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Monseñor Rodríguez Magro y una treintena de sacerdotes oran, en torno a Jesús Sacramentado, por la santificación del clero

El pasado viernes, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, se celebraba la Jornada mundial de oración por la santificación de los sacerdotes. Por este motivo, el Seminario diocesano acogía una Vigilia de oración, precisamente por la santificación del clero.
El Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro, presidía esta vigilia que comenzaba pasadas las 11 de la mañana. Asimismo, asistía el Vicario General de la Diócesis, D. Francisco Juan Martínez Rojas; y otros Vicarios Episcopales. Del modo, una treintena de sacerdotes se quisieron unir, en torno a Jesús Sacramentado, que permaneció expuesto durante toda la oración.

Reflexión
Tras la lectura del Evangelio según San Mateo, comenzaba una reflexión en torno a la Carta del Papa Francisco que dirigía a los sacerdotes con motivo del 160 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, el 4 de agosto de 2019, en la que les daba las gracias por su servicio generoso, al mismo tiempo que los animaba a abrazar con amor su vocación. Así, el Obispo analizaba cinco aspectos fundamentales del sacerdote.
En primer lugar, Don Amadeo hacía hincapié en la gratitud. “Ser sacerdotes según el Corazón de Cristo significa revestirse de Él, hasta tener sus mismos sentimientos”. Y añadía: “El sacerdote es asimilado al Corazón de Cristo de un modo especial en la celebración de la Eucaristía, que vincula al sacrificio de amor del Señor por su pueblo”. Además, explicaba que el Papa Francisco ha dado voz con frecuencia al sentimiento de gratitud del Pueblo de Dios hacia los sacerdotes, “por el generoso servicio y la ofrenda de su existencia”.
En segundo lugar, profundizaba en la misericordia. En este sentido, el Pastor diocesano ha querido manifestar que “el sacerdote, configurado con Cristo, es en primer lugar el ministro de la misericordia y de la reconciliación”. Don Amadeo subrayaba, también, que el sacerdote “debe convertirse en signo acogedor del amor de Dios que quiere alcanzar a todos, en cada situación de la vida, para sanarlos del mal. Necesitamos sacerdotes con actitud misericordiosa, capaces de acoger, escuchar, acompañar a los hermanos, de modo particular en el Sacramento de la Reconciliación”.
En tercer lugar, se destacaba la compasión. “A los sacerdotes, ministros de Cristo, se les pide el mismo corazón compasivo que Jesús, que se expresa en la cercanía, en la participación real e integral en los sufrimientos y trabajos de la gente, en la capacidad de relaciones que reavivan la esperanza, en el cuidado de las heridas del Pueblo, especialmente a través de la mediación de la gracia sacramental”, subrayaba Monseñor Rodríguez Magro.
En cuarto lugar, el Obispo se centraba en la vigilancia. Sobre este punto explicaba que “el sacerdote se topa a veces con lo que el Papa Francisco ha denominado «el cansancio de la esperanza», esa amargura interior que a menudo nace de la distancia entre las expectativas personales y los frutos visibles del apostolado, o la aridez del corazón que con frecuencia conduce a arrastrar las tareas pastorales y la propia oración hacia la costumbre, la resignación e incluso hacia el abandono”. Por tanto, apuntaba que es necesario “dejarse siempre «despertar» por la Palabra del Señor y por el grito del Pueblo de Dios”.
Por último, Don Amadeo insistía en el ánimo. Recalcaba, así, que “el sacerdote, según el Corazón de Cristo, es aquel que «habita» entre el Señor a quien ha consagrado la vida y el pueblo al que ha sido llamado a servir; él podrá vivir una fecunda caridad pastoral en la medida en que no se apague en Él la vida interior, la oración personal y comunitaria y el dejarse guiar en el acompañamiento espiritual”.
Finalmente, el Prelado explicaba que las cinco palabras propuestas para la Jornada de Santificación del Clero, extraídas de la Carta que el Papa Francisco, “se refieren a un corazón sacerdotal realmente «consagrado» al corazón de Cristo, o sea, arraigado en la relación personal con Él y por ello configurado con sus mismos sentimientos”. Y añadía: “La premisa humana, psicológica y espiritual para el buen resultado de una vida sacerdotal es, por tanto, la relación íntima con Dios”. En este sentido, Don Amadeo concluía indicando que para que el sacerdote sea configurado con el Corazón de Cristo “es necesario que el eje de su vida cotidiana y el fundamento de su estructura humana y espiritual estén constituidos por el humus interior sostenido por la profunda amistad personal con el Señor, a partir de la cual la gestión de la propia vida, el celibato y la misión apostólica pueden ser psicológicamente habitables y espiritualmente fecundos”.
La Vigilia de oración culminaba con la bendición con el Santísimo, la reserva y las letanías.

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