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Mensaje en la Navidad del año 2024

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Un cordial saludo, queridos amigos:

Quiero acercarme a vosotros y robar un poquito de vuestro tiempo para desearos una feliz y santa Navidad. Y lo mejor, en el año que va a comenzar, el 2025, que para los cristianos es un año jubilar, bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”.

Estamos ya en la Navidad. La Navidad, que es esa fiesta entrañable que solemos celebrar en familia y que echamos de menos a la gente que ha convivido con nosotros otros años, especialmente a nuestros familiares y amigos.

Echar de menos es una forma de cariño, es sentir su ausencia. Pero sabemos que el motivo profundo de la Navidad, y es lo que quiero insistir, es que Dios está con nosotros. Ese saludo de la gente que hemos ido perdiendo, “quedaos con Dios, vaya usted con Dios, Dios os guarde”, pues es una realidad. El Señor está con vosotros, el Señor está con nosotros.

Ese es el motivo de la alegría cristiana y lógicamente de la Navidad, donde celebramos el Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el Emmanuel, Dios con nosotros. Eso significa ese nombre. Ese Dios con nosotros que ha tomado nuestra condición humana, que se ha hecho igual a nosotros, excepto en el pecado. Que aparece inerme como un niño, pero que es el Redentor, es el Salvador que ha asumido nuestra naturaleza, para que seamos mejores, para que nuestro mundo cambie, para endiosarnos, en definitiva.

Y ese es el motivo de nuestra alegría. San Pablo, en la Carta a los Filipenses, lo escuchábamos hace unos domingos, les decía: “Estad alegres en el Señor”. Os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Ese es el motivo. Y es el motivo que también quiero transmitirle, la alegría cristiana.

El Papa Francisco dice que nos han robado la alegría a los cristianos, y es verdad. A veces, la alegría desaparece. Vamos como pidiendo el pésame por ser cristianos. Nos agobian los problemas. Vamos en esta Navidad a hacer un paréntesis. Que sea una fiesta de alegría, pero una fiesta de alegría basada en la esperanza.

Y podréis decir, pero cómo nos habla usted de esperanza, como está el patio, cómo está nuestro mundo. Sobre todo, cómo le hablamos de esperanza a los que han sufrido y siguen sufriendo los efectos de la DANA. Nuestros queridos amigos de Valencia y de otras partes de España, que han perdido sus seres queridos, que han perdido sus puestos de trabajo, sus lugares de empleo, que han perdido sus cosas. ¿Cómo podemos hablarle de esperanza a los enfermos, a los que tienen tanto revés en la vida o viven en la pobreza, en la desigualdad? ¿Cómo hablarles de esperanza a los que están deprimidos? Parece algo que incluso puede insultar, pero no.

Cuando hablamos de esperanza, no es simplemente el optimismo de que se nos arreglen las cosas. No es que no tengamos problemas. Como seres humanos, los vamos a tener siempre. Hablar de esperanza es poner nuestra confianza en Dios. Poner nuestra confianza en que el Señor está con nosotros, que Dios no se ha alejado.

Y ese es el gran mensaje de la Navidad. A pesar de que estemos adornados con tantas cosas externas. Que Dios nos quiere, que Él es el que está a nuestro lado y nos ayuda. Cuando tenemos esta confianza, que no es ilusión, sino que está arraigada en que Dios opera y lo vemos en tantos momentos de nuestra vida, adquirimos esa alegría interior que no solo es mover unos músculos de la cara. Esa alegría que no se pasa y que no deja resaca, esa alegría profunda.

Vamos a pensar en esta Navidad, en pedir al Señor que esté en nuestro corazón por la vida de la gracia. Que esté con nosotros también en nuestras familias. Que sean momentos de unidad, de concordia, de olvidar rencillas pasadas, que sean también momentos de paz para nuestro mundo. A poco que abramos los ojos, vemos a nuestro alrededor tanta necesidad.

Y la Navidad es un tiempo para ponernos a abrir el gran angular de nuestro corazón y mirar tantas necesidades y a los pobres de al lado. Y mirar también a los pobres del mundo, a los inmigrantes que andan buscando una vida mejor en lugares lejanos y que tienen tantos impedimentos.

Que pensemos en los escenarios de guerra en Ucrania, en Gaza, en Israel y ahora en Siria, o en tantos lugares desconocidos donde los derechos humanos son pisoteados.

Pensemos en tantas necesidades del mundo y vivamos desde esa esperanza una solidaridad más profunda, un corazón más abierto. Que nuestro cariño, nuestra caridad que se hace cariño en estos días para hacernos como más niños, no termine el 7 de enero, sino que se prolongue a lo largo de todo el año.

Pidámosle al Señor que nos dé esa paz a nosotros, a nuestro mundo y a nuestra sociedad, a nuestro país, para que no estemos tan crispados, tan polarizados. Consideremos a los demás como compañeros de destino en esta empresa común del bien de nuestra nación, de nuestra ciudad. Y pensemos también el año que viene en ser como nos pide el Papa en el Año Jubilar, Peregrinos de Esperanza. Ojalá sea un año de esperanza en el que cumplimos el 2025 aniversario del Nacimiento de Jesucristo, que divide la historia y que nos ha cambiado la vida. Él es nuestra esperanza.

Que María, la Santísima Virgen, para nosotros Nuestra Señora de las Angustias, que nos ha dado la mayor alegría al pueblo cristiano, se dirige a Ella diciéndole “Causa de nuestra alegría”. Nos ha dado la mayor alegría, Cristo. Ella es “vida, dulzura y esperanza nuestra”. Nos cuida y nos protege en el año que va a comenzar y nos dé siempre esa paz, esa concordia que tanto necesitamos.

Esa esperanza en este peregrinar por la historia, por nuestra vida de cada uno de nosotros y como sociedad y como pueblo.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!

+ José María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada

Diciembre, 2024

Fijar la mirada en Jesús

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Estamos a las puertas de la Navidad. El reciente Congreso de Hermandades y Piedad Popular que hemos celebrado en Sevilla nos recomienda en la primera de sus conclusiones redescubrir la mirada transformadora de Dios, vivir la experiencia de encuentro con Dios y la contemplación. Este congreso ha mostrado que la piedad popular ofrece un espacio privilegiado para el encuentro con Dios, en el que la veneración de las imágenes, pero, sobre todo, el ejercicio de la liturgia, propicia un verdadero “cruce de miradas” trascendental. En este acto de contemplación, los cristianos reconocen su pequeñez ante el don de la gracia de Dios, capaz de transformar la vida, purificando la visión y orientándola hacia lo esencial y, de esta forma, renovando la relación personal con Cristo, Rostro visible del Padre.

Celebramos el cuarto domingo de Adviento, y la liturgia se centra en la Virgen María, y de forma especial en ella como creyente. La alabanza de Isabel a María, “¡Feliz tú que has creído!”, es como el centro espiritual de la liturgia de esta última etapa en el camino del Adviento, un camino que nos conduce a la adoración del Niño en la falda de su Madre. Este es el punto de llegada de nuestro itinerario de Adviento. La Virgen María vivió de la forma más perfecta la respuesta a Dios, por eso está considerada como modelo de creyente. María acoge el anuncio del ángel y da una respuesta confiada al plan de Dios. Por medio de la fe se confía a Dios sin reservas y se consagra totalmente a la persona y obra de su Hijo.  María es bienaventurada porque ha creído. Las palabras de Isabel se aplican al momento culminante de la Anunciación, cuando el Verbo del Padre entra en nuestra historia, asumiendo la naturaleza humana en las entrañas virginales de María, pero también describen todo el camino de fe de María.

Toda la vida de María -que vamos siguiendo con la de Jesús, en el itinerario del año cristiano- nos enseña a asumir los compromisos y dificultades en el itinerario de la fe.  No faltan pruebas y sufrimientos para los creyentes, pero no podemos olvidar que la fe madura en la prueba y el sufrimiento. La carta a los hebreos nos lo recuerda con estas palabras; “teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Hb 12,1-2). También nosotros, en el momento presente, tanto de forma personal como comunitaria y diocesana, es necesario que fijemos los ojos en Jesús, contemplemos su rostro, tengamos una fe adulta; que vivamos, como María, una espiritualidad que integre la fe y la vida y que tengamos fortaleza y decisión a la hora de dar testimonio de nuestra fe en Cristo.

Nosotros somos discípulos de Cristo, el Siervo de Yahvé que nos ha redimido por los caminos del amor y el servicio, por los caminos de la compasión hacia todos, y de manera especial hacia los más pobres y pequeños. No podemos seguir el camino de Cristo sin hacer de la actitud y práctica del servicio uno de nuestros fundamentos. Por eso en estas fiestas navideñas se espera de nosotros una solidaridad activa con nuestros hermanos y hermanas que lo pasan mal. Cáritas nos lo recuerda en este domingo inmediato en la fiesta de Navidad. Una Navidad que deseo, a todos que la puedan celebrar “con la mirada fija en Jesús” que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre. El tercer eje del congreso ha sido la invitación a recuperar la dimensión contemplativa, especialmente en una sociedad acelerada que a menudo deja poco lugar para el silencio y la meditación. Contemplemos al Niño Dios que ha nacido, que ha venido para salvarnos, para llenarnos de amor, para que formemos una auténtica familia humana, la familia de los hijos de Dios. ¡Santa y feliz Navidad!

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

FRANCISCO

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Era la acción de gracias del 350º aniversario de la Hermandad de Jesús. Al finalizar la celebración, cuando estaba entre los cofrades y las personas que habían venido a la Eucaristía, se me acercó una mujer joven, con una mirada profunda y una cadencia en sus palabras cargadas de ternura. “La Iglesia –me dijo– debe acoger a los diferentes, mi hijo lo es”. Me quedé mirándola a los ojos. “No me quejo de nuestra parroquia, mi niño viene a la catequesis con los demás niños y la catequista sabe acogerlo y entenderlo”.

Hablaba del autismo, condición neurológica que hace que los que la padecen perciban el mundo de una manera diferente. En mi parroquia recuerdo a un niño, en catequesis de comunión, con serias dificultades en la comunicación y siempre agarrado a su dinosaurio de plástico. La catequista, María Jesús, maestra de educación especial, sabía cómo conducirlo y los demás niños también le acogían entre ellos. Siempre que en los grupos de la parroquia participaba una persona diferente era seguro que crecían en comprensión, respeto y aceptación.

Sé que en alguna parroquia, ya sea al sacerdote o a algún catequista –no por intentar excluir a nadie–, les descoloca la presencia de estas personas diferentes al resto de los participantes, porque no saben qué hacer con ellas. Así me lo refería un catequista. Incluso, invitan a sus padres a que les impartan la catequesis en casa. Pero hay que contemplar la mirada de una madre o de un padre y ponerse en su lugar. Todos somos hijos de Dios y merecemos el mismo trato y, cuanto mayor sea la dificultad, más volcados debemos estar en ellos. Estas personas con diversidad funcional tienen todo el derecho de participar en la vida de la parroquia y de la Iglesia, con sus condiciones que afectan a su capacidad física, sensorial, intelectual o psicosocial, y hemos de recibirlos con los brazos abiertos. Muchas congregaciones religiosas saben de lo que hablo, porque nacieron justamente con este espíritu y carisma samaritano.

La Iglesia es peregrina, pero sin dejar de mirar en las cunetas de la vida. No podemos pasar de largo buscando la falsa perfección, todos habitamos en discapacidades, sin tener en cuenta a los demás, a los diferentes, a los que no son como la mayoría masificada, a los que no responden a los estándares impuestos, a los que han venido al mundo con una sensibilidad distinta. “¿Cómo se llama tu hijo?”, pregunté a la madre. “Francisco”. No pude por menos que pensar que “en la Iglesia cabemos todos, todos, todos”. ¡Ánimo y adelante!

+ Antonio Gómez Cantero

Publicado en REVISTA VIDA NUEVA Nº 3.388

Homilía en la ordenación de diáconos

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Ordenación de diáconos

Parroquia San Benito. Murcia 15 de diciembre de 2024

 

Vicario general y vicarios episcopales; sacerdotes, párrocos de los candidatos;

rector del Seminario Mayor San Fulgencio y formadores;

rector del Seminario Misionero Diocesano Redemptoris Mater y formadores; director del Instituto Teológico San Fulgencio;

religiosos y religiosas; seminaristas;

familiares de los candidatos al diaconado;

párroco y feligreses de la parroquia de San Benito; hermanos y hermanas,

 

 

Queridos Abraham, Enrique, Miguel, Kacper y Ángel Johan.

Vais a recibir hoy el sacramento del Orden en el grado del diaconado. Esta es la respuesta de Dios a su llamada primera que se verá confirmada por la consagración y el envío. Sois, por tanto, llamados, consagrados y enviados a servir. Don y misión que os capacita, por la imposición de manos del obispo y la oración de consagración, para el servicio al estilo del Señor Jesús.

El sacramento que vais a recibir es una gracia que toca vuestro propio ser, haciendo de cada uno de vosotros un hombre nuevo, capacitado para servir. Toda vuestra vida será desde hoy servicio. Lo que sois, lo que pensáis, lo que sentís, lo que tenéis, incluso lo que esperáis llegar a ser, ya no es vuestro, es del Señor, y en él, de los hermanos. El servicio es entender y vivir la vida como la entendió y la vivió Cristo, nuestro Señor. El modelo de vuestro servicio ha de ser siempre el modelo del Evangelio. Cristo Siervo ha de inspirar cada momento de vuestra vida, cada rincón de vuestra existencia, nada en nosotros escapa al don que hoy recibís en el diaconado. Con el Siervo Jesús lo podréis todo, sin él no podréis nada.

 

Más de una vez os habréis preguntado por qué os ha llamado Dios, y los más misterioso e inquietante para cada uno, ¿por qué a mí? Cada uno somos conocedores de nuestra realidad y conscientes de nuestra pobreza, entonces, ¿por qué Dios se fija en mí y me llama para una empresa tan importante, tan grande, que supera sin duda mi capacidad? No puede el hombre por más que lo intente dar respuesta a este interrogante. Solo nos

 

queda confiar en la fidelidad del que llama y abandonarnos a su amor infinito. Para un tiempo tan seco como el nuestro, con tantos prejuicios y menosprecios, con la sequedad religiosa, la voz que pronuncia nuestro nombre en medio de la noche es un misterio. En medio de esta realidad complicada en la que vivimos, Dios insiste y no deja de buscar. Dios da señales, se hace presente de mil formas y no se cansa de llamar, aunque, en el fondo de tu ser necesitas responder a su voz que resuena en tu alma. Parece como si el viejo sacerdote Leví te estuviera diciendo, responde así a esa voz: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».

 

El origen de toda vocación es gratuito, pero estáis aquí, vosotros habéis escuchado la llamada que ha servido de distintas mediaciones para traeros hasta aquí, para que hoy pronunciéis un sí libre y generoso a la insistencia del Señor. No tengáis miedo, como Samuel podéis decir: «Habla, que tu siervo escucha».

 

La escucha es la actitud del discípulo, que cada día ha de aprender. La misión de un ministro de Cristo es saber estar cercano a la gente desde la cercanía de Dios, saber escuchar y comprender al otro que camina a nuestro lado, con esa actitud tan evangélica que es la compasión, actitud que brota de la misericordia de Dios, por eso, en muchas ocasiones, el silencio es más elocuente que la palabra, nuestra presencia más que muchos argumentos por más verdaderos que sean.

 

Escuchar, sí. Escuchar a Dios para estar atentos a las necesidades del pueblo que se nos ha encomendado. Nunca vayáis con la lección aprendida, ni os situéis por encima de nadie, porque un diácono es un servidor, por eso como nos dice san Pablo: «Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde» (Rom 12, 15-16).

 

Solo os pido que tengáis fortaleza de fe y disponibilidad para levantarse y dejar atrás la vida acomodada, disponibilidad para decir sí siempre para servir a los hermanos, como Cristo que se entregó por nosotros, que lavó los pies a los Apóstoles para enseñarnos el modo de servir; disponibilidad para gastar cada día tu vida en el servicio a Dios y a los hermanos con la esperanza de la vida eterna. Estar disponible es hacerse pequeño para ser pequeño, para servir a los pequeños, incluso para mirar a la realidad como la miran los pequeños; estar disponibles para el servicio de las mesas, para el servicio de la caridad, de los pobres. Los pobres, queridos hermanos, no os pueden ser ajenos, forman parte de la esencia de vuestra vocación y ministerio diaconal. Servid como lo hace el mismo Señor, servid como serviríais a Cristo, con entrega y delicadeza, con tiempo y con paciencia, con acogida y compasión.

 

Vuestra meta no es ser sacerdotes, está claro que sabéis que la meta es ser santos, aunque os cueste agarraros a la Cruz de cada día. Un sacerdote no es un líder –dijo el Papa–, sino alguien que busca la comunión; alguien que busca la fidelidad, que huye de la tentación de ser autónomo o autosuficiente; no andar nunca por libre, como se suele decir. Debemos ser instrumento de unidad, pensar unidos, vivir unidos, no es algo que sale solo, hay que pedirlo al Señor, trabajarlo continuamente. El Papa previno del peligro de un camino torcido: podríamos acabar fácilmente siendo presa de variadas tentaciones. Para ser sacerdotes se es primero diácono y esto no se pierde después, porque es la base y el fundamento del sacerdocio, porque Jesús no vino a ser servido sino a servir y a dar la propia vida (cfr. Mt 10, 45).

 

En el mismo discurso el Papa señaló al espíritu de servicio como base del ser sacerdote. Y dijo algo que resulta familiar: que cada mañana es bueno rezar pidiendo saber servir: Señor, hoy, ayúdame a servir. Y cada noche, dando gracias y haciendo el examen de conciencia, decir: Señor, perdóname cuando he pensado más en mí que en darme al servicio de los demás.

 

Y añadió el Papa Francisco: servir quiere decir estar disponible, renunciar a vivir según la propia agenda, estar preparados para las sorpresas de Dios que se manifiestan a través de las personas, de los imprevistos, de los cambios de programa, de las situaciones que no entran en los propios esquemas. Es lógico que ahora un diácono, después un sacerdote, tenga un horario, un plan de actividades, pero es importante –y hace al servicio, a la entrega– no perder de vista que Dios habla a través de las necesidades de nuestros hermanos, de las de la gente, y con frecuencia no encajan con lo previsto. La pauta es siempre Cristo, Cristo atento a las personas, siempre disponible. Cambió de planes cuando se acercó a Naím; se compadeció del dolor de aquella viuda, sufrió con ella, lloró, y le entregó a su hijo resucitado. Junto al pozo de Sicar supo el Señor dejar de un lado su cansancio y el hambre para ocuparse de aquella mujer pecadora, y para atender luego a todo el pueblo que se le acercó.

 

Nuestra misión se facilita cuando tenemos presente lo que dijo Jesús: permanecer en mi amor y amad a los demás como yo os he amado. No sale solo este amor, tampoco que los demás encuentren a Cristo servidor en nosotros; hace falta mucha ayuda de Dios, por eso queridos fieles, rezad por los sacerdotes, rezad por estos próximos diáconos.

 

Que la Santísima Virgen María nos ayude a vivir con fidelidad siempre y nos ayude en cada instante de nuestra consagración como servidores de los demás.

 

+ José Manuel Lorca Planes Obispo de Cartagena

La alegría de creer

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¡Menudo encuentro: dos madres se felicitan mientras sus hijos, en las entrañas, saltan de alegría! Admirable lección la del cuarto domingo de Adviento: en la maternidad virginal de María se encierra el secreto de la acogida del Salvador. Bien lo saben los santos, como Santa Maravillas de Jesús, que con palabras certezas enseña cómo deber ser acogido Jesucristo en nuestras propias vidas: “Aprenda en el corazón de su Madre cómo se ama a Jesús”. Cercana ya la Navidad, la Liturgia nos invita a descansar la mirada de fe en la Virgen Madre que lleva en su seno al Autor de la vida. En el pasaje evangélico del último domingo de Adviento, el evangelista refiere de María sus acciones y las palabras que recibe.

Cuatro son las acciones que tienen como protagonista a la Madre de Jesús: ponerse en camino, acudir aprisa a la montaña, entrar en casa de Zacarías y saludar a Isabel. En cada una de ellas se nos desvela la solicitud amorosa de la Madre que nos enseña a amar al Hijo. La que ha sido fecundada por el Espíritu Santo se pone en camino: las palabras del ángel en la anunciación orientan sus pasos; auxiliar a su anciana prima es la meta. Amar a Jesús significa dejarse mover por su amor (Él nos amó primero) para servirle en quien lo necesita (conmigo lo hicisteis). María acude aprisa porque la prontitud en el servicio distingue a quien está llena de Dios. En casa del sumo sacerdote entra la Virgen María, portadora del Sacerdote Eterno, anunciándonos que en la ofrenda redentora del Hijo estará cerca la Madre. En el plan de Dios está que acudamos a la Madre para aprender a unirnos a Jesucristo en la entrega amorosa de la propia vida. María saluda a Isabel y su voz llega al oído del Precursor, que salta de gozo en el vientre materno. Primera misión del Bautista: anunciar con su alegría la llegada del Mesías, antes incluso de poder pronunciar palabra. Cuando las palabras no llegan, la alegría declara a quien ama el corazón.

Isabel responde a María “a voz en grito”. A Zacarías, su esposo, le dejó mudo la incredulidad. A Isabel, constituida en servidora de María, Nuevo Templo del Sacerdote Eterno, el Espíritu Santo la colma con palabras de fe. Su servicio consiste en bendecir a la Madre y al Hijo, en postrarse con humildad ante la Madre del Señor, en proclamar la alegría del Precursor y en declarar a María dichosa por su fe. Bendición, humildad, alegría y fe: he aquí lo que Isabel nos dice a gritos. Para acoger al Salvador es necesario recibir en la propia casa a la Madre que nos lo entrega, alabando a Dios por su inmensa bondad (bendición), reconociéndonos indignos de su venida (humildad), saltando de gozo por su amor (alegría), fiándonos sin reservas de la Palabra del Señor (fe).

Cuando la Iglesia nos llama a descubrir de nuevo la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la fe, el relato de la visitación de María a su prima Isabel aparece como antesala de la Navidad, recordándonos que para recibir al Hijo es necesario aprender siempre en el corazón de la Madre, es decir, hay que ponerse en camino –como María- para experimentar la alegría de creer.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

Mons. Gil Tamayo invita a la Archidiócesis a participar en el Año Jubilar

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Se iniciará el día 29 y pide a los párrocos trasladen en las Eucaristía dicha invitación, dirigida “de forma especial” tanto para fieles como para las comunidades religiosas.

El arzobispo Mons. José María Gil Tamayo ha pedido a los párrocos que en las eucaristías de este IV Domingo de Adviento, que celebramos el 22 de diciembre, así como en las de la Navidad, se traslade la invitación en su nombre dirigida a todos los fieles, para participar en el Año Jubilar, cuyo inicio tendrá lugar el próximo día 29.

Junto a todas las parroquias de la provincia, Mons. Gil Tamayo invita “de forma especial” también a las comunidades religiosas “a participar de este evento gozoso y significativo para la vida de nuestra Iglesia”, señala en un Decreto dirigido a todos los presbíteros diocesanos.

El 29 de diciembre, se iniciará en Granada, junto con todas las Diócesis del mundo, este Año de gracia convocado por el Papa Francisco para 2025, con el lema “Peregrinos de esperanza”. En nuestra Diócesis, este inicio comenzará a las 12:30 horas en la iglesia parroquial del Sagrario, desde donde los fieles, junto con el arzobispo, clero concelebrante y seminaristas, se trasladarán en peregrinación hacia la Santa Iglesia Catedral, que se encuentra anexa a esta parroquia.

El Año Jubilar comenzará en Roma el 24 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, en una celebración presidida por el Papa Francisco.   

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El Obispo nombra cuatro nuevos canónigos para el Cabildo Catedral de Córdoba

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Los sacerdotes Antonio Jesús Morales, Domingo Moreno, Joaquín Pérez y Pedro Vicente Cabello recibirán el título colativo el próximo lunes

El Obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, ha hecho público hoy el nombramiento de cuatro nuevos canónigos del Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Los sacerdotes diocesanos que se incorporan al órgano catedralicio son Antonio Jesús Morales, Domingo Moreno, Joaquín Pérez y Pedro Vicente Cabello, que asume la dignidad de canónigo lectoral en sustitución de  Antonio Llamas.

Estos nombramientos han sido comunicados al Cabildo de la Catedral de Córdoba y cubren las cuatro vacantes existentes. El próximo lunes, 23 de diciembre, tendrá lugar la canónica colación por el que los designados reciben el título colativo según lo establecido por el art. 53 de los Estatutos del Cabildo de la Santa Iglesia Catedral.

Nuevos canónigos

Antonio Jesús Morales Fernández nació en Córdoba el 24 de diciembre de 1979 y fue ordenado presbítero el 24 de mayo de 2003 en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Es doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma y oficial del Dicasterio para el clero en Roma. Ha sido párroco de «San Antonio Abad» de Obejo, de  “Ntra. Sra. de la Piedad” en Villaharta y de “San Bartolomé Apóstol” de Montoro, entre otros destinos pastorales en la Diócesis. En la capital, fue párroco de Nuestra Señora de la Fuensanta. Ha sido Vicario Judicial, Vicecanciller del Obispado de Córdoba y Adjunto al Defensor del Vínculo del Tribunal Eclesiástico, entre otros cargos. Fue Capellán del Córdoba Club de Fútbol y profesor profesor del Instituto de Estudios Teológicos «San Pelagio».

Domingo Moreno Ramírez fue ordenado sacerdote hace 24 años. Nacido en Córdoba en 1975, es doctor en Derecho Canónico por la Universidad de San Dámaso de Madrid y actual Vicario Judicial, además de párroco-rector de la Basílica Pontificia de “San Pedro Apóstol” y “Santiago Apóstol” de Córdoba. Es miembro nato del Consejo Presbiteral,  Profesor del I.C.S.CC.RR. «Beata Victoria Díez» de Córdoba y del Instituto de Estudios Teológicos «San Pelagio» de Córdoba. También coordina el Master/Licenciatura en Derecho Canónico en la Diócesis de Córdoba. Forma parte del Colegio de Consultores desde 2022 y es miembro del Consejo Diocesano de Cáritas.

El sacerdote Pedro Vicente Cabello Morales es el párroco de San Miguel Arcángel de Córdoba. En 2008 obtuvo el doctorado en Bíblica por el Potificium Institutum Biblicum de Urbe. Nacido en Puente Genil, es profesor del instituto Superior de Ciencias Religiosas Beata Victoria Diez desde 2018 y perito colaborador del Secretariado Diocesano Para la Doctrina de la Fe, además de secretario del Servicio de Publicaciones de los Centros Académicos de la Diócesis de Córdoba. Es autor del libro “Arqueología Bíblica” y “Eso no estaba en mi libro del Antiguo Testamento”, entre otros títulos y coordina la publicación Studia Cordubensis

Joaquín Pérez Hernández es el párroco de Ntra. Sra. de la Consolación de Córdoba y lleva 38 años ordenado sacerdote. En 2015 se doctoró en Ingeniería por la Universidad de Córdoba y es licenciado en Teología Espiritual y Teología por la Universidad Pontificia de Comillas. En la actualidad, es el Delegado Diocesano para la Vida Consagrada con facultad de vicario para la vida contemplativa. Forma parte del Consejo Diocesano de Pastoral, del Colegio de Consultores y de presbíteros. Es profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de Córdoba y del Instituto Superior de Ciencias Religiosa “Beata Victoria Díez”.

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Celebración navideña con el Instituto de Teología Lumen Gentium

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En el Seminario Mayor San Cecilio.

En torno a la mesa del Altar se ha celebrado hoy viernes, 20 de diciembre, en el Seminario Mayor San Cecilio la Eucaristía presidida por el arzobispo Mons. José María Gil Tamayo para celebrar la Navidad con el Instituto de Teología Lumen Gentium de la Archidiócesis.

La Eucaristía ha estado concelebrada por el Vicario General y el director del citado Instituto, así como por los presbíteros que imparten clase en dicho Instituto. Han asistido los seminaristas de Granada y Guadix que se forman en el Seminario diocesano San Cecilio como candidatos al sacerdocio, así como personal docente del Instituto de Teología y laboral.

D. José María ha pedido oraciones por el próximo ordenando al ministerio sacerdotal, Bryan Adonay Rivas Paredes, cuya celebración de Ordenación sacerdotal tendrá lugar el día 22, a las 12:30 horas, en la S.A.I Catedral de manos del arzobispo Mons. Gil Tamayo. Asimismo, coincidiendo en este viernes día 20 el cumpleaños del arzobispo emérito D. Javier Martínez, el arzobispo de Granada ha pedido oraciones por él y ha transmitido su felicitación.

En sus palabras durante la homilía, en esta Eucaristía del IV Domingo de Adviento, el arzobispo invitó a pedir oraciones a la Virgen y a San José “que nos ayuden a contemplar el Misterio y, como Ella, nosotros también acojamos el Misterio del Dios encarnado y nos apuntemos estos días, y siempre, a la escuela del único maestro: a la Escuela de Cristo”.

Al término de la Santa Misa, Mons. José María Gil Tamayo también deseó feliz Navidad a los concelebrantes y asistentes a la Santa Misa.    

En la Eucaristía celebrada en la Capilla del Seminario Mayor San Cecilio.

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Un recorrido iconográfico a la Sagrada Familia en la Catedral

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El director del Secretariado de Patrimonio Cultural de la Diócesis se encargará de esta visita el 31 de diciembre

Dirigido a las familias o personas que deseen conocer la rica iconografía de la Sagrada Familia en la víspera de su fiesta, el Secretariado para el Patrimonio Cultural de la Diócesis ha organizado un recorrido iconográfico guiado por la Santa Iglesia Catedral por el director del Secretariado de Patrimonio Cultural de la diócesis de Córdoba, Jesús Daniel Alonso, el próximo día 31 de diciembre, a las 11:30 horas.

Como experto en arte, explicará la calidad artística de cada una de las representaciones que hay en el templo principal de la Diócesis, aportará una explicación teológica y compartirá el sentido didáctico que cada una contiene.

El aforo es limitado y las reservas se pueden realizar en el correo museo@diocesisdecordoba.es.

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¿Qué Jubileos celebrará la diócesis de Córdoba?

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La Iglesia de Córdoba se suma a este año jubilar que está a punto de comenzar en toda la Iglesia universal

El año 2025 es año jubilar romano. Cada 25 años se celebra este año jubilar que recuerda la tradición del Antiguo Testamento. El Jubileo de 2025 comenzará con la apertura de las puertas de la basílica de San Pedro en el Vaticano en la noche del 24 de diciembre por el Papa Francisco y en los días siguientes se irán abriendo el resto de puertas de las demás basílicas romanas.

Según el calendario establecido, el 29 de diciembre está previsto que las diócesis realicen la apertura jubilar en las respectivas catedrales. El Jubileo concluirá con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el 6 de enero de 2026, solemnidad de la Epifanía del Señor.

La Iglesia de Córdoba se sumará a este jubileo y ha dado a conocer el calendario de todas y cada una de las citas que se llevarán a cabo.

Adjuntamos el calendario completo.

CALENDARIO JUBILAR 25 

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