¿Por qué, qué y cómo confesarse?

En Cuaresma, la Iglesia nos invita especialmente a acudir al Sacramento del Perdón de los pecados, así como acudir a él periódicamente a lo largo de todo el año. A veces, nos surgen dudas sobre este sacramento o, sencillamente, nos cuesta acudir a él, llenos de vergüenza. El Señor, rico en misericordia, perdona siempre y el confesionario es un lugar de alegría por la reconciliación con el Padre.

En el Año de la Misericordia, la Archidiócesis de Granada ha editado un sencillo tríptico para ayudarnos a acudir al Sacramento de la Penitencia. En esta publicación se nos recuerda por qué confesar, qué confesar y cómo confesarse, así como la propuesta de hacer examen de conciencia con una serie de preguntas, todo ello teniendo presentes las obras de misericordia corporal y espiritual.

¿POR QUÉ CONFESARSE?
¡Porque somos pecadores! Es decir, pensamos y actuamos de modo contrario al Evangelio. Quien dice estar sin pecado es un mentiroso o un ciego. En el sacramento, Dios Padre perdona a quienes, habiendo negado su condición de hijos, se confiesan de sus pecados y reconocen la misericordia de Dios. Puesto que el pecado de uno solo daña al cuerpo de Cristo que es la Iglesia, el sacramento tiene también como efecto la reconciliación con los hermanos. (Del tríptico «Guía para celebrar el Sacramento de la Reconciliación»).

¿QUÉ CONFESAR?
El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerde, tras examinar cuidadosamente su conciencia. La confesión de las faltas veniales, está recomendada vivamente por la Iglesia. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1493).

¿CÓMO CONFESARSE?
No es siempre fácil confesarse, no se sabe qué decir, se cree que no es necesario dirigirse al sacerdote… Tampoco es fácil confesarse bien: hoy como ayer, la dificultad más grande es la exigencia de orientar de nuevo nuestros pensamientos, palabras y acciones que, por nuestra culpa, nos distancian del Evangelio.

Es necesario un camino de auténtica conversión, que lleva consigo un aspecto «negativo» de liberación del pecado, y otro aspecto «positivo» de elección del bien enseñado por el Evangelio de Jesús.

Este es el contexto para la digna celebración del sacramento de la Penitencia. El camino a recorrer, comienza por la escucha de la voz de Dios y prosigue con el examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de enmienda, la invocación de la misericordia divina que se nos concede gratuitamente mediante la absolución, la confesión de los pecados al sacerdote, la satisfacción o cumplimiento de la penitencia impuesta, y, finalmente, con la alabanza a Dios por medio de una vida renovada. (Del tríptico «Guía para celebrar el Sacramento de la Reconciliación»).

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