Bendita entre las mujeres

El encuentro entre Isabel y la Virgen María, narrado por el evangelista san Lucas, es un momento feliz para todos, precisamente en tiempo de espera del Mesías. Aquí recibe la Virgen el saludo de su prima Isabel llamándola «bendita entre todas las mujeres», porque ha permanecido en fidelidad a la palabra dada a Dios, se ha fiado de Él y es el ejemplo más grande para la humanidad. En la Virgen María nos fijamos, si queremos aprender a obedecer a Dios. En este texto vemos cumplida la profecía de Miqueas, cuando dice que, de la pequeñísima ciudad de Belén, va «a sacar Dios al que ha de ser soberano de Israel» (v.1). En María, Dios cumple su palabra «al mirar la humillación de su esclava».

La Iglesia nos propone hoy centrar la atención en un modelo a imitar, la figura de María. Ella da respuestas de amor de modo perfecto y se convierte, por eso, en el tipo claro y lúcido de relación personal entre Dios y todo hombre. Su modelo es fácil de imitar: fiarse de Dios y ponerse en camino. Su equipaje es de mano: salir al encuentro del otro, querer ayudar, sencillez, adhesión a Dios y olvido de sí… María lleva dentro de su ser a Dios mismo y a través de ella Dios se acerca al hombre. Por medio de la Santísima Virgen María el Señor se hace presente en casa de Isabel y Zacarías y esto no pasa desapercibido, porque la criatura que llevaba Isabel en el seno saltó de gozo y la madre se llenó del Espíritu Santo. El Bautista, aún en el vientre de su madre, hace de precursor y confirma que la promesa de Dios también se ha cumplido en su madre Isabel, aquella mujer anciana y estéril, a la que Dios prometió el nacimiento de su hijo.

Su ejemplar respuesta es referente para los hombres y mujeres de hoy, tal como nos pide el Papa Francisco, hay que salir a la calle para llevar a Dios a los demás como hizo María, Ella todavía en su seno con una sencillez admirable y con la naturalidad de quien se fía totalmente del Señor. Nosotros debemos llevarlo en el testimonio de una vida en obediencia, en la palabra de esperanza y en la caridad. La Virgen María le dio al Padre respuestas de amor, le entregó su vida al Señor y se puso en camino; su valentía y su gran generosidad se verá compensada por el Señor, que le dio ánimo con estas palabras: «Lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá». Es evidente que como entre el corazón de Dios y el de María hay sintonía, por eso no echó la mirada atrás y se puso en camino.

El Magníficat nos enseña a ser humildes, como la Santísima Virgen María, a saber que pertenecemos a ese pequeño pueblo de Dios, al grupo de personas pobres y sencillas que confían en Dios y que ponen toda su confianza en Él. De Ella vamos a aprender disponibilidad total, a abrir los oídos para saber escuchar toda palabra que sale de la boca e Dios y llevarla a la vida. En esta celebración debemos pedir con fuerza al Espíritu Santo que venga en nuestra ayuda y nos enseñe a saber hacer la voluntad de Dios, como hizo la Virgen. Las palabras de su prima Isabel nos ponen en nuestro sitio y nos señalan el camino a seguir: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45).

+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

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