
La Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P., de la Congregación Romana de Santo Domingo, ayuda a profundizar en el Evangelio de hoy, Viernes de Dolores, (Jn 10, 31-42).
El círculo se va cerrando en torno a Jesús. Los desencuentros, las interpretaciones erróneas… se multiplican. Se va dando una “escalada” que sólo puede conducir a un desenlace fatal. Y dentro de unos días seremos testigos de ello en la celebración del Triduo Pascual.
Las palabras, las acciones, la vida de Jesús habían venido chocando desde el principio de su vida pública con los planteamientos de los jefes religiosos de Israel. Nada de lo que hacía estaba bien en su opinión (no así para el pueblo que le seguía y experimentaba salvación), porque era necesario respetar una serie de principios intocables de los que ellos eran los garantes y responsables.
Eso significa, sencillamente, que en todo aquello que se refiere a Dios la última palabra la tienen ellos, que son los que saben.
En el texto que hoy escuchamos, se diría que ni siquiera se interesan ya por las acciones a las que Jesús les remite. Da lo mismo lo que haga. Merece ser apedreado porque siendo hombre se declara Dios. ¡Aquí están los defensores de Dios! ¡Y cuántos a lo largo de la historia! ¡y entre nosotros…!
¡Qué difícil para el ser humano asumir que Dios no es como nosotros lo suponemos, pensamos, imaginamos…! ¡Qué necesidad de principios inamovibles que nos den seguridad! Nuestras pretensiones insensatas tienen como resultado que nos “vamos quedando sin Dios” y encerrando en una burbuja sin contenido ni sentido.
Sin embargo los que se abrieron a la acción de Jesús, aquellos que el evangelio de hoy nos dice que le siguieron a la otra orilla del Jordán y creyeron en Él, experimentaron la salvación y pudieron intuir lo que estaba vedado a todos aquellos que no podían ir más allá de sus convicciones: no es que Jesús siendo hombre pretendiera declararse Dios, es que siendo Dios había querido hacerse hombre, ser uno de nosotros, traernos la salvación de Dios.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo