PALABRA DE VIDA. Monseñor José Rico Pavés nos indica que la Iglesia en el tercer domingo de Cuaresma “nos invita a pedir al Señor que nos restaure con su misericordia y, acudiendo a la imagen del agua, nos indica dónde podemos encontrarla”

La conversión es tarea de restauración. El daño que el pecado provoca es reparado por la misericordia divina que todo lo puede. Por eso, la conversión a la que el Señor nos llama consiste en abandonar la vida de pecado y dejarse abrazar por la misericordia de Dios. Avanzar por el camino de la Cuaresma es crecer en experiencia de misericordia: amor de Dios que nos restaura moviéndonos a devolver amor. Cuando llegamos con la Iglesia al Domingo Tercero de Cuaresma, la Liturgia nos invita a pedir al Señor que nos restaure con su misericordia y, acudiendo a la imagen del agua, nos indica dónde podemos encontrarla.

El agua es elemento imprescindible para la vida. Los anhelos del corazón humano se expresan muchas veces con el lenguaje de la sed, y en la Sagrada Escritura Dios mismo revela la abundancia de sus dones mediante la imagen del agua. Mediante el agua del bautismo hemos sido introducidos en la vida de Dios. La llamada a la conversión es invitación a renovar la gracia bautismal.

El evangelio de este Domingo nos presenta el diálogo insuperable de Jesucristo con la samaritana, junto al pozo de Jacob. Jesús se acerca a la mujer y le pide de beber, y en su petición le ofrece el regalo de la fe. El Salvador se hace sediento para saciar nuestra sed. Junto al pozo Jesús nos descubre la importancia de entrar en diálogo con Él: nada de nuestra vida aparece ante sus ojos como despreciable; Él nos conoce y sabe lo que nuestro corazón anhela. En sus palabras está la propuesta para orientar definitivamente la vida; el agua que Él nos ofrece no deja de nuevo sed. Quien se empeña en buscar fuera de Cristo lo que sólo Cristo nos puede dar, ve frustrada su esperanza y no encuentra sentido a su esfuerzo. Quien, por el contrario, bebe del agua que Cristo ofrece nunca más tendrá sed. El diálogo de Jesús con la samaritana revela el ritmo propio de la conversión: dejarse sorprender por Jesús, entablar coloquio con Él, orientar el esfuerzo para calmar la sed donde puede ser saciada, ordenar la propia vida cuidando los afectos del corazón, ofrecer a Dios culto en espíritu y verdad, confesar a Jesús como el Mesías y contar a otros lo que el Señor ha hecho conmigo.

+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez

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