Salgamos al encuentro de Cristo, esperanza nuestra

Diócesis de Asidonia-Jerez
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La diócesis de Asidonia-Jerez, conocida también simplemente por diócesis de Jerez, ​ es una jurisdicción de la Iglesia católica de España que comprende el norte de la provincia de Cádiz, tomando como límite y frontera natural el curso del río Guadalete.

Algunas orientaciones para la Diócesis de Asidonia-Jerez al comienzo del Nuevo Año litúrgico.

Querida familia diocesana:

     Entrar con la Iglesia en la celebración de un nuevo año litúrgico es una oportunidad preciosa para renovar la vida cristiana acompañando a Cristo en los misterios de su vida. La Liturgia nos concede volver cada año a lo mismo, pero nunca de la misma manera. Se nos regala la posibilidad de salir de nuevo al encuentro de Quien primero nos ha encontrado. Con el primer Domingo de Adviento se inaugura un nuevo ciclo de celebraciones que nos permiten participar verdaderamente de los misterios de la vida del Verbo encarnado, para que descubramos que, en realidad, es Él quien se ha hecho nuestro compañero en el camino de la vida. Al encontrar al Señor descubrimos con asombro que Él nos encontró primero.

     «Te busco Señor para encontrarte, te encuentro para seguir buscándote». Estas palabras, que resumen bien la oración de san Agustín con las que concluye su tratado Sobre la Trinidad, expresan de forma maravillosa el dinamismo de la vida cristiana y la riqueza del encuentro con el Señor. “Crece” en cristiano quien busca; busca quien desea; y desea quien se descubre encontrado. Jesús, que nos conoce y nos ama, pone en el corazón humano el deseo de salir a su encuentro, aunque no siempre lo reconozcamos. Lo hace cuando el entendimiento busca la verdad, cuando la voluntad anhela el bien, cuando los afectos reclaman la ternura de la belleza, cuando la libertad se ensancha en la comunión.

     Jubileo Ordinario del Año 2025

     El Año litúrgico que estrenamos está marcado por el Jubileo Ordinario del Año 2025. Bajo el lema peregrinos de esperanza, el Papa Francisco ha convocado un año jubilar para ofrecer la oportunidad de experimentar, a nivel personal y comunitario, la gracia del perdón y de la reconciliación que Dios nos regala en la Iglesia. El año 1300, por iniciativa del Papa Bonifacio VIII, la Iglesia Católica celebró el primer Jubileo Ordinario. Desde entonces, cada veinticinco años, el Sucesor de Pedro convoca de manera ordinaria un año jubilar invitando a peregrinar a Roma, junto a la tumba del apóstol San Pedro, para fortalecer nuestro sentido de pertenencia eclesial y disfrutar la misericordia divina que restaura lo que el pecado daña.

     La esperanza es el tema central del Jubileo Ordinario del Año 2025. Desea el Papa «que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza». Al inicio del presente curso pastoral, en la celebración del viernes 13 de septiembre, propuse tomar la Bula de convocatoria del Jubileo Ordinario del Año 2025, titulada “La esperanza no defrauda” (Spes non confundit) del Papa Francisco (9.5.2024), como guía para toda la diócesis. Donde aún no se haya hecho, vuelvo a pedir que se lea, medite y trabaje, a nivel personal y comunitario, en parroquias, movimientos y comunidades religiosas, este documento del Papa, y que, a su luz, vivamos el nuevo año litúrgico que estrenamos.

     A partir de las palabras del apóstol san Pablo: la esperanza no defrauda (Rom 5, 5), Francisco nos propone cinco tareas: en primer lugar, fundamentar en la Palabra de Dios las razones de nuestra esperanza; en segundo lugar, recorrer un camino de esperanza, en las Diócesis y en la peregrinación a Roma, con la mirada puesta en otro aniversario, el 2033, dos mil aniversario de la Redención; en tercer lugar, volver a descubrir la esperanza en los signos de los tiempos, para llevar a nuestros contemporáneos la alegría del evangelio; en cuarto lugar, hacer un llamamiento a la esperanza, con la mirada puesta en las pobrezas de nuestro mundo y en la respuesta sinodal que la Iglesia debe dar, evocando el 1700 aniversario del primer Concilio ecuménico de la Iglesia, celebrado en Nicea el año 325; y, en quinto lugar, anclar la vida en la esperanza de la vida eterna.

     La Diócesis de Asidonia-Jerez desea vivir con la Iglesia universal el camino de esperanza que nos propone el Papa añadiendo un hito que debe ser destacado: el año 2030 se cumple el cincuenta aniversario de la creación de nuestra diócesis. Tomando como impulso la vivencia del Jubileo Ordinario del Año 2025 y con los ojos puestos en la celebración del dos mil aniversario de la Redención en 2033, queremos poner la confesión de Cristo, muerto y resucitado, en el centro de esta fecha (20+30), para renovar el impulso evangelizador en nuestra Diócesis.

     Durante el Año 2025 tendremos la oportunidad de peregrinar a Roma y a los templos jubilares de nuestra diócesis. Además de hacernos presentes junto a la tumba de San Pedro con representantes en las diferentes convocatorias sectoriales para ganar la gracia jubilar, la Diócesis peregrinará a Roma del 3 al 7 de noviembre del 2025. A nivel diocesano, los templos en los que se podrá ganar la indulgencia plenaria serán la S.I. Catedral, el Santuario de San Juan Grande y la iglesia del Hogar San Juan, los tres ubicados en la capital y corazón de la Diócesis.

     La invitación del Papa a ser portadores de esperanza en un mundo herido por tantas formas de pobreza la concretaremos durante el Año Jubilar prestando especial atención al Hogar San Juan, fundación diocesana destinada a ofrecer acogida a transeúntes de larga duración. Pido que centremos nuestro compromiso de caridad en esta realidad que sigue requiriendo la colaboración de muchos para poder atender dignamente a tantas personas sin hogar.

     La centralidad de la liturgia

     Entrar con toda la Iglesia en la celebración de un nuevo año litúrgico es ocasión propicia para volver a centrar la vida en el Señor preguntándonos si, a nivel personal y como miembros del Pueblo de Dios, la liturgia es fuente y culmen de la vida cristiana (cf. SC 10). En el compromiso de seguir recibiendo las orientaciones del Papa en la Carta Apostólica Desiderio desideravi (29.6.2022) sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios, veo necesario llamar la atención sobre algunas prácticas que debemos ir mejorando.

     En primer lugar, debemos seguir trabajando para acomodar la vida al ritmo del año litúrgico. Las expresiones de la piedad popular se desfiguran y pierden autenticidad cuando se pretenden vivir al margen de la liturgia. Lo mismo sucede con los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y primera participación en la Eucaristía), que no conviene celebrar en el tiempo de Cuaresma, salvo en aquellas situaciones excepcionales (peligro de muerte, urgencia pastoral, etc.) previstas por el Derecho.

     En segundo lugar, lo dicho del ritmo anual vale también para el ritmo semanal marcado por el Domingo, primer día de la semana. En este sentido, debemos ir dando pasos para corregir dos prácticas generalizadas en nuestra Diócesis que desfiguran la verdad del domingo: la celebración de la Misa dominical el sábado al mediodía y la celebración de las llamadas “misas de hermandad” o del propio grupo o movimiento, en Domingo. Se debe recordar que la Misa vespertina de los domingos y solemnidades comienza una vez se ha completado la hora nona del día anterior, es decir, a partir de las 17:00h. El respeto a la veritas horarum (“la verdad de las horas”) se debe cuidar especialmente en aquellas celebraciones que por su propia naturaleza tienen una hora establecida, como la Cena del Señor el Jueves Santo al atardecer o la Vigilia Pascual entrada la noche.

     Se debe recordar también que la Misa dominical es por excelencia la “Misa de todos”, en la que convergen los fieles de diferentes movimientos, hermandades, asociaciones o familias religiosas, y que no ayuda a fortalecer la comunión entre todos los fieles la vivencia de la Misa dominical siempre a solas con el propio grupo.

     En tercer lugar, sorprende que se deba seguir recordando que no está justificado negar a los fieles la comunión en la boca. La norma litúrgica deja al comulgante, no al ministro, elegir la forma de recibir la comunión, de rodillas o de pie, en la boca o en las manos bien dispuestas: «No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos pasarlo de mano en mano entre ellos. Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de Obispos. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas. // Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno, diciendo: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente» (OGMR 160-161).

     En cuarto lugar, también es incomprensible la reacción de quienes se extrañan cuando se les recuerda la necesidad de estar confirmados para ser padrinos de bautismo o de confirmación, para contraer matrimonio o para asumir determinadas responsabilidades en la Iglesia en el ámbito de las Hermandades, catequesis o enseñanza religiosa escolar. No es necesario establecer normas sobre aquello que ya está legislado por el Derecho universal. Únicamente hay que cumplir lo que establece el Código de Derecho Canónico.

     Volver al corazón

     En la tarea evangelizadora, que estamos llamados a seguir impulsando en comunión con toda la Iglesia, no podemos olvidar que solo Cristo puede colmar los anhelos del corazón. El discípulo misionero encuentra su alegría al conducir a sus contemporáneos a la fuente que es el Corazón de Jesús para que en ella puedan calmar su sed. Llevar a Cristo respondiendo a los anhelos de la humanidad: tal es la misión que, en docilidad al Espíritu Santo, debemos impulsar. Tendremos, entonces, que estar atentos a los deseos de quienes buscan a Dios, aun cuando no sean conscientes, y reconocer como oportunidad evangelizadora todo movimiento del corazón humano orientado al Señor, por tímido y superficial que nos parezca.

     En los párrafos iniciales de la Bula de convocatoria del Jubileo Ordinario del Año 2025, el Papa Francisco nos sorprende con una afirmación luminosa: «La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz». Para descubrir el fundamento de la esperanza debemos acudir al Corazón de Cristo. Acojamos la Carta Encíclica del Papa Francisco Dilexit nos (“Nos amó”) sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (24.10.2024) y tomémosla, junto con la Bula de convocatoria del Jubileo, como ayuda magnífica para profundizar en el fundamento de nuestra esperanza.

     Madre de la esperanza

     Al final de la Bula de convocatoria del Jubileo Ordinario del Año 2025, Francisco nos propone a la Madre de Dios como el testimonio más alto de la esperanza. Es voluntad del Hijo que recibamos los bienes de la salvación teniendo a María Santísima como Madre (cf. Jn 19, 25-27). Para vivir con provecho el encuentro renovado con Cristo en el año jubilar, los peregrinos de esperanza somos invitados especialmente por el Papa a detenernos «a rezar en los santuarios marianos… para venerar a la Virgen María e invocar su protección […] Ella es para el santo Pueblo de Dios “signo de esperanza cierta y de consuelo” (LG 68)». Por eso, en el nuevo año litúrgico y siempre, ¡Nada sin María! ¡Todo con Ella!

Jerez de la Frontera, 28 de noviembre de 2024

+ José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

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