Conferencia: «La Eucaristía, escuela de Santidad», a cargo de la Hermana María del Valle Camino

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

En el marco de las grandes fiestas y solemnidades litúrgicas con las que celebramos los grandes misterios de nuestra fe católica, llegamos a la gran solemnidad del Corpus Christi, Misterio de nuestra fe, el centro y culmen de todo culto y vida cristiana, por este motivo, la Hermana Eucarística de Nazaret, María del Valle Camino, ofreció en la Cripta de la Catedral una Conferencia bajo el título: «La Eucaristía, escuela de Santidad».
Acompañada de un importante número de fieles, la misionera de la Eucaristía, explicó que omo nos recordaba San Juan Pablo II, allá por el año 2000, la Eucaristía es “fuente de la que todo mana y meta a la que todo conduce. Es el gran misterio al que somos invitados a creer, vivir, celebrar, anunciar y anunciar».

A continuación ofrecemos un extracto de esta bella conferencia:

Hoy estamos todos invitados a entrar en la gran Escuela de la Santidad, que es la Eucaristía para aprender siempre a vivir como personas íntegras, dignas de serlo, desde la clave de la santidad.

Aquel que vive de forma extraordinaria su vida ordinaria, ese es el mejor alumno del mejor Maestro Jesús Eucaristía. Su libro de texto es el Evangelio y su taller de Prácticas es la vida misma.

Todos estamos invitados a acudir y aprender, para poder ser hombres y mujeres de talla, evangelios vivos andando por las calles, como por la calle estará recorriendo el domingo aquel que se hizo Compañero y Peregrino, Alimento y Altar, Sacerdote y Víctima ofrecida para la humanidad.

Este grito que lanzo esta tarde: “¡No tengamos miedo de ser los santos!” quiere ser una invitación a la esperanza, para construir entre todos la civilización del amor, un amor que proviene de Cristo Eucaristía, el que Vive entre nosotros y tantas veces pasa desapercibido por nuestra falta de conocimiento, falta de fe, de interés, por nuestros despistes, prisas y ajetreos.

Este grito de “no tengáis miedo” nos llama a asumir, con determinación, valentía y gozo, el reto a vivir la vocación universal a la santidad que nos ha sido dada en la gracia bautismal y también a desplegar toda su fuerza transformadora y misionera, llegando a ser la presencia viva de Cristo, presencia tan viva y real que tiene el poder de transformar la historia y la sociedad de nuestro tiempo.

Hemos de ser valientes, confesar y declarar que nuestro mundo vive una especie de “ruina espiritual y moral. La única forma de reconstruir esta sociedad nuestra es construyendo una nueva civilización de amor, de vida, de solidaridad, de valorización de la persona humana en todas sus fases, por medio de la Eucaristía celebrada en la Misa, recibida en la Comunión, adorada en el Sagrario, prolongada en la calle, en servicio generoso a los hermanos, como pan partido para todos.

Es la urgencia de convertirnos en personas eucaristizadas, que viven lo que celebran, hablan la Palabra interiorizada de Dios y sirven sin esperar nada.

Nos toca a la Iglesia la ardua tarea de remar mar adentro y adentrarnos en las ruinas de esta civilización que busca la Belleza y la Verdad, el Amor auténtico y la Libertad interior. Sabemos dónde está la Fuente de todo esto. ¡No lo podemos callar!

Este remar la barca de la Iglesia, de la familia, del trabajo, hacia las profundidades de la civilización del amor, se hará con dos grandes remos: La Santidad y la Misión y ésta no dará fruto si no proviene de un testimonio coherente y elocuente del binomio fe y vida.

Por eso necesitamos entrar en la Eucaristía como Escuela de santidad.

Los santos, esos grandes hombres y mujeres, auténticamente felices, valientes, convencidos y convincentes, esos que fueron declarados oficialmente, como los anónimos de ayer y de hoy, son los únicos capaces de cambiar el mundo, la sociedad, la familia, la parroquia y el propio corazón.

Su secreto fue beber de la Fuente de toda santidad: “El que permanece en mí, como sarmiento unido a la vid, ese da fruto abundante”.

Santos como la Santa Madre Teresa de Calcuta, mujer que sabía entregarse al hermano porque antes reconoció que Dios se había dado a ella.

Un San Manuel González que reconoció que la causa de todo mal en la sociedad, familia, iglesia y corazón tiene su raíz en el abandono de la Eucaristía, porque si abandonamos a Dios que es amor, que no vamos a hacernos unos a los otros…

Hoy puede ser un gran día para entrar de nuevo en la Escuela y vivir con asombro eucarístico el gran amor de Dios por nosotros, perpetuado en la locura de la Eucaristía.

Que tu ser y estar sea un reflejo de lo que vives y celebras.

Necesita la sociedad Misioneros de la alegría, de la esperanza y del amor… ¿te apuntas?

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