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Restaurado el Nazareno de la parroquia de Alfacar

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Hoy Viernes Santo sale en procesión, tras su intervención dado el “crítico estado”.

La Sagrada Imagen del Nazareno, atribuida a José Risueño (1665-1732), en Alfacar hace hoy Viernes Santo su estación de penitencia luciendo su reciente restauración.

Este Nazareno, que representa a Jesús cargando con la cruz a cuestas camino del Calvario, hubo de ser intervenido dado el “crítico estado” en el que se encontraba, tras tres siglos de culto de la Imagen. “El estado crítico aconsejó una rápida intervención a la que el ayuntamiento, en coordinación con la hermandad y la parroquia respondió rápidamente”, informó el consistorio.

Los trabajos de restauración, a cargo de los presupuestos 2024 del ayuntamiento, fueron encargados a Adrián José Ruiz Álvarez, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Granada, Máster en Historia del Arte: conocimiento y tutela del Patrimonio Histórico por la Universidad de Granada y Grado en Conservación y Restauración de Bienes culturales por la Universidad de Granada; y a Andrea Ortega Escobar, licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada y Grado en Conservación y Restauración de Bienes culturales por la Universidad de Granada.

Ambos han realizado otros trabajos de restauración como la de piezas para la exposición de Torcuato Ruiz del Peral, Santiago Matamoros de la iglesia de Santa Ana en Granada y la Virgen de la Humildad de Guadix.

Estos trabajos, realizados en los últimos seis meses, se han centrado en el refuerzo estructural de la peana, las articulaciones y el cierre de grietas. También se ha fijado la policromía, se ha limpiado el barniz y la suciedad eliminando algunos repintes y se han estucado las pérdidas nivelándolas con la policromía original.

La Sagrada Imagen, que sale hoy Viernes Santo en procesión para su estación de penitencia, recibe culto desde hace tres siglos y preside uno de los retablos laterales de la parroquia de la Asunción de Alfacar.

“La señal del cristiano es la Santa Cruz”: Homilía en la celebración de la Pasión del Señor

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Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la celebración de la Pasión del Señor, el 18 de abril de 2025, en la S.A.I Catedral.

Queridos sacerdotes, seminaristas, diácono,

Queridos hermanos y hermanas,

Estamos celebrando de esta manera tan sencilla, como pide la liturgia, la Pasión del Señor. Cuyas partes, os he anunciado al principio. Una primera parte de escucha de la Palabra de Dios, que nos da el sentido de lo que celebramos. Y hemos escuchado la pasión según San Juan, la que se lee todos los Viernes Santo.

Los libretos de la Pasión fueron los primeros textos del Evangelio. Y hemos escuchado también la voz profética del libro de Isaías en uno de los cantos del siervo de Yahvé, donde nos describe cómo era el siervo, cómo iba a ser el siervo. Esto que los judíos no supieron descubrir en Jesús. Esperaban un Mesías glorioso, triunfador. Y resulta que Jesús, tomando el título del Hijo del Hombre, con el que siempre se llama a sí mismo, tomado del profeta Daniel, pero carga sobre Él toda la teología y todo lo que ha expresado el libro de Isaías. El sufrimiento vicario, que es tomar nuestros pecados. Cargar sobre sí nuestras culpas para librarnos.

Él toma nuestro lugar. Sus heridas nos han curado. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador. Enmudecía y no abría la boca. Nos ha ido describiendo de manera anticipada, siglos antes, los rasgos de la Pasión del Señor. No supieron verlo así los sumos sacerdotes. Le recriminan a Jesús que se llame el Hijo de Dios. Cómo va a salir de Galilea algo bueno. Como tú, que eres un nazareno, te atribuyes a ti mismo la condición divina.

Y es el diálogo que el evangelista San Juan nos ha ido mostrando en las semanas previas, las dos semanas previas, a la celebración del Triduo Pascual. Pero ese Jesús, el Hijo de María, ese Jesús de Nazaret, ese Jesús que se manifiesta humilde y sencillo, y que recorre los caminos de Galilea, ese Jesús inerme es el Hijo de Dios. Nada más y nada menos.

Y esa es la grandeza del misterio cristiano. Después hemos escuchado la proclamación del Evangelio de Juan, la Pasión. Con los personajes que en ella intervienen y que todos y cada uno nos da una lección. Nos muestran actitudes humanas que también son las nuestras de cara al Mesías, de cara a Jesús. Hemos visto cómo San Juan va mostrándonos el sufrimiento de Cristo. Hasta esa hora suprema de la entrega. Hasta esa hora suprema en que derrama su sangre por todos nosotros, de su costado abierto. Ante esa hora suprema en que siente que todo está consumado y nos da a María, su Madre.

El evangelista Juan, cuando se refiere a la Virgen, en palabras de Jesús… Siempre nombra a María en dos escenas una en las bodas de Caná y otra en la cruz con el nombre… No le dice Madre, no le dice María, le dice mujer. Porque María es la nueva Eva. Y Juan, cuyo evangelio tiene una profunda carga teológica, sobre todo el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, y un sentido ritual… Nos está mostrando que María es la nueva Eva. Que el discípulo la acoge como algo suyo.

María es inseparable del misterio de Cristo. Hacer un recorrido por la Pasión es aprender los rasgos fundamentales del misterio cristiano. ¿Qué amor nos ha tenido el Padre para mostrarnos así su amor en la entrega de su Hijo? Y el sentido teológico de lo que se celebra en la pasión nos lo ha mostrado la Carta a los Hebreos, una carta escrita para cristianos perseguidos.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nosotros. No. Sino que se ha hecho igual a nosotros, excepto en el pecado. Por tanto, nos dice el autor de la carta de los Hebreos: “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y ser socorridos en el tiempo oportuno”. Pero se va al meollo de la entrega de Cristo. Su obediencia. Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, nos dirá San Pablo. Con gritos y lágrimas, al que podía salvarlo de la muerte.

Pero aprendió obedeciendo. Aprendió con el dolor y el sufrimiento. Y ahora, ¿qué le damos nosotros a Cristo? ¿Cuándo contemplamos con el corazón en la mano todo lo que Cristo ha hecho por nosotros? ¿Qué has hecho tú por Cristo? ¿Qué haces tú, cristiano, cristiana, por Cristo? ¿Qué hago yo, cristiano, obispo, por Cristo? Aquí está lo que nos queda a nosotros por decir. Y este día del Viernes Santo es una buena ocasión para ello.

Con este sentimiento ahora haremos nuestras las necesidades de todos los hombres, para interceder por ellos, como Cristo en la cruz. Para interceder por todos y cada uno de los que sufren. Y después, como hemos ido repitiendo a lo largo del Via Crucis en la Cuaresma: “Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”. Y lo que era un instrumento de ignominia y de condena, lo hemos convertido porque así lo ha asumido Cristo, el instrumento de la victoria.

Y es la señal para el cristiano. Así lo decíamos en el catecismo, ¿Cuál es la señal del cristiano? La señal del cristiano es la Santa Cruz, ¿por qué es la señal del cristiano es la Santa Cruz? Porque en ella murió Jesucristo para redimir a los hombres. No os de vergüenza la cruz de Cristo. No la escondáis. Llevadla con orgullo, con sentido de fe.

Hay gente a la que le molesta la cruces en nuestros caminos, en los sitios públicos, ¿a quién ofende la cruz? Es la muestra de la reconciliación, del amor, del que nos abraza en la misericordia de Dios. Y después, hoy no hay celebración de la Eucaristía. Recibiremos el cuerpo del Señor custodiado en nuestros monumentos y al que hemos adorado en la noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo.

Vivamos esto con sentido de fe. Démosle gracias a Dios por poder participar. Después las procesiones son la manifestación pública de esa fe que aquí se celebra. Porque en la liturgia está presente el mismo Cristo. Nos habla, se nos muestra. Estamos viviendo el misterio cristiano en su esencia.

Que la mujer, la nueva Eva. María, nuestra Madre. La que hemos recibido como algo nuestro, nos acompañe para vivir el misterio de la Resurrección, habiendo pasado por la meditación de la Pasión.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

18 de abril de 2025
S.A.I Catedral de Granada

“La señal del cristiano es la Santa Cruz”: Homilía de Mons. José María Gil Tamayo en la celebración de la Pasión del Señor

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Homilía del arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, en la celebración de la Pasión del Señor, el 18 de abril de 2025, en la S.A.I Catedral.

Queridos sacerdotes, seminaristas, diácono,

Queridos hermanos y hermanas,

Estamos celebrando de esta manera tan sencilla, como pide la liturgia, la Pasión del Señor. Cuyas partes, os he anunciado al principio. Una primera parte de escucha de la Palabra de Dios, que nos da el sentido de lo que celebramos. Y hemos escuchado la pasión según San Juan, la que se lee todos los Viernes Santo.

Los libretos de la Pasión fueron los primeros textos del Evangelio. Y hemos escuchado también la voz profética del libro de Isaías en uno de los cantos del siervo de Yahvé, donde nos describe cómo era el siervo, cómo iba a ser el siervo. Esto que los judíos no supieron descubrir en Jesús. Esperaban un Mesías glorioso, triunfador. Y resulta que Jesús, tomando el título del Hijo del Hombre, con el que siempre se llama a sí mismo, tomado del profeta Daniel, pero carga sobre Él toda la teología y todo lo que ha expresado el libro de Isaías. El sufrimiento vicario, que es tomar nuestros pecados. Cargar sobre sí nuestras culpas para librarnos.

Él toma nuestro lugar. Sus heridas nos han curado. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador. Enmudecía y no abría la boca. Nos ha ido describiendo de manera anticipada, siglos antes, los rasgos de la Pasión del Señor. No supieron verlo así los sumos sacerdotes. Le recriminan a Jesús que se llame el Hijo de Dios. Cómo va a salir de Galilea algo bueno. Como tú, que eres un nazareno, te atribuyes a ti mismo la condición divina.

Y es el diálogo que el evangelista San Juan nos ha ido mostrando en las semanas previas, las dos semanas previas, a la celebración del Triduo Pascual. Pero ese Jesús, el Hijo de María, ese Jesús de Nazaret, ese Jesús que se manifiesta humilde y sencillo, y que recorre los caminos de Galilea, ese Jesús inerme es el Hijo de Dios. Nada más y nada menos.

Y esa es la grandeza del misterio cristiano. Después hemos escuchado la proclamación del Evangelio de Juan, la Pasión. Con los personajes que en ella intervienen y que todos y cada uno nos da una lección. Nos muestran actitudes humanas que también son las nuestras de cara al Mesías, de cara a Jesús. Hemos visto cómo San Juan va mostrándonos el sufrimiento de Cristo. Hasta esa hora suprema de la entrega. Hasta esa hora suprema en que derrama su sangre por todos nosotros, de su costado abierto. Ante esa hora suprema en que siente que todo está consumado y nos da a María, su Madre.

El evangelista Juan, cuando se refiere a la Virgen, en palabras de Jesús… Siempre nombra a María en dos escenas una en las bodas de Caná y otra en la cruz con el nombre… No le dice Madre, no le dice María, le dice mujer. Porque María es la nueva Eva. Y Juan, cuyo evangelio tiene una profunda carga teológica, sobre todo el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, y un sentido ritual… Nos está mostrando que María es la nueva Eva. Que el discípulo la acoge como algo suyo.

 

María es inseparable del misterio de Cristo. Hacer un recorrido por la Pasión es aprender los rasgos fundamentales del misterio cristiano. ¿Qué amor nos ha tenido el Padre para mostrarnos así su amor en la entrega de su Hijo? Y el sentido teológico de lo que se celebra en la pasión nos lo ha mostrado la Carta a los Hebreos, una carta escrita para cristianos perseguidos.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nosotros. No. Sino que se ha hecho igual a nosotros, excepto en el pecado. Por tanto, nos dice el autor de la carta de los Hebreos: “Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y ser socorridos en el tiempo oportuno”. Pero se va al meollo de la entrega de Cristo. Su obediencia. Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, nos dirá San Pablo. Con gritos y lágrimas, al que podía salvarlo de la muerte.

Pero aprendió obedeciendo. Aprendió con el dolor y el sufrimiento. Y ahora, ¿qué le damos nosotros a Cristo? ¿Cuándo contemplamos con el corazón en la mano todo lo que Cristo ha hecho por nosotros? ¿Qué has hecho tú por Cristo? ¿Qué haces tú, cristiano, cristiana, por Cristo? ¿Qué hago yo, cristiano, obispo, por Cristo? Aquí está lo que nos queda a nosotros por decir. Y este día del Viernes Santo es una buena ocasión para ello.

Con este sentimiento ahora haremos nuestras las necesidades de todos los hombres, para interceder por ellos, como Cristo en la cruz. Para interceder por todos y cada uno de los que sufren. Y después, como hemos ido repitiendo a lo largo del Via Crucis en la Cuaresma: “Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”. Y lo que era un instrumento de ignominia y de condena, lo hemos convertido porque así lo ha asumido Cristo, el instrumento de la victoria.

Y es la señal para el cristiano. Así lo decíamos en el catecismo, ¿Cuál es la señal del cristiano? La señal del cristiano es la Santa Cruz, ¿por qué es la señal del cristiano es la Santa Cruz? Porque en ella murió Jesucristo para redimir a los hombres. No os de vergüenza la cruz de Cristo. No la escondáis. Llevadla con orgullo, con sentido de fe.

Hay gente a la que le molesta la cruces en nuestros caminos, en los sitios públicos, ¿a quién ofende la cruz? Es la muestra de la reconciliación, del amor, del que nos abraza en la misericordia de Dios. Y después, hoy no hay celebración de la Eucaristía. Recibiremos el cuerpo del Señor custodiado en nuestros monumentos y al que hemos adorado en la noche del Jueves Santo y la mañana del Viernes Santo.

Vivamos esto con sentido de fe. Démosle gracias a Dios por poder participar. Después las procesiones son la manifestación pública de esa fe que aquí se celebra. Porque en la liturgia está presente el mismo Cristo. Nos habla, se nos muestra. Estamos viviendo el misterio cristiano en su esencia.

Que la mujer, la nueva Eva. María, nuestra Madre. La que hemos recibido como algo nuestro, nos acompañe para vivir el misterio de la Resurrección, habiendo pasado por la meditación de la Pasión.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

18 de abril de 2025
S.A.I Catedral de Granada

Granada queda en silencio ante el Cristo de los Favores

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En la hora nona, que conmemora el momento de la expiración de Jesucristo en la cruz, durante el rezo de las cinco llagas en el Campo del Príncipe el Viernes Santo.

A las 3 en punto de la tarde sonó el cornetín en el Campo del Príncipe, ante el Cristo de los Favores en piedra, y en Granada se hizo el silencio. Es la hora en la que cada Viernes Santo, en este corazón del barrio del Realejo, se conmemora el momento de la expiración de Jesucristo en la Cruz.

La oración de las cinco llagas volvió a congregar a cientos de granadinos para participar en esta liturgia a pie de calle, precedida del rezo del via crucis, dirigido por el párroco de la iglesia de San Cecilio, D. Juan Manuel Molina.

Ante el Cristo de los Favores y la Sagrada Imagen de la Soledad de Nuestra Señora, que llegó en procesión desde la iglesia de Santo Domingo con su Cofradía del Señor de la Humildad, se rezaron las 14 estaciones del via crucis y, después, la tradicional oración de las cinco llagas de Jesús.

En este “lugar de encuentro con Jesús” cada Viernes Santo, como se refirió el arzobispo D. José María al Campo del Príncipe para esta Oración, Mons. José María Gil Tamayo oraba al Cristo de los Favores por distintas intenciones: “Al Cristo de los Favores, como arzobispo de Granada, le pido por los más necesitados, por los más pobres de Granada, para que superemos las brechas que nos dividen ideológicamente, pero también materialmente. Pidamos por los enfermos. Le pido por los enfermos, especialmente por los que están ya desahuciados, para que no pierdan la esperanza. Le pido por los jóvenes, para que encuentren empleo y un porvenir mejor. Un empleo y un trabajo que en Granada no esté manchado por la droga. Le pido por que las raíces cristianas de Granada, que se manifiestan en el Campo del Príncipe en esta tarde. Y le pido para que haya una vivienda digna para todos los jóvenes granadinos, para que puedan formar un hogar estable y seguro. Padre nuestro que estás en el cielo…”.

ORACIÓN CINCO LLAGAS

En la Oración de las cinco llagas se rezó también por la paz en el mundo y los misioneros; por los pueblos de todo el mundo, sobre todo los más pobres, perseguidos, abandonados, hambrientos y perseguidos; por quienes prometen una falsa felicidad y blasfeman contra el Nombre del Señor, y por la justicia en el mundo. Asimismo, se oró para que Dios bendiga los movimientos apostólicos de la Iglesia, hermandades y cofradías con sus Juntas de gobierno; y por quienes calumnian, por la unidad fraterna, por los enfermos, necesitados y quienes sufren dolor en su cuerpo, así como por las intenciones particulares de cada uno.

Acompañaron al arzobispo el delegado episcopal para Hermandades y Cofradías, D. José Gabriel Martín Rodríguez, y el sacerdote párroco de San Matías y secretario particular del arzobispo, D. David Salcedo.

La oración concluyó con la bendición del arzobispo de Granada a todos los fieles y asistentes, y especialmente a los enfermos y más necesitados.

Organizado un viaje para participar en Madrid en la III Fiesta de la Resurrección

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Organizado un viaje para participar en Madrid en la III Fiesta de la Resurrección

Será el sábado 26 de abril y el autobús, ida y vuelta, solo cuesta 20€

La delegación de Apostolado Seglar anima a participar en la III Fiesta de la Resurrección, que tendrá lugar en Madrid, el sábado 26 de abril, en la emblemática Plaza de Cibeles. Se trata de un acto organizado por la Asociación Católica de Propagandistas -ACdP-, que en su segunda edición congregó a más 70.000 personas de toda España, que celebraron, de forma pública y festiva, la Resurrección de Cristo a través de la música. Y este año, lo podrán hacer también los accitanos, porque se va a fletar en autobús.

Quienes quieran participar tienen que ponerse en contacto con Maika Fornieles, delegada de Apostolado Seglar y miembro de la ACdP de Guadix, o en los teléfonos 620396025 y 679277876. El autobús saldrá de las inmediaciones del Teatro Romano, a las 7 de la mañana y el coste del viaje, incluido el festival, es de solo 20€, ida y vuelta. Se trata de un evento muy familiar, al que también pueden ir niños.

En esta Fiesta de la Resurrección actúan Beret, el duo Cali & El Dandee, Kike Pavón, el grupo Siempre Así, Hakuna Group Music y El Pulpo, que es presentador en Cope y que también es Dj.

La III Fiesta de la Resurrección vuelve a presentarse como una cita ineludible en el calendario cultural y espiritual de la ciudad de Madrid. Con acceso libre y gratuito y para todos los públicos, busca generar, por tercer año consecutivo, un ambiente de celebración, fraternidad y encuentro, que ha caracterizado a las dos ediciones anteriores. Y este año se podrá participar también Desde Guadix.

Antonio Gómez

Delegado diocesano de MCS. Guadix

Seglares fiesta Resurrección Madrid cartel

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Evangelio del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor en Lengua de Signos Española (ciclo C)

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Evangelio del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor en Lengua de Signos Española (ciclo C)

Evangelio del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor en Lengua de Signos Española (Juan 20, 1-9)

Signado por el director del Departamento de Pastoral del Sordo de la Archidiócesis de Sevilla, el sacerdote Gumersindo Melo.

Produce: Archidiócesis de Sevilla

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LECTURAS DE LA VIGILIA PASCUAL (CICLO C)

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Primera lectura

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis 1, 1 – 2, 2

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios:
«Exista la luz».

Y la luz existió.

Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios:
«Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas».

E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento.

Y así fue.

Llamó Dios al firmamento «cielo».

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Dijo Dios:
«Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco».

Y así fue.

Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar».

Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios:
«Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra».

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Dijo Dios:
«Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra».

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Dijo Dios:
«Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo».

Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Luego los bendijo Dios, diciendo:
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra».

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Dijo Dios:
«Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies».

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.

Dios los bendijo; y les dijo Dios:
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra».

Y dijo Dios:
«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».

Y así fue.

Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.

Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho.

Salmo

Sal 103, 1 2a. 5 6. 10 y 12. 13 14. 24 y 35c

R/. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

  • Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
  • Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas.
  • De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.
  • Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos.
  • Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
Segunda Lectura

Lectura del libro del Génesis 22, 1-18

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo:
«¡Abrahán!».

El respondió:
«Aquí estoy».

Dios dijo:
«Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los monte que yo te indicaré».

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos. Abrahán dijo a sus criados:
«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».

Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
«Padre».

Él respondió:
«Aquí estoy, hijo mío».

El muchacho dijo:
«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?».

Abrahán contestó:
«Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!».

Él contestó:
«Aquí estoy».

El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».

El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».

Salmo

Sal 15, 5 y 8. 9 10. 11

R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

  • El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
  • Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
  • Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Tercera Lectura

Lectura del libro del Éxodo 14, 15 – 15, 1

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes».

Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes.

Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejército egipcio. Trabó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente.

Los egipcios dijeron:
«Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto».

Luego dijo el Señor a Moisés:
«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».

Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipitó el Señor a los egipcios en medio del mar.

Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó.

Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha e izquierda.

Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.

Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor:

Salmo

Salmo: Ex 15, 1 2. 3 4. 5 6. 17 18

R/. Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.

Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, El fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.

El Señor es un guerrero, su nombre es “El Señor”. Los carros del faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.

Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo como piedras. Tu diestra, Señor, es magnífica en poder, tu diestra, Señor, tritura al enemigo.

Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás.

Cuarta Lectura

Lectura del libro de Isaías 54, 5-14

Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso.

Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra».

Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada —dice tu Dios—.

Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.

En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero —dice el Señor, tu libertador—.

Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte.

Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz —dice el Señor que te quiere—.

¡Ciudad afligida, azotada por el viento, a quien nadie consuela!

Mira, yo mismo asiento tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; haré tus almenas de rubí, tus puertas de esmeralda, y de piedras preciosas tus bastiones.

Tus hijos serán discípulos del Señor, gozarán de gran prosperidad tus constructores.

Tendrás tu fundamento en la justicia: lejos de la opresión, no tendrás que temer; lejos del terror, que no se acercará.

Salmo

Sal 29, 2 y 4. 5 6. 11 y 12a y 13b

R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor Dios mío, te daré gracias por siempre.

Quinta Lectura

Lectura del libro de Isaías 55, 1-11

Esto dice el Señor:
«Sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y comprad, sin dinero y de balde, vino y leche.

¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?

Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.

Inclinad vuestro oído, venid a mí: escuchadme y viviréis.

Sellaré con vosotros una alianza perpetua, las misericordias firmes hechas a David: lo hice mi testigo para los pueblos, guía y soberano de naciones.

Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; porque el Señor tu Dios, el Santo de Israel te glorifica.

Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca.

Que el malvado abandone su camino, y el malhechor sus planes; que se convierta al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.

Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos —oráculo del Señor—.

Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes.

Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».

Salmo

Is 12, 2 3. 4bcd. 5 6 (R.: 3)

R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

  • «Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación». Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
  • «Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso».
  • Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión, porque es grande es en medio de ti el Santo de Israel.
Sexta Lectura

Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32 – 4, 4

Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído y aprende prudencia.

¿Cuál es la razón, Israel, de que sigas en país enemigo, envejeciendo en tierra extranjera; de que te crean un ser contaminado, un muerto habitante del Abismo?

¡Abandonaste la fuente de la sabiduría!

Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre.

Aprende dónde está la prudencia, dónde el valor y la inteligencia, dónde una larga vida, la luz de los ojos y la paz.

¿Quién encontró su lugar o tuvo acceso a sus tesoros?

El que todo lo sabe la conoce, la ha examinado y la penetra; el que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; el que envía la luz y le obedece, la llama y acude temblorosa; a los astros que velan gozosos arriba en sus puestos de guardia, los llama, y responden: «Presentes», y brillan gozosos para su Creador.

Este es nuestro Dios, y no hay quien se le pueda comparar; rastreó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo, Jacob, se lo mostró a su amado, Israel.

Después apareció en el mundo y vivió en medio de los hombres.

Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que la guarden vivirán; los que la abandonen morirán.

Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina al resplandor de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero.

¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!

Salmo

Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68)

R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

  • La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma;el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes.
  • Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
  • El temor del Señor es puro y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos.
  • Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulce que la miel de un panal que destila.
Séptima lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 16-28

Me vino esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, la casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba.

Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos.

Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países. Los he juzgado según su conducta y sus acciones.

Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi santo nombre, ya que de ellos se decía: “Estos son el pueblo del Señor y han debido abandonar su tierra”.

Así que tuve que defender mi santo nombre, profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde había ido.

Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios:

No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que fuisteis.

Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos.

Reconocerán las naciones que yo soy el Señor —oráculo del Señor Dios—, cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad.

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra.

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”».

Salmo

Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 (R.: 41, 2)

R/. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

  • Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
  • Cómo entraba en el recinto santo, cómo avanzaba hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
  • Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
  • Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría; y te daré gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11

Hermanos:
Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios.

Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Sal 117, 1 2. l6ab 17. 22 23

R/. Aleluya, aleluya. aleluya.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.

«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 1-12

El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron:
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar».

Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.

Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.

Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos, Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.

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Monseñor Chico Martínez recuerda, en este Viernes Santo, que «la Cruz no es el fin, sino el principio de la esperanza»

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El Viernes Santo ha comenzado, en la Catedral de Jaén, con el rezo solemne de Laudes. Ya por la tarde, el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, ha presidido la celebración de los Santos Oficios de este Viernes Santo, en el primer templo de la Diócesis. Una ceremonia solemne, marcada por la sobriedad en la ornamentación del presbiterio, la mesa de altar desnuda ante la muerte del Crucificado y el templo en penumbra.

Don Sebastián ha estado acompañado por el Provicario General de la Diócesis, D. José Antonio Sánchez; el Canónigo y Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz; y otros miembros del Cabildo catedralicio como D. Juan García, D. Juan Herrera, D. Antonio Aranda, D. Manuel Carmona, D. Raúl Contreras y D. Antonio Lara; así como el secretario particular del Obispo, D. Francisco Javier Cova. Del mismo modo han participado en la celebración el diácono permanente D. Francisco Javier López; los seminaristas, que han acompañado con sus cantos, y el canónigo y organista, D. Alfonso Medina.

Tras la procesión de entrada, al llegar al presbiterio, el Prelado se ha postrado ante el altar. Los demás concelebrantes, seminaristas y pueblo fiel se han arrodillado.

Las lecturas han sido participadas por dos jóvenes y una religiosa. Después, el relato de la pasión y muerte de Cristo, según San Juan, ha sido cantado por D. Juan Francisco Ortiz y los seminaristas Guillermo Ballesteros y Salvador Ruiz.

Homilía
El Obispo ha realizado su predicación sentado. Ha comenzado recordando que la Iglesia guarda silencio en este día. «El altar está desnudo, el canto es sobrio, no ha incienso, solo la Cruz, centro de nuestra mirada y de nuestra fe. La muerte del Hijo de Dios nos sobrecoge: no fue fruto del azar, sino de la ceguera, la ambición y la cobardía humanas. Pero también fue el acto supremo del amor de Dios, del “amor arrodillado” que en Cristo se acerca a nosotros para rescatarnos del pecado y de la muerte», ha señalado.

«Hoy no venimos a juzgar a otros. Queremos mirar a Cristo crucificado y dejarnos mirar por Él. Estar con Él como María, como Juan, como las mujeres valientes», ha subrayado el Pastor diocesano, recordando que desde la Cruz brota el perdón, nace la Iglesia, se nos entrega a María, como Madre, y se nos revela la esperanza que no defrauda.

Durante su predicación, el Prelado jienense ha subrayado los múltiples dolores que atravesaron el alma de Cristo: la esclavitud de su pueblo, la dureza de corazón de muchos, la agresividad que despertaba su mensaje, el rechazo de los de los “justos”, el silencio del Padre. Dolores que, de forma persistente, siguen presentes en nuestro tiempo y que seguimos padeciendo los creyentes. Para continuar: «Ese grito desgarrador ­-“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” – expresa el abismo más profundo del alma humana. Y, sin embargo, incluso en ese abandono, Jesús confía: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”».

Asimismo, en este Año Jubilar, Monseñor Chico Martínez ha querido subrayar que la Cruz no es el fin, sino el principio de la esperanza. Así, como “Peregrinos de la Esperanza”, ha invitado a los fieles a mirar al Crucificado con fe, no con tristeza. «Porque sabemos que después del sepulcro vendrá la vida. Porque la última palabra no la tiene la muerte, sino el amor». Y ha añadido: «No huyamos de la Cruz. Miremos a Cristo y aprendamos de Él. Acerquémonos al Crucificado con el corazón roto, con el alma abierta. No lo miremos desde fuera. Subamos con Él, como María, como Juan. Porque desde la Cruz brota la salvación, la Iglesia, los sacramentos, el perdón… Brota la Esperanza».

Tras la homilía, y durante la oración de los fieles se ha pedido por la Santa Iglesia; por el Papa; por todos los ministros y por los fieles; por los catecúmenos; por la unidad de los cristianos; por el pueblo judío, el primero a quien habló Dios; por los que no creen en Cristo; por los que no creen en Dios; por los gobernantes; y por los atribulados.

Adoración de la Cruz
Uno de los momentos de mayor recogimiento ha sido la adoración a la Cruz. El diácono permanente, acompañado por dos seminaristas, han llevado el Crucificado desde el coro hasta el presbiterio. Mientras se acercaban al altar mayor han pronunciado tres veces, “Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavado la salvación del mundo”. Posteriormente, el Obispo se ha descalzado y se ha quitado la casulla, para arrodillarse ante la Cruz. Más tarde presbíteros, seminaristas y pueblo fielhan hecho lo propio ante el símbolo de la salvación. Después se ha dado la Comunión de la reserva de ayer.

Bendición con el Santo Rostro
Al concluir la celebración litúrgica se ha llevado a cabo una de las tradiciones particulares de la Iglesia de Jaén. El Obispo ha subido hasta los balcones de la Catedral para bendecir a los jiennenses y los campos con el Santo Rostro, desde los cuatro puntos cardinales.

Mañana la Catedral acogerá la Solemne Vigilia Pascual a las 22.30 horas, presidida también, por Monseñor Chico Martínez.

Galería fotográfica: «Viernes Santo»

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Monseñor Saiz Meneses: «El camino del cristiano es siempre el camino de la cruz, un camino que salva»

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Monseñor Saiz Meneses: «El camino del cristiano es siempre el camino de la cruz, un camino que salva»

El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, ha presidido esta tarde en la Catedral de Sevilla la celebración de la Pasión del Señor, en la que se contempla la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y se adora su Cruz.

En la celebración litúrgica ha participado el nuncio apostólico en España, monseñor Bernardito Aúza, el deán del Cabildo catedralicio, Francisco José Ortiz Bernal, representantes del clero y laicado sevillano, así como de la vida consagrada. Asimismo, por parte de las autoridades civiles han asistido representantes de la corporación municipal.

«Hoy la muerte ha sido vencida desde dentro»

En su homilía, el arzobispo de Sevilla ha recordado a los presentes que en este día «la cruz se alza como signo de victoria, no de derrota. Ante ella, nosotros nos postramos. No porque adoremos el sufrimiento, sino porque creemos que en esa entrega se nos ha revelado el rostro de Dios.»

«En nuestra ciudad, la cruz está profundamente enraizada en el alma del pueblo. Aquí la cruz se lleva en andas, se besa, se canta, se llora. Pero no como simple símbolo de una tradición cultural o folclórica, sino como expresión de una fe encarnada, ardiente y popular», ha apuntado. «La cruz no está lejos de nuestras vidas. Está presente en las familias que sufren, en los que no tienen trabajo, en los enfermos, en los ancianos que viven solos, en los jóvenes desorientados, en los inmigrantes que se juegan la vida buscando un futuro mejor, en todas las personas que viven sin esperanza. Y es ahí donde el Crucificado sigue entregándose».

«En la cruz, el Señor nos revela que el verdadero poder está en el servicio, la verdadera gloria en la entrega, y la verdadera libertad en el amor sin condiciones». Monseñor Sainz Meneses ha recordado a los presentes que estamos llamados a cumplir nuestra misión, como Cristo: «A amar sin medida, a perdonar sin límites, a servir sin esperar recompensa. El camino del cristiano es siempre el camino de la cruz, pero no como peso que aplasta, sino como camino que salva».

Asimismo, don José Ángel ha manifestado que la cruz no es el final del camino, sino el inicio de una nueva vida: «Desde la cruz, Cristo ha abierto para nosotros las puertas del cielo, por eso hoy no es un día de desaliento, sino de esperanza. Hoy la muerte ha sido vencida desde dentro, el pecado ha sido derrotado con el amor».

El arzobispo ha finalizado su homilía invitando a adorar la Santa Cruz, pero no por rutina:  «Hagámoslo con un corazón lleno de gratitud. Que ese gesto sea una profesión de fe: Creo en ti, Señor; te amo; te sigo; me confío a ti. Y cuando salgamos de esta Catedral, llevemos esa cruz en el corazón».

La liturgia del Viernes Santo

El segundo día del Sagrado triduo Pascual es una celebración sin Eucaristía. En un primer lugar, tiene lugar una Liturgia de la Palabra, en la que se proclama y medita la Pasión según el evangelista San Juan. A continuación, la atención se ha centrado en pedirle al Señor que su salvación se extienda por todos los hombres, por lo que la oración de los fieles se ha realizado de una manera más extensa y solemne. Posteriormente, se ha llevado a cabo la entronización y adoración de la Cruz, momento cumbre de estos oficios. Finalmente, ha tenido lugar la Sagrada Comunión, con el Santísimo Sacramento reservado ayer jueves en el Monumento de la Capilla Real.

El Sábado Santo, la Vigilia Pascual comenzará a las once de la noche con el rito del fuego en la Puerta del Príncipe de la Catedral de Sevilla.

Enlace al canal TV de la Catedral de Sevilla a la Celebración de la Pasión del Señor

Galería de fotos: Miguel Ángel Osuna

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El Obispo de Huelva preside con solemnidad la celebración de la Pasión del Señor en la Catedral

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En la tarde de este Viernes Santo, la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Merced acogió, a las 17.00 horas, la celebración de la Pasión del Señor, presidida por el Obispo de Huelva, Mons. Santiago Gómez Sierra. Fieles procedentes de distintos puntos de la diócesis se congregaron para participar en esta solemne liturgia, centro espiritual del Triduo Pascual y expresión profunda del misterio redentor de Cristo.

La celebración, marcada por el recogimiento y la contemplación del sacrificio de Cristo en la cruz, constó de tres momentos esenciales: la liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y la Sagrada Comunión. Durante la proclamación del Evangelio, el silencio de la asamblea y la intensidad del relato pusieron de manifiesto el carácter único de este día santo.

Uno de los momentos más destacados fue la adoración de la Cruz, llevada a cabo por miembros de la Hermandad de los Judíos de la parroquia de Nuestra Señora de la Merced. La sagrada imagen del Cristo de Jerusalén y Buen Viaje fue portada en hombros por los hermanos, mientras el diácono entonaba el tradicional canto: “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Este gesto solemne invitó a todos los presentes a acercarse con reverencia y fe, venerando el símbolo del amor redentor de Jesús.

Numerosos fieles, con gran recogimiento, se acercaron al presbiterio para adorar la Cruz de forma individual, manifestando su devoción al misterio pascual. El altar, despojado de ornamentos como signo visible del luto por la muerte del Señor, fue dispuesto con sencillez. El Santísimo Sacramento fue trasladado desde el lugar donde se había reservado tras la liturgia del Jueves Santo y distribuido en un clima de profundo silencio y adoración.

En su homilía, Mons. Gómez Sierra pronunció las siguientes palabras:

HOMILÍA DE MONS. SANTIAGO GÓMEZ SIERRA EN LA CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

En la Misa de este primer día del Santo Triduo Pascual, que celebramos en la víspera como memorial de la última Cena, la lectura de la pascua hebrea, conmemorando la liberación de la esclavitud de Egipto, nos invitaba a mirar a Jesús como el verdadero Cordero Pascual. Hoy, en esta liturgia del Viernes Santo es el profeta Isaías quien nos ha anunciado la pasión del Siervo de Yahvehque también es comprendido como cordero.

Si tenemos la gracia de descubrir un poco más a Jesús en esta imagen del Cordero, entonces cada vez que nos acerquemos a la Sagrada Comunión, seremos más conscientes de que participamos del Misterio Pascual de Jesus, su Muerte y Resurrección; y que cada Eucaristía es verdaderamente el memorial que actualiza de forma incruenta el sacrificio del Calvario. Por esta razón, antes de la Comunión oímos estas palabras: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”.

En el profeta Isaías hemos leído un anticipo de la pasión del Señor en la figura del siervo de Yahvéh, que también es presentado como cordero“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no habría la boca: como cordero llevado al matadero … enmudecía y no habría la boca” (Is 53, 7).

Ayer la lectura del Éxodo nos orientaba a ver en Jesús el cordero que se sacrificaba y comía en la cena pascual; hoy la lectura de Isaías aplica la comparación del cordero al siervo de Yahveh que, muriendo para expiar los pecados de su pueblo, aparece “como cordero llevado al matadero. Así, subrayando la humildad y la resignación del Siervo, anuncia de la mejor manera el destino de Cristo en su pasión y muerte.

Asimismo, el relato de la Pasión según San Juan que hemos escuchado, también hay múltiples detalles que nos invitan a contemplar a Jesús como Cordero. Si prestamos atención a la temporalización que hace de los hechos, el acontecimiento mismo de la muerte de Jesús habría ocurrido la víspera de la fiesta de la Pascua judía: “Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua” (Jn 18,28); “Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía” (Jn 19,14); “como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran”(Jn 19, 31). Así, a la misma hora en que, según las prescripciones de la ley judía, se sacrificaban en el templo los corderos que iban a ser comidos en la cena de pascua, es cuando Jesús era inmolado en la cruz.

También están aludiendo a la condición de Jesús como Cordero, cuando en la narración de la Pasión se recalca que “Jesús callabadelante del sanedrín (Mt 26,63) o no respondía a Pilato “Jesús no le dio respuesta” (Jn 1,29).

Pero hay otro hecho después de su muertede Jesús, que también habla de Él como cordero, cuando dice que no le rompieron las piernas como a los dos malhechores ajusticiados con Él. “Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso” (19,36), y en esto ve el evangelista san Juan la realización de una prescripción ritual concerniente al cordero pascual: “Se ha de comer en una sola casa: no sacarás fuera nada de la casa y no le romperás ningún hueso” (Éx 12,46).

La imagen de Jesús como cordero sirvió a los primeros cristianos para mostrar todo el contenido salvador que tiene la muerte de Cristo. Así lo hace el diácono Felipe en elcamino de Jerusalén a Gaza, cuando se encuentra aquel funcionario de la reina de Etiopía (Act 8, 26-39). Éste iba leyendo: “Como cordero llevado al matadero” (Hech 8, 32), y pregunta a Felipe: “Por favor, ¿de quién dice esto es profeta?, ¿de él mismo o de otro?”. Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús” (Hech8, 34-35).

En este Viernes Santo, pidamos la gracia de comprender mejor que Jesús es el Siervo doliente que se deja llevar en silencio como cordero al matadero: “él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron” (Is 53, 5).

Por la muerte de Cristo hemos sido redimidos del pecado y de la muerte eterna, porque Jesús es el «Cordero que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29), y así devuelve al hombre a la comunión con Diosy a la esperanza de la vida eterna.

Además, Jesús mismo nos invita a aprender su mansedumbre y humildad significadas en la imagen del cordero, como talante de vida del discípulo, cuando nos dice: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11, 29)

Y en esta tarde del Viernes Santo no podemos dejar de fijarnos en que “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre… dijo a su madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Luego dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquella hora el discípulo la recibió como algo propio” (cf Jn 19, 25-27). Jesús llama a su madre Mujer, porque en esta hora es la nueva Eva, la verdadera “madre de los que viven”. (cf CEC 2618). Es nuestra Madre, acojámosla abriéndole nuestro corazón, que Ella nos recibe en el suyo como a hijos, que su Hijo crucificado le entrega.

Virgen de los Dolores, ruega por nosotros.

La ceremonia concluyó con un profundo momento de oración en silencio, dejando espacio para la meditación personal y comunitaria. El templo catedralicio, adornado con sobriedad, fue testigo de una liturgia que, un año más, ha congregado a la comunidad diocesana en torno al misterio central de la fe cristiana.

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