Homilía del Obispo de Málaga

Pronunciada por Don Jesús Catalá en la Imposición de la Medalla de Oro de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga a Don Eduardo Pastor Santos, el 29 de enero de 2016, en la iglesia de San Julián, en Málaga.

IMPOSICIÓN DE LA MEDALLA DE ORO

DE LA AGRUPACIÓN DE COFRADÍAS

DE SEMANA SANTA DE MÁLAGA

A D. EDUARDO PASTOR SANTOS

(Iglesia de San Julián-Málaga, 29 enero 2016)

Lecturas: 2 Sam 11, 1-10.13-17; Sal 50, 3-7.10-11; Mc 4, 26-34.

1. Las lecturas de este viernes de la tercera semana del tiempo ordinario nos ofrecen a la consideración el doble pecado grave de David. Cada detalle de esta narración describe un gesto del rey David, que expresa lo que no debería hacer.

En la época en que los reyes solían ir a la guerra, David envió a sus soldados y a todo Israel, pero él se quedó en Jerusalén (cf. 2 Sam 11, 1). Los reyes solían ir al frente de su ejército.

En vez de llevar una vida de privaciones como sus soldados, gozaba de una vida regalada. Una tarde después de la siesta, se puso a pasear por la terraza de su palacio y divisó a una mujer hermosa, que se estaba bañando (cf. 2 Sam 11, 2). David, sabiendo que era la mujer de uno de sus generales, pidió que se la trajeran; y se acostó con ella (cf. 2 Sam 11, 4).

El egoísmo de David se manifiesta de múltiples maneras, saltándose todas las reglas.

2. Además de traicionar a Urías, su fiel soldado hitita, urde todo un plan para matarlo. Ordena que lo traigan a Jerusalén, para tapar la infidelidad con su mujer. Le agasaja con regalos y con un banquete; pero el fiel Urías se mantiene como honesto y valeroso soldado, sin acercarse ni a su casa ni a su mujer, como establecían las normas en tiempo de guerra; y se queda entre la tropa (cf. 2 Sam 11, 9).

Al informar a David de esto, envía una carta, que llevará el mismo Urías, para que muera en la batalla (cf. 2 Sam 11, 15-17). El portador de la carta desconoce el contenido de la misma.

El segundo pecado de David es monstruoso: asesina a uno de sus mejores fieles servidores.

3. Queridos Hermanos mayores de Cofradías y miembros de las juntas directivas, no hagáis como David, que manda a todos a la guerra y él se queda en casa para holgar y gozar.

El rey solía encabezar y dirigir a su ejército en las batallas. El Hermano mayor y los miembros de su junta deben ser los primeros en resolver los problemas y combatir las lacras de nuestra sociedad y de nuestras Hermandades.

Debéis aportar vuestro granito de arena ante los ataques a los cristianos por vivir su fe; o ante las leyes que van contra la vida humana, o pisotean derechos humanos. A veces nos quedamos callados, como muertos; como si estas cuestiones no fueran con nosotros. Los obispos estamos deseando que los laicos toméis la antorcha del testimonio y de la denuncia profética; y que favorezcáis el cambio de las leyes, que son odiosas al hombre.

Debéis trabajar incansablemente para que tampoco se cometan abusos e injusticias dentro de vuestra propia cofradía. Y no debéis esperar a que actúe el Obispado. Hay cuestiones que se deben resolver en casa; y no sería necesario que intervenga la autoridad. El Hermano mayor con su junta tiene muchas potestades de régimen; tiene capacidad de dirigir, de coordinar, de sanar, de resolver problemas. No esperéis a que tenga que intervenir el Obispo, para poder después criticar y comentar por qué lo ha hecho.

Debéis ser los primeros en dar testimonio cristiano de la fe y vivir de acuerdo con el Evangelio. Debéis ejercer vuestra autoridad como servicio; no en provecho propio.

Quien use las cofradías para buscar honores y distinciones, se equivoca totalmente; bien sabéis que las cofradías se instituyen y se crean para ayudar a los hermanos a ser mejores cristianos y buenos ciudadanos, como decía san Juan Bosco.

4. El Salmo 50, que hemos leído, parece ser usado por el mismo David para implorar la misericordia y el perdón al Señor por los graves pecados cometidos.

Todos necesitamos pedir perdón a Dios por nuestros pecados. San Juan nos recuerda en su primera carta: «Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia» (1 Jn 1, 8-9).

En este Año de la Misericordia se nos ofrece de modo especial el perdón de nuestros pecados. Dentro de poco, comenzaremos la Cuaresma, tiempo de conversión y de gracia. Os invito a todos a que aprovechemos este tiempo oportuno, para pedir perdón al Señor, para convertirnos y prepararnos para la gran celebración de la Semana Santa y Pascua.

5. En el evangelio Jesús compara el reino de Dios a un hombre que echa semilla en la tierra (cf. Mc 4, 26). Sin hacer nada el sembrador, la semilla germina y va creciendo (cf. Mc 4, 27); «primero los tallos, luego la espiga, después el grano» (Mc 4, 28).

Pero el grano tiene que pudrirse para germinar y dar fruto. Es necesario renunciar a nosotros mismos, a nuestros planes y a nuestros propios intereses, para que nuestra Cofradía dé sus buenos frutos.

Sois granos, que se meten en el surco abierto y se cubren con tierra, para que se pudran y pueda germinar una nueva planta, que dé frutos. Si no estamos dispuestos a perder lo propio, no germinaremos; no daremos buen fruto.

Las Hermandades son obras de la Iglesia; no son simples asociaciones u organizaciones humanas. Y producirán fruto en la medida en que se dejen transformar por el Espíritu de Jesucristo y por la novedad del Evangelio; y sean fieles a las directrices de la Iglesia. Soy consciente del público al que me dirijo; y os lo digo con todo el corazón y con toda el alma.

Los comentarios, que algunas veces se escuchan, de que el Obispado no tiene nada que ver con las cofradías, corresponden a una mentalidad profana, no cristiana, y, además, equivocada. Quien no quiera ser de la Iglesia debe fundar otro tipo de asociación civil; pero no disfrutaría de las prerrogativas propias de una cofradía religiosa.

Insisto en esto, porque la sociedad nos va a exigir cada vez más una mayor identidad cristiana, que no se puede compaginar con actitudes llamadas «light», tan en boga actualmente. Mucha gente opina que da lo mismo una cosa que otra; pero no es cierto. No podemos confundirnos con cualquier tipo de asociación.

6. El reino de los cielos, según el mismo Señor Jesús, se parece también a un grano de mostaza: «Al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña; pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra» (Mc 4, 31-32).

La fuerza del cristiano no está en su saber o en su poder humano, sino en la potencia renovadora de Dios, que actúa a través de la Iglesia, porque así lo ha querido Jesucristo, su fundador.

Os animo a todos, cofrades y fieles cristianos, a vivir desde la fe en Dios, siendo testigos de Cristo resucitado y miembros gozosos de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo; de formar parte de hermandades, que son Iglesia; y de vivirlo con alegría y con elegancia, dando buen testimonio.

Pedimos a la Santísima Virgen María, bajo la advocación de María Santísima Reina de los Cielos y de las advocaciones propias de cada Hermandad vuestra, que nos ayude a vivir con alegría, con buen fruto nuestro ser cristiano y nuestra pertenencia cofrade. Amén.

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