Hazme, Señor, un instrumento de tu paz

Homilía de Mons. Lorca Planes en la ordenación de presbítero de D. Eduardo Sabater, en Murcia, el 12 de julio del 2014.

Ilmos. Vicario General y Vicarios Episcopales

Rectores del Seminario San Fulgencio y Redemptoris Mater. Queridos formadores

Queridos sacerdotes, PP. Capuchinos

Religiosos y religiosas,

Excmo. Sr. Alcalde

Querido diácono, Eduardo

Padres y demás familiares

Seminaristas

Queridos feligreses de esta parroquia

Hermanos y amigos

Querido Eduardo, en la misma celebración de tu ordenación sacerdotal, te invito a activar el ánimo, a poner en marcha todos los mecanismos interiores de tu ser creyente, llamado y elegido por el Señor, para trabajar por el Reino de los Cielos. Es la hora de la gracia y de la esperanza, de poner atención porque el Espíritu Santo estimula en muchos la nostalgia de un mundo distinto que ya está presente en medio de nosotros. Lo aseguraba el santo Papa Juan Pablo II a los jóvenes cuando los exhortaba a ser «centinelas de la mañana» que vigilan, fuertes en la esperanza, en espera de la aurora. Tu ordenación sacerdotal ya es una señal de esperanza, porque seguro que velarás como un centinela, para favorecer el sol de la Nueva Evangelización. Primero, porque se ha encargado el Espíritu de fortalecer tu vocación y te da la fuerza necesaria para ser un testigo, un apóstol. Segundo, porque sabes que tu primera tarea es vigilarte constantemente y mantenerte en la conversión para darle fuerza a tu dimensión profética.

Eduardo, te has puesto en camino, has puesto toda tu vida a disposición de Dios, lo has dejado todo y estás alegre. No tengas nunca miedo, tu compañero de viaje es Cristo Resucitado, que te irá explicando y actualizando la Palabra e iluminará tu mente para que te mantengas en la alegría de servir y en la fidelidad a la misión recibida. La gente espera ver en ti la obra de Dios hecha realidad, su amor de entrega, su misericordia, su capacidad de acogida a todos, su perdón, su palabra que ilumine sus vidas, el alimento de su Cuerpo y su Sangre… Tienes que estar lleno de Cristo para dar a Cristo, tu vida será un icono de la presencia del Señor en el mundo, del don de Dios, aunque tengas la sensación de que eres una frágil vasija de barro (cf. 2Co 4, 7), pero el don de Dios siempre es más fuerte que la insuficiencia humana.

Caminar desde Cristo significa reencontrar el primer amor, el destello inspirador con que se comenzó el seguimiento. Suya es la primacía del amor. El seguimiento es sólo tu respuesta de amor al amor de Dios. Si «nosotros amamos» es «porque Él nos ha amado primero» (1Jn 4, 10.19). Tu eres consciente del paso que estás dando y vas a tener muchas ayudas en la Iglesia para mantenerte en la fidelidad, entre otras mediaciones puedes contar con los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, que te lo recordarán en vivo y en directo todos los días y te exigirán la radicalidad de la respuesta a Nuestro Señor:

La virginidad va a ensanchar tu corazón en la medida del amor de Cristo y te hará capaz de amar como Él ha amado. Te ayuda a consagrarte a Cristo de una manera nueva y fértil y te une a Él con corazón indiviso. El celibato, sin consagración total a Dios y sin radicalidad evangélica es soltería. La castidad es la medida de lo que somos capaces de hacer por Dios y sólo se sustenta en Él. Para mantenerte en el seguimiento debes mantener la fidelidad. El celibato es un don que hay que pedir humildemente. El concilio nos lo recomienda insistentemente.

La pobreza te va a hacer libre de la esclavitud de las cosas y necesidades artificiales a las que empuja la sociedad de consumo, y te hará descubrir a Cristo, único tesoro por el que verdaderamente vale la pena vivir. Traemos a la memoria a los apóstoles, pobres hombres, limitados y bastante corrientes, pero Jesús les pidió el desprendimiento, vivir la hermana pobreza, como decía San Francisco de Asís. Esta ha sido la línea de acción, el estilo de Dios en la historia, a la hora de elegir a sus colaboradores (Francisco de Asís, El Cura de Ars, Teresa de Calcuta…). Que nadie piense que Dios desprecia la cultura, a los sabios de este mundo… todo eso es asumido por Cristo, pero esas cualidades y valores deben ser puestas al servicio del Evangelio con alma de pobre. Nuestra referencia es nítida: mira a Jesucristo en el pesebre, en el establo. El hijo de Dios llega al mundo en una pobreza material extrema. Mira quienes le visitan los primeros, los pobres. Mira a Jesucristo en la cruz. Al final de su vida se fue como vino: sin nada. No tuvo que preocuparse de herencias ni posesiones. No tuvo nada.

No se preocupó de tener en absoluto. Sus preocupaciones eran otras. Su preocupación era la voluntad del Padre; la predicación del Reino, la salvación de los hombres. La autosuficiencia, querido Eduardo, está condenada a la esterilidad. A Pablo, primero lo derriba y luego lo hace pobre. Este es el precio que se nos pide para ser transmisor de la liberación de Cristo .

La obediencia pone la vida enteramente en sus manos para que la realice según el diseño de Dios y haga una obra maestra. La obediencia hace duraderos los frutos de la caridad y necesita el valor de un seguimiento generoso y alegre.

Eduardo, como estamos en esta parroquia que rigen los PP. Capuchinos, cuyo titular es San Francisco de Asís, te ruego que prestes atención a esta oración:

Oh Señor, hazme instrumento de tu paz.

Donde haya odio, que yo lleve el amor.

Donde haya ofensa, que yo lleve el perdón.

Donde haya discordia, que yo lleve la unión.

Donde haya duda, que yo lleve la fe.

Donde haya error, que yo lleve la verdad.

Donde haya desesperación, que yo lleve la esperanza.

Donde haya tristeza, que yo lleve la alegría.

Donde existan las tinieblas, que yo lleve la luz.

Oh Maestro, haced que yo no busque tanto:

Ser consolado, sino consolar.

Ser comprendido, sino comprender.

Ser amado, sino amar.

Porque:

Es dando, que se recibe.

Perdonando, que se es perdonado

Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.

No necesitarás más para ser un buen sacerdote. Que Dios te ayude.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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