CUANDO UN AMIGO SE VA, por Ramón Bogas Crespo

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

En esta semana, coincidencias de la vida, una amiga me contó que su pandilla se había roto en dos partes (y ella en medio) y otro se lamentaba de que su amigo del alma ya casi ni le llama. Prácticamente han perdido la relación. Y es que todos hemos tenido esa experiencia. Amigos que se van y otros que vienen. Nuestras relaciones cambian a medida que nos hacemos mayores. Aunque todos entendemos que “todo el mundo tiene su vida”, a veces, nos cuesta aceptar la pérdida de algunas personas que han sido significativas en nuestro camino vital.

Claro que los amigos de verdad perduran toda la vida. Yo mismo puedo presumir de unos pocos que están ahí, fieles desde hace décadas. Pero no es menos cierto que otros que creíamos “para siempre” también se van o esa amistad adquiere una forma nueva.

La principal causa estriba en las propias DINÁMICAS VITALES. Un cambio de ciudad, nuevas obligaciones de trabajo o personales, una nueva pareja o hijos que llegan… son pruebas de fuego para las viejas amistades. La propia trayectoria vital, sin haber tenido malos rollos, te va separando de aquel que un tiempo fue un “imprescindible” en tu vida. Otras veces, quien has cambiado eres tú y tu percepción sobre las cosas. Aquel o aquella que te hacía tanta gracia, ahora ya no te la hace.

Ante esta situación os propongo dos claves para afrontar esta inevitable situación con madurez espiritual. La primera sería convencerse de que aquí no hay culpables. De nada nos servirá echar la culpa al otro, enredarse en “yo te llamé, pero tú no me llamabas nunca…”. Ha sido la vida, las circunstancias o lo que sea… pero dejemos de condenar. La segunda es agradecer lo vivido. Repasar con agradecimiento lo que hemos compartido juntos. Lo que nos reímos o lloramos, los viajes vividos o los vinos brindados. Quedarse con lo bueno y agradecerle a la vida habernos cruzado en el mismo camino. Aun así, no todo está perdido. Se puede retomar el contacto después de un tiempo. Aparca el orgullo y vuelve a cuidar la relación si te apetece.

“Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda” (Mt 22, 1-14) leíamos este domingo. Y a mí me parecía una invitación a abrir el banquete de mi vida a otras personas. Porque una ventana se cierra y una puerta se abre. La vida nos regala nuevas amistades, nuevas oportunidades y vivencias que tenemos que estar prestos a recibir. Esos nuevos comensales pueden aportarnos un aire fresco que vamos a agradecer.

Fidelidad y apertura: esa es la tensión. Cuidar a los tuyos y al mismo tiempo saber abrirse a las nuevas personas y diferentes experiencias que llegarán. Como Tú, Señor, que no cesas de invitar a tu banquete. Que nunca dejas de abrir puertas a nuevos amigos y te alegras de que haya siempre muchísimos invitados a tu mesa.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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