La misericordia de Dios nos sana y nos salva

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en el II Domingo de Pascua.

¡Feliz Pascua de Resurrección! El Santo Papa Juan Pablo II dedicó este domingo, segundo de Pascua, a la Divina Misericordia y nos viene muy bien recordar que Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte, tiene poder para vencer nuestros miedos, cobardías y hasta la misma incredulidad que demostraron algunos apóstoles, abriendo todas las vías de acceso a Él. Pero es necesaria la fe, de ahí el empeño que tuvo el Señor en acercarse a Tomás, hasta que le reconoció vivo y victorioso. Esta experiencia de Tomás fue la que vivieron muchos de los testigos de la Resurrección, por su encuentro personal con Cristo o al ver el testimonio de una comunidad cristiana que se destacaba por su alegría y por la unidad, con un solo corazón y una sola alma.

A Jesús lo tienen como el Sumo Sacerdote misericordioso porque lo han sentido muy cercano, por su capacidad de comprensión y porque no les han sido ajenos los sufrimientos y debilidades humanas. Al Resucitado no se le ha olvidado su condición de Varón de dolores y sufrimientos, los conoció y le capacitaron para entendernos, fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado (Hebreos 4, 15). Pero Él ha vencido a la muerte y por eso, nos ha tendido la mano y nos ha hecho partícipes de su victoria. Como escucharemos en estos domingos siguientes en la Palabra, Cristo seguirá acercándose a nosotros, porque nos conoce y le importamos, Él sabe que solos no vamos a ninguna parte y pone en marcha su misericordia llevándole constantemente a socorrer a los que son tentados (Hebreos 2, 17-18). Lo que nos consuela es la misma sensación que vivieron los primeros cristianos, poder decir que no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas. El amor de Dios es lo que le mueve a tomar la iniciativa de salir al encuentro para sanar y salvar. Podemos decir con toda seguridad que la misericordia de Dios nos sana y nos salva.

La misericordia del Señor no es consecuencia exclusiva de la Resurrección, sino del corazón mismo de Dios, porque en su vida pública y en su misma predicación ha hecho visible esa misericordia del Padre, por eso salió al encuentro de los que tienen necesidad de salvación y dijo que «no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Marcos 2,17). La misericordia es fruto de la bondad del corazón de Dios.

¡Cuánta necesidad tiene el mundo de hoy de la misericordia de Dios! Existen demasiados sufrimientos en nuestra sociedad, mientras que en Dios está el remedio, sin embargo, le seguimos cerrando la puerta. ¡Abridle las puertas al Señor! Para que donde reinan el odio y la sed de venganza, donde la guerra causa el dolor y la muerte de los inocentes, la misericordia de Dios pueda traer la calma a las mentes y a los corazones y haga que brote la paz. Que donde no se respeta la vida, ni la dignidad del hombre, su misericordia ponga la luz para que reconozcamos el valor de todo ser humano y brille el resplandor de la verdad. Feliz Pascua.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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