«El 11 de agosto de 2011 se paró su corazón y aún hoy se sigue encogiendo el mío»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor, se celebra la Jornada por la Vida. Con este motivo, bajo el lema «Minuto 1», publicamos diversos testimonios de madres que han vivido diferentes situaciones vitales. Raquel Cueto explica lo que sintió ante la pérdida de un bebé en camino.

Por más que intentemos imaginarlo, hasta que una mujer no está embarazada no descubre el sentimiento de la maternidad, ¿cómo recuerdas esos primeros momentos?

Recuerdo esos primeros momentos con una gran felicidad. Es verdad que cada embarazo es un mundo y con cada uno de ellos te encuentras en un momento vital diferente, tú misma eres diferente. No viví igual el primer embarazo que el quinto. Pero sí hay algo que unificaría a todos ellos y es la palabra FELIZ. Una felicidad que no se puede describir porque no se parece a nada y, además, lleva añadida muchas connotaciones, entre ellas los miedos y preocupaciones; sin embargo no restan ni un ápice a la felicidad. Es una maravillosa sensación que no puedo igualar a nada. Sentir que algo tan pequeño crece dentro de ti, que te acompaña todo el día, que es parte de ti… es increíble. No puedo decir que el camino sea del todo fácil porque estaría mintiendo. Los temores a que no vaya bien, el sentido de responsabilidad, y mil y un otros sentimientos también están contigo. ¡Cuántas veces habré levantado a mi marido en mitad de la noche para decirle que el bebé se movía menos o que no lo notaba! En fin, menos mal que las hormonas vuelven a su ser. Pero, pese a todo, me siento una verdadera privilegiada por ese regalo, el regalo preciado de la vida. 

¿Te sentiste madre desde el primer momento que supiste que estabas embarazada?

Creo que la palabra o el sentimiento de madre va mucho más allá del saber que estás embarazada. De hecho, creo que al principio ni se me pasó por la mente. Lo que sí puedo decir es que he amado a mis hijos desde el primer momento de saber que estaba embarazada, desde el instante en que vi esas dos rayitas y que ese enamoramiento primero no pasa, pase lo que pase. La felicidad de llevar a otra vida en mi interior, conmigo, acompañándome y dejándome acompañarla en el inicio de su vida es tan maravilloso que, al menos yo, em ese primer momento, no fui consciente de que iba a ser madre. Creo que la palabra madre engloba muchísimos aspectos que no son exclusivos del embarazo y, por otro lado, el hecho de estar embarazada no te convierte en madre y al revés, sin estar embarazada puedes ser madre. La maternidad es una carrera de fondo donde intervienen muchos factores. Yo he aprendido y sigo aprendiendo a ser madre todos y cada uno de los días. Mis hijos me enseñan a ser cada día mejor madre y persona, me hacen ponerme delante de mis debilidades y miserias para querer ser mejor y darles la mejor versión de mí misma y, sobre todo, me enseñan que su amor es incondicional e incluso en mis momentos de poca paciencia, de no atenderles como necesitan, yo soy su mejor madre. 

Pero no todos los embarazos llegan a término y son muchas las madres que han vivido la pérdida de un hijo antes de su alumbramiento. Ese fue también tu caso, ¿no es así?

Ese es otro sentimiento que no he podido olvidar. Recuerdo el momento exacto, recuerdo lo que estaba haciendo, y el tiempo que pasó desde el inicio del sangrado hasta el desenlace. Lo recuerdo de una manera muy vívida. Ese vacío tiene un huequito en mi corazón y ahí va a estar siempre. Fue como todos, un hijo muy deseado, y recuerdo que empecé a sangrar a la novena semana, cuando nos preparábamos para acompañar a casi 100 personas al campamento de la pastoral juvenil de nuestra parroquia. Las casi dos semanas siguientes fueron un encontrarme con el Señor todos los días y todos los minutos y ponerme en sus manos, sabiendo que era lo único que podía hacer. El 11 de agosto de 2011 se paró su corazón y aún hoy, cuando van a hacer 12 años, se me sigue encogiendo el corazón y se me saltan las lágrimas al revivirlo. Lo viví con mucho sufrimiento a pesar de estar muy acompañada, y con mucha lucha interior por no entender lo que estaba pasando y el por qué. 

Eres madre de cuatro hijos, médico de profesión, conoces el inicio de la vida por tu formación y por tu experiencia, ¿qué fue lo que más te ayudó a superar esa pérdida?

He de reconocer que me costó superarlo y volver a ser yo de manera plena. Me faltaba algo, tenía un vacío en mi corazón que no entendía y durante un tiempo me sentía culpable, a pesar de que mi mente científica y mi yo espiritual me decían que no. Pero frente a eso se cuelan en tu corazón los miedos y reproches que intentan convencerte de que todos los demás están equivocados. Sólo desde la oración, sólo desde el encuentro personal con el Padre en el que te sientes Hija querida y amada es como logré dejarme consolar, dejar entrar la esperanza del reencuentro, la paz de que no todo acaba con la muerte y poder continuar. Mi marido, mis hijos, amigos, comunidad, familia… todos estaban ahí, pero es un camino que tuve que recorrer sola, en esa soledad acompañada que tenemos cuando dejas entrar a Dios en tu historia. 

En esta Jornada por la Vida que nos ofrece la Iglesia, ante el debate y las nuevas leyes sobre aborto y vida en nuestra sociedad, y desde tu experiencia, ¿qué reflexión te surge?

Que la vida es un regalo maravilloso del que no somos dueños. Que todas las decisiones tienen trascendencia y que, en estos términos, te diría que puedo llegar a entender situaciones de sufrimiento que puedan llenarte el corazón de sentimientos que te convenzan de que no hay más opciones pero que, a pesar de que no lo hayas tocado aún, que no lo hayas olido, que no hayas sentido su fragilidad en tus brazos, la pérdida es brutal y te acompañará el resto de tu vida independientemente de tus creencias religiosas. Es algo interno, inexplicable que, en algún momento de la vida, antes o después, tocará a tu puerta y no se irá. Creo que las leyes deben protegernos a todos, a los no nacidos, pero también a nosotras. Creo que hay defender la dignidad de la vida de cada persona, desde su origen hasta el final de la vida. La historia nos enseña que cada vez que el ser humano se ha cuestionado la dignidad o el valor de ciertas vidas humanas, por distintos motivos, se ha equivocado. Y creo que este tipo de leyes no te cuentan lo que viene después: el sufrimiento por una pérdida, ni las consecuencias para tu vida. 

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