Fiestas del «Cristo con Cristo»

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

La Laguna amanecía este miércoles 14 de septiembre, Fiesta de la Exaltación de la Cruz, con un cielo encapotado que dejaba caer una fina lluvia. Sin embargo, todo se disponía para celebrar con normalidad los actos previstos en el día principal de las fiestas en honor al Santísimo Cristo de La Laguna. Y así fue. A las 10:15 horas ya no llovía e incluso se dejaban entrever algunos rayos de sol. En ese momento daba comienzo el disparo de las tradicionales Salvas a la salida del pendón de la ciudad desde las Casas Consistoriales, para proceder a su traslado a la Catedral.

La procesión cívico-militar llegaba a las puertas del templo poco antes de las 11:00 horas. Allí el obispo recibió a la representación oficial de la casa Real que ostentó en esta ocasión la presidenta del Parlamento de Canarias, Carolina Darias.

En la Santa Misa, cantada por el coro del Orfeón La Paz, se encontraban, entre otros asistentes, el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo; el presidente del Cabildo Insular, Carlos Alonso, el alcalde de La Laguna, José Alberto Díaz, así como diversas autoridades civiles y militares.

El obispo Bernardo Álvarez comenzó la Eucaristía expresando que “celebramos las fiestas del Cristo con Cristo”. La predicación, como ocurriera a lo largo del Quinario, corrió a cargo del Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla quien comenzó su homilía haciendo una pregunta retórica: “¿Por qué es tan popular esta fiesta de la cruz?”, se interrogó el prelado. “No es precisamente la cruz algo atractivo. Tal vez sea porque su misterio ilumina una realidad ineludible de nuestra vida, que es el sufrimiento. ¿Quién hay en esta catedral que no viva de una forma u otra, el sufrimiento?”.

Para contestar a estas cuestiones, monseñor Munilla recordó que hemos sido creados con un deseo de plenitud, de felicidad y que esta vocación a la felicidad se puede conjugar con la aceptación del sufrimiento. “Quien identifique a la felicidad con el bienestar se equivoca. Pero quien identifique la felicidad con una vocación a la verdad y al amor, comprobará que no hay contradicción en la expresión: “Yo sufro, pero a pesar de eso, soy feliz”.

El prelado de San Sebastián continuó indicando la respuesta que da Dios al sufrimiento. “La respuesta tiene dos travesaños, uno horizontal y otro vertical. Se trata de la cruz de Cristo”. Refiriéndose en primer lugar al travesaño vertical de la cruz, monseñor Munilla señaló que es ahí donde vemos el signo de la solidaridad con el hombre. “Dios no mira el sufrimiento del ser humano desde lejos, sino que él ha querido participar, compartir nuestro sufrimiento. La cruz nos muestra un corazón de Dios que es capaz de hermanarse con nosotros y con nuestro sufrimiento”.

Por otro lado, haciendo referencia al travesaño horizontal de la cruz de Cristo, argumentó que éste es imagen de nuestra solidaridad con los demás. “Cuántas veces habéis venido a encender una vela al Cristo, a orarle, y os habéis dado cuenta que la persona que teníais al lado estaba derramando profundas lágrimas. En ese momento ya no sólo le hablamos a Cristo de lo mío, sino del sufrimiento de los demás. El sufrimiento de Cristo me saca de mi yo egocéntrico, de esa percepción de la vida como si solo existiera yo”.

En otro momento de su homilía, monseñor Munilla expresó que la cruz no viene sola, sino que en ella vemos al Espíritu de Dios. “Ese espíritu la hace ligera. Él no solo nos ayuda a cargar, sino que nos invita a abrazar, a amar la cruz. La crudeza de la cruz no estriba únicamente en el tamaño ni en el peso. Hay quien puede llevar grandes cruces con un espíritu admirable y, a otros, una cruz pequeña puede hundirles. Cuando amamos la cruz, Dios nos permite vivir nuestra cruz como una cruz sin cruz. Por la fuerza de su espíritu”.

El predicador de este año de la festividad del Cristo, indicó – además- que estamos llamados a realizar la experiencia de la gratuidad. “Cristo donó un perdón gratuito en la cruz. Lo que más nos hace sufrir en esta vida es nuestro odio autodestructivo. No aceptar nuestras limitaciones nos lleva a hacer una lectura de la vida en la que buscamos culpables fuera de nosotros. Sin embargo, la cruz es un lugar donde debemos hacer experiencia de esa gratuidad. La salvación es un regalo gratuito que solo se puede acoger humildemente. En el don de la gratuidad todo es gracia”.

Por último, José Ignacio Munilla subrayó que la cruz de Cristo es reveladora del misterio de la redención en el que estamos llamados a adentrarnos. “La cruz en este mundo ha pasado de ser consecuencia del pecado, a ser remedio del pecado. El valor de la cruz no estriba en el sufrimiento en sí mismo. Lo que nos salva es la ofrenda que Cristo ha hecho al Padre. El hecho de que se haya identificado con nuestra condición de sufrientes y haya hecho ofrenda del sufrimiento del mundo al Padre. Nos ha redimido la obediencia de Cristo expresada en su sangre derramada”. En este sentido, el obispo de San Sebastián recordó unas palabras de San Pío de Pietrelcina para concluir su homilía: “La cruz es la bandera de los elegidos. No nos separemos de ella y, junto a María, al pie de la cruz, cantaremos victoria en la batalla de la vida”.

Terminada la celebración, tuvo lugar la solemne procesión de retorno.

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