El obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Ramón Valdivia, ha regresado esta mañana a la Casa de la sabiduría, a la capilla de la Universidad de Sevilla, donde tantas jornadas pasó siendo alumno de la Hispalense y miembro activo del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS), en los años en los que don Juan del Río dirigió un servicio modélico en su apuesta por el servicio a la persona en todas sus dimensiones. Lo ha recordado al inicio de la homilía de la misa de apertura del curso 2024-2025 que se ha celebrado antes del acto académico que ha acogido, como dada año, el Rectorado.
La misa de este año tiene una singularidad especial, al coincidir con el centenario de la Hermandad de los Estudiantes, cuya junta de gobierno con su hermano mayor Jesús Resa al frente, ha compartido esta jornada matinal con los profesores, alumnos y fieles que se han acercado a la capilla universitaria a celebrar la Eucaristía. La Universidad ha estado representado por su máxima autoridad, el rector Miguel Ángel Castro, y diversas autoridades, entre ellas el decano de la Facultad de Derecho, Fernando Llano.
Monseñor Valdivia se ha dirigido a los asistentes destacando que «hoy, yo también, me encuentro lleno de alegría de poder participar junto a vosotros en la inauguración de un nuevo curso en la que ha sido mi Alma mater, donde descubrí mi vocación pastoral y también docente». Más adelante ha señalado que «cada inauguración supone una experiencia comunitaria con la que podemos estar de acuerdo, a pesar de las diferencias de criterio que tengamos en otras cosas: hay ‘algo’ que es nuevo, algo que se nos ha dado: un tiempo que es nuevo».
En otro momento de su intervención, el obispo auxiliar ha afirmado que «ese espíritu inteligente que busca la sabiduría encuentra aliados en la técnica y en la ciencia; siempre y cuando, lejos de encerrarse en el bien propio, cosificado por la materialidad de unos datos, pueda abrirse a la plenitud de la dignidad de la persona humana, y más que reducirla, la inteligencia humana se abra a las necesidades de los demás, en un ambiente de amistad que comparta sin envidia sus resultados».
Tampoco ha podido abstraerse al hecho de presidir una misa junto a la talla del Cristo de la Buena Muerte, titular de la hermandad universitaria: «Tener delante de nosotros la imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte habla de lo que Nicolás de Cusa llamó la coincidentia oppositorum, la paradoja de una muerte que es llamada buena, porque habla de un amor desmesurado». Y lo ha relacionado con la labor que se desempeña en las aulas de la Hispalense: «La pasión educativa, la misión de la universidad, si quiere entrar en lo profundo de nuestra humanidad debe seguir esta lógica de morir a lo propio para dar vida en el diferente que, de manera misteriosa, podrá redundar en una vida nueva. En la vida del Resucitado».
En la parte final de su homilía ha tenido palabras para «la novedad, la unidad y la paz», y ha subrayado que al referirse a ello «no he pretendido hacer un monólogo acerca de la sabiduría, sino una humilde petición al Espíritu Creador para que la misma Verdad, hecha carne en la humildad de María, irrumpa con su poder en las relaciones entre las personas que forman nuestra Universidad, para que de verdad sea, la casa de la sabiduría».
Antes de concluir, Pablo Guija, director del SARUS, ha agradecido a los presentes la participación en esta misa inaugural y ha recordado que este será un año de elecciones, tanto en el seno de la Hispalense como de la Hermandad de los Estudiantes.
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