El sábado 5 de febrero, a las 18.30 horas, se celebra en la Catedral de Málaga la Misa en sufragio de María Luisa Yuste, organista colaboradora de la Catedral de Málaga, «una mujer buena y excelentemente servicial», en palabras del deán de la Catedral, Antonio Aguilera.
«Al recordarla, lo primero que hemos de decir es doblemente gracias. Por un lado, gracias, Señor, por haber puesto en nuestra vida a María Luisa, tan gran persona y tan gran mujer. Y, por otro lado, gracias, María Luisa, por haber respondido tan bien a los dones que Dios te concedió, sirviendo siempre con ellos», afirma Antonio Aguilera.
La profesión de esta madre de familia numerosa era la música, era profesora en el Conservatorio Superior, «y su profesión ha estado al servicio de todos», añade el Deán, pues «María Luisa ha sido una mujer buena y excelentemente servicial. El suyo era un planteamiento sencillo y decidido: he recibido mucho gratis de la Iglesia y quiero corresponder aportando gratis lo que tengo».
María Luis Yuste
Era organista colaboradora en la Catedral, y en otras muchas parroquias y grupos donde le pedían que colaborara. En el primer templo malagueño «tocaba maravillosamente el armonio en las celebraciones, con un gran sentido religioso, sabiendo ayudar a la participación de todos con el canto sencillo y adecuado. Su constancia, esfuerzo y sacrificio han sido ejemplares. Diariamente, de lunes a viernes, acompañaba el canto en laudes y Misa, a las 9 de la mañana; y los sábados y domingos, lo hacía en la Misa de la tarde, viniendo desde el Puerto de la Torre, en muchas ocasiones estando enferma. Se adaptaba, en todo momento, a lo que se le pidiera, y con buen sentido del humor y paciencia con todos: siempre con humildad y con una sonrisa. El estilo de María Luisa en la Catedral ha sido lo que pide Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales: «En todo amar y servir”. Por todo ello, en la Catedral agradecemos a Dios la vida, la entrega y el buen hacer de María Luisa. ¡Y ojalá aprendamos todos de ella!», exclama Antonio Aguilera.
Marisa, la mayor de sus cuatro hijos, define a su madre como «una mujer muy buena. Era una persona muy activa, trabajadora y generosa; siempre daba ánimos a todo el mundo, era muy positiva. Ha tenido una vida dura pero la ha llevado muy bien. Estaba muy cerquita de Dios, todos los días celebraba la Eucaristía y hacía su oración. Era una mujer muy buena».
Y es que la música «ha estado presente en su vida desde pequeña. Ha sido una parte muy importante para ella, no te digo que haya sido su pilar, porque ese lo ocupaba Dios, pero ha estado siempre vinculada a mi madre, en distintas facetas: interpretando, enseñando, compartiendo, viviendo…», recuerda Marisa.