Intervención en la presentación del XX Simposio de la Iglesia en España y América, «La Iglesia en tiempos difíciles (1936-1939)»

Por el Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Carlos Amigo Vallejo. Llega a nuestro Simposio de Historia de la Iglesia en España y América un tema importante: La Iglesia en tiempos difíciles (1936 1939)". La historia, decía Benedicto XVI, no puede verse, ni vapuleada por unas potencias oscuras, ni por la casualidad, ni por las simples opciones humanas. Dios es el árbitro de las vicisitudes históricas, y es Él el que todo lo conduce sabiamente hacia el alba del nuevo cielo y de una tierra nueva (Audiencia 11 5 05).

Estamos convencidos de que es posible conocer la verdad y dejar que ella ilumine nuestros juicios y conductas. Y tener en cuenta que "la historia ha demostrado con creces que luchar contra Dios para extirparlo del corazón de los hombres lleva a la humanidad, temerosa y empobrecida, hacia opciones que no tienen futuro. Esto ha de impulsar a los creyentes en Cristo a ser testigos convincentes de Dios, que es verdad y amor al mismo tiempo, poniéndose al servicio de la paz" (Mensaje Jornada de Paz 1-1-06).

Ya lo había advertido el Concilio Vaticano II: La Iglesia va caminando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios. Con la gracia del Señor y con paciencia y caridad, y sus propios sufrimientos y dificultades, descubriendo en el mundo el misterio de Cristo (LG 8).

En este recorrido por el tiempo habrá que revisar la historia, pues puede estar necesitada de purificación, pero teniendo en cuenta la máxima agustiniana: que nada del pasado nos impida pensar en el presente. Que nada del presente nos dificulte el futuro. La memoria no se recupera destruyéndola, sino acercándose a lo de ayer para recoger todo lo verdadero y lo justo que pueda haber en ella. Si se olvida esta norma de veracidad y rectitud, se caerá en esa lacra del pensamiento que es la desmemoria histórica.

Recuperar la memoria sin conocer bien lo que sucediera, es exponerse al grave riesgo de hacer bandera de la ignorancia. Con todas las deplorables consecuencias que tal proceder puede acarrear. Solamente con el documento contrastado se puede leer y valorar la historia.

Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han hablado frecuentemente de la necesidad urgente de purificar la memoria. Más que recuperar, habría que sanarla de muchas impurezas y limpiar aquellas manchas que llenaron de indignidad a quienes causaron el mal y de resentimiento a quienes lo sufrieron.

No se puede recuperar la memoria para profanarla con intereses ideológicos sobrepuestos, porque ese camino no puede sino llevar a la distorsión de los hechos con tal de apoyar, aunque sea con la falsedad, los propios argumentos. Recuperar la memoria no es alterarla, sino honrarla con el brillo de la verdad.

Los tiempos fueron difíciles y los hombres valientes; pero con la fuerza que el Espíritu les daba, en medio de no poco desconcierto y muchas debilidades. Pero la fe sabe muy bien abrirse camino en tiempos de dificultad. En momentos arduos y comprometidos resplandecía la fidelidad y la confianza en Dios y en su palabra, que es roca firme donde asentarse. El Espíritu daba la vida que la flaqueza humana podría poner en evidencia. En la dificultad permanecieron fieles y fueron testigos admirables de un Señor que siempre permanece junto a la Iglesia, que "mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro".

Benedicto XVI nos ha dado criterios y esperanzas para acercarnos a este capítulo importante de nuestra historia. "El siglo XX ha sido un tiempo de martirio. Lo puso claramente de relieve el Papa Juan Pablo II, quien pidió a la Iglesia "actualizar el martirologio" y canonizó y beatificó a numerosos mártires de la historia reciente. Por tanto, si la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, al inicio del tercer milenio es lícito esperarse un nuevo florecimiento de la Iglesia, especialmente allí donde más ha sufrido por la fe y el testimonio del Evangelio" (Homilía San Pablo 25-4-05).

Nuestro Simposio de Historia de la Iglesia en España y América ha tratado, a lo largo de estas 19 ediciones, temas arduos y comprometidos. Nunca ha sentido temor ante la dificultad, pero siempre ha desconfiado de la superficialidad, del aserto sin comprobar, de la ficción a la hora de hacer historia.

Sigue estando entre nosotros, aunque de una manera diferente, el inolvidable y querido Profesor Paulino Castañeda Delgado. Primer Presidente de la Academia de Historia Eclesiástica de Sevilla y verdadero y entusiasta artífice de estos simposios de la Iglesia en España y América. El descansa en paz. Su obra permanece con nosotros.

Una vez más, la gratitud al Nuncio de Su Santidad en España, por su constante apoyo y presencia en este Simposio, así como a la Academia de Historia Eclesiástica de Sevilla y a su Presidente, el Profesor Don José María Prieto Soler, así como al profesor don José María García de Lomas Mier, no sólo coordinador del Simposio, sino auténtico impulsor y guía de este encuentro, que se ha convertido en un auténtico foro de opinión sobre temas importantes, aunque se refieran a tiempos difíciles.

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla

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