Jornada de la Vida Consagrada

JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA

Coincidiendo con la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo -el popular día de la Candelaria- la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada. La XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada nos recuerda un año más este don para la Iglesia y para el mundo en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario. Este año el lema incluye la plegaria evangélica «¡Hágase tu voluntad!». La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada destaca que se ofrece esta oración con la actitud de quien se sabe llamado por Dios a vivir prolongando a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia la oblación de Jesucristo hasta la muerte en cruz, así como el fíat de María Virgen. De este modo, la entrega a Dios y a los hombres lleva a la persona consagrada a poder decir con plena conciencia y libertad: «¡Aquí estoy!».

Hoy más que nunca la Iglesia necesita la profecía de la Vida Consagrada y precisamente las jaculatorias «¡Aquí estoy!», «¡Hágase tu voluntad!» encierran un compromiso profético para «Una Iglesia sinodal en misión». Cada persona consagrada recibe el amor y la llamada del Señor y su respuesta de amor y disponibilidad es, a la vez, individual y comunitaria. En esa respuesta se busca hacer la voluntad de quien llama, huyendo de caprichos personales y rechazando el pecado. Somos conscientes de que se han dado entre nosotros faltas graves por las que no nos cansaremos de pedir perdón, reiterando al mismo tiempo nuestra voluntad de reparar integralmente a quien ha sido herido. En esto también se expresa el deseo de cumplir la voluntad de Dios.

La voluntad de Dios es siempre el horizonte del querer y el ser personas y comunidades consagradas. A su cumplimiento deben dirigirse tanto el estilo de vida como los votos, la fraternidad o sororidad y la misión. Así lo afirma Benedicto XVI: «Existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser» (Benedicto XVI, La oración de Jesús en Getsemaní). Esta oblación de Jesús para cumplir totalmente la voluntad del Padre es luz para los consagrados. Desde Getsemaní, se nos invita a seguir a Jesús hasta la cruz, como todo discípulo. Igualmente, allí recibimos la consigna de vivir unidos a los hermanos en la oración y en la entrega de la propia vida para cumplir la voluntad de Dios hasta el final. «¡Aquí estoy! ¡Aquí estamos!».

Nos ayuda en el compromiso la contemplación de María Santísima, y su fiat con fiado y generoso. Ella nos ayuda a comprender y vivir como personas consagradas la plena disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. Lo dice el papa Francisco en la exhortación Christus vivit (43-48): la fuerza del «hágase» de María radica en que es mucho más que un «sí» complaciente o superficial. Ella decide siendo consciente de lo que tiene por delante, de lo que arriesga y del compromiso que todo ello supone. Dice «sí» apostándolo todo con la única seguridad de ser «portadora de una promesa».

También en la vida de los fundadores también son fuente de inspiración para discernir el contenido de la «promesa» que se ha de llevar adelante personal y comunitariamente. Ellos experimentaron también que la Vida Consagrada es lugar que alberga y debe suscitar «promesa» en quienes abrazan esta vocación y en cada uno de sus discernimientos personales y comunitarios. Promesa fundada en la voluntad de Dios y continuamente recreada a la luz del carisma y de la fe la Iglesia. Promesa que recoge los gritos de la humanidad, la necesidad de comunión y sinodalidad eclesiales y la urgencia de fraternidad y amistad social de un mundo dividido y en guerra. Rezamos especialmente en este día por todos los miembros de la Vida Consagrada.

+José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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