Sierra Bermeja: Un paraíso natural destruido

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El biólogo Miguel Ángel Vargas analiza el impacto ecológico del incendio de Sierra Bermeja en el marco de la Laudato Si’.

Una de las sierras más singulares de la provincia de Málaga, situada al oeste de la provincia, ha sido conocida en toda España, e incluso se ha dado a conocer a muchos malagueños, por una desgracia medioambiental. Un devastador incendio forestal, que según todos los indicios ha sido provocado y que ha calcinado unas 10.000 hectáreas de bosque, arboledas cultivadas y monte bajo, con el agravante de haber causado la muerte a un bombero del INFOCA que trabajaba en las labores de extinción. Las valoraciones en cuanto a pérdidas llegarán en estos días, pero lo evidente es que se han perdido ecosistemas con un alto valor ecológico.

Sierra Bermeja recibe su nombre por el color rojizo (bermejo) que muestra su sustrato rocoso (peridotitas) cuando sufre los procesos geológicos externos, como meteorización y erosión. Desde el punto de vista geológico, Sierra Bermeja es un lugar único. Fundamentalmente formado por peridotitas, un tipo de roca ígnea formada y consolidada en el interior de la Tierra que por procesos tectónicos afloró en la superficie hace más de 20 millones de años, configurando uno de los emplazamientos de este tipo de roca más importantes y extensos del mundo (300 km2). La naturaleza química de estas rocas genera suelos que contienen una gran cantidad de metales pesados, de alta toxicidad, generando suelos no aptos para muchas plantas. Aquellas que consiguen sobrevivir se las llama serpentinófitos. Hay descritos 29 taxones de estas características, 5 de ellos exclusivos de Sierra Bermeja (sólo viven en Sierra Bermeja. No existen ejemplares en la naturaleza de estas especies en ningún otro lugar del mundo).

En cuanto a su climatología, se trata de un interesante enclave, una atalaya a medio camino entre Mediterráneo y el Atlántico, sometida a los vientos de levante y poniente, con una precipitación por encima de la media dentro del ámbito mediterráneo, a la que se suma la criptoprecipitación. Su orientación oeste-este provoca el ascenso de masas de aire húmedo por su laderas, lo que provoca la formación de abundantes nieblas.

Una de las joyas de la flora malagueña es un abeto relícto del Terciario, el pinsapo (Abies pinsapo), cuya única población mundial que vive sobre peridotitas se encuentra también en esta sierra. Concretamente en el Paraje Natural de Los Reales, en la parte alta de la sierra.

Pero no sólo hay serpentinófitos o pinsapos en esta sierra. El bosque de mayor extensión es el pinar de pino resinero (Pinus pinaster), árbol autóctono de Sierra Bermeja. Estos pinares se encuentran acompañados en diferentes lugares por otro tipo de vegetación arbórea, como quejigales, alcornocales y árboles traídos hace siglos a este enclave para su explotación, como son los castaños.

En cuanto a fauna, se han catalogado un total de 216 especies de diferentes grupos: 150 de aves, 36 de mamíferos, 20 de reptiles, 10 de anfibios, amen de diferentes especies de insectos, crustáceos,…

Estos son sólo algunos apuntes de la riqueza natural de esta sierra, que se han visto seriamente dañados por el incendio que, gracias al incansable trabajo de los muchos efectivos desplegados en la zona y a la ayuda de madre naturaleza en forma de lluvia del pasado 14 de septiembre, ha podido ser extinguido.

¿Cuánto se ha perdido?

En primer lugar hay que hablar de la irreparable pérdida de un ser humano. En eso no hay reparación posible. En cuanto al medio natural, decir que se ha perdido mucho. Un incendio no sólo quema a la vegetación, sino que también deja desprotegido el suelo, que es el sustento de esa vegetación. Las próximas lluvias provocarán un arrastre de cenizas y de esa capa superficial del suelo por laderas, arroyos y barrancos, que terminarán llegando al mar y afectando al litoral.

Si tenemos en cuenta a los servicios ecosistémicos (servicios que la naturaleza da a los seres humanos) el daño ha sido mayúsculo, como pone de manifiesto el doctor Enrique Salvo Tierra: esos árboles capturaban CO2 y proporcionaban el vital O2, así como un ambiente húmedo que servía para amortiguar las temperaturas en estas latitudes. En definitiva, esta sierra forma parte de ese cinturón de sierras litorales que el doctor José A. Castillo  describe en su libro “La montaña protectora”.

Y los principales perjudicados son las gentes de los pueblos de la zona, cuyo sustento en muchos casos depende de ese entorno inmediato donde viven: agricultura tradicional, ganadería local,… Se han quemado castañares, se ha perdido ganado, medios de vida tradicionales que ya llevan décadas desapareciendo poco a poco en esta comarca, especialmente en el valle del Genal, otra joya natural de nuestra provincia.

Hemos dado la espalda a la naturaleza. Pensamos que somos dueños de todo lo que nos rodea y la naturaleza, su fuerza creadora y destructora, nos sitúa una vez más. En este caso, una acción deliberada ha provocado este desastre. Esa “hermana madre tierra”, como la llama S. Francisco de Asís, no debe resultarnos indiferente.

El Papa Francisco nos invita en su encíclica “Laudato si”  a tomar conciencia de que la creación se ve perjudicada «donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos».

Quizás sea un buen momento para leer o releer esta encíclica tan bella y clarificadora para nuestra postura como creyentes frente a la madre Tierra.

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