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Situación de los trabajadores en la región

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Los obispos y vicarios capitulares de las diócesis de Andalucía y de Murcia, reunidos en Montilla, hemos dedicado el día 1º de mayo, festividad de San José Obrero, a considerar los aspectos humanos y pastorales que presenta la situación de los trabajadores en esta dilatada región del país.
En día tan señalado, en que la Iglesia celebra la fiesta cristiana del trabajo, la preocupación común no podía menos de centrarse sobre este sector de nuestro pueblo.
He aquí los capítulos más importantes y generalizados que han atraído nuestra atención:
1.    La ardua y compleja situación en que se encuentra la población trabajadora, en su mayor parte agrícola, que no puede experimentar los beneficios de una adecuada renovación de la estructura agraria, que no cuenta todavía con suficiente número de puestos de trabajo ni de industrias complementarias o derivadas, que no tiene a su alcance los medios de mejorar su situación por falta de las indispensables infraestructuras económico-sociales. Problemas tales como el paro y la emigración, el trabajo eventual, los salarios insuficientes y el bajo nivel de renta global y per capita de la población trabajadora, notoriamente más agudizados en nuestras diócesis que otras del país, arrastran consecuencias de tal índole que no afectan profundamente.
2.    El endémico problema de la escasez de viviendas al alcance de las economías modestas y las deplorables condiciones de habitabilidad de buen número de las existentes, con todas las secuelas de orden moral y religiosos que ello supone para la vida de las personas y las familias.
3.    Los indudables progresos que observamos en la promoción de la cultura básica, profesional y superior, presentan un ritmo todavía insuficiente y no bastan a eliminar la persistencia de altos porcentajes de analfabetismo o de alfabetización precaria, que dificultan notablemente el desarrollo humano, económico y social de la región, así como su promoción religiosa.
4.    El escaso espíritu de cooperación, la subsistencia de relaciones de tipo señorial con los trabajadores, la débil iniciativa empresarial, el deficiente sentido del bien común y el hecho de que no pocos sectores sociales se muestren excesivamente vulnerables a los incentivos del consumo, con graves perjuicios para sí mismos, para sus familias y aun para toda la sociedad, denotan globalmente una manifiesta atonía social y cívica, agravada por su deficiente formación en este aspecto y por la insuficiencia de los cauces de participación que faciliten el dinámico ejercicio de sus responsabilidades sociales y políticas.
Recae sobre nosotros los obispos una responsabilidad insoslayable, por nuestra condición de guías espirituales del pueblo cristiano. Pero la responsabilidad se extiende también a los educadores, muy especialmente a los de la Iglesia, y en particular a cuentos han sido llamados por Dios a formar las conciencias más que a tranquilizarlas.
Sentimos la necesidad de profundizar más en el estudio de la realidad social de nuestras diócesis, y estamos decididos a arbitrar los medios a ello conducentes con el fin de asumir nuestras responsabilidades como pastores.
    Por eso, al tiempo que hemos acordado constituir un Secretariado Pastoral conjunto, al servicio de nuestro ministerio y de todo el pueblo de Dios, que asegure la continuidad y la eficiente coordinación de nuestra tarea colectiva, hemos creído conveniente incorporar a él un grupo de expertos en material social capaz de proporcionar información adecuada y preparara los estudios técnicos necesarios para conocer mejor la realidad que humanamente condiciona la acción pastoral.
A quienes por su cultura, por su cargo o por su posición social y económica pueden contribuir a solucionar los problemas que hemos esbozados, queremos alentarles muy de corazón a que pongan en esta empresa humana y cristiana coraje, amor y espíritu de sacrificio. Nadie olvide, por otra parte, que, en lo que afecta a los trabajadores, éstos deben ser los protagonistas principales de su propia elevación.
Pedimos la colaboración de cuantos sienten como nosotros el deber de llevar adelante, en esta parte de nuestro país, la misión que Cristo inició en la tierra y encomendó a su Iglesia. Y confiamos plenamente en el auxilio de l Señor, esperando que no nos faltará la oración, el estímulo y la adhesión de sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares.
Con esta esperanza os hemos hecho participar de nuestras preocupaciones, y al impetrar sobre vosotros la protección de Dios y de su Madre Santísima, os bendecimos cordialmente.

Montilla, 1 de mayo de 1970.

JOSÉ MARÍA, Cardenal Arzobispo de Sevilla, EMILIO BENAVENT, Arzobispo A.A. de Granada, ANTONIO AÑOVEROS, Obispo de Cádiz-Ceuta. FÉLIX ROMERO, Obispo de Jaén. RAFAEL G. MORALEJA, Obispo de Huelva. ÁNGEL SUQUÍA, Obispo de Málaga. MIGUEL ROCA, Obispo de Cartagena. JUAN A. DEL VAL, Obispo Auxiliar de Sevilla. ANTONIO DORADO, Obispo Electo de Guadix. MANUEL CASARES, Obispo Electo de Almería. JUAN JURADO, Vicario Capitular de Córdoba. ANDRÉS PÉREZ MOLINA, Vicario Capitular de Almería.

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