac Totorica Izaguirre, tuvo unas emotivas palabras en la homilía de la ceremonia religiosa, que estuvo concelebrada por un numeroso grupo de sacerdotes. Tras comentar el Evangelio, se dirigió a la familia del Hermano Alfonso, agradeciéndole el don de su hijo, que entregaban a Dios con mucha generosidad. También tuvo palabras de aliento y felicitación para el religioso. «La vocación no deja de ser más que un encuentro entre la miseria del hombre y la maravilla de la misericordia de Dios», comentó en su homilía. Tras describir la vida contemplativa de los religiosos por amor a Cristo, le pidió al joven que se entregara con confianza y por completo a la misión para que el Señor lo había elegido.

Tras la homilía, el joven religioso proclamó ante el padre Abad, D. Isaac Totorica, que después de la experiencia vivida en el noviciado, durante la cual había tenido la oportunidad de conocer la naturaleza de la vocación monástica, pedía ser admitido a la profesión religiosa en la Orden Cisterciense de la de la estricta observancia «para tratar de llevar a plenitud en la vida monástica la gracia bautismal y para desarrollar la vocación a la que me siento llamado y consagrar así mi existencia a Dios, en el seno de la Iglesia».

Posteriormente, el religioso se comprometió, según la regla de San Benito, a unirse a Cristo por la profesión monástica «amando la pobreza, la virginidad y la obediencia» y también expresó su compromiso de encontrarse con Dios en la oración, en la escucha de la Palabra, en la obediencia al Evangelio y en la humildad. Tras los votos, el hermano profeso, ayudado por el maestro de novicios, se puso la vestidura negra de la orden cisterciense.

Con esta profesión monástica, la comunidad contemplativa masculina de las Escalonias vivió una memorable jornada de gran alegría.

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