El Obispo de Jaén predica en el novenario de la Virgen del Rocío

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

Almonte acoge estos días la Novena a Nuestra Señora del Rocío. Invitado por la Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío, el pasado domingo, VI de Pascua, el Obispo diocesano, Don Amadeo Rodríguez Magro, fue el predicador del novenario.
Acompañado de fieles devotos de la Virgen del Rocío, y junto con miembros de la Hermandad Matriz y de la Hermandad del Rocío de Jaén, y con los sones del coro romero jiennense de esta Cofradía, el Obispo presidía la Eucaristía en la Parroquia de Almonte, Nuestra Sra. de la Asunción.

En su homilía, Don Amadeo, después de saludar a la Hermandad anfitriona y a la de Jaén, quiso iniciar sus predicación aludiendo al Concilio Vaticano II, que dijo de María que era «La Madre de la Iglesia» para continuar recordando las palabras del Papa Francisco en Fátima en el Centenario de las apariciones «Tenemos Madre que nos cubre con su luz». El Prelado jiennense afirmó, «Si Fátima es luz, el Rocío también es luz. Es fuente de una fe que está permanentemente naciendo y comprometiéndose, que es testigo del amor de Dios cada día. Porque la Madre nos enseña algo esencia de nuestras vidas, Ella acogió al Espíritu Santo para estar presente en la vida de la Iglesia. María es la que mejor ha experimentado y de un modo más puro la presencia del Espíritu Santo».

En alusión a la celebración de la Virgen del Rocío en Pentecostés, Don Amadeo explicó, «es el Espíritu Santo el que pone el amor de Dios en nuestros corazones, un amor de Dios que siempre va unido a Cristo. Nosotros reconocemos en Cristo el amor misericordioso del Padre», a la vez que recordó que «sólo podemos vivir el amor de Dios en la Iglesia, tenemos que amar a nuestra Madre, la Iglesia, porque ella es la que en nuestra vida comunitaria nos va a ayudar a consolidar la fe. Nadie puede organizar su vida cristiana por su cuenta. Es el amor de Dios que se hace presente en la Eucaristía, sin la que los cristianos, no podemos vivir».

Para concluir, el Prelado del Santo Reino explicó que «Unido al amor de Cristo y el amor de la Iglesia, el tercer amor del cristiano es el amor a María: María, que es Madre de todos los hombres. El amor de las madres es igual para todos sus hijos, un amor disponible y cercano». A la vez que quiso incidir en que si hay predilección por alguno de sus hijos, en el caso de la Virgen María, «su predilección es por los más pobres, por los más débiles, por eso la Virgen Santísima es amor para los frágiles, para los enfermos, para los débiles… y siempre está atenta a todas las necesidades de sus hijos. Siempre intercede ante nosotros y ante nuestros hermanos».

Al finalizar la Eucaristía, el Obispo saludó a los miembros de las Hermandades de Almonte y de Jaén, y se tomó una foto de familia.

Antes de la celebración eucarística, el Prelado jiennense se dirigió hasta la Aldea que acoge el Santuario de la Virgen María, en su advocación del Rocío, para orar ante los pies de la Nuestra Señora y pedir por los fieles diocesanos.

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