Las madres del Seminario Menor

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El Seminario Menor celebra el próximo viernes 26 de abril su Jornada de Puertas Abiertas. Será un día para conocer en primera persona la vocación de ocho adolescentes que están siguiendo la llamada de Dios al sacerdocio. Hemos querido, antes de esa jornada, conocer a sus madres y descubrir cómo viven ellas la realidad de tener un hijo seminarista.

Cuando Rocío veía a su hijo Ángel jugar a celebrar la Misa, con tres o cuatro años de edad, creía todo era simplemente eso, un juego de niños. “Lo hacía muy formal, muy metido en su papel”. Pero ese niño seguía jugando también con 11 y 12 años. Y entonces comenzó a darse cuenta de que la cosa iba en serio. “Cuando me dijo que se quería ir al Seminario se me vino el mundo encima. Se me cayeron dos lágrimas y le pregunté si era verdad”.

Para una madre de un chico de 12, 13 o 14 años no es fácil asumir que su hijo se va de casa. Por muy creyente que se sea. Algo se va, aunque vuelva los fines de semana y en vacaciones. Y normalmente pilla por sorpresa. Es lo que le pasó a Rocío y a Eva hace cinco años, a Paqui hace tres, a Paula hace dos y a María hace uno–todas ellas madres de seminaristas menores-. “Yo no me lo esperaba en absoluto. Me chocó muchísimo cuando Cristian me lo dijo”, comenta Eva. Paqui pensaba que el suyo “aguantaría allí solo un trimestre”, pero ya hace casi cuatro años desde que Juan Jesús hiciera las maletas por primera vez para marchar desde El Saucejo a San Juan de Aznalfarache.

“Me ha costado lo mío, sobre todo las primeras noches que estaba sola. Luego el Señor me ha ayudado a comprenderlo. No iba a ser egoísta por ser el único que tengo”, afirma Paula, madre de José Manuel, que es hijo único. También lo es Héctor; para su madre, María, fue difícil que su hijo se marchara al Menor “porque era la primera vez que salía de casa”. Magdalena, madre de José María, ahora en segundo curso del Seminario Mayor, reconoce que pasó de tomárselo “a broma” a “intentar cambiar los sentimientos” de su hijo para impedir que se fuera de casa. “Yo se lo hice pasar mal innecesariamente, pero al final con Dios no hay quien pueda”.

Se van de casa, pero llegan a otra. Y es que el Seminario Menor es también un hogar, de familia numerosa, con ocho seminaristas y dos sacerdotes que acompañan su camino vocacional. Los chicos tienen entre 13 y 19 años; estudian Secundaria y Bachillerato antes de pasar al Seminario Mayor. En estos años de formación, estas madres reconocen que sus hijos maduran mucho. “Cristian ha pasado de ser un niño a ser un hombre. Ha ganado en disciplina, en responsabilidad. Sobre todo en el estudio. No habría sido así si no hubiera estado en el Seminario”, explica su madre, Eva. Por su parte, Paqui asegura que su hijo “no estaría tan formado como está”, y que en estos cuatro años ha cambiado “casi al cien por cien”. Magdalena también ha visto en José María “un cambio radical”: “ahora es más comunicativo. Antes no exteriorizaba lo que llevaba dentro”. Con una mayor perspectiva lo ve Rosa María, madre de Rubén, que estuvo dos años en el Menor y actualmente es seminarista de quinto curso: “Mi hijo siempre ha sido muy bueno. Antes de que se marchara teníamos una piedra preciosa, pero ahora se ha convertido en diamante. Lo que han hecho ha sido tallarlo”.

Las madres reconocen también que su familia ha salido ganando con la vocación de sus hijos. Rocío recuerda cómo la ayudó su hijo Ángel ante la muerte de su padre, justo al mes de que se marchara al Seminario: “Nos hundimos, porque fue muy rápido, muy duro. Pero Ángel nos ayudó mucho espiritualmente. Nos hizo ver que no teníamos por qué llorar, que él seguía aquí”. Rosa María afirma que Rubén “ha hecho que nosotros volvamos a la vida de la Iglesia, a compartir con él todas sus cosas”. Para Magdalena, su hijo José María es ahora “un apoyo tremendo, alguien a quien ahora incluso le pido consejo”.

En lo que están de acuerdo todas ellas, sin excepción, es en que ven a sus hijos felices por realizar el plan que Dios quiere para ellos. Y eso es lo que más les convence. “Lo importante es ver a tu hijo inmensamente feliz. Es un orgullo, una alegría y una gran honra”, sentencia Magdalena. Por eso, a pesar de las dificultades, se alegran y dan gracias a Dios por haberlos dejado marchar al Seminario y por que sigan el camino que Dios es ha marcado: “Te crees que es tuyo, y tuyo no es. Tú eres el medio para traerlo al mundo”, reconoce Rocío. La vocación de los hijos es un regalo para ellos mismos, pero también lo es para las madres. Así lo expresa María: “Que naciera mi hijo fue una bendición. Pero es otra igual de grande que haya sido llamado por el Señor. A veces me lo imagino siendo sacerdote… y es un sueño”.

 

¿Qué le dirías a una madre a la que su hijo le dice que se quiere ir al Seminario?

Rocío Olivero (madre de Ángel, seminarista de 2º Bachillerato): “Si me lo hubieran preguntado hace cinco años le hubiera dicho que no se lo permitiera. Pero ahora creo que ellos tienen que elegir lo que quieran, lo importante es que sean felices. Que prueben, y si no es de Dios, a su casa volverán”.

Paula Viera (madre de José Manuel, seminarista de 3º ESO): “Que no le quite la ilusión, que no le rompa su sueño. Merece la pena. Yo se lo digo a las madres de los preseminaristas, que el Seminario no es nada malo, al revés. Que confío plenamente en los formadores”.

Rosa María Navarro (madre de Rubén, seminarista de 5º curso): “Que es un mundo maravilloso, que le dé las gracias a dios por haber sido su hijo un elegido. Que no tenga miedo, que el tiempo le va a dar muchísimas satisfacciones, y que nunca se va a sentir sola”.

Eva Domínguez (madre de Cristian, seminarista de 2º de Bachillerato): “Le diría que estoy muy contenta con el ambiente que tiene mi hijo. Yo estaba un poco fuera de ese ámbito, y me ha sorprendido mucho. Lo recomendaría, siempre que fuera ahí”.

Paqui Martín (madre de Juan Jesús, seminarista de 1º de Bachillerato): “Yo le diría que lo apoye, que lo anime. Si es lo que le gusta, lo tiene que asimilar. Es lo que le toca a una madre”.

Magdalena De los Santos (madre de José María, seminarista de 2º curso): “Que no tenga miedo, que anime a su hijo. Hay tantos muchachos tan indecisos, que deben dar ese paso. Que nunca sabrán si se están equivocando si no les dan esa oportunidad”.

María Isidora Fernández (madre de Héctor, seminarista de 2º ESO): “Que no lo dude. Es lo que yo ahora le digo a otras madres. Hay mucha gente que dice que no, pero es una cosa muy bonita seguir al Señor, solo se aprenden cosas buenas”.

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