PALABRA DE VIDA. Monseñor Rico Pavés : “El compromiso de los misioneros por anunciar a todos el evangelio revela que hay más alegría en dar que en recibir y que de poco sirve dar si uno mismo no se da”

En el domingo que la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones, se proclama el evangelio en que Jesucristo nos enseña que solo la oración humilde nos abre a la salvación. Un fariseo y un publicano rezan en el templo. El primero cree conocer las cosas del Señor, pero no las vive en su corazón; ora erguido, se cree mejor que los pecadores y se siente satisfecho por cumplir puntualmente los preceptos religiosos; su oración es monólogo de complacencia, sin trato con el Señor. El publicano, por el contrario, se sabe necesitado de misericordia y ora reconociendo su pecado delante de Dios; suplica postrado y apartado; no se compara con su prójimo y espera todo del Señor. El fariseo vuelve a casa vacío de salvación, mientras que el publicano regresa salvado. La autoestima evangélica es ejercicio de humildad: reconocer que nuestra verdadera grandeza está en recibir el amor infinito de Dios.

El Domund es el día en que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. Este año el Domund cumple 200 años al servicio de la misión. El lema elegido para esta ocasión (“seréis mis testigos”) nos recuerda que la evangelización es testimonio: contar a otros lo vivido en primera persona, compartir el encuentro con Jesucristo, contagiar la alegría de creer. El testigo de Cristo sigue sus pasos, le imita y se deja configurar por Él. Cuando Jesús anuncia que todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido, está desvelando el camino que Él mismo ha elegido para salvarnos. Para enaltecernos, Él se humilla; para levantarnos, Él se abaja; para curarnos, Él se deja herir; para liberarnos, Él se deja prender; para que vivamos, Él muere. No hay misión sin testimonio; y no hay testimonio si no se recorre el mismo camino de Cristo.

La paradoja es la clave de la lógica evangélica: para vencer nuestras contradicciones y deshacer nuestras divisiones, el Verbo encarnado ha conciliado en Sí los contrarios. Para ganar la vida hay que perderla; para ser uno mismo hay que negarse; para vivir en libertad hay que abrazar sin condiciones la voluntad de Dios; para entender hay que creer; para ser adulto hay que hacerse niño; para ser enaltecido hay que humillarse.

Las necesidades de los misioneros son las de todos en la Iglesia. Nuestra generosidad les ayuda, como su entrega nos enriquece. Su compromiso por anunciar a todos el evangelio revela que hay más alegría en dar que en recibir y que de poco sirve dar si uno mismo no se da.

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

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