«Ser signo que apunta hacia Cristo es nuestra misión más importante»

Intervención del Arzobispo de Granada, Mons. Martínez, en el programa «Iglesia Noticia», emitido en Cadena COPE Granada, en la festividad de la Natividad de San Juan Bautista, el pasado 24 de junio.

Muy buenos días queridos oyentes de la COPE.

El día de hoy es el día de San Juan Bautista, la Natividad de San Juan Bautista, de quien dijo el Señor que era el más grande de los hombres nacidos de mujer. Y no sólo es una ocasión para felicitar a todos los «Juanes», que son muchos en nuestra tierra, sino también al mismo tiempo para explicar un poco el valor y el significado, o algunos de los aspectos del valor y el significado, de esta figura tan decisiva en los orígenes cristianos.

San Juan Bautista es aquél ante todo que señala al Señor, que indica quién es el salvador del mundo. Y en ese sentido es una figura que puede ser reconocida como imagen y tipo de la Iglesia. Aunque el Señor dijo de él que el más pequeño en el Reino de los cielos era más grande que él. Él pertenece todavía al mundo del Antiguo Testamento. Pero es como un introductor de embajadores, es como una figura cuya misión es pasar, en cierto sentido, análoga, parecida en parte y distinta también en parte a la figura de San José. San José tiene la misión también de acompañar a la familia de Dios; San Juan Bautista tiene la misión de señalar al Cordero de Dios, al Hijo de Dios.

Él anunciaba la penitencia y pudo indicar a los hombres quién era el Mesías. En ese sentido era alguien que servía como de paso, no reclamaba para sí ningún protagonismo especial, sino que sencillamente indicaba hacia dónde los hombres podían ir si buscaban la salvación.

Es inolvidable aquella escena en la que Juan y Andrés están con él, que son discípulos suyos, y él ve pasar a Jesús y les dice «Este es el Cordero de Dios», y Juan y Andrés se van detrás de Él. Pasan con Él aquella tarde y al día siguiente -Juan recordaba aquello muchos años después- todavía anunciaban a su familia y a sus seres queridos que habían encontrado al Mesías.

Ése es el papel de Juan y ése es, en cierto modo, el papel de la Iglesia: La Iglesia no reclama ningún protagonismo para sí, sólo quiere ayudar a los hombres a que reconozcan a Cristo. En cierto sentido es como la misma humanidad de Cristo. La humanidad de Cristo descubre en sus signos, en su modo de actuar al Verbo de Dios, lo indica, lo señala. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, que se prolonga en la historia, señala siempre a Cristo, lo apunta. Muchos cuadros, en la historia de la iconografía de San Juan Bautista lo muestran señalando sencillamente a Cristo que pasa.

Ser signo de Cristo, ser ocasión para que los hombres que buscan, que buscan la verdad de su propia humanidad, que buscan el sentido de su vida, el significado de sus vidas, ser signo que apunta hacia Cristo es nuestra misión más importante. En realidad, aquello para lo que quienes hemos recibido el don de la fe y de ser miembros del Cuerpo de Cristo hemos nacido. Hemos nacido todos para ser testigos, indicadores, signo, Sacramento que apunta a Cristo, y que ofrece a los hombres el don de Cristo.

Sólo hay dos pequeños detalles que quisiera subrayar más. Uno: que San Juan, nos indica el mismo evangelio de la Visitación, es capaz de reconocer a Cristo en el seno de la Virgen. Isabel dirá «el Niño saltó de gozo en mi seno cuando la Madre de mi Señor vino a visitarme», reconoció al Salvador.

Para poder apuntar a Cristo, hay que tener la experiencia de Cristo; para poder apuntarle como el Redentor de la vida de los hombres, como la respuesta a las preguntas, y a los anhelos, y a las inquietudes de los hombres, hay que haber tenido experiencia de que Cristo responde a los propios anhelos, a las propias inquietudes, a las propias preguntas… Sin esa experiencia de la Redención difícilmente podremos nadie dar testimonio de esa Redención, de la Persona que llena y que cumple la vida. Y ésa es la condición previa para que la Iglesia cumpla su misión, poder testimoniar. No nos testimoniamos nuestras cualidades, ni a nosotros, ni nuestras virtudes: testimoniamos que hay Alguien que hemos encontrado, que hay Alguien que conocemos y que es la respuesta a los anhelos más profundos de nuestra vida.

Poder, haber reconocido a Cristo, tener la experiencia de Cristo en nuestras vidas es la condición indispensable para poder señalarlo. Cuando no hacemos eso, estamos haciendo ideología, estamos vendiendo a los hombres una ideología, como un producto de mercado, como un producto humano. Sólo quien tiene experiencia del bien que Cristo significa en la vida, en la vida real, en el matrimonio, en la vida de la familia, en las relaciones laborales, en la vida social, sólo quien tiene la experiencia de que Cristo realmente salva puede indicarle a los demás como Salvador del mundo.

Que el señor nos conceda a todos esa experiencia, y que nos conceda comprender que todo lo que tenemos que hacer en la vida es vivir ese gozo de haber encontrado a Cristo y comunicárselo a las personas que queremos.

Que tengáis un buen domingo y de nuevo, felicidades a todos los «Juanes».

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

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