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El Espíritu Santo os guiará hasta la verdad plena

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La fiesta de Pentecostés es como el broche de oro del tiempo pascual. Es un punto
culminante en el año litúrgico, como lo es la Navidad o la Resurrección del Señor. Es la
Pascua de Pentecostés, el paso del Espíritu Santo por nuestra vida para reanimarnos y
encendernos en el amor de Cristo.
El centro de nuestra vida cristiana es una persona, es Jesucristo. Pero no tendríamos
acceso a él, si no fuera por el Espíritu Santo. Ya nos lo dijo Jesús: “Os conviene que yo
me vaya, porque si no me voy no vendrá el Paráclito” (Jn 16,7). La presencia cercana,
en carne viva de Jesús en la tierra se convierte ahora en presencia espiritual de Jesús en
nuestras almas. La carne ha sido espiritualizada por la acción del Espíritu Santo, la
carne de Cristo ha sido resucitada por ese mismo Espíritu. Esa carne de Cristo viene
hasta nosotros en la Eucaristía por la acción del Espíritu Santo.
En cada uno de nosotros, y en la Iglesia, el Espíritu Santo viene a ser como el alma de
nuestra alma. Toda la vida cristiana consiste en dejarse mover por el Espíritu Santo. De
esta manera, somos hechos nuevas criaturas en el bautismo, por el agua y el Espíritu
Santo. Esa nueva vida se alimenta en la Eucaristía, se restaura en el sacramento del
perdón. El Espíritu Santo está presente en todos y cada uno de los sacramentos con su
poder y virtud para transfundirnos los sentimientos y las virtudes de Cristo. Por eso,
invocamos continuamente al Espíritu Santo, que quiere entrar en nuestro corazón y
transfigurarnos a la medida de Cristo.
Cuando en la vida cristiana se llega a reconocer la acción del Espíritu Santo, que actúa
constantemente casi sin darnos cuenta, alcanzamos la libertad de los hijos de Dios. El
Espíritu Santo llena de amor nuestros corazones y nos enseña a amar al estilo de Cristo.
Sería imposible para nosotros imitar a Cristo, vivir como él, parecernos a él, si no fuera
por la acción silenciosa y eficaz del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por eso, ven
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Vivimos un nuevo Pentecostés en nuestros días. Proliferan por todas partes las
experiencias del Espíritu Santo, los grupos carismáticos, la renovación en el Espíritu,
los seminarios sobre el asunto. Ojalá todo ello redunde en una verdadera reforma de la
Iglesia desde dentro, si quienes fomentan esta relación se dejan mover por el Espíritu
Santo, que les llevará a la santidad plena.
Coincidiendo con esta gran fiesta, celebramos también el Día de la Acción Católica y
del Apostolado Seglar, con el lema “Laicos por vocación, llamados a la misión”. La
vocación del laico en la Iglesia no es una vocación residual, o por defecto. Una persona
es llamada a vivir como seglar en la Iglesia no porque no sea otra cosa, sacerdote o
consagrado, sino porque se siente llamado a vivir en el mundo la vida cristiana, para
transformar el mundo desde dentro a manera de fermento y para ordenar los asuntos
temporales según Dios.
Para un seglar, el mundo es el lugar donde vive, pero además es el lugar donde se
santifica. La inmersión en el mundo, sin hacerse del mundo, es lo propio de la vida
seglar: la familia santificada por el sacramento del matrimonio, los hijos y su crianza, el
trabajo profesional como mundo de relaciones justas y fraternas, el mundo de la cultura,
donde viven los hombres, la vida pública en todas sus dimensiones, la presencia en las

sociedades intermedias de la sociedad e incluso el compromiso en un partido político.
Todo eso y más corresponde al seglar que vive en el mundo.
Pidamos que los laicos de nuestra diócesis crezcan y se afiancen en su vocación laical
para transformar el mundo y hacer de él una antesala del cielo.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

La Archidiócesis de Sevilla se suma a la celebración de la Semana Laudato Si’

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La Archidiócesis de Sevilla se suma a la celebración de la Semana Laudato Si’

‘Semillas de esperanza’ es el lema de este año de la Semana Laudato Si’, que tendrá lugar del 19 al 26 de mayo en todo el mundo, para celebrar el aniversario de la publicación de esta encíclica del papa Francisco.

Se trata de una iniciativa que parte de la Santa Sede, a través del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, así como de otras organizaciones eclesiales: Movimiento Laudato Sí, Justicia y Paz de Europa o Cáritas Internationalis, entre otras.

Por su parte, la Archidiócesis de Sevilla, a través del Grupo Diocesano de Ecología Integral (GDEI), ha programado para esa semana distintas actividades. Por ejemplo, los días 13 y 20 de mayo hay distintas charlas en torno a la ecología de Francisco en el colegio San Alberto Magno dirigido a alumnos de Primaria y Secundaria. También esta semana se conocerán los ganadores del concurso de vídeos cortos sobre la creación y el medioambiente.

Además, se ha previsto la organización de una mesa redonda sobre buenas prácticas que se realizan ya en la diócesis hispalense, en la que participarán las comunidades de Vida Cristiana (CVX); la Parroquia San Juan Pablo II con su iniciativa ‘Parroquia, custodia de la Creación’; Bioalverde, el proyecto de Cáritas Diocesana que apuesta por los productos ecológicos y un consumo responsable; y el propio grupo de Ecología Integral de Sevilla. El coloquio será el 23 de mayo, a las siete de la tarde, en el Arzobispado.

Finalmente, se insta a las parroquias y templos de la Archidiócesis a celebrar y ofrecer la Eucaristía por este tema durante estos días, para lo que se han preparado subsidios litúrgicos disponibles para descarga a continuación:

 

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Laicos llamados a la misión

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En la solemnidad de Pentecostés celebramos el día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Este año destacamos el hecho de que los laicos, desde el bautismo, han recibido una vocación que los hace corresponsables en la vida y en la misión de la Iglesia. El mandato misionero del Señor resucitado a los discípulos tiene el fundamento último en el amor eterno de la Santísima Trinidad y en la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre.  El Señor Jesús, después de completar con su Muerte y Resurrección los misterios de nuestra salvación, fundó su Iglesia y envió a los apóstoles por todo el mundo, como Él había sido enviado por el Padre (cf. Jn 20, 21).

La misión de la Iglesia continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión misma de Cristo, que quiere conducir a todos los hombres y las mujeres a la fe, a la libertad y a la paz, de manera que descubran el camino para la plena participación en el misterio de Dios. La Iglesia tiene que ir por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la entrega total. En el seno de la Iglesia, laicos son todos los fieles incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados en el Pueblo de Dios, que ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que les corresponde. Los fieles laicos participan, de la manera que les es propia, en el triple oficio profético, sacerdotal y real de Jesucristo. Esta participación tiene su raíz primera en el Bautismo, se desarrolla en la Confirmación y se alimenta en la Eucaristía. En virtud de su realidad bautismal, el laico es corresponsable en la misión de la Iglesia. Pero esta realidad asume en el fiel laico una modalidad que lo distingue, la índole secular. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos.

Los fieles laicos viven en el mundo, implicados en sus trabajos y ocupaciones y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social: estudian, trabajan, establecen relaciones sociales, de amistad, culturales, profesionales, etc. De esta manera, el mundo se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos. Los laicos contribuyen a la transformación del mundo desde dentro, como el fermento, mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico, manifestando a Cristo delante de los otros con su palabra y testimonio, con su fe, esperanza y caridad. Las imágenes de la sal, la luz y la levadura expresan la inserción y la participación de los laicos en el mundo, en la sociedad, y expresan la originalidad de esta participación.

Los laicos aportan nuevas energías de participación y renovación y propician una nueva colaboración. Colaboran con diversos tipos de servicios, unos dentro de la Iglesia como animadores de la oración, del canto y de la liturgia, en el anuncio de la Palabra de Dios y la catequesis, como responsables de comunidades eclesiales y de grupos de estudio y de revisión de vida, como encargados de las obras caritativas, como administradores de los bienes de la Iglesia, como dirigentes de los diversos movimientos, grupos y asociaciones apostólicas. Otros en las familias, en las escuelas, en la vida política, económica, social y cultural.

Queridos hermanos laicos y laicas: gracias por vuestra conciencia eclesial, porque os sentís miembros vivos y corresponsables en nuestra Iglesia local. En un mundo en cambio constante en el que hace falta afrontar y dar respuesta a las nuevas situaciones en la Iglesia y en la sociedad, en la economía y en la política, en la cultura, la ciencia y la investigación, es fundamental e imprescindible vuestro compromiso en la acción pastoral y en la fermentación evangélica de los ambientes y las estructuras. ¡Santo y fructífero Pentecostés!

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

Pentecostés: enviados a la misión

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Santísima Trinidad

Este domingo celebramos que Cristo resucitado nos da su Espíritu y concluimos las siete semanas de la Pascua. ¿Os imagináis la transformación que tuvo lugar en aquella primera comunidad de los Apóstoles el día de Pentecostés? Hasta este momento tan extraordinario aquellos pobres discípulos que siguieron al Señor habían sido unas personas débiles, llenas de miedo, calladas, encerradas. Aquel día, el Espíritu tomó posesión de su comunidad, la llenó de vida y les abrió todas las puertas. Los que habían permanecido callados empezaron a anunciar la Buena Noticia de Jesús, a pesar de las múltiples dificultades y persecuciones: «Se llenaron todos del Espíritu y empezaron a hablar». Los débiles mostraron una fuerza admirable y misteriosa. La comunidad se llenó de iniciativas, los ministros se decidieron a actuar con entusiasmo, empezaron a celebrarse los sacramentos que había establecido Cristo: «Recibid al Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados». El Espíritu Santo, fuego y aliento, verdad y energía. Hoy celebramos al mismo Espíritu, que sigue siendo el alma de la Iglesia, el que la llena de sus dones, haciendo florecer la fe de tantas comunidades con nuevos y sorprendentes movimientos llenos de vitalidad.

A partir de Pentecostés comenzó a extenderse el Evangelio por todo el mundo ininterrumpidamente hasta que el Señor vuelva. El Espíritu Santo, por la acción maternal de la Virgen María y de la Iglesia, nos sigue congregando en una misma fe a todos los hombres divididos por el pecado. La fiesta de este domingo, Pentecostés, debería notarse en cada uno de nosotros y en nuestra comunidad como un aumento de vida y de entusiasmo. Han terminado los días de la Pascua, pero el Señor resucitado nos ha dejado su mejor herencia: su Espíritu. Se tiene que notar que creemos en él y que nos dejamos animar por él, por eso se nos llama a abrirnos más a la acción del Espíritu, a pedirle el don de la comunión y a revisar bajo su luz nuestras actitudes en medio de la comunidad concreta donde vivimos la fe. A partir de esta fiesta debemos tomar más conciencia de que por la acción del Espíritu, Cristo resucitado nos envía: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». La unción del Espíritu nos hace ser como él, nos hace partícipes de su misión. Se nos envía, como a él, para «anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». En definitiva, si vamos al encuentro de los que Jesús atendía, si nos dejamos llevar o no por el Espíritu que nos envía.

En la Iglesia, todos nosotros debemos volver a descubrir que somos hermanos, como nos recordaba el Papa Francisco, hermanos que no han olvidado la importancia de la comunicación con una misma lengua, que es la lengua del amor enseñada por el Espíritu Santo, o mejor aún, «derramada en los corazones» por el Espíritu Santo.

Unidos a la Virgen María nos ponemos en oración todos con la misma plegaria, pero con mucha fe, para decir en voz alta: ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama del amor y reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Amén.

Palabra de Vida de la 3º semana de mayo de 2024

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Comenzaba el tiempo de Cuaresma con la llamada de Cristo a la conversión y la respuesta de la Iglesia haciendo suyas las palabras del salmista: renuévame por dentro con espíritu firme… no me quites tu santo espíritu…devuélveme la alegría de tu salvación (Sal 50, 12-14). Se nos regaló el tiempo cuaresmal para experimentar la fuerza redentora del amor de Cristo. Se nos ha regalado el tiempo de pascua para nacer con Cristo a la vida nueva, renovar la gracia bautismal y aspirar a los bienes eternos, donde está nuestra meta. Llegamos al culmen de la celebración pascual, en la solemnidad de pentecostés, para renovar la efusión del Espíritu Santo que obra en nuestros corazones maravillas inefables.

La Solemnidad de Pentecostés, en efecto, trae maravillas divinas al corazón humano.

Jesús resucitado cumple la promesa hecha a los discípulos antes de su muerte: pide al Padre que envíe otro Defensor, el Espíritu Santo. En la tarde del día de la resurrección, Jesucristo derrama el don del Espíritu sobre los apóstoles, anticipando la efusión del día de Pentecostés. La efusión espiritual e invisible se realiza con un gesto material y sensible: Jesús sopla sobre los discípulos. Si con un soplo el hombre moldeado del barro recibió la vida de Dios, con un nuevo soplo el hombre recibe ahora al Señor y Dador de vida. El evangelio del domingo de Pentecostés nos permite reconocer algunas de las maravillas que el Espíritu Santo obra en el corazón de los fieles. Podemos destacar cinco.

La primera maravilla se refiere al encuentro renovado con Jesucristo. El Espíritu Santo garantiza el encuentro vivo con el Señor mientras caminamos en este mundo, hasta que Él vuelva. La segunda maravilla tiene que ver con el don de la paz. El apóstol san Pablo recuerda que la paz es fruto del Espíritu Santo. El saludo propio del cristiano es el beso de la paz. El Espíritu pone paz en el corazón y convierte en constructor de paz a quien le es dócil. La paz del Espíritu es tranquilidad del orden, sosiego en el progreso, concordia en las relaciones, serenidad en el ánimo. Quien protege la paz, camina en el Espíritu. La tercera maravilla es alegría colmada. También la alegría es fruto del Espíritu. Jesucristo quiere para los suyos alegría completa. La cuarta maravilla es la pertenencia a la misión salvadora del Redentor. El Espíritu Santo convierte al discípulo en apóstol, haciendo de él un testigo del Señor. La quinta maravilla, en fin, se refiere al perdón de los pecados. El amor de Dios derramado con el Espíritu Santo es mayor que los errores y pecados del ser humano. El corazón perdonado atestigua las maravillas que el Espíritu Santo obra en él.

Semana esta de emociones: como en el primer Pentecostés, nos reunimos en oración junto a la Virgen María para recibir una nueva efusión del Espíritu Santo. Vuelven a resonar con fuerza las palabras improvisadas de san Juan Pablo II pronunciadas desde el balcón del santuario de Nuestra Señora del Rocío el 14 de junio de 1993: “Que todo el mundo sea rociero”. Para vivir Pentecostés hay que hacerse rociero, es decir, hay que ser del todo y siempre de María Santísima. ¡Benditos romeros que siembran amor a la Madre de Dios a su paso peregrino!

 

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

El arzobispo de Sevilla comparte mesa con los usuarios del comedor social San Juan de Dios

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El arzobispo de Sevilla comparte mesa con los usuarios del comedor social San Juan de Dios

El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, visitó la tarde del pasado jueves, las instalaciones de los Servicios Sociales de San Juan de Dios, de Sevilla, el centro de la Orden Hospitalaria que oferta diferentes programas sociales a personas en exclusión social o riesgo de estarlo.

Don José Ángel ha querido compartir mesa y alimentos con las personas que cada día acuden a almorzar al comedor social, junto al Superior de la comunidad San Juan de Dios en Sevilla, el hermano Guillermo García.

Durante el recorrido por las instalaciones, guiado por Fernando Fuentes, hermano de San Juan de Dios, José Manuel Quesada, director de los Servicios Sociales y Pino Díaz, responsable del voluntariado, monseñor Saiz Meneses tuvo la oportunidad de conocer de primera mano los servicios de comedor, duchas, ropería, acogida de refugiados y otras atenciones sociales que ofrece este centro.

“Hacer presente el amor de Dios curando las heridas de los hermanos más vulnerables y necesitados”, con estas palabras exhortó el arzobispo de Sevilla al equipo humano – entre ellos, 85 voluntarios –  que hace posible la atención diaria a más de 200 personas de 56 nacionalidades.

En palabras de Quesada, “el alma del comedor no solo es dar de comer, sino de prestar unos servicios adicionales a nuestros usuarios”. De todos los beneficiados, el 75 por ciento son hombres y el 25 por ciento restante son mujeres. También se benefician alrededor de 300 niños a través del banco de alimentos.

Sobre el Comedor Social de San Juan de Dios

El centro ubicado en la calle Misericordia, 8. (Sevilla), ofrece atención hacia cualquier persona que carezca de recursos económicos o se encuentre en situación de exclusión social, buscando ofrecer alternativas para dar cobertura a sus necesidades básicas. Los objetivos son la atención, promoción e inserción social de aquellas personas más desfavorecidas con programas de alimentación, higiene, atención social y servicio bucodental.

La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios

La Provincia San Juan de Dios de España de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios es una institución católica sin ánimo de lucro, cuyo origen se remonta al siglo XVI.

La Orden Hospitalaria sostiene un modelo de atención integral centrado en la persona que se adapta a los retos de la sociedad actual, con el objetivo de promocionar y mejorar la salud de las personas y su calidad de vida, sin distinción por cuestión de género, creencias u origen, para crear una sociedad más justa y solidaria. En España, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios cuenta con una red de 79 centros y dispositivos sanitarios, sociales, sociosanitarios, docentes y de investigación que atienden a casi un millón y medio de personas anualmente. Está integrada por 188 hermanos, 15.000 profesionales, más de 3.300 voluntarios y numerosos donantes y bienhechores.

A nivel mundial la Orden Hospitalaria está presente en 52 países con 402 obras apostólicas y centros sociales y sanitarios, atendiendo a más de tres millones de personas al año. Además, cuenta con 1.020 hermanos, 63.000 profesionales y 23.000 voluntarios/as.

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Reestructuraciones y nombramientos del arzobispo (abril – mayo 2024)

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Nota del Arzobispado de Granada. 

En el Juramento del Vicario de Pastoral, D. José Carlos Isla Tejera.

 

Reestructuraciones y Nombramientos del Sr. Arzobispo para el desempeño de los Distintos Servicios Pastorales en la Archidiócesis de Granada

En el día de ayer, 16 de mayo, festividad de San Alejandro, Obispo de Jerusalén y Mártir, el Arzobispo de Granada ha procedido a efectuar los distintos nombramientos que constituirán los nuevos destinos pastorales.

Así mismo, ha procedido a la reestructuración territorial de los Arciprestazgos de Gabia, Alhama y Loja.

CURIA DIOCESANA:

Vicaría de Pastoral

– Vicario de Pastoral: Rvdo. D. José Carlos Isla Tejera.

REESTRUCTURACIÓN VICARIA TERRITORIAL I y II:

Segregación de tres parroquias del arciprestazgo de Alhama que pasan al Arciprestazgo de Gabia:

  • Santísimo Sacramento de Jayena,
  • Inmaculada Concepción de Fornes y
  • San Sebastián de Arenas del Rey

Fusión de los Arciprestazgos de Loja y Alhama: Nueva denominación: Arciprestazgo de Poniente Granadino, el cual queda integrado por las siguientes parroquias:

La Encarnación de Alhama

Santa María la Mayor de Algarinejo

María Auxiliadora de Almendral

Ntra. Sra. de los Dolores de Cacín

San Jerónimo de Fuentes de Cesna

Santa Isabel de Huétor Tájar

Ntro. Padre Jesús Nazareno de Játar

Santa Catalina de Loja

La Encarnación de Loja

San Gabriel de Loja

La Encarnación de Montefrío

Ntra. Sra. de las Angustias de Moraleda de Zafayona

Ntra. Sra. de la Misericordia de Riofrío

Santa Ana de Salar

Ntro. Padre Jesús de Santa Cruz del Comercio

Ntra. Sra. del Rosario de El Turro

San José de Ventorros de San José

Ntra. Sra. de la Aurora de Villanueva de Mesía

Ntra. Sra. de los Dolores de Zafarraya

San Lorenzo de Zagra

SECRETARIADOS DIOCESANOS:

  • Director adjunto de la Pastoral de Sordos: Sr. D. Francisco Morales Casares.

LEER NOTA DEL ARZOBISPADO DE GRANADA
17 de mayo de 2024

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Abierto el plazo de inscripción para la formación sobre misión compartida de CONFER Murcia

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La sede de la Conferencia Española de Religiosos de Murcia (CONFER Murcia) acogerá el sábado 25 de mayo una jornada formativa que tendrá como tema central La misión compartida. «Este es un tema muy importante a tratar, sobre todo en este momento después del Sínodo en el que el Papa Francisco nos llama a caminar a toda la Iglesia de manera conjunta, es decir, que es una tarea de todos, un camino a recorrer juntos», explica Martín Cuenca, presidente de CONFER Murcia. Anualmente, desde CONFER se organizan dos formaciones a lo largo del año, abiertas tanto a sus miembros como a los de Escuelas Católicas y de otras instituciones que quieran participar.

Esta jornada, que comenzará a las 9:00 horas, estará dirigida por Belén Blanco, Jorge Botana y la hermana Marina Panera, miembros de CONFER Nacional. Será una formación presencial y gratuita en la que se debatirá sobre qué es y qué no es misión compartida, se expondrán experiencias de implantación de esta forma de caminar juntos y habrá tiempo para trabajar en grupos. Las inscripciones pueden realizarse hasta el 20 de mayo en este enlace.

La entrada Abierto el plazo de inscripción para la formación sobre misión compartida de CONFER Murcia aparece primero en Diócesis de Cartagena.

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Laicos llamados a la misión (19/05/2024)

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Laicos llamados a la misión (19/05/2024)

En la solemnidad de Pentecostés celebramos el día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Este año destacamos el hecho de que los laicos, desde el bautismo, han recibido una vocación que los hace corresponsables en la vida y en la misión de la Iglesia. El mandato misionero del Señor resucitado a los discípulos tiene el fundamento último en el amor eterno de la Santísima Trinidad y en la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre.  El Señor Jesús, después de completar con su Muerte y Resurrección los misterios de nuestra salvación, fundó su Iglesia y envió a los apóstoles por todo el mundo, como Él había sido enviado por el Padre (cf. Jn 20, 21).

La misión de la Iglesia continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión misma de Cristo, que quiere conducir a todos los hombres y las mujeres a la fe, a la libertad y a la paz, de manera que descubran el camino para la plena participación en el misterio de Dios. La Iglesia tiene que ir por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la entrega total. En el seno de la Iglesia, laicos son todos los fieles incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados en el Pueblo de Dios, que ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que les corresponde. Los fieles laicos participan, de la manera que les es propia, en el triple oficio profético, sacerdotal y real de Jesucristo. Esta participación tiene su raíz primera en el Bautismo, se desarrolla en la Confirmación y se alimenta en la Eucaristía. En virtud de su realidad bautismal, el laico es corresponsable en la misión de la Iglesia. Pero esta realidad asume en el fiel laico una modalidad que lo distingue, la índole secular. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos.

Los fieles laicos viven en el mundo, implicados en sus trabajos y ocupaciones y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social: estudian, trabajan, establecen relaciones sociales, de amistad, culturales, profesionales, etc. De esta manera, el mundo se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos. Los laicos contribuyen a la transformación del mundo desde dentro, como el fermento, mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico, manifestando a Cristo delante de los otros con su palabra y testimonio, con su fe, esperanza y caridad. Las imágenes de la sal, la luz y la levadura expresan la inserción y la participación de los laicos en el mundo, en la sociedad, y expresan la originalidad de esta participación.

Los laicos aportan nuevas energías de participación y renovación y propician una nueva colaboración. Colaboran con diversos tipos de servicios, unos dentro de la Iglesia como animadores de la oración, del canto y de la liturgia, en el anuncio de la Palabra de Dios y la catequesis, como responsables de comunidades eclesiales y de grupos de estudio y de revisión de vida, como encargados de las obras caritativas, como administradores de los bienes de la Iglesia, como dirigentes de los diversos movimientos, grupos y asociaciones apostólicas. Otros en las familias, en las escuelas, en la vida política, económica, social y cultural.

Queridos hermanos laicos y laicas: gracias por vuestra conciencia eclesial, porque os sentís miembros vivos y corresponsables en nuestra Iglesia local. En un mundo en cambio constante en el que hace falta afrontar y dar respuesta a las nuevas situaciones en la Iglesia y en la sociedad, en la economía y en la política, en la cultura, la ciencia y la investigación, es fundamental e imprescindible vuestro compromiso en la acción pastoral y en la fermentación evangélica de los ambientes y las estructuras. ¡Santo y fructífero Pentecostés!

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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LECTURAS DE LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (CICLO B)

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Primera lectura

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar

Hechos de los apóstoles 2, 1‑11

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.  De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.  Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos.  Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.

Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo.  Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.  Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando?  Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?  Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia,  de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros,  tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Salmo responsorial

Salmo 103, 1ab  y 24ac. 29bc‑30. 31 y 34 (R.: cf. 30)

R. / Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 

  •  Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!  Cuántas son tus obras, Señor, la tierra está llena de tus criaturas.
  • Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu espíritu, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
  • Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras;  que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.

Segunda lectura

Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo

Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b‑7. 12‑13

Hermanos:  Nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo.

Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor;  y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.  Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.  Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.  Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Secuencia

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hambre,  si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,  doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

Aleluya

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles enciende en ellos la llama de tu amor.

Evangelio

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

Evangelio según san Juan 20, 19‑23

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.

 

 

Comentario bíblico de Miguel Ángel Garzón

Hch 2,1-11; Sal 103; 1Co 12,3-7.12-13; Jn 20,19-23

El relato de los Hechos de los Apóstoles escenifica la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana en la fiesta judía de Pentecostés. Mientras el pueblo conmemora la entrega de la ley, la Iglesia naciente recibe el don del Espíritu, la nueva Ley de la nueva Alianza. Los elementos de las manifestaciones divinas (viento, ruido, fuego) expresan su fuerza y su ocultación. Se conjuga la experiencia personal y la dimensión universal del acontecimiento: todos se llenan del Espíritu y cada uno recibe la capacidad para anunciar la Buena Nueva. La palabra llega a todas las naciones, representadas en los provenientes de todos los puntos cardinales. Nace, así, la unidad de la fe en la pluralidad de lenguas, que anula la dispersión y la confusión del pecado de Babel.

El evangelio contiene el “pentecostés joánico” en el día de la Resurrección. Jesús Resucitado se hace presente en medio de la comunidad, encerrada por miedo a los judíos, comunicando la alegría pascual y la paz que elimina todo temor. Después los envía, haciéndoles partícipes de la misión que el Padre le encomendó. Para ello, derrama su Espíritu con el soplo de su aliento para recrear la humanidad, rememorando la acción de Dios al crear al ser humano (Gn 2,7). Es el Espíritu dador de vida que mantiene con vida todas las obras de Dios (Salmo 103). Este Espíritu confiere el poder a la Iglesia para continuar la obra de salvación otorgando el perdón a todo el que crea.

Pablo pone de manifiesto la acción del Espíritu en el creyente y la comunidad: por un lado, nos impulsa a confesar a Jesucristo como Señor; por otro, nos incorpora, en el bautismo, al único cuerpo de Cristo y suscita una pluralidad de carismas y ministerios para el bien común. Es el Espíritu que hoy sigue animando la vida y misión de la Iglesia.

Orar con la Palabra

  1. ¿Cómo es tu relación con el Espíritu? ¿Lo invocas y te dejas guiar por él?
  2. ¿Dónde haces resonar el evangelio? ¿De qué forma lo haces?
  3. ¿Qué carismas has recibido del Espíritu? ¿Los pones al servicio de la comunidad?

 

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