“Temps Présent” fue una revista semanal cristiana que se publicó en Paris de 1937 a 1940 y luego de 1944 a 1947. Fue fundada y dirigida por Stanislas Fumet, y retomó la herencia del semanario “Sept”, fundado por los dominicos de las ediciones Du Cerf en 1934, y luego suprimida por los superiores de la orden, al parecer por indicación del Nuncio y a raíz de los artículos de Bernanos sobre la guerra de España, en 1937.
En el tiempo en que vivió, además de apoyar la resistencia, “Temps Présent” se hizo defensora de la democracia cristiana. En este semanario, además de Bernanos, escribieron personas como François Mauriac, Maurice Schumann, Gabriel Marcel, Charles du Bos, Louis massignon, Karl Barth, Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Joseph Malègue, Maxence Van der Meersch y muchos otros católicos o personas cercanas a la Iglesia del mundo intelectual y de las letras francesas del momento.
Ofrecemos el texto número 9 de la sección «Materiales para una política teológica cristiana», del blog «Ciudad de Dios y de los hombres».
“Temps Présent” fue una revista semanal cristiana que se publicó en Paris de 1937 a 1940 y luego de 1944 a 1947. Fue fundada y dirigida por Stanislas Fumet, y retomó la herencia del semanario “Sept”, fundado por los dominicos de las ediciones Du Cerf en 1934, y luego suprimida por los superiores de la orden, al parecer por indicación del Nuncio y a raíz de los artículos de Bernanos sobre la guerra de España, en 1937. En el tiempo en que vivió, además de apoyar la resistencia, “Temps Présent” se hizo defensora de la democracia cristiana. En este semanario, además de Bernanos, escribieron personas como François Mauriac, Maurice Schumann,Gabriel Marcel, Charles du Bos, Louis massignon, Karl Barth, Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Joseph Malègue, Maxence Van der Meersch y muchos otros católicos o personas cercanas a la Iglesia del mundo intelectual y de las letras francesas del momento.
Bernanos, que se había opuesto sin desmayo a la traición del armisticio de Munich y del gobierno de Vichy, se dio cuenta también de que, a medida que se aproximaba el fin de la guerra y se acercaba la paz, esa paz iba a ser falseada y trucada, que no habría un verdadero renacimiento del “espíritu de juventud” que iniciase un camino diferente a aquel que había llevado a la guerra. Las democracias —dijo en alguna ocasión— han ganado la guerra a las dictaduras, pero la han ganado usando los mismo métodos que las dictaduras. Por lo tanto, la libertad del mundo sigue en peligro, tanto más peligro cuanto más sofisticados sean los medios de propaganda y de manipulación de los poderosos. Bernanos se daba cuenta también de cuántos de los que habían colaborado con el régimen nazi o con el de Vichy (era lo mismo), aparecían ahora de repente como unos apasionados defensores de la democracia.
Y los responsables de la Democracia cristiana, preocupados en ese momento por el peligro del comunismo y ansiosos de sumar votos como fuese, miraban para otro lado. A Bernanos una política así no podía sino producirle náuseas. Dos cosas irritaban sobre todo a Bernanos en el mundo católico: el oportunismo que se apuntaba sin rebozo a la política que parecía vencedora en un momento determinado, ya fuera fascista o antifascista (eso siempre le pareció a Bernanos uno de los peligros mayores para la fe en nuestro mundo), y la subordinación de esa fe a los eslóganes o a las categorías de las políticas seculares, lo que convertía a la fe en una mera ideología. Bueno, quizás los dos peligros son el mismo peligro. Los dos nacen, en todo caso, de la misma fuente, una reducción pavorosa y una debilidad enorme de la fe cristiana y de su significado humano.