La felicidad en juego

Hay oportunidades que cambian la vida. Los evangelios nos han transmitido el testimonio de encuentros con Jesucristo que transformaron a quienes los vivieron. Muchos de ellos supusieron el inicio de una vida renovada, cambiada totalmente por la acogida misericordiosa que llevó a la conversión y al seguimiento de Cristo. Algunos de esos encuentros, sin embargo, no tuvieron un desenlace feliz. Así ocurrió con un joven, cumplidor de los mandamientos de la Ley de Dios, que practicaba el bien,pero al que le faltaba una cosa para tener su tesoro en el cielo. Cuando se encontró con Jesús, refiere el evangelista san Marcos, este joven abrió su corazón y el Señor lo miró lleno de amor, descubriendo el obstáculo que le impedía ser feliz: Una cosa te falta -le dijo Jesús-: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme. La reacción de aquel joven fue desastrosa, pues refiere el evangelista que:a estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Tremenda oportunidad perdida: prefirió la tristeza deprimente de su riqueza, a la alegría desbordante de quienes siguen a Cristo volcándose en amor hacia los más pobres.

El pasaje evangélico de la oportunidad perdida del joven rico está lleno de enseñanzas de vida: aquel joven, que ya era rico, seguía buscando la felicidad que los bienes de este mundo no pueden dar; aquel joven experimentó la mirada llena de misericordia de Cristo; aquel joven escuchó la palabra que descubría el impedimento para llegar a ser feliz; pero aquel joven sucumbió a la imaginaria seguridad de la riqueza temporal y, por no arriesgar, quedó atrapado en la peor de las tristezas. Seguir a Jesús es solo tarea para los amigos de la verdadera libertad, los que se dejan traspasar por la mirada amorosa de Cristo y tienen la valentía de descubrir, a la luz de su palabra, las ataduras dañinas que quiebran su libertad. La felicidad es solo para los valientes que siguen a Jesús. La tristeza no se supera cuando se busca calmar con las riquezas y bienes de este mundo.

Sigamos aprendiendo de María Santísima a acoger sin condiciones la Palabra de Dios para aprovechar las oportunidades que nos regala el Señor. Sigamos cuidando la celebración de la Magna Mariana y vivámosla como una oportunidad preciosa que el Señor nos regala para encontrarnos con Él unidos a su Madre. Del encuentro con Cristo en este acto magnífico de devoción y amor a María puede depender que nos encerremos en la tristeza o que crezcamos en la felicidad de la verdadera libertad. Para ello es fundamental tener presentes a los pobres y necesitados, cuidar en ellos a Cristo, y seguirle.

 

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

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