D. ANTONIO CEBALLOS. JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

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JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 2006

 

EVANGELIO DE LA PAZ

 

 

                Mis queridos diocesanos:

 

                Todos los años, el día 1 de enero, la Iglesia celebra en todos los países la Jornada Mundial de la Paz. Esta Jornada pretende que la conciencia de todos los hombres madure para la verdadera paz, la convivencia justa y la ayuda mutua de pueblos y ciudadanos. Tenemos ya las condiciones reales para que todos y cada uno de los hombres de buena voluntad puedan empezar a hacer la unidad, venciendo toda separación y oposición.

 

1. En la verdad, la paz

 

                El Papa Benedicto XVI en su mensaje en la Jornada de la Paz, rinde homenaje agradecido a sus predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, a quienes llama inspirados artífices de la paz. Él presenta el lema de inspiración de este año “En la verdad,  la paz”. “La paz concebida de este modo, es un don celestial y una gracia divina, que exige a todos los niveles el ejercicio de una mayor responsabilidad”(cf. Mensaje de la Paz 2006, Benedicto XVI). La paz es un anhelo imborrable en el corazón de cada persona, por encima de las identidades culturales específicas.

 

                Todos estamos de acuerdo en que con sólo deseos no se logra y protege la paz. Es necesario trabajar y sufrir para que sea efectiva la paz en personas y estructuras. Entre nosotros nos queda mucho camino por andar en favor de una verdadera paz. Y, por ello, bueno sería empezar este año con la reflexión religiosa, profunda y seria sobre nuestras violencias y discordias. Esta tarea urge, ante todo, a quienes ejercen alguna función de educación, información y gobierno. Quiera Dios que no nos alcance el reproche del profeta: “Han curado la herida de mi pueblo a la ligera, diciendo: ¡Paz, paz, cuando la verdad es que no había paz”. Según palabras del mismo profeta: “Todos andan buscando su provecho” (Jr 6,13). Él es quien revela la plena verdad, porque sólo Él es absolutamente sincero y fiel. Jesús es la verdad que nos da la paz.

 

2. Cristo es nuestra paz

 

                Empecemos nuestra reflexión por el ámbito religioso. Nunca se meditará bastante, como describe la carta a los Efesios, la liberación del pecado por obra de Cristo como abolición de la discordia, de la más radical de las opciones, la religiosa. Él, Cristo, es nuestra paz: el que de los dos pueblos (el judío y el gentil) hizo uno, derribando el muro que los separaba, la discordia,…. haciendo la paz y reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí, muerte a la discordia…. Vino a anunciar la paz: “paz a vosotros que estabais lejos y paz a los que estaban cerca. Pues, por él, unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu” (cf. Ef  2,14-18). La violencia santa o no santa atiza la discordia, no la suprime.

 

3. Evangelio de la paz

 

                Pero, una condición necesaria para la paz religiosa entre nosotros es la clara distinción de campos entre la Iglesia y el poder civil. La convivencia pacífica se verá amenazada entre nosotros, mientras la Iglesia o cualquier grupo, dentro o fuera de ella, puede servirse del poder para imponerse frente a otros grupos en el orden religioso o, también, el Estado o los grupos políticos puedan poner la fuerza de la fe religiosa al servicio del orden establecido o que se busque establecer. La Iglesia, por su parte, fiel a la misión que ha recibido de su fundador, no deja de proclamar por doquier el “Evangelio de la paz”.

 

                Nosotros, los cristianos, creemos que el claro deslinde del poder político y el ámbito de la fe es un don liberador de Dios. Por ello, el recordado Papa Pablo VI nos animaba, en su discurso del 28 de septiembre de 1970, a trabajar por una Iglesia “más valientemente insertada en el presente y en el fututo…, pobre y consciente de su misión de servir, sin deseos y sin vinculaciones de poder…. Madre y Maestra dispuesta a prodigar a manos llenas la luz de su doctrina, la serenidad de su consejo, el fermento renovador de sus enseñanzas y el trabajo decidido y fraterno de sus hijos”.  Este deslinde, que como don liberador de Dios nos ha conquistado Cristo con su sufrimiento y muerte, nos es particularmente necesario a nosotros, pues urge que la Iglesia esté eficazmente presente, mediante la sola palabra evangélica, entre los últimos de la sociedad, y recoja sus dolores y aspiraciones. Esta es vocación ineludible de la Iglesia.

 

4. Auténtica paz

 

                La Iglesia, animada por su firme convicción de prestar un servicio indispensable a cuantos se dedican a promover la paz, recuerda a todos que, para que la paz sea auténtica y duradera ha de estar construida sobre la roca de la verdad de Dios y de la verdad del hombre. Sólo esta verdad puede sensibilizar los ánimos  hacia la justicia, abrirlo al amor y a la solidaridad y alentar a todos a trabajar por una humanidad realmente libre y solidaria. Ciertamente sólo sobre la verdad de Dios y del hombre se construye los fundamentos de la auténtica paz.

 

5. Ser instrumentos de paz

 

                A todos nos llama el Dios de la paz a edificar la fraternidad humana mediante la lucha pacífica contra toda violencia, permanente y ocasional, contra los grupos que apoyan su influencia económica o ideológica en el poder violento o buscan mediante la violencia adueñarse de él.

 

                Pero, advirtamos que la verdadera paz no será efectiva, si cada uno de nosotros no busca para sí la paz, en la justicia y el amor, dentro del grande o pequeño ámbito en que vive. La paz grande se crea mediante las pequeñas paces y siendo instrumentos de paz.

 

                Que Santa María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, nos acompañe ahora y siempre.

  

 

                                                               + Antonio Ceballos Atienza

                                                                   Obispo de Cádiz y Ceuta

 

 

Cádiz, 23 de diciembre de 2005.

 

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