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El Espíritu Santo os guiará hasta la verdad plena

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La fiesta de Pentecostés es como el broche de oro del tiempo pascual. Es un punto
culminante en el año litúrgico, como lo es la Navidad o la Resurrección del Señor. Es la
Pascua de Pentecostés, el paso del Espíritu Santo por nuestra vida para reanimarnos y
encendernos en el amor de Cristo.
El centro de nuestra vida cristiana es una persona, es Jesucristo. Pero no tendríamos
acceso a él, si no fuera por el Espíritu Santo. Ya nos lo dijo Jesús: “Os conviene que yo
me vaya, porque si no me voy no vendrá el Paráclito” (Jn 16,7). La presencia cercana,
en carne viva de Jesús en la tierra se convierte ahora en presencia espiritual de Jesús en
nuestras almas. La carne ha sido espiritualizada por la acción del Espíritu Santo, la
carne de Cristo ha sido resucitada por ese mismo Espíritu. Esa carne de Cristo viene
hasta nosotros en la Eucaristía por la acción del Espíritu Santo.
En cada uno de nosotros, y en la Iglesia, el Espíritu Santo viene a ser como el alma de
nuestra alma. Toda la vida cristiana consiste en dejarse mover por el Espíritu Santo. De
esta manera, somos hechos nuevas criaturas en el bautismo, por el agua y el Espíritu
Santo. Esa nueva vida se alimenta en la Eucaristía, se restaura en el sacramento del
perdón. El Espíritu Santo está presente en todos y cada uno de los sacramentos con su
poder y virtud para transfundirnos los sentimientos y las virtudes de Cristo. Por eso,
invocamos continuamente al Espíritu Santo, que quiere entrar en nuestro corazón y
transfigurarnos a la medida de Cristo.
Cuando en la vida cristiana se llega a reconocer la acción del Espíritu Santo, que actúa
constantemente casi sin darnos cuenta, alcanzamos la libertad de los hijos de Dios. El
Espíritu Santo llena de amor nuestros corazones y nos enseña a amar al estilo de Cristo.
Sería imposible para nosotros imitar a Cristo, vivir como él, parecernos a él, si no fuera
por la acción silenciosa y eficaz del Espíritu Santo en nuestras vidas. Por eso, ven
Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Vivimos un nuevo Pentecostés en nuestros días. Proliferan por todas partes las
experiencias del Espíritu Santo, los grupos carismáticos, la renovación en el Espíritu,
los seminarios sobre el asunto. Ojalá todo ello redunde en una verdadera reforma de la
Iglesia desde dentro, si quienes fomentan esta relación se dejan mover por el Espíritu
Santo, que les llevará a la santidad plena.
Coincidiendo con esta gran fiesta, celebramos también el Día de la Acción Católica y
del Apostolado Seglar, con el lema “Laicos por vocación, llamados a la misión”. La
vocación del laico en la Iglesia no es una vocación residual, o por defecto. Una persona
es llamada a vivir como seglar en la Iglesia no porque no sea otra cosa, sacerdote o
consagrado, sino porque se siente llamado a vivir en el mundo la vida cristiana, para
transformar el mundo desde dentro a manera de fermento y para ordenar los asuntos
temporales según Dios.
Para un seglar, el mundo es el lugar donde vive, pero además es el lugar donde se
santifica. La inmersión en el mundo, sin hacerse del mundo, es lo propio de la vida
seglar: la familia santificada por el sacramento del matrimonio, los hijos y su crianza, el
trabajo profesional como mundo de relaciones justas y fraternas, el mundo de la cultura,
donde viven los hombres, la vida pública en todas sus dimensiones, la presencia en las

sociedades intermedias de la sociedad e incluso el compromiso en un partido político.
Todo eso y más corresponde al seglar que vive en el mundo.
Pidamos que los laicos de nuestra diócesis crezcan y se afiancen en su vocación laical
para transformar el mundo y hacer de él una antesala del cielo.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

Laicos llamados a la misión

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En la solemnidad de Pentecostés celebramos el día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Este año destacamos el hecho de que los laicos, desde el bautismo, han recibido una vocación que los hace corresponsables en la vida y en la misión de la Iglesia. El mandato misionero del Señor resucitado a los discípulos tiene el fundamento último en el amor eterno de la Santísima Trinidad y en la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre.  El Señor Jesús, después de completar con su Muerte y Resurrección los misterios de nuestra salvación, fundó su Iglesia y envió a los apóstoles por todo el mundo, como Él había sido enviado por el Padre (cf. Jn 20, 21).

La misión de la Iglesia continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión misma de Cristo, que quiere conducir a todos los hombres y las mujeres a la fe, a la libertad y a la paz, de manera que descubran el camino para la plena participación en el misterio de Dios. La Iglesia tiene que ir por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la entrega total. En el seno de la Iglesia, laicos son todos los fieles incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados en el Pueblo de Dios, que ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que les corresponde. Los fieles laicos participan, de la manera que les es propia, en el triple oficio profético, sacerdotal y real de Jesucristo. Esta participación tiene su raíz primera en el Bautismo, se desarrolla en la Confirmación y se alimenta en la Eucaristía. En virtud de su realidad bautismal, el laico es corresponsable en la misión de la Iglesia. Pero esta realidad asume en el fiel laico una modalidad que lo distingue, la índole secular. El carácter secular es propio y peculiar de los laicos.

Los fieles laicos viven en el mundo, implicados en sus trabajos y ocupaciones y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social: estudian, trabajan, establecen relaciones sociales, de amistad, culturales, profesionales, etc. De esta manera, el mundo se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos. Los laicos contribuyen a la transformación del mundo desde dentro, como el fermento, mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico, manifestando a Cristo delante de los otros con su palabra y testimonio, con su fe, esperanza y caridad. Las imágenes de la sal, la luz y la levadura expresan la inserción y la participación de los laicos en el mundo, en la sociedad, y expresan la originalidad de esta participación.

Los laicos aportan nuevas energías de participación y renovación y propician una nueva colaboración. Colaboran con diversos tipos de servicios, unos dentro de la Iglesia como animadores de la oración, del canto y de la liturgia, en el anuncio de la Palabra de Dios y la catequesis, como responsables de comunidades eclesiales y de grupos de estudio y de revisión de vida, como encargados de las obras caritativas, como administradores de los bienes de la Iglesia, como dirigentes de los diversos movimientos, grupos y asociaciones apostólicas. Otros en las familias, en las escuelas, en la vida política, económica, social y cultural.

Queridos hermanos laicos y laicas: gracias por vuestra conciencia eclesial, porque os sentís miembros vivos y corresponsables en nuestra Iglesia local. En un mundo en cambio constante en el que hace falta afrontar y dar respuesta a las nuevas situaciones en la Iglesia y en la sociedad, en la economía y en la política, en la cultura, la ciencia y la investigación, es fundamental e imprescindible vuestro compromiso en la acción pastoral y en la fermentación evangélica de los ambientes y las estructuras. ¡Santo y fructífero Pentecostés!

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

Pentecostés: enviados a la misión

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Santísima Trinidad

Este domingo celebramos que Cristo resucitado nos da su Espíritu y concluimos las siete semanas de la Pascua. ¿Os imagináis la transformación que tuvo lugar en aquella primera comunidad de los Apóstoles el día de Pentecostés? Hasta este momento tan extraordinario aquellos pobres discípulos que siguieron al Señor habían sido unas personas débiles, llenas de miedo, calladas, encerradas. Aquel día, el Espíritu tomó posesión de su comunidad, la llenó de vida y les abrió todas las puertas. Los que habían permanecido callados empezaron a anunciar la Buena Noticia de Jesús, a pesar de las múltiples dificultades y persecuciones: «Se llenaron todos del Espíritu y empezaron a hablar». Los débiles mostraron una fuerza admirable y misteriosa. La comunidad se llenó de iniciativas, los ministros se decidieron a actuar con entusiasmo, empezaron a celebrarse los sacramentos que había establecido Cristo: «Recibid al Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados». El Espíritu Santo, fuego y aliento, verdad y energía. Hoy celebramos al mismo Espíritu, que sigue siendo el alma de la Iglesia, el que la llena de sus dones, haciendo florecer la fe de tantas comunidades con nuevos y sorprendentes movimientos llenos de vitalidad.

A partir de Pentecostés comenzó a extenderse el Evangelio por todo el mundo ininterrumpidamente hasta que el Señor vuelva. El Espíritu Santo, por la acción maternal de la Virgen María y de la Iglesia, nos sigue congregando en una misma fe a todos los hombres divididos por el pecado. La fiesta de este domingo, Pentecostés, debería notarse en cada uno de nosotros y en nuestra comunidad como un aumento de vida y de entusiasmo. Han terminado los días de la Pascua, pero el Señor resucitado nos ha dejado su mejor herencia: su Espíritu. Se tiene que notar que creemos en él y que nos dejamos animar por él, por eso se nos llama a abrirnos más a la acción del Espíritu, a pedirle el don de la comunión y a revisar bajo su luz nuestras actitudes en medio de la comunidad concreta donde vivimos la fe. A partir de esta fiesta debemos tomar más conciencia de que por la acción del Espíritu, Cristo resucitado nos envía: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». La unción del Espíritu nos hace ser como él, nos hace partícipes de su misión. Se nos envía, como a él, para «anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». En definitiva, si vamos al encuentro de los que Jesús atendía, si nos dejamos llevar o no por el Espíritu que nos envía.

En la Iglesia, todos nosotros debemos volver a descubrir que somos hermanos, como nos recordaba el Papa Francisco, hermanos que no han olvidado la importancia de la comunicación con una misma lengua, que es la lengua del amor enseñada por el Espíritu Santo, o mejor aún, «derramada en los corazones» por el Espíritu Santo.

Unidos a la Virgen María nos ponemos en oración todos con la misma plegaria, pero con mucha fe, para decir en voz alta: ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama del amor y reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Amén.

Palabra de Vida de la 3º semana de mayo de 2024

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Comenzaba el tiempo de Cuaresma con la llamada de Cristo a la conversión y la respuesta de la Iglesia haciendo suyas las palabras del salmista: renuévame por dentro con espíritu firme… no me quites tu santo espíritu…devuélveme la alegría de tu salvación (Sal 50, 12-14). Se nos regaló el tiempo cuaresmal para experimentar la fuerza redentora del amor de Cristo. Se nos ha regalado el tiempo de pascua para nacer con Cristo a la vida nueva, renovar la gracia bautismal y aspirar a los bienes eternos, donde está nuestra meta. Llegamos al culmen de la celebración pascual, en la solemnidad de pentecostés, para renovar la efusión del Espíritu Santo que obra en nuestros corazones maravillas inefables.

La Solemnidad de Pentecostés, en efecto, trae maravillas divinas al corazón humano.

Jesús resucitado cumple la promesa hecha a los discípulos antes de su muerte: pide al Padre que envíe otro Defensor, el Espíritu Santo. En la tarde del día de la resurrección, Jesucristo derrama el don del Espíritu sobre los apóstoles, anticipando la efusión del día de Pentecostés. La efusión espiritual e invisible se realiza con un gesto material y sensible: Jesús sopla sobre los discípulos. Si con un soplo el hombre moldeado del barro recibió la vida de Dios, con un nuevo soplo el hombre recibe ahora al Señor y Dador de vida. El evangelio del domingo de Pentecostés nos permite reconocer algunas de las maravillas que el Espíritu Santo obra en el corazón de los fieles. Podemos destacar cinco.

La primera maravilla se refiere al encuentro renovado con Jesucristo. El Espíritu Santo garantiza el encuentro vivo con el Señor mientras caminamos en este mundo, hasta que Él vuelva. La segunda maravilla tiene que ver con el don de la paz. El apóstol san Pablo recuerda que la paz es fruto del Espíritu Santo. El saludo propio del cristiano es el beso de la paz. El Espíritu pone paz en el corazón y convierte en constructor de paz a quien le es dócil. La paz del Espíritu es tranquilidad del orden, sosiego en el progreso, concordia en las relaciones, serenidad en el ánimo. Quien protege la paz, camina en el Espíritu. La tercera maravilla es alegría colmada. También la alegría es fruto del Espíritu. Jesucristo quiere para los suyos alegría completa. La cuarta maravilla es la pertenencia a la misión salvadora del Redentor. El Espíritu Santo convierte al discípulo en apóstol, haciendo de él un testigo del Señor. La quinta maravilla, en fin, se refiere al perdón de los pecados. El amor de Dios derramado con el Espíritu Santo es mayor que los errores y pecados del ser humano. El corazón perdonado atestigua las maravillas que el Espíritu Santo obra en él.

Semana esta de emociones: como en el primer Pentecostés, nos reunimos en oración junto a la Virgen María para recibir una nueva efusión del Espíritu Santo. Vuelven a resonar con fuerza las palabras improvisadas de san Juan Pablo II pronunciadas desde el balcón del santuario de Nuestra Señora del Rocío el 14 de junio de 1993: “Que todo el mundo sea rociero”. Para vivir Pentecostés hay que hacerse rociero, es decir, hay que ser del todo y siempre de María Santísima. ¡Benditos romeros que siembran amor a la Madre de Dios a su paso peregrino!

 

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

Reestructuraciones y nombramientos del arzobispo (abril – mayo 2024)

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Nota del Arzobispado de Granada. 

En el Juramento del Vicario de Pastoral, D. José Carlos Isla Tejera.

 

Reestructuraciones y Nombramientos del Sr. Arzobispo para el desempeño de los Distintos Servicios Pastorales en la Archidiócesis de Granada

En el día de ayer, 16 de mayo, festividad de San Alejandro, Obispo de Jerusalén y Mártir, el Arzobispo de Granada ha procedido a efectuar los distintos nombramientos que constituirán los nuevos destinos pastorales.

Así mismo, ha procedido a la reestructuración territorial de los Arciprestazgos de Gabia, Alhama y Loja.

CURIA DIOCESANA:

Vicaría de Pastoral

– Vicario de Pastoral: Rvdo. D. José Carlos Isla Tejera.

REESTRUCTURACIÓN VICARIA TERRITORIAL I y II:

Segregación de tres parroquias del arciprestazgo de Alhama que pasan al Arciprestazgo de Gabia:

  • Santísimo Sacramento de Jayena,
  • Inmaculada Concepción de Fornes y
  • San Sebastián de Arenas del Rey

Fusión de los Arciprestazgos de Loja y Alhama: Nueva denominación: Arciprestazgo de Poniente Granadino, el cual queda integrado por las siguientes parroquias:

La Encarnación de Alhama

Santa María la Mayor de Algarinejo

María Auxiliadora de Almendral

Ntra. Sra. de los Dolores de Cacín

San Jerónimo de Fuentes de Cesna

Santa Isabel de Huétor Tájar

Ntro. Padre Jesús Nazareno de Játar

Santa Catalina de Loja

La Encarnación de Loja

San Gabriel de Loja

La Encarnación de Montefrío

Ntra. Sra. de las Angustias de Moraleda de Zafayona

Ntra. Sra. de la Misericordia de Riofrío

Santa Ana de Salar

Ntro. Padre Jesús de Santa Cruz del Comercio

Ntra. Sra. del Rosario de El Turro

San José de Ventorros de San José

Ntra. Sra. de la Aurora de Villanueva de Mesía

Ntra. Sra. de los Dolores de Zafarraya

San Lorenzo de Zagra

SECRETARIADOS DIOCESANOS:

  • Director adjunto de la Pastoral de Sordos: Sr. D. Francisco Morales Casares.

LEER NOTA DEL ARZOBISPADO DE GRANADA
17 de mayo de 2024

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Abierto el plazo de inscripción para la formación sobre misión compartida de CONFER Murcia

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La sede de la Conferencia Española de Religiosos de Murcia (CONFER Murcia) acogerá el sábado 25 de mayo una jornada formativa que tendrá como tema central La misión compartida. «Este es un tema muy importante a tratar, sobre todo en este momento después del Sínodo en el que el Papa Francisco nos llama a caminar a toda la Iglesia de manera conjunta, es decir, que es una tarea de todos, un camino a recorrer juntos», explica Martín Cuenca, presidente de CONFER Murcia. Anualmente, desde CONFER se organizan dos formaciones a lo largo del año, abiertas tanto a sus miembros como a los de Escuelas Católicas y de otras instituciones que quieran participar.

Esta jornada, que comenzará a las 9:00 horas, estará dirigida por Belén Blanco, Jorge Botana y la hermana Marina Panera, miembros de CONFER Nacional. Será una formación presencial y gratuita en la que se debatirá sobre qué es y qué no es misión compartida, se expondrán experiencias de implantación de esta forma de caminar juntos y habrá tiempo para trabajar en grupos. Las inscripciones pueden realizarse hasta el 20 de mayo en este enlace.

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“La asignatura de Religión nos ayuda a entender nuestra cultura y sus celebraciones”

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Moisés Peralvo imparte la asignatura de Religión en infantil y primaria en los centros Camacho Melendo y Virgen de la Cabeza de Priego de Córdoba

En los centros andaluces hay un alto porcentaje de matriculaciones en la asignatura de Religión Católica. Supera de media el 70%, ¿qué factores cree que influyen en la alta aceptación de la asignatura por parte de las familias y de los jóvenes?

Andalucía es una región que vive de forma muy profunda la religiosidad popular. En nuestra tierra, la religión, y más concretamente, la Fe Católica, está enraizada en lo más profundo de nuestras tradiciones (Semana Santa, Navidad, fiestas patronales y devociones). Por ello, la vivencia popular, así como el papel de las familias en la transmisión de la misma, es un punto importante a la hora de matricular a sus hijos en la asignatura. Asimismo, en muchos casos, también es fruto de la curiosidad de los propios alumnos, sobre todo en cursos más avanzados.  Cuando hablas con ellos, es una respuesta muy sencilla “me gusta religión, me gusta de lo que hablamos”

¿Considera que la materia de Religión y su profesorado tienen el tratamiento que merecen equiparable a las demás materias?

En los centros en los que he dado clase, siempre he recibido un trato muy respetuoso tanto al profesorado como a la materia en sí. Incluso en algunos casos, como maestro de religión, he notado como algunos compañeros se abren y te comentan alguna experiencia íntima o alguna situación concreta, quizá sabiendo que van a escuchar de nosotros un punto de vista diferente. En cuanto a la materia, los propios alumnos la valoran mucho. En muchas ocasiones, el tema tiene que quedar en un segundo plano, porque cualquier situación, bien traída de casa o bien surgida en el propio contexto escolar, es susceptible de sacar a colación el evangelio y cualquiera de sus enseñanzas, preguntándonos “¿cómo habría reaccionado Jesús? ¿qué haría Él?, y nosotros cómo cristianos y alumnos de religión ¿cómo debemos actuar?”.

¿Qué niño/joven de hoy es el que acude a las clases de Religión?

La clase de religión hoy en día es muy diversa, partiendo de que el propio contexto escolar en sí ya lo es. Dentro de la clase de religión nos encontramos desde el niño que participa y sabe todo porque su contexto familiar es muy cercano a la Iglesia y vive una vida de fe, hasta el alumno que abiertamente te confiesa “maestro, yo del todo no creo en esto”. Éste último perfil nos lleva   despertar nuestro celo y promover un encuentro del alumno con Dios, mediante el conocimiento de la figura de Jesús de Nazaret. Sin dejar por ello de lado al alumno que participa y es conocedor de todo aquello de lo que se habla en la materia. Además, la asignatura de Religión propicia un clima en el que hablar de la vocación, animando al alumnado a cuestionarse qué quiere Dios de cada uno de nosotros. Muchos desconocen este tema, y es a ellos a los que el Señor llamará en un futuro próximo como sacerdotes y religiosos de nuestra Diócesis, por lo que es imprescindible mimar este aspecto vocacional de la asignatura.

¿Qué aporta el estudio de esta materia al perfil académico del alumno?

Escuchamos mucho hablar en el ámbito educativo de una “Educación Integral”, la cual pretende desarrollar todas las posibilidades del alumnado en todos sus ámbitos. Pero para que esta educación integral sea verdaderamente efectiva y no un mero concepto, debe abarcar todas las dimensiones del alumno. Incluida su dimensión trascendental/espiritual, entendiendo así que el ser humano es por naturaleza un ser religioso. Es por ello que la asignatura de Religión Católica pretende dar respuesta a las cuestiones existenciales propias de este ámbito. Además, debemos entender que nuestra sociedad hunde sus raíces en el cristianismo, por lo que esta asignatura, también nos ayuda a entender nuestra cultura y sus celebraciones, como decimos, ancladas en su mayoría en la tradición cristiana.

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Viernes, 17 de mayo

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Dossier de prensa diario elaborado por la Delegación diocesana de Medios de Comunicación Social de la diócesis de Córdoba.

20240517 ABC

20240517 Dossier de prensa

 

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Iglesia en Córdoba celebra 90 años de presencia de los hermanos de San Juan de Dios

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«Iglesia en Córdoba» celebra con la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios 90 años de servicio en Córdoba y conversa con las personas que ahora impulsan un proyecto sanitario y humano para el futuro.

En esta edición de la revista oficial  de la Diócesis de Córdoba se pueden encontrar los detalles de la clausura de la fase diocesana de la Causa de beatificación de sor Ana de la Cruz y el inicio de la fase romana.  La reunión de los Obispos del Sur (Odisur) en Córdoba o el nuevo columbario del Santuario de Nuestra Señora de Belén en Palma del Río, son algunos de los contenidos informativos que ha dejado la semana.

La Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales reunió a los profesionales de la prensa local con el Obispo y sus testimonios también están recogidos en esta edición:

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SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS, por Ramón Carlos Rodríguez García

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Lecturas: Hch 2, 1-11. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar. Sal 103. R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. 1 Cor 12, 3b-7. 12-13. Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Secuencia: Ven, Espíritu divino. Jn 20, 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.

Concluimos hoy el ciclo Pascual. Cincuenta días después de haber celebrado la resurrección de Jesús, descubrimos la respuesta generosa que reclamaba ansioso aquel salmista y que nos invita a vivir este momento como “nueva creación”. El apóstol nos recuerda que el Espíritu nos llena de sus dones para el bien común. El fruto generoso y maduro de la Pascua arrecia potente y vigoroso sobre la nave de la Iglesia, para impulsarla hacia su misión.

Tanto el evangelista como el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestran su perspectiva teológica ante el acontecimiento de la donación. Más allá de toda diferencia, subrayamos una coincidencia necesaria: el don del Resucitado, permite a sus discípulos continuar su misión. Ambos textos profundizan en el acontecimiento y no sólo detallan mediante la narración una “crónica”. San Juan subraya a través de una potente imagen cómo aquella comunidad es recreada al modo del Génesis (2,7). Tienen que despojarse de muchos lastres que les impiden afrontar los nuevos desafíos. Para un tiempo nuevo, no valen tempestades viejas. Un poderoso huracán estremecerá sus huesos para que la parálisis del miedo no impida abrir la puerta atrancada con el cerrojo del cansancio y la desilusión.

La promesa se ha cumplido…se sigue cumpliendo. El acontecimiento de Pentecostés no pertenece al pasado. Es el mismo Espíritu el que espabila el oído para poder entender y creer en el Evangelio. Es urgente abrirse a su brisa impetuosa. El mundo enloquecido por los desencuentros y la confusión precisa de una novedosa propuesta de unidad que restablezca el equilibrio de aquel episodio en Babel (Gn 11, 1-9), cuyas consecuencias nos desbordan.  Hoy puede ser Pentecostés, sólo tienes que dejarte inundar por ese Espíritu que en el Bautismo recibiste y que en la Eucaristía hace posible el alimento de eternidad.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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