Gula, esa chivata

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Artículo publicado por el sacerdote Rafael J. Pérez Pallarés, delegado de Medios de Comunicación, en la sección de OPINIÓN del Diario Sur. Segundo de una serie sobre los siete pecados capitales.

La gula, que según la RAE viene definida como exceso en la comida o bebida y apetito desordenado de comer y beber, es pecado capital. Por cierto, un vicio interesante, delata que algo falla en nuestra vida. Si lo detectamos es mejor reflexionar por qué se da. Explico. Grandes autores espirituales han dado gran importancia a todos los pecados capitales, desde la época de los Padres del desierto hasta los clásicos españoles. También filósofos o profesionales de la salud hacen referencia a las consecuencias perniciosas de los pecados capitales. Al menos, de algunos. Por ejemplo, la gula. Pecado capital donde los haya, sugerido, según la tradición, por Belcebú, el señor de las moscas; término despectivo para burlarse del hecho de que los templos donde era adorado estaban repletos de moscas que se alimentaban de la carne de los sacrificios que se descomponía.

En estos tiempos donde almas se enfrían y cuerpos se calientan, conviene reflexionar sobre la gula. Porque es chivata. Delata que algo va mal en nuestra vida; emocional, espiritual o físicamente hablando.

Evitar la desmesura es recomendable; de hecho, pese al espejismo creado por la sociedad de consumo realmente no necesitamos tanto. Ni tanta comida ni bebida; agüita a lo sumo. Se da la paradoja de que la gente enferma por comer y beber mucho y mal. El ritmo de vida, necesidades creadas o emociones como tristeza, rabia o ansiedad son factores desencadenantes que buscan la saciedad; también en la ingesta. Es más fácil que nos demos un atracón si pasamos un mal momento. Por eso, cuidado con los excesos que pueden ser la punta de iceberg de algo más profundo que ocurra y desconozcamos; por ejemplo, que estemos enterrando problemas graves o desencadenando otros. O directamente burlándonos, sin ser conscientes, de quien no tiene qué comer o beber.

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