Este sábado 19 de octubre, el Colegio San Felipe Neri de Cádiz será el escenario de la representación Effetá, el auto sacramental escrito por Daniel Cotta Lobato. Con la dirección artística de Mamen Rey y la participación de la compañía Loyola Teatro, la obra promete ser un evento destacado combinando tradición y modernidad en una catequesis teatral única.
Effetá, que significa «Ábrete» en arameo, es una alegoría sobre la eterna lucha entre el bien y el mal. Daniel Cotta ha conseguido revivir un género olvidado, ofreciendo al público una reflexión espiritual desde un enfoque contemporáneo. En una entrevista reciente por esta Delegación de Medios, el autor habló sobre su proceso creativo, la simbología de la obra y la importancia de esta puesta en escena para la fe católica.
Entrevista exclusiva con Daniel Cotta Lobato:
Daniel, Effetá es un género desconocido hoy en día. ¿Qué es un auto sacramental, y qué te llevó a elegir este formato teatral?
Un auto sacramental es un subgénero teatral genuinamente español y católico que consiste en una pieza escénica no demasiado extensa que pone sobre el escenario cuestiones relativas a la fe, singularmente la lucha entre el bien y el mal, todo dirigido a una glorificación de Cristo y, concretamente, del misterio eucarístico.
En mi elección de este formato literario, tuvo mucho que ver el convencimiento de que el espectáculo teatral es un medio de comunicación más directo e instantáneo que una lectura o una meditación exegética. Effetá, como todo auto sacramental, conjuga la catequesis más ortodoxa con el espectáculo más vistoso y llamativo. Por eso, me gusta definir mi obra como una catequesis espectacular.
El título de la obra Effetá, es profundamente simbólico. ¿Qué mensaje esperas transmitir con esta obra a la audiencia contemporánea?
Jesús ordenó a los oídos del sordo que se abrieran al sonido, pero también se lo mandó a su alma. Jesús sigue poniendo hoy sus dedos sobre nuestros oídos y nos invita a que abramos el alma a su palabra, a su camino, a su amor. Esa llamada constante e individual de Jesús se repite cada día, especialmente cuando nos ciegan el pecado o la apatía.
Jesús quiere sacarnos de la sordera del pecado, pero para ello debemos percatarnos de que estamos sordos, es decir, no podemos ignorar que el pecado existe, que el Demonio actúa, quizás de una forma más soterrada y, por ello, más peligrosa. Sabiendo que existe el mal, abrazaremos con más conocimiento y más anhelo el amor que Cristo nos tiende desde su palabra, desde la cruz y desde la eucaristía.
En Effetá, juegas con elementos alegóricos y contemporáneos. ¿Cómo lograste mantener el equilibrio entre lo clásico y lo moderno?
Si he hallado el equilibrio, lo he logrado limitándome a ser hijo de mi tiempo. Es cierto que he leído muy atentamente a Calderón de la Barca, el autor que llevó el género del auto sacramental a su cúspide en el siglo XVII. Sin embargo, al resucitar yo el auto, no lo he hecho con el afán arqueológico de rescatarlo y ofrecerlo al público como un fósil lejano e incomprensible. A los espectadores de hace cuatro siglos, Calderón les hablaba en su lenguaje y con las realidades que ellos podían entender. A los espectadores de hoy, les hablo en un lenguaje cotidiano y con realidades actuales, con personajes reconocibles como un investigador médico con mascarilla, un chef de alta cocina o uno de esos jugones empedernidos y enganchados al mando de una videoconsola. Esto es la piel del auto; su corazón es la fe de Cristo, proclamada por la Iglesia. Por eso, es la Iglesia nuestra, en este caso, la Iglesia de Cádiz quien impulsa la representación de estas verdades de fe, porque Effetá no deja de ser, como he dicho, una catequesis espectacular.
Eres conocido principalmente por tu poesía, con títulos como Dios a media voz y Donde más amanece, ambos galardonados. ¿De qué manera tu experiencia como poeta influyó en la escritura?
Indudablemente, la poesía me ha servido para reflexionar sobre las verdades y misterios de la fe. Yo, como católico, doy siempre gracias a Dios por haberme dado este deseo, esta inquietud constante de escribir, porque dicha vocación me ha propiciado ponerme muchas veces delante del Señor en mi escritorio, con mi libreta o mi ordenador. La literatura me ha hecho ese regalo: poder hablarle al Señor de una forma muy especial. Orar escribiendo.
En Effetá hay mucho de poético, esencialmente por dos razones. La primera, la más evidente, porque está escrito en verso; eso sí, un verso natural, accesible y que, al oírse, hace olvidar al espectador que se le está hablando con poesía. La segunda razón es la belleza intrínseca de la fe. El misterio de Jesús, su encarnación, su vida, su mensaje evangélico, sus milagros y su entrega incondicional en la cruz rebosan no sólo un amor fuera de todo entendimiento, sino que son pura belleza, poesía pura. Nada más bello hay en el mundo que la supremacía y la victoria del amor sobre todas las cosas.
¿Por qué deberíamos ver este auto sacramental el próximo 19 de octubre?
Por muchos motivos y para todos los gustos. ¿Que uno quiere comprender mejor ciertos misterios de la fe? Effetá se los ofrece dialogados y vividos sobre un escenario teatral, como si fueran una parábola viva. ¿Que uno desea reforzar su fe y su amor a Cristo, sumo bien y suma bondad? Effetá es un canto al Hijo de Dios hecho carne y hecho pan, un pan que es Dios y se nos da para vida de nuestra alma y de nuestro cuerpo, para que no muramos para siempre. ¿Que uno busca simplemente pasar un buen rato, emocionarse con una trama o echar unas risas con las dosis cómicas presentes en la obra? Effetá es teatro, historia, intriga. Nos hará disfrutar y nos tendrá en vilo por la incógnita sobre el desenlace y la naturaleza de ciertos personajes.
Pero lo mejor de Effetá es que, se busque lo que se busque, ofrecerá a los vacilantes principios firmes de fe; a los convencidos, más motivos para amar a Cristo; y a todos, un magnífico rato de entretenimiento conseguido por la magnífica dirección artística de Carmen Rey y la impecable ejecución escénica del elenco integrado por los actores de Loyola teatro.
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