Domingo IV de Cuaresma – «Laetare»

Domingo IV de Cuaresma – «Laetare»

La llegada del IV de domingo de Cuaresma trae a nosotros la celebración del conocido como domingo de «Laetare» o de la alegría. Esta denominación se debe a las primeras palabras de la antífona de la Misa de este domingo: «Alégrate, Jerusalén». Se acerca la fiesta de la Pascua, el triunfo de Cristo sobre la muerte, y por eso hoy la Iglesia nos invita a alegrarnos porque se acerca el día de «nuestra liberación».

Precisamente, el Evangelio de este domingo (Jn 3,14-21) nos recuerda esa cercanía de la Pascua del Señor. En Él, tenemos el pasaje en el que Jesús dialoga con Nicodemo. Previo al texto de este domingo, Jesús ha estado hablando sobre el bautismo que Él iba a inaugurar, de la necesidad de renacer «del agua y del Espíritu» (cf. Jn 3,4). En esa misma línea, Jesús dice a Nicodemo que al igual que Moisés elevó la serpiente de bronce en el desierto para que los israelitas la miraran y no murieran al ser mordidos por estas en el desierto, el Hijo del hombre ha de ser también elevado. Es decir, el Hijo de Dios será alzado en la cruz donde encontramos el verdadero remedio para «nuestra enfermedad», la medicina de salvación.

Así, en este domingo se vinculan dos temas relacionados entre sí. Por un lado, se nos recuerda la necesidad del bautismo, el sacramento que nos incorpora en la muerte y resurrección de Cristo. El bautismo es verdaderamente sacramento que nos abre las puertas del cielo y cuyas promesas renovaremos en la noche santa de la Vigilia Pascual. Por otro lado, se nos muestra el derroche de amor de Dios que por salvar a la oveja perdida ha enviado a su Hijo al mundo «para que se salve por Él». Es una llamada de atención a contemplar el misterio del amor de Dios que se da a sí mismo amando hasta el extremo de la muerte de cruz.

Invitados a alegrarnos por las próximas fiestas pascuales, la liturgia de este domingo nos invita a festejar el amor de Dios que se ha manifestado en su Hijo Jesucristo. Un amor del que nos hacemos partícipes por el bautismo y que no hemos de dejar caer en saco roto. Más bien, con la gracia de Dios, somo llamados a ser fieles a nuestras promesas bautismales «para que nuestras obras estén hechas según Dios».

Delegación Diocesana de Pastoral Vocacional

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