Constantes en la oración por la unidad de la Iglesia

Carta Pastoral del Obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la CEE. Queridos diocesanos:

Se cumplen cien años de constancia en la oración por la unidad de la Iglesia, desde que el P. Paul Wattson, cofundador de la Sociedad de la Expiación (Society of the Atonement), de Graymoor (Nueva York, Estados Unidos), diera comienzo a este Octavario, que va del 18 al 25 de enero, la fiesta de la conversión de san Pablo. Una semana en la que todos los cristianos han hecho propia una sola súplica, que es ya un patrimonio común. Que el Octavario termine con la fiesta de la conversión de san Pablo tiene un doble significado este año. Primero, que el fin último de la oración es nuestra conversión a la voluntad de Cristo: “Que todos sean uno en nosotros, como tu Padre y yo somos uno, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). Después, en este «año jubilar paulino» de 2008, renovar la voluntad común de todos los cristianos de dar unidos testimonio de Cristo, afrontando los retos de una evangelización renovada de nuestra sociedad, que pasa por transmitir la fe en la presencia de Cristo en su Iglesia. No es posible separar a Cristo de la Iglesia, como algunos pretenden. Jesús resucitado interpela a Pablo llamado a la conversión para decirle: “¿Por qué me persigues? Él le preguntó: «¿Quién eres, Señor?». Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues»” (Hechos 9,5).

Todos los cristianos estamos llamados a dar testimonio de Cristo en la comunión de la Iglesia una y santa, congregación de seres humanos, pero obra de la gracia de Cristo, sostenida por su Espíritu para la salvación del mundo. Se prende separar a Cristo de la Iglesia y se pretende separar a los pastores de los fieles y distinguir entre la fidelidad a Cristo de unos supuestos cristianos evangélicos y buenos, política y culturalmente correctos, de los pastores calificados como jerarquía antievangélica y cúpula de poder. Se divide la Iglesia, la dividen sus enemigos, lo han hecho siempre.

Es el camino para destruir su influencia moral sobre la sociedad e invalidar su testimonio sobre el «evangelio de la vida», sobre la dignidad del ser humano y la sacralidad de la vida, la santidad del matrimonio y la familia como proyecto de la creación divina. Una Iglesia dividida es una Iglesia bloqueada, incapaz de lograr aquella eficacia que al testimonio de Cristo le da la unidad de los cristianos. Unidos para que el mundo crea que Jesucristo, Hijo de Dios, ha sido enviado al mundo para que todos se salven por él.

La oración común de los cristianos ha acompañado estos cien años la búsqueda laboriosa y costosa de la unidad, pero ha dado sus frutos. Las Iglesias cristianas se reconocen como verdaderas congregaciones de bautizados en Cristo, aunque discrepan sobre el modo de la presencia de la única Iglesia de Cristo en las Iglesias y comunidades eclesiales históricas. La Iglesia Católica ha expresado recientemente su fe en la presencia y subsistencia en ella de la Iglesia una y santa de Cristo en aquella plenitud de medios de gracia que Cristo ha querido. El diálogo sobre el misterio y misión de la Iglesia entre católicos y protestantes ha avanzado mucho en los últimos cuarenta años, aunque siguen los desacuerdos que es preciso superar con paciencia y constancia en la oración. Hemos de dar gracias a Dios porque entre católicos y ortodoxos la fe común nos está permitiendo una aproximación entre Iglesias hermanas cada vez mayor. El pasado octubre se ha alcanzado un primer acuerdo sobre el ministerio del Papa como “el primero de los Obispos”, que requerirá ahora profundización y laborioso estudio y oración para la convergencia plena.

Si hacemos nuestra la recomendación de san Pablo: “Sed constantes en la oración” (1 Tesalonicenses 5,17), podremos disponernos en la humildad a recibir el don de la unidad como el gran regalo de Dios a los cristianos. No cesemos en la plegaria, convencidos de que la conversión a Dios nos llevará a la Iglesia de Cristo una y santa.

+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería

Domingo, 20 de enero de 2008

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