D. JUAN DEL RÍO. HECHO RELIGIOSOS Y COMUNICACIÓN

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Oficina de información de los Obispos del Sur de España

I ENCUENTRO OBISPOS Y DECANOS DE FACULTADES DE COMUNICACIÓN RELACIONADAS CON LA IGLESIA EN ESPAÑA

 

Hecho Religioso y Comunicación

 

20 y 21 de enero de 2006

Casa de la Iglesia.  Madrid

 

1. Mis primeras palabras no pueden ser otras que daros las gracias. Sí, gracias por la acogida a este Encuentro, gracias por vuestra presencia, pero gracias sobre todo por vuestra labor y vuestro empeño en hacer de vuestras Facultades puntos de referencia para el mundo de la comunicación y de la Iglesia. Desde el principio queremos deciros que tanto para los obispos como para esta Comisión Episcopal de MCS es muy importante esta Jornada por la posibilidad que supone para nosotros, los pastores, de aprender, serviros mejor, y, al mismo tiempo, de ayudaros a mostraros nuestra comunión y anhelos para que de nuestras Facultades de Comunicación salgan hombres y mujeres con competencia profesional y responsabilidad moral (cf. Juan Pablo II, Discurso a los periodistas, 27.1.1984). Por eso, todos saldremos enriquecidos con el intercambio de experiencias y de ideas. Ello redundará en construir entre todos una Iglesia más atenta a “los primeros areópagos del tiempo moderno” y a la vez que los futuros profesionales de la sociedad de la comunicación estén más abiertos a la cultura del memorial de la que hablaba el Papa de la Comunicación, Juan Pablo II, en su Mensaje de la XXXIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 18 de abril de 1999. Pero, permitidme que en el marco de esta apertura os ofrezca algunas reflexiones sobre Iglesia y sociedad de la comunicación desde la perspectiva de la Teología de la Comunicación que de alguna manera dejen sentadas las bases de las ponencias y diálogos que tendremos a lo largo de esta Jornada.

 

2. Cuando a los cristianos, y principalmente a la Iglesia Católica siempre se nos está achacando de que llegamos tarde a todas las revoluciones o grandes transformaciones de la humanidad, tendríamos que preguntarnos por lo que se refiere a los mass media si no ha sido, de alguna manera, una pionera. Pues bien, respondamos a este interrogante: En primer lugar el hecho cristiano –a diferencia de otras religiones– está basado la comunicación de Dios con el hombre. La historia de la salvación narra precisamente este largo y variado diálogo que nace de Dios y teje con el hombre una admirable y múltiple comunicación: “después de hablar Dios muchas veces y de diversos modos antiguamente […] llegada la plenitud de los tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb 1,1-2). “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). De esta forma, en referencia a aquel Acontecimiento Salvador de hace dos mil años, dirá Pablo VI que “La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio”. Por eso dirá el gran comunicador Pierre Baben que la noticia emanada de la institución Iglesia: “depende de una instancia distinta que lo colorea todo y que constituye un a priori fundamental que se encuentra en la base de todo. Ocultar ese a priori es intentar describir una casa sin hablar de sus cimientos”.

 

Segundo: El interés por los MCS no es de ahora, sino que desde el principio, el cristianismo acogió sin reservas los medios presentes en el mundo cultural judío y greco-romano. Los primeros altavoces o púlpitos fueron la sinagoga judía, el areópago ateniense o el foro romano. El soporte para dejar fijado el Evangelio fue el papiro o el rollo. Luego se dio el salto al volumen, al codex, al manuscrito. En otro orden de cosas: la iconografía, el scriptorium monacal, las catedrales con sus estilos arquitectónicos, el

canto, la liturgia, las peregrinaciones, las escuelas y universidades de las primeras ciudades y tantas otras creaciones e instituciones no han tenido otro objetivo que el de comunicar un Acontecimiento, una Persona, una Presencia. Por eso mismo los MCS no son ajenos ni al ser ni la misión de la Iglesia.

 

3. Otra cosa es la relación de la Iglesia con el periodismo moderno y más concretamente con la cultura de la comunicación de masas, de hecho no se puede negar que los mass media son parte integrante de la cultura católica, de ahí que la Iglesia haya hecho un gran esfuerzo de reflexión sobre los MCS en estos últimos cuarenta años: El Concilio Vaticano II puso las bases para una teología de la comunicación (Gaudium et Spes, Lumen Gentium, Inter Mirifica) Posteriormente otros dos grandes documentos: Communio et Progressio (1971), Aetatis Novae (1992). A esto hay que añadir el riquísimo magisterio pontificio y episcopal. Pero surge la gran pregunta ¿cómo una institución como la Iglesia Católica, que posee ese gran caudal pensamiento e instituciones periodísticas de todo tipo, tiene unas relaciones con los Medios tan tensas y en muchos casos tan conflictivas?

 

4. No debemos olvidar que el marco cultural de los medios es el propio de la modernidad dominada por la corriente filosófica del positivismo, en cuyo seno han nacido, y en el que domina la persuasión de que no hay verdades absolutas, de que toda verdad es contingente y revisable y de que toda certeza es síntoma de inmadurez y dogmatismo, de ahí que no haya valores que merezcan adhesión incondicional y permanente. En este contexto la tolerancia se toma como indiferencia relativista que cotiza a la baja todo asomo de convicción personal o colectiva. Todas las opiniones valen lo mismo, pues no hay criterio de verdad. En esta misma línea dice J. Navarro Valls: “la prensa parte de una idea de los maestros de sospecha…que se puede formular así: la realidad de las cosas nunca es como se ve, hay siempre una realidad oculta más desagradable de lo que se ve. Además –añadía un segundo elemento con referencia a la Oficina de Prensa de la Santa Sede– la información que se da aquí es contracultura, va contra la tendencia cultural del momento. Y tercero, no hay un seminario sobre técnica de la información religiosa”. La solución a esta realidad no está en una postura defensiva o de ocultación de hechos por parte de la Iglesia, sino que el camino prudente es examinar el sistema informativo y el modo en que la sociedad de nuestro tiempo reacciona ante cada noticia.

 

5. Tenemos la urgente necesidad de incorporar en la Iglesia una mayor conciencia de que estamos ante unos nuevos modos de comunicar, con un nuevo lenguaje, nuevas técnicas, nuevos comportamientos psicológicos, sin que esto suponga una llamada a que por parte de la Iglesia tenga que abdicar nada de su concepto de la verdad sobre el hombre y su salvación tal como se ha revelado en Cristo y la Iglesia lo enseña, lo celebra y lo anuncia. Pensamos de lo que se trata es de una tarea eminentemente profesional, que requiere aprendizaje y conocimientos; de ahí el ser evangelizador que encierra todas aquellas instituciones que, siguiendo el humanismo cristiano y con vinculaciones con la Iglesia Católica de diversa índole, se afanan por preparar hombres y mujeres para que desde la búsqueda de la verdad y la conquista diaria de la libertad ofrezcan a la sociedad una información lo más completa posible que ayude a la construcción de una sociedad más justa y pacífica . En este sentido vuestro papel como Decanos y profesores de las Facultades de Comunicación es importantísimo para “construir puentes” entre la Iglesia y estos “nuevos areópagos”, ya que como decía Juan Pablo II: “no existe razón para que las diferencias hagan imposible la amistad y el diálogo –entre la Iglesia y los mass media–. En muchas amistades profundas son precisamente las diferencias las que alientan la creatividad y establecen lazos”. Por ello, la falta de sensibilidad pastoral y el déficit en preparación profesional hace muchas veces inviable ese entendimiento entre Iglesia y sociedad de la

comunicación. El problema no es el de utilizar o servirse de los medios por parte de la Iglesia, sino cómo ella participa en la dinámica de estos, y para eso no basta la buena voluntad, sino que es necesaria la competencia profesional de los agentes de pastoral para conocer la estructura semiótica de la sociedad de la comunicación. Por eso mismo, es muy importante para esta Comisión Episcopal escucharos y pediros ayudas para que como expertos nos ayudéis a saber comunicar mejor el Mensaje Salvador de la Buena Noticia de Cristo, y a la vez también vosotros podáis trasmitir a vuestros alumnos una imagen de la Iglesia más real y más científica, libre de los prejuicios de la posmodernidad y mucho más en consonancia con lo que ella es y quiere ser para el mundo. Este sería un objetivo importante de nuestro Encuentro.

 

6. Ahora bien, inmerso como estamos en el fuerte debate del laicismo y el secularismo que invade las costumbres de la vida real, la Iglesia como noticia no ha pasado de moda. Así nos dice J. Navarro Valls que “el volumen de información sobre temas religiosos y de Iglesia ha aumentado en los últimos años tanto en Europa como en América”8. Una prueba de esto, recordemos lo que ha significado desde el punto de vista mediático la enfermedad y muerte de Juan Pablo II y la elección de su sucesor el Papa Benedicto XVI. Por otra parte, los estudiosos del hecho religioso desde las perspectivas fenomenológicas, antropológicas y filosóficas nos hablan del auge de lo religioso que aparece en nuestros días bajo formas inesperadas. Quizás lo que está hoy en crisis no es tanto la conciencia religiosa como la autoridad religiosa. Hasta hace poco tiempo la religión estaba unida a la pertenencia de una colectividad o iglesias, ahora es frecuente encontrar religiosidad por doquier9. A finales de los noventa decía G Vattimo: “hoy ya no hay razones filosóficas fuertes y plausibles para ser ateo o, en todo caso para rechazar la religión […] lo decisivo es que advierto un renacer del interés religioso en el clima cultural en el que me muevo”10. Es más, diremos que el ateísmo no es posible sin un Dios. El ateo, en una u otra forma, hace de sí mismo un Dios. El ateísmo sólo es posible en el ámbito de la deidad abierto por la religación de la que hablaba el filósofo X Zubiri. Por otro lado, el agnosticismo tan cacareado del laicismo exacerbado es una careta que oculta los intentos de una “nueva religión” que se presenta como neutra e independiente y garante de la libertad religiosa, olvidando que estas libertades son derechos reconocidos internacionalmente11. El laicismo, desde su ideología totalitaria intenta silenciar la dimensión social del hecho religioso y se apropia de la esfera pública de manera fundamentalista tanto a través de la política como mediante algunos potentes medios de comunicación social. En otro orden de planteamiento, no se debe olvidar el fenómeno generalizado de la vuelta a la religiosidad espiritualista en sus múltiples formas que, en ocasiones, desembocan en el preocupante mundo de las sectas y no están tan lejos de los campus universitarios. Por todo ello, el tema elegido Hecho Religioso y Comunicación es de máxima actualidad para todos nosotros.

 

7. Si la naturaleza y misión de la Universidad es la “búsqueda desinteresada de la verdad” y la religión es la preocupación por el destino del hombre, es lógico que todo lo que atañe a la sociedad y sus miembros esté presente en una Facultad de Comunicación. Lo sagrado ha expresado siempre la esperanza del hombre en un orden cultural que abarca la realidad y da significado último a la vida. La religión se presenta como aquello que interioriza dentro de la persona al universo culturalmente construido, contribuyendo así a estructurar su conciencia. Desde esta perspectiva, la secularización total equivaldría simplemente a la deshumanización. Por eso dirá Th. Luckmann: “la estructura social se ha secularizado, el individuo no”. Nuestra sociedad vive la crisis de las ideologías, en la que el pragmatismo puro revela su dramática insuficiencia y sus efectos desestabilizadores. Es precisamente en estos momentos, cuando las universidades tienen que afirmarse como equipos integrados a la búsqueda del sentido de la vida del ser humano, como centros de libre y abierta reflexión que, sin reduccionismos de ningún tipo, busquen la educación y formación integral del hombre tan indispensables para la salud cultural de una nación. El hecho religioso, aunque no sólo es cultura, no debería estar ausente del lugar privilegiado donde ésta se crea y trasmite; y, desde luego, para los futuros profesionales de la información, resulta imprescindible a la hora de saber interpretar muchos de los acontecimientos que tendrán que trasmitir, comunicar, escribir, plasmar, filmar etc., según los diversos campos de su trabajo periodístico.

 

8. Para terminar, deseo de todo corazón que las ponencias, los debates y las puestas en común de nuestras realidades universitarias nos sirvan a todos para conocernos y ayudarnos mutuamente en favor de una Universidad más integradora, de una Iglesia más comunicativa y de una Sociedad más humana, justa y pacífica.

 

 

+ Juan del Río Martín

Obispo de Asidonia-Jerez y

Presidente de la Comisión Episcopal de MCS

 

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