Vosotros haced lo mismo

Carta del Obispo de Cádiz con motivo del Día del Amor Fraterno. Mis queridos diocesanos:

El Día del Jueves Santo en toda la cristiandad los cristianos se reúnen para celebrar la Eucaristía en el recuerdo sobrecogido de la Cena del Señor: “El Señor Jesús, en la noche que iba a ser entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en memoria mía”. Asimismo después de cenar tomó el cáliz diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces lo bebáis, hacedlo en memoria mía” (1Co 11,23-25).

1. Consumación del amor

En aquella Cena, en efecto, se llevó a la consumación el amor de Dios por los hombres (cf. Jn 13,1-17), revelado en Jesucristo. Porque en ella, el Señor Jesús instituyó la Eucaristía, sacrificio de la Alianza, por la cual el mismo Señor permanece con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) y nos hace participes del misterio de su muerte y resurrección.

2. Crecer en fraternidad

El Día del Jueves Santo, día del amor fraterno, nos recuerda también, desde el amor a la Eucaristía, que tenemos que crecer en fraternidad, en amor solidario  a los más pobres y trabajar por un mundo más justo, dada la cruda realidad de la pobreza y la desigualdad hiriente en que vivimos.

Esta presencia de Cristo, signo del gran amor que Dios tiene a los hombres (cf. Jn 13,1), alimenta las exigencias de la caridad y nos urge a vivirla en beneficio de los pobres de nuestra sociedad.

Vivimos en una sociedad injusta e insolidaria, que crucifica a los más pobres.  No le falta razón a quien ha escrito que “el desarrollo es un banquete con escasos invitados”. Sólo así porque lo deciden nuestro egoísmo y nuestra insolidaridad. Y, sin embargo, “Dios invita por igual a todos los hombres al banquete de la vida” (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, n. 39), y quiere que se reconozca a cada pueblo igual derecho a sentarse en la mesa del banquete común (cf. Pablo VI, Populorum Progressio, n. 47-48).

En el día del Amor Fraterno, en que Dios mismo se entrega a nuestra pobreza, algo grande debería suceder en nuestro corazón y en nuestra vida.

3. Escuela del Amor Fraterno

Aspiremos a la caridad. Hagamos de ella la norma de nuestra vida. Para ello vivamos con profundidad el misterio de la Eucaristía. Sólo quien se alimenta de Cristo, vive a Cristo y lo entrega a los demás. La Eucaristía, nos recordaba Juan Pablo II, es la gran escuela del amor fraterno. Quienes comparten frecuentemente el pan eucarístico no pueden ser insensibles ante las necesidades de los hermanos, sino que deben comprometerse en construir todos juntos la civilización del amor. La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos. Sí, la Eucaristía nos reconcilia y nos une; no cesa de enseñar a los hombres el secreto de las relaciones comunitarias y la importancia de una moral fundada sobre el amor, la generosidad, el perdón, la confianza en el prójimo, la gratitud.

Vengamos, pues, a esta escuela del amor fraterno. Gracias a este sacramento los cristianos descubriremos “el sentido de nuestra acción en el mundo en favor del desarrollo y de la paz, y a recibir de él las energías para empeñarnos en ello cada vez más generosamente a ejemplo de Cristo, que en este sacramento da la vida por sus amigos” (Juan Pablo II).

Cáritas Diocesana nos propone que hagamos lo mismo que hizo Jesús en la última cena con sus discípulos: disponernos a lavar los pies a los hermanos. Cáritas nos invita a ponernos en movimiento, dejando de estar parados ante la realidad que nos necesita hoy en el mundo. No podemos permanecer inactivos y sentados, sino que debemos buscar caminos que nos acerquen a los demás. Una comunidad cristiana sin avance es una comunidad muerta. Jesús se levantó de la mesa, salió al encuentro del otro, no esperó a que vinieran a Él. Ante tantos sufrientes como hay en nuestra Diócesis estamos llamados a salir como Jesús al encuentro de los otros y afrontar las nuevas pobrezas haciendo lo mismo que hizo Él.

4. Fondo Diocesano de Solidaridad

El Fondo Diocesano de Solidaridad quiere ser hoy signo de entrega y servicio. Gracias a los bienes que compartimos en la colecta del Jueves Santo, Cáritas puede ofrecer proyectos de promoción a los que están padeciendo situaciones de pobreza y exclusión social. Gracias a los bienes que compartimos, el gesto de Jesús de lavar los pies a sus discípulos puede seguir actualizándose año tras año.

5. Vosotros haced lo mismo

En este día deseo que pasemos de la mentalidad individualista e insolidaria, tan difundida en nuestra sociedad, a la civilización del amor, de la fraternidad  y solidaridad humana y cristiana a través de un “compromiso concreto de caridad” (cf. Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, n. 39), a fin de que hagamos partícipes del banquete de la vida a los que todavía no están sentados en él.   

Como Obispo, os invito a abandonar la comodidad, a desprendernos de nosotros mismos para ir al encuentro del otro, y a compartir aún más. Mientras haya uno que pase necesidad, los cristianos tenemos que ser solidarios, así haremos realidad el lema del presente año: “Vosotros haced lo mismo”(Jn 13,15).

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta

 Cádiz, 27 de febrero de 2008

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