Se llenaron de alegría al ver al Señor

II domingo de Pascua

El encuentro con el Resucitado fue la fuente de la alegría para todos los cristianos, esta es la conclusión a la que llegamos cuando leemos los textos de la Palabra de Dios de estos días. Se trata de una alegría limpia, transparente, que nace de lo más hondo de nuestro ser y que nos lleva a dar un giro a nuestra vida y a la de nuestra comunidad: «Se llenaron de alegría al ver al Señor». Es evidente que la razón no está en nosotros, ni en nuestras habilidades, ni siquiera en los méritos de nuestro bolsillo, sino que es Cristo el que nos regala la fuerza de su Espíritu, como hizo con los discípulos. Este es el mejor regalo que recibimos en la Pascua, porque el Señor nos sorprende liberándonos del desánimo, de la desesperación, de los problemas que nos ahogan cada día y nos regala la fortaleza de la fe, que nos ayudará a dar la cara fortaleciéndonos para anunciar a todo el mundo el Evangelio.

Cada domingo es para nosotros una nueva experiencia de fe que nos reafirmará en que Jesús, el Señor, vive y está con nosotros. El Evangelio fue escrito para esto: «Para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre». ¡Ojalá podamos vivir la misma experiencia que los discípulos! ¡Ojalá podamos tener la dicha de alegrarnos por ver al Señor Resucitado! Pero, mucho ánimo, esto no es un imposible, ya que cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía estamos celebrando la Pascua, nos estamos acercando al Señor Resucitado.

En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles de este domingo nos presenta san Lucas a una comunidad de hermanos ideal, a la que aspiramos los cristianos, es el estilo de aquella primera Iglesia de Jerusalén. San Lucas presenta al grupo de cristianos que lo tienen todo en común, que se muestran solidarios sobre todo con los más pobres, que no llaman a nada «suyo», que son la admiración de todos los que les rodeaban, hasta dice: «¡Mirad cómo se aman!». Este es el objetivo al que aspiramos todos nosotros, a esa sensibilidad nos lleva la fe en Cristo, ¿cómo puede entenderse una comunidad cristiana cuando celebra la Pascua sin unos gestos de solidaridad fraterna y de comunicación de bienes? Nuestro ejemplo debe ser el de la comunidad cristiana de Jerusalén: «Daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor».

 Es la hora de la verdad, de ponernos la mano en el pecho y decirnos: voy a tomarme en serio mi fe y voy a dar la cara por Cristo. Sí, pero en serio, en la familia, en el ámbito social, profesional… Como cristianos no deberíamos avergonzarnos de manifestarnos como creyentes, sino ser coherentes y dar testimonio de nuestra fe en todo momento. El tono que pone la lectura de san Juan es importante: «El que cree… ha nacido de Dios», «el que ha nacido de Dios, vence al mundo». Hace años se hizo muy popular un lema, que es preciso recuperar: creer es comprometerse. Muchos lo están haciendo hoy en las parroquias, movimientos, en Cáritas, en la educación o en los medios de comunicación… Pues, ánimo, que este es el camino, que no es una pérdida de tiempo, sino que estamos invirtiendo en eternidad.

Muchas felicidades a todos y recemos los unos por los otros con el compromiso de saber tender la mano al que veamos que necesita ayuda.

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