Festejamos la paradoja de la fe

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

La licenciada en Ciencias Religiosas Ana María Barrera, ahonda en la celebración del Domingo de Ramos que es, para los cristianos, el comienzo de la celebración de la Semana Santa, acontecimiento central de nuestra fe.

Podemos decir que este día es el paso fronterizo del final de la Cuaresma, en donde hemos intentado despojarnos de lo que nos aleja del Señor y el comienzo de esa experiencia, profunda de fe, la Semana Santa en la cual intentamos vivir en profundidad los momentos fundamentales en esa Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Rey y Salvador, Jesucristo el Hijo de Dios.

Gloria y sufrimiento

En este día hallamos que toda la celebración tiene un doble carácter, es Domingo de Ramos y Domingo de Pasión, nos habla de gloria y sufrimiento, de triunfo y pasión. Encontramos reflejada la paradoja de la fe: por un lado, proclamamos a Jesús Hijo de Dios y Rey y por otro lado vivimos y hacemos nuestro ese abandono, traición y muerte de la que todos participamos en nuestra vida de fe. La primera parte de toda la celebración tiene una serie de características e instrumentos que son usados desde que el propio Jesús los instauró. Comprobamos cómo el pueblo lo aclama con vítores: “Bendito el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” (que significa sálvanos). Querían a Jesús como su Rey y lo celebraban cubriendo el suelo con sus mantos, a modo de alfombra y demostrando su alegría con las palmas y ramas de olivo o de otros árboles que allí tenían. Jesús viene montado en un asno o pollino que era un animal de carga, humilde. Esta entrada está profetizada por el profeta Zacarías (9,9) y nos muestra la diferencia de Jesús con otros reyes de la antigüedad que entraban “con carros y caballos” (Jr 17,25). A continuación, pasamos, dentro de la celebración, a las lecturas de la Pasión.

Todo esto nos debe de llevar a vivir tanto la primera parte de la celebración como la segunda con la profundidad y el significado que todo tiene. Para nosotros los cristianos, la aclamación a Jesús debe ser nuestra proclamación como el pilar de nuestras vidas. Con los ramos estamos haciendo una renovación de nuestra fe en Dios, estamos actualizando su victoria. Esa entrada de Jesús como rey es el símbolo del dominio del pecado y la muerte. Es rey para servir a la humanidad, es proclamado humildemente y su combate es contra el pecado. Para luchar el arma que utiliza es el arma del amor y su triunfo es el aparente fracaso de la cruz. Pero finalmente será entronizado en la gloria del Padre por la resurrección.

Para nosotros los cristianos lo más importante debe ser la participación en este día, una participación que debe llevarnos a la transformación de nuestras vidas. Después de vivir lo acontecido en la celebración no deberíamos quedarnos en la simple obtención de la hoja de palma u olivo solamente.

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